Allison
Ya era bastante malo tener que notificarle a Arthur sobre "mi cuestionable modo de responder en el salón de clases", a eso, el tener que sumarle pasar el fin de semana en la escuela, colocando la decoración para la bienvenida, convertía mi día de bastante malo a completa mierda, en poco tiempo.
El evento de bienvenida se celebraba todos los años, una semana después del inicio de clases, y aunque en realidad resultaba divertido perder todo un día solamente para realizar actividades de los diferentes clubes, a los que jamás me unía, no significaba que quería desperdiciar mi sábado haciendo el trabajo pesado, y mucho menos con Jayson Miller.
—Pudo haber sido peor. — Me convencí frente al espejo del baño de mujeres, después de cerciorarme de estar sola, y acomodé mi cabello, suspirando.
Me froté el rostro con el agua helada de la canilla, y mientras tomaba unas toallas de papel el timbre sonó, indicando la hora del almuerzo.
El baño de mujeres era el único lugar en toda la escuela en el que sentía la mirada del imbécil nuevo lejos de mí. No sabía que era lo que había ocurrido ni como, pero él hecho de tenerle tan cerca me perturbaba, y lo último que necesitaba este año era otro idiota problemático. De esos ya había tenido suficiente.
— ¿¡Donde diablos te habías metido!? — Lucia entró, chillando, y cerró las puertas a sus espaldas.
—En mi cita con Mitman. No me apeteció volver a literatura después. — Le dije, terminando de secar mis manos. — Ni a historia. — Sonreí, y negó con la cabeza, tomándome del brazo y jalándome hacia afuera.
— ¡Tengo la información! — Dijo, mientras se enroscaba en mi brazo, y nos uníamos a la masa de alumnos que se dirigía al comedor.
— ¿La información? — Repetí, con el aire agotado que me causaba la misma charla de siempre.
—De Jayson Miller. No me mires así, no quiero un sermón de invasión a la privacidad. —
— ¿De verdad? Porque de tanto que me haces repetirlo, juraría que te encanta. —
— ¡Concéntrate, Ally! El caso es por alguna razón el tipo se me hacía conocido, y no solo porque está que arde, sino porque podía jurar que lo había visto antes. — Comentó, ahora en un susurro, para que nadie más pudiese oír. Fruncí el ceño.
— ¿Ah, sí? — Pregunté, y ella articuló una mueca orgullosa al saber que, por primera vez, me interesaba en su información.
Luzu manejaba tanta información en la escuela como la CIA. Decía que su vocación era el reportaje, y necesitaba practicar. Sabía el rollo de todos y cada uno en Normal Hight, lo que la convertía en lo que coloquialmente se conocía como metiche fastidiosa, también en alguien bastante peligroso para enemistar, y una aliada bastante poderosa a la hora de buscar bajo la alfombra de los demás.
—Expulsado del instituto Saint Claire. Parece que es uno de esos pijos del barrio alto. — Informó, todavía más bajo. —Su familia es multimillonaria, según sé. —
— ¿Entonces que hace en Normal Hight? — Pregunté, al tratar de comprender porque alguien con una posición social privilegiada, escogería enviar a su hijo a una escuela pública de educación mediocre, y con políticas cuestionables.
—Yo que sé, quizás le gusta el rollo de pez grande en estanque pequeño. Ya has visto el solo revuelo que armó con solo aparecer. — Comentó, mientras entrábamos al amplio salón, y el barullo se intensificó instantáneamente con el eco del lugar. —Según sé ha salido primero de la clase casi todos los años, tal parece que es una especie de geniecito. —
— ¡Imposible! — Negué con la cabeza, articulando una sonrisa incrédula, y ella me miró, con ofensa fingida.
— ¡Eh, mis fuentes son confiables! — Se defendió con una mano en el pecho.
Los gritos y carcajadas se oían en todas direcciones, y casi consideré que había extrañado ese barrullo constante durante las vacaciones.
La comida del menú seguía siendo igual de asquerosa. Y sonreí al ver que la carne especial seguía como menú favorito, aunque todos sabíamos que la única especialidad en ella eran los microbios.
— ¿Quién es la fuente esa? ¿Acaso te has robado su diario íntimo? — Bromeé, mientras nos colocábamos detrás, en la fila kilométrica, con las bandejas en mano.
—Ahí viene lo mejor. — Dijo, haciendo ese movimiento de cejas que me indicaba que era algo grande. —Leo me la dicho todo. — Comentó, con una ligera emoción que no comprendí.
—Me parece que hay algo que no entiendo. — Me limité a decir, mientras saludaba al grupo de teatro que pasaba en pandilla, como siempre.
La cafetería era el lugar donde era evidente que posición ocupabas en la escuela. La parte de adelante siempre era la ocupada por los de primero, no podían culparlos, ser nuevos y vulnerables a las bromas de primer año les quitaba las ganas de caminar frente a toda la gente, y se decidían por los lugares más cercanos. El club de drama y el de música compartían los laterales de las ventanas, que daban al campo, y por supuesto toda la parte posterior era de los deportistas, a los que les iban pegados las animadoras, por consiguiente. Cerca de la puerta estaban los que se preparaban para huir en cualquier momento, en general los campeones de las olimpiadas matemáticas, que tenían un imán el rostro a la hora de recibir golpes. Y por supuesto, la zona neutral, que era mi lugar favorito, la única mesa que mezclaba un poco de todo.
Desde que Ethan y Leo habían entrado al equipo de fútbol, y Lucia era encargada de la radio, la mesa central se había convertido en una combinación extraña de todo tipo. Era un lugar privilegiado, que incluso causaba decepción a aquellos que se quedaban sin un lugar ahí. No podía decir que no éramos populares, ya que con los últimos incidentes nuestros nombres se habían hecho conocidos por todos los alumnos con más rapidez de lo que me hubiese gustado.
—Te digo que el tipo se me hacía conocido, ¡y era porque lo había visto con Leo un par de veces! Son mejores amigos desde los siete o así, algo como nosotras supongo. De locos, ya sé. Nunca había hablado con él directamente, supongo que porque se rodea de otros pijos como él, pero Leo había mencionado un par de veces a este "amigo" suyo, y ha resultado ser Miller. —
— ¿Cómo es que Leo se rodea con gente de Saint Claire? — Pregunté, todavía sin poder creérmelo, considerando que el solo instituto era como un mundo aparte.
—Cosas del trabajo de su padre, creo. ¡No se detalles, mujer! — Suspiró exasperada, como si yo tuviese que seguirle el ritmo a su información. — ¡El punto es que podemos tener una cita doble! — Chilló, mientras yo dejaba salir una risa.
—Sí, creo que paso en esa.
— ¡Por favor! Es obvio que le gustas, además, recuérdame cuando fue tu ultima cita. — Preguntó, e inmediatamente abrió los ojos y su rostro palideció un tono al darse cuenta lo que había dicho.
—Creo que te acuerdas. — Dije con naturalidad, y rápidamente pasé de tema. —Además, un idiota como Miller...
— ¿Qué pasa con los idiotas como Miller? — La voz masculina resonó en mi oído, haciéndome dar un respingo, que me abalanzó sobre mi amiga.
Jayson me observaba, conteniendo una sonrisa, mientras se detenía junto a la fila, con Leo.
— ¡Cariño! — Lucia se abalanzó sobre el rostro de su novio, haciendo que esté retrocediera un par de pasos ante el impacto.
— ¿Es qué no puedes dejarme tranquila? — Pregunté, mientras la fila avanzaba con lentitud. Él se encogió de hombros.
—Tengo que comer, Faroles.
— No me llames así — Dije, mientras le echaba una mirada a la fila detrás de nosotros, que ya se había vuelto a formar. —Si estas esperando que te dé mi lugar, será mejor que te vayas yendo al final. — Hablé, mientras Leo y mi amiga separaban, finalmente, sus labios. —Hola, Leo. — Le salude, y el correspondió agitando una mano, mientras ella volvía a pegar sus bocas, como si no se hubiesen visto en lo que duraba la Guerra Fría.
—Yo no hago filas. — Jayson habló, mirándome de pies a cabeza, con una mirada de superioridad, y fruncí el ceño.
Casi de inmediato, un par de rubias, una con un uniforme de porrista, y otra con menos tela en su cuerpo aún, salieron de la fila con un par de bandejas en la mano, mirando hacia nosotros.
— ¡Jay, tengo tu almuerzo! — Una de ellas chilló, con una vocecita infantil y él les hizo una seña con la mano, antes de volverse a mí.
—Nos vemos en la mesa, Allison. — Dijo, inclinándose ligeramente hasta mi rostro, antes de darme la espalda.
— ¡Tú ni creas! — Luzu dijo, señalando a su novio con el dedo, mientras observaba como el rubio se alejaba, con una chica a cada lado, perdiéndose entre las mesas. Él se encogió de hombros.
—Ojalá tuviese un par que me comprara el almuerzo. — Comentó, con diversión y Lucia le dio una mirada iracunda.
—Pues aquí tienes un par que va a dejarte estéril. — Habló, y yo reí. El hizo el intento, pero se lo pensó mejor.
— ¿Cómo es que no nos hablaste de Miller? — Pregunté, mientras me tocaba el turno de pedir el menú, y señalaba la ensalada con pollo, que parecía lo menos toxico. Ambos se apuntaron a lo mismo.
—También me sorprendió que escogiera Normal. — Confesó, mientras los tres tomábamos las bandejas. —Pero es buen tipo, les va a gustar. — Dijo y puse los ojos en blanco, al tiempo que mi amiga me daba "la mirada", que preferí ignorar. —Además es el mejor en fútbol americano, se los digo, en las prácticas incluso hasta el entrenador se impresionó. Seguro apunta para Quarterback.
—Pero Matt quería esa posición. — Recordé lo que me había dicho, hace unas horas.
—Pues va a tener que aguantarse. — Leo rio. —El cabrón es imparable. Seguro nos llevamos la copa este año. — Comentó, emocionado, mientras caminábamos en dirección a la mesa de siempre.
—Para mí tú siempre serás el mejor. — Lucia le dijo, con tono acaramelado, y él sonrió.
—Gracias nena.
Era el primer año que el aire acondicionado, de hecho, funcionaba, así que el ambiente era bastante agradable, a pesar del ligero aroma a frituras y aderezos, que hacía parecer al lugar una casa de comida rápida.
La atmosfera, ligeramente satisfactoria, que se había creado, se esfumó rápidamente, cuando a un par de metros de nuestra mesa me detuve en seco, ante el amontonamiento de cuerpos que la rodeaban. Presioné el plástico de la bandeja con fuerza, al ver como las porristas se arremolinaban, sentándose sobre la mesa, y con los pies sobre el regazo de otro par de chicas que reían, mientras sorbían de sus popotes de forma extraña, riendo con vocecitas chillonas, de algo que presentía que ni siquiera era gracioso.
Inspiré profundamente, dispuesta a dejarlo pasar, cuando un par de ojos azules, ya bien conocidos, se alzaban sobre el amontonamiento, mirándome fijamente.
Jayson sonreía, ligeramente, mientras una morena le hablaba, casi demasiado cerca, y otro par seguía la charla, que el parecía ignorar por completo, mientras nuestras miradas se encontraron. Y con una mueca de satisfacción evidente, su sonrisa se amplió mostrando sus dientes, cuando Leo se aproximó a él.
— ¡Ally! ¿A dónde vas? — Lucia gritó, sobre el montón de voces, mientras emprendía camino a la salida.
Matt estiró la mano, desde la mesa del equipo, pero no me molesté en volver, considerando que un almuerzo al aire libre tampoco sonaba mal, si no tenía que soportar una escena más protagonizada por Jayson.
El resto del día no fue muy diferente. Jayson Miller estaba en boca de todas la chicas de la escuela, y de alguno de los chicos también, aunque de una forma a la cual si podía compartir opinión. Incluso cuando no estaba en el mismo que yo, lo único que podía hacer era escuchar su nombre, una descripción sobre exagerada de su cuerpo, y los "encantadores comentarios que había hecho" los cuales, en mi idioma, se traducían como flirteo básico.
La gota rebasó el vaso con la discusión de Lucia, tratándole de dejarle en claro que, sin importar cuales eran sus fantasías, no iba a salir con él, a pesar de haber oído un discurso, bien elaborado, con más de diez razones por las cuales un par de mejores amigas y un par de mejores amigos, harían la cita doble ideal.
—Si vuelvo a escuchar mencionar a Jayson Miller otra vez, te juro que voy a lanzarme bajo el próximo auto que pase frente a mí. — Dije, mientras atravesábamos él estacionamiento, y mi amiga sonrió. —Hablo en serio. —
—Entonces ten cuidado con la pintura, Faroles. — La voz de Jayson se oyó, mientras el convertible oscuro se detenía frente a nosotros. Lucia lo miró fascinada.
— ¿Qué quieres, Miller? — No me preocupé por intentar ocultar el fastidio, mientras Luzu hacia otro movimiento de cajas y se acercaba para darme un abrazo.
— ¡A por él! — Me susurró, antes de alejarse. — ¡Te llamo esta noche! — Chilló, mientras trotaba hasta la salida, y puse los ojos en blanco.
— ¿Necesitas un aventón? — Preguntó, con la misma encantadora sonrisa que le había adornado el rostro todo el maldito día, y, mientras se colocaba las gafas de sol, pude concluir su perfil completo: prototipo de niño rico y mimado, con delirios de grandeza y exceso de confianza.
—No, voy a tomarme el autobús. — Me limité a responder, haciendo el intento de rodear el vehículo, pero él lo adelantó al instante. — ¿¡Estás loco!? — Chillé, pero su mueca petulante no se quitó mientras estiraba la mano, imponiendo distancia mientras rodeaba el lujoso vehículo. El rio y negó con la cabeza.
— Ya sé cuál es tu problema. — Comentó, apoyando ambos brazos en la ventana, como un niño burlón y me volteé instantáneamente, cerrando las manos en un par de puños bien apretados.
— ¿Ah, sí? — Pregunté, cruzándome de brazos, a un par de centímetros de la puerta, y se limitó a encogerse de hombros, saliendo del vehículo con calma. Le miré con el ceño fruncido, mientras colocaba las manos en sus bolsillos y se posicionaba frente a mí, inclinándose ligeramente para acercarse a mi rostro. No me moví, ni siquiera pretendí verme intimidada por sus aires de superioridad, que solamente estaban en su cabeza.
—No has tenido un buen polvo hace tiempo. — Se limitó a decir, con el encanto natural que desprendía, al tiempo que su aliento a menta fresca chocaba contra mi rostro, y, sin poder evitarlo, supe que me había sonrojado.
—Cerdo. — Murmuré, alejándome en dirección a la salida, sin siquiera verle el rostro, para evitar que mi cara pasara, de rosa, a rojo tomate, pero aun así, presentía que estaba sonriendo.
—Sabes que estoy dispuesto a solucionarlo. — Gritó a mis espaldas, pero no volteé.
Cuando me senté en la banqueta de la parada del autobús, todavía sentía las orejas calientes de la vergüenza, y eso solamente me enfurecía más. Jayson Miller había propasado límites evidentes, que un desconocido no debía cruzarse bajo ningún motivo; no solo por la obvia invasión del espacio personal, sino por la mención de una invitación sexual que, si esperaba que aceptara, probablemente me veía como a otra de sus chicas cualesquiera, y eso volvía a fastidiarme.
Inspiré profundamente, tratando de dejar atrás el comentario, que me había molestado tanto no solo porque a pesar de ser virgen, él me veía como un plato fácil, sino que la sola mención de una invitación de encuentro casual solamente para sexo, me rememoraba una etapa de mi vida que creía haber dejado atrás. Ya no me rodeaba de ese tipo de personas, ni era la misma chica tampoco, y no había forma humanamente posible que volviera a enredarme por un playboy.
EL autobús llego, mientras me unía a la cola de personas que ingresaban, y el aroma a encierro y humo de automotor que inundaba el interior se sintió, de nuevo, como algo familiar, y seguro.
Me perdí, momentáneamente, en la vista del paisaje de siempre. Hacía seis años que veía el mismo recorrido, las mimas casas de colores, y el mismo parque, ahora semi abandonado, donde había pasado horas jugando durante mi infancia. Lo único que había cambiado es que ahora en lugar de juegos había lodazales, y en vez de una bonita vista al lago, la parte trasera estaba restringida.
Si le ponía atención ahora era todo un poco más deprimente, generalmente hablando.
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