•Donde no crecen las flores•

Los dioses no lloran. No en forma de lágrimas.
Pero Atther aprendió que hay otras formas de ver a alguien desmoronarse. Silencios prolongados. Una mirada vacía.
El modo en que Gabriel se quedaba quieto por horas, sentado junto a las ventanas que daban al mar de almas, sin decir nada, sin moverse, como si ya no estuviera ahí del todo.
Atther
Atther
💭: No lo había notado al principio. Gabriel siempre fue reservado, distante. Pero esto es distinto.
Ya no era resistencia. Era ausencia.
Una tarde (si es que así podía llamarse aquel ciclo de penumbra), Atther entró en la sala privada de Gabriel. Lo encontró de espaldas, con la túnica arrugada, los pies descalzos sobre el mármol helado.
El dios menor miraba fijamente un ramo seco. Las flores de sombras que antes decoraban su trono, ahora estaban marchitas. Ni siquiera la oscuridad las sostenía ya.
Atther
Atther
No te ves bien.
Gabriel
Gabriel
No estoy bien….
Atther
Atther
*apreté los puños. Di un paso y me detuve. Nunca he sabido cómo cercarme sin hacer daño* Te duele algo?…
Gabriel
Gabriel
*una risa sarcástica y apagada salió de mi* Sí. Pero no puedes curarlo. No es el cuerpo.
Hubo un momento de tensión en el aire, como si el palacio entero contuviera la respiración.
Atther
Atther
Háblame
Gabriel
Gabriel
¿De qué serviría? ¿Qué entenderías tú… que has habitado entre piedras y cadáveres toda tu eternidad?
Atther
Atther
*me sentí herido, pero lo oculté* Quizá más de lo que crees. He olvidado cómo se sentía el sol. Pero tú me haces recordarlo, aunque solo sea por contraste.
Gabriel cerró los ojos. Cuando habló, su voz se quebró como el cristal.
Gabriel
Gabriel
Extraño el canto de las aves….
Gabriel
Gabriel
El calor del viento entre los árboles.
Gabriel
Gabriel
Las raíces que bailan bajo mis pies cuando camino.
Gabriel
Gabriel
Los ciervos con cuernos dorados… las luciérnagas que dormían en mi cabello.
Gabriel
Gabriel
Aquí… todo es frío. Todo está muerto. Hasta yo.
Atther lo sintió como una daga. No había defensa contra esas palabras. Solo el dolor de ver lo que estaba perdiendo: no un amante… sino un alma desvaneciéndose ante sus ojos.
Atther
Atther
*me acerque con cautela, me arrodille frente a él* ¿Qué puedo hacer, Gabriel?
Gabriel
Gabriel
*alce mi mirada. Mis ojos, antes llenos de orgullo, ahora son un campo vacío* Déjame irme…
Atther
Atther
No puedo
Gabriel
Gabriel
Entonces no me preguntes lo que deseas que diga.
El frío en la sala se volvió insoportable. Por primera vez, Atther no supo qué decir. Su frialdad natural ya no lo protegía. No cuando el único ser que le importaba lo miraba como si ya estuviera enterrado.
Esa noche, Atther no durmió. Caminó solo por los jardines subterráneos, sintiendo la presión de una angustia que ni mil tormentas podían lavar.
Atther
Atther
… maldita sea…
Y entonces, como un rayo, se dio cuenta: Gabriel no lo odiaba. Gabriel estaba muriendo en vida. Y él era su cárcel. Pero también supo algo más terrible: si lo dejaba ir… si lo liberaba… No volvería jamás.
Días después, Gabriel recibió una caja de cristal oscuro. Dentro, una pequeña raíz palpitaba, envuelta en tierra dorada.
Una nota simple la acompañaba: No sé crear vida. Pero puedo aprender a devolverla si tú me enseñas. —A.
Gabriel la sostuvo entre sus manos. No sonrió. Pero por primera vez… sintió algo parecido a un latido.

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