El trato de la Doncella.

HIPO:
Hipo.
Hipo.
Hora del show vikingo.
Dije mientras Chimuelo en nuestra escolta flotaban sobre Berk, nunca pensé volver aquí.
Han pasado 10 años y sigue siendo igual, pueblo viejo y muchas casas nuevas, desde ese día he sobrevivido y ha aprendido lo que necesitaba saber de dragones, mis talentos como herrero me han permitido lograr interesantes tratos con el norte y una reputación que ni en mis mejores sueños creí tener, "el Maestro Dragón" me llaman.
Recorrí atento con la mirada a todos los rostros que me observaban atentos, sonríe al reconocer a un par de ellos momentos después, me encontré con la mirada al hombre fornido y pelirrojo al que solía llamar padre, a su lado, mi maestro y mentor Bocón, vi también a los gemelos, Patán, mi antiguo amigo Patapez y un rostro nuevo a su lado, todos ellos sujetos por un grupo de vikingos que no conozco, siendo los gemelos y Patán alguna estupidez debieron hacer y arrastraron a Patapez por supuesto, incluso me atrevo a soltar una sonrisa, el tiempo parece haber hecho de las suyas con aquellos cuatro.
Pero hay algo que me angustia, más bien, me angustia lo que no veo, no encuentro con la mirada, unos ojos color cielo... mis ojos color cielo.
Estoico.
Estoico.
Maestro Dragón, ¿porque no bajas y te presentas como un hombre?
Gritó mi padre, siempre dando muestras de que es un gran anfitrión.
Bocón.
Bocón.
Estoico, ¿qué haces necesitamos caerle bien.
Una sola señal y mi escolta desciende junto a mí, dos Madera en mis costados y un Cremallerus cuidando mi retaguardia, finalmente, Chimuelo aterriza.
NARRADOR:
Hipo desmontó a Chimuelo y mostró una hoja enrollada.
Hipo.
Hipo.
Recibí su mensaje, ahora... quiero saber, ¿que quieren de mi?
Los reto cruzándose de brazos recargándose en Chimuelo.
Harek: Maestro Dragón, agradecemos su presencia aquí, buscamos con usted una alianza.
Hipo.
Hipo.
¿Alianza? Ustedes, las mayores tribus de asesinos de dragones...
Egil: El asunto del nido nos está condenado al exterminio. Sabemos que es capaz de entrenar dragones, como nos lo muestra en este momento, necesitamos su ayuda para llegar a él.
Hipo.
Hipo.
Veamos, exceptuando a dos de los jefes de aquí. El de esto de vosotros en situaciones diferentes tratarían de matarme a mí y a mis dragones, ¿no es así?
Estoico cerró los puños tratando de conservar compostura, mientras reinaba en él un necesario silencio.
Hipo.
Hipo.
Tú silencio una reconforta, entonces díganme, ¿porque debería aceptar su oferta?
Todos entonces voltearon a ver a Estoico, había llegado la hora, tragó saliva y con la mirada dio la tan dolorosa orden. Hipo lo miró con cautela mientras de reojo seguía a los guardias que subían las escaleras del Gran Salón.
Estoico.
Estoico.
Maestro Dragón... por tu ayuda. Queremos darte una ofrenda.
En ese momento se abrieron las puertas del Gran Salón, dos hombres sujetan a una hermosa rubia, de cuerpo esbelto esculpido por los dioses, un hermoso cabello rubio suelto bailando junto a su vestido con el viento mismo, Hipo la miraba con atención pensando en una forma educada de despreciar aquella oferta, hasta que la chica levantó la vista, entonces Hipo la vio sintiendo su cuerpo temblar... reconocería esos ojos azules entre miles de ojos azules, la ofrenda era Astrid.
Los dos guardias se detuvieron frente a él y arrojaron al suelo húmedo a Astrid, Hipo por impulso natural se apresuró a levantarla, la miró detenidamente, su rostro seguía siendo el mismo, aquel que podría poner celosa a la misma Freya, el tiempo no había cambiado nada en ella e incluso si aquel hizo algún treta, fue a su favor.
Astrid lo miró fijamente, lo único que dejaba ver esa máscara eran sus ojos... verdes como el bosque, brillantes como dos esmeraldas pero que reflejaban pena en ellos, pero... por un momento, el tiempo se detuvo y en contra de sus instintos, se sintió a salvo.
Estoico.
Estoico.
No encontrarás mujer más hermosa en este archipiélago. Puedes hacer con ella lo que desees.
Estoico sonrió de lado, orgulloso de ver el claro interés que él chico había tomado por aquella ofrenda, estaba casi hipnotizado por ella... lo tenía en sus manos.
El castaño la ayudó a levantar sin dejar de mirarla, pudo ver a través de aquel cielo, su alarma estaba destrozada. Hipo tomó su cuchillo, lo que puso en alerta a todos en ese lugar y con suavidad cortó la cuerda que mantenía a Astrid con las manos juntas, acto que hizo que Estoico esbozara una sonrisa victoriosa que se borraría casi de inmediato cuando él Maestro Dragón retrocedió y se dirigió a su dragón.
Egil: Él se está negando a tu valkiria.
Estoico.
Estoico.
Maestro Dragón, ¿porque?
Preguntó ya con un toque de furia.
Hipo se volvió hacía Estoico mirándolo directamente y ganando toda su atención.
Hipo.
Hipo.
Deseas mi alianza, pero intentas convencerme dándome a una mujer claramente asustada, todos aquí podemos notar que ella no está de acuerdo con esto.
Hipo regresó a su objetivo y se acercó más a Chimuelo.
Hipo.
Hipo.
Deberías revisar mejor tu patético concepto de lealtad.
Todos se quedaron en silencio hasta que Dagur se encargó de romperlo, de nuevo...
Dagur.
Dagur.
Bueno esto fue aburrido, ¿ya podemos matar a los traidores?
Preguntó irritado mirando a los capturados hacia nada de tiempo ordenando sacar espadas.
Astrid.
Astrid.
¡¡No!!
Gritó Astrid mientras los dos vikingos que la escoltaban trataban de sostenerla, pero hábilmente ella los noqueó, generando una pequeña sonrisa de lado al Jinete que miraba con atención, había olvidado lo rudo que podía ser, pero finalmente fue detenido por una espada en el cuello proveniente de Dagur, mientras forcejeaba, jugó su última carta.
Astrid.
Astrid.
Por favor Maestra Dragón... Sé que no aceptaras su alianza, pero te propongo una nueva oferta. Salvalos, y seré lo que quieras, tú esposa amante, sirvienta, esclava, lo que quieras, pero salvalos, están condenados por qué trataron de salvarme... los condenaron por mí...
Un suspiró proveniente del jinete con la máscara captó la atención de todos, si algo jamás olvidaría de Astrid, es que ella era capaz de todo por proteger a los que aman y por lo que veía, dejarla ahí a merced de ellos sería más riesgoso para ella que un favor.
Hipo.
Hipo.
Te haré un nuevo trato. Liberamos y tendrás tu alianza.
Estoico.
Estoico.
No estás en condiciones de hacer nuevos tratos muchacho.
Moggadon: Estoico se razonable.
Ossur: Al final tendremos nuestra alianza.
Estoico.
Estoico.
Pero, ¿porque habríamos de perdonar a los traidores?
Dagur.
Dagur.
Estoy de acuerdo con el gordo... hay que matarlos. Vamos, es superado en número, podemos tomarlo fácilmente a él y a sus bestias.
La risa sarcástica de Hipo resonó en la conversación capturando de nuevo la atención de todos.
Hipo.
Hipo.
¿Enserio pensaste que sería tan tonto como para venir a una isla dedicada a matar dragones con solo 4 de ellos?
Todos los vikingos comenzaron a mirar a sus alrededores sintiéndose abrumados por aquella declaración.
Estoico.
Estoico.
Es un farol.
Hipo.
Hipo.
Amigo, ¿Aries los honores?
El Furia Nocturna disparó una bola de plasma al aire que rápidamente se rompió en el cielo en forma de señal, entonces docenas de dragones comenzaron a descender y rodear a los soldados y jefes haciendolos quedar indefensos, una seña discreta al cremallerus de atrás y al nadder azul y amarillo de su derecha hace los dragones moverse, el cremallerus camino y se puso justo detrás de los captores de los chicos, haciendo los corras instantáneamente, rápidamente el nadder lanzó un espino a los pies de Heather.
Hipo.
Hipo.
Las espinas de los nadders son tan filosas como un cuchillo.
Dijo descaradamente el castaño mirando a Heather, la ojiverde comprendió la orden.
Hipo.
Hipo.
Vayan al mar, a menos que se quieran quedar a morir.
Heather corto las sogas, propias y de los otros que subieron al bote que habían preparado para el escape, Estoico y el resto de los jefes sólo se quedan mirando perplejos como sucedia a todos, tan rápido... tan irreal.
Hipo.
Hipo.
Pocos vikingos se han ganado mi confianza y respeto y tú Estoico no eres uno de ellos.
Le dijo comenzando a caminar hacia su objetivo final.
Hipo.
Hipo.
Prefiero aceptar la oferta de la doncella que de aquel que no tiene respeto ni lealtad por los suyos.
Finalmente, se detuvo frente al captor de Astrid tomó decidido la mano de la rubia y a medida que retrocedió con ella de su mano, Dagur iba quitando fuerza a su agarre, sintiendo el suplido de un nadder en su espalda, sin soltar aquel delicado agarre, no pudo evitar volverse a Dagur.
Hipo.
Hipo.
Sabes, siempre he odiado a los tipos que toman de rehén a una dama.
Y sin darle tiempo de reaccionar Hipo golpeó su mandíbula haciéndolo caer al suelo.
Hipo.
Hipo.
Además nunca me agradaste.
Susurró para él.
Suavemente, tomó a Astrid y la ayudó a subir a Chimuelo, enseguida subió él detrás de ella y lo rodeó con un brazo mientras el otro se sujetaba de la silla del Furia Nocturna.
Hipo.
Hipo.
No son los dragones los que los condenan a la extinción, son ustedes y su terquedad, las negociaciones han terminado.
Les informó para después acercarse serenamente al oído de Astrid.
Hipo.
Hipo.
Sostente M'Lady.
Le pidió... y Chimuelo emprendió el vuelo, mientras el cuerpo de Astrid se estremecía por aquellas palabras...

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