Cuando aquel hombre se acercaba, pude distinguir pesar en su mirada, casi traducido a lástima, algo estaba mal.
X: Estoico quiere verte en el Gran Salón.
Asentí y me dispuse a ir, hasta que sentí que sujeto mi brazo haciéndome mirarlo.
X: Yo guardo el hacha por ti.
Dijo estirando la mano para recibirla, aunque mi respuesta natural fue hacerme hacia atrás y negarme, no podía hacerlo, Spitelout, no solo era el medio hermano del jefe, era mi jefe de armas y debía obedecerle, apreté el mango una vez más, respiré profundo y se lo entregué.
X: Astrid...
Volteé a verlo, pude notar que cerró los ojos conteniendo un suspiro más casi reteniendo en su garganta las palabras.
X: Bjrog daría orgulloso de ti.
Me dijo con voz entrecortada, a sentir una vez más en agradecimiento y me dirigí al lugar.
Las puertas se abrieron y un silencio total ambientó la habitación, podía notar la mirada de todos seguirme en mi andar, ¿qué demonios está pasando?
El sonido de mis pasos se camuflaba con el eco que el silencio dejaba escuchar, caminó directamente a él, quien no dejaba de mirarme con decisión...
Astrid.
Jefe.
Le saludé mientras lo veía tragar saliva, volteé a ver a Bocón, su mirada era la misma que la de Spitelout a su lado, Gothi compartía ese pesar y angustia... pero ni siquiera aquella mirada me preparó para lo que vendría a continuación.
Estoico.
Astrid Hofferson.
Me dijo poniéndose de pie haciendome frente.
Estoico.
Has servido bien a tu tribu...
Bocón.
Estoico no lo hagas.
Estoico.
En ocho días, vendrá tu última misión para Berk.
Bocón.
¿Que?
Estoico.
Oficialmente dejarás de ser Doncella del Escudo, serás comprometida al Maestro Dragón en favor de una alianza con él.
¿Que?... pude sentir mi cuerpo comenzar a tensarse, pero aún así trate de guardar la compostura.
Astrid.
Estoico no hagas esto.
Le pedí en un tono de advertencia más que de súplica.
Estoico.
Así será.
Ordenó con la voz más fría que el archipiélago mismo.
Astrid.
Eres un maldito.
Dije mientras me acercaba a él, hasta que dos vikingos me agarraron de los brazos, terminaron en el suelo junto a los cuatro siguientes que trataron de parar mi avance, hasta que al final una espada y dos vikingos más lograron frenarme.
Estoico.
Es tu deber como la Doncella del Escudo.
Me decía el bastardo hijo de medio troll, mientras trataba de zafarme de mis captores.
Astrid.
No. No disfraces esto como un deber, me entregas como una ofrenda, porque eres un cobarde, perdiste a tu hijo porque jamás le prestaste un poco de atención y me culpas a mí de lo que tú nunca pudiste hacer.
Le dije con tal coraje que podría jurar escupí a su maldita cara.
Estoico.
Enciérrenla en el calabozo, asegúrense de que no escape y por su propia seguridad, asegúrense de que no tengan nada afilado cerca.
Fue lo último que escuché antes de que un golpe en la espalda me aturdiera, después de eso... solo hubo silencio.
...
Han pasado cinco días desde aquel momento, el frío no ha cesado al igual que mi odio hacia el que me condenó, la celda del calabozo tenía apenas un trozo de madera con una pequeña manta como cama, siempre he sido muy delgada y de una altura decente y ese trapo no es capaz de cubrir ni media de mí, de repente comienzo a sentir lástima por los enormes vikingos encerrados aquí. Los guardias tenían prohibido hablarme, solo me daban el agua suficiente para no deshidratarme y un trozo de pan, era la prisionera de la tribu a la que habría protegido con mi vida.
Todo lo que podía hacer era mirar al frente y perderme entre las sombras de los guardias al pasar, escuché entonces abrirse las puertas de los calabozos, dos siluetas se acercaron a mí, no pude evitar sonreír cuando reconocí de quienes se trataban.
X: Astrid.
X: Déjanos pasar si no quieres que te muestre porque adoro a Loki.
Astrid.
¿Heather? ¿Tilda?
Heather.
Apenas nos dejó Estoico venir a verte. Debes morir de frío.
Se lamentó mientras se quitaba su capa y me la daba, yo solo pude darle sonrisa de lado en agradecimiento.
Heather.
Ayer dio la noticia en el gran salón.
Me murmuró con la voz rota mientras Brutilda llegaba también.
Brutilda.
Vaya pueblo, parece no importarle en lo absoluto, ni una voz en contra de su decisión.
Resoplé negando con la cabeza.
Brutilda.
Tanta ironía debería ser ilegal.
Astrid.
¿Qué voy a hacer?
Heather.
Dejarás de luchar.
Dijo Heather y la volteé a ver con desconcierto, de todas las personas que esperaba me dijeran que luchara, ella era la primera.
Heather.
Escucha Astrid.
Murmuró acercándose a mí.
Heather.
Tenemos un plan, pero necesitamos que ellos confíen en que no serás una amenaza a sus planes, te conocen, saben de tu astucia y de lo que eres capaz, el día de la llegada del Maestro Dragón el interés de todos estará en él, el tipo tiene dragones Astrid, Estoico no dejará a la suerte la vigilancia, entonces la reducirán sobre ti.
Brutilda.
Y ahí es cuando entramos.
Completo Brutilda mientras Heather le tapaba la boca al notar que habló más fuerte de lo debido.
Astrid.
No. Si no se encuentran serán acusados de traidores, su destino sería más incierto que el mío... no podría con eso.
Brutilda.
Te dije que diría eso.
Dijo Tilda con los ojos en blanco haciendo una mueca de hartazgo.
Heather.
Bien Astrid, tienes dos opciones, cooperar con nosotros y hacer que esto funcione o no cooperar y hacer el riesgo de que nos descubran mucho más alto, nosotros elegimos ya lo que tenemos que hacer... ¿y tú?
Negando aún con la cabeza, me disponía a contestar cuando una voz interrumpió todo.
Dagur.
Hermana, sabía que estarías aquí.
Dijo Dagur entrando a las cercanías de mi celda.
Dagur.
¿Diciendo el último adiós? Pues despídete y largo de aquí.
Le ordenó mientras señalaba la puerta.
Heather me abrazó ignorando los barrotes que nos separaban.
Heather.
Cuídate.
Me murmuró con la voz entrecortada, pero aquel abrazo era más bien un disfraz mientras se escondía entre mi ropa un papel, mis ojos se cruzan con los de Dagur mientras aquel abrazo finalizaba, odio y repulsión era todo lo que podía sentir por él.
Dagur.
No no intentes nada estúpida niña.
Me advirtió, llegada a arruinar las cosas respire profundo y negué.
Astrid.
Llama a Estoico, quiero hablar con él.
Le pedí, con una cara de desconcierto los tres salieron de la habitación, mientras salían, Heather volteó hacia atrás para verme, habíamos luchado muchas batallas juntas, asentí con la cabeza y ella sonrió discretamente, ella lo había captado mis intenciones.
Horas después, una silueta enorme se presentó ante mí...
Estoico.
¿Querías hablar conmigo?
Astrid.
Sobre lo anterior, lamento mis palabras.
No lo lamentaba, ni un poco siquiera.
Astrid.
Juré proteger Berk, contra todo y contra todos y eso implica entregarme al Maestro Dragón... así será. Solo quiero pedirte un favor.
Él me escuchaba con atención, pude verlo en su mirar, con una seña me invitó a continuar.
Astrid.
No dejas de proteger Berk y cuando encuentres el nido y lo destruyas, mi pueblo tendrá paz, mis amigos estarán seguros y educarás al idiota de Patán para que sea un buen líder
Le dije con tanta calma y paz, que ni siquiera yo podía creer mis talentos actorales.
Estoico.
Así será. Tú honor es memorable.
¿Quién era él para hablar de honor? ¿Es que aún recuerda ese concepto?, cuando más que una mirada cruzada salíamos ambos que esa conversación se había acabado ya, no teníamos nada más que decirnos, se dio la vuelta y lo vi a alejarse de mí.
Me senté en el suelo de la prisión, me abracé de la capa de Heather buscando un poco de calor y respiré profundo, ni una sola palabra de lo dicho era verdad, lucharía, porque un Hofferson no se rinde... no se rinde nunca.
Miré el papel que Heather me dio y lo abrí...
"Astrid, asegúrate de estar en tu habitación ese día hasta que llegue un por ti, dos guardias caídos es la señal".
Así será, mi última lucha para Berk, es por mi libertad.
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