La reunión

Capítulo 5

Esa tarde, Thalía eligió uno de los pocos vestidos sencillos que tenía. No era de marca ni costoso, pero le gustaba cómo caía sobre su cuerpo, después de tanto tiempo, se permitió arreglarse el cabello con cuidado. Se miró al espejo, respiró hondo, y bajó las escaleras cuando escuchó voces en el salón.

Desde el umbral, vio a tres personas perfectamente vestidas: una mujer de elegancia fría con un peinado impecable —la madre de Adrián—, otra más joven, con tacones afilados como su mirada —su hermana—, y el señor Muñoz, el patriarca, sentado con un bastón a un costado, tan imponente como un juez.

Adrián estaba junto a la barra, con un vaso en mano. Cuando sus ojos se cruzaron con los de Thalía, asintió con un gesto apenas perceptible.

—Ah, así que tú eres Thalía —dijo la madre, alzando una ceja mientras la escaneaba de pies a cabeza—. Qué… interesante elección, hijo.

Thalía avanzó con una sonrisa educada. No quería parecer intimidada, aunque todo en su cuerpo gritaba por salir corriendo.

—Buenas tardes —dijo con voz firme.

—¿Y de dónde vienes, querida? —intervino la hermana, cruzando una pierna sobre la otra—. No pareces del tipo de personas que suele estar en estas reuniones.

—No vengo de ningún lado que valga la pena mencionar —respondió Thalía, sin rencor, solo con una honestidad que incomodó—. Pero estoy aquí.

La madre frunció los labios. El señor Muñoz carraspeó.

—¿Y qué haces durante el día, exactamente? ¿Lees, tomas clases? ¿O simplemente… paseas?

Adrián se tensó, pero no dijo nada. Thalía se obligó a mantener el control.

—Cuido de Amelia, y de esta casa. A veces salgo a caminar. Aún no sé qué quiero hacer con mi tiempo. Pero lo estoy descubriendo.

—¿Y no sientes que es un poco… tarde para empezar a buscarse a una misma? —preguntó la hermana, con una sonrisa venenosa.

Thalía sostuvo su mirada con calma.

—Creo que siempre es buen momento para empezar de nuevo. Incluso para ustedes, si quisieran.

La madre de Adrián entrecerró los ojos. La tensión en el aire era densa, como una tormenta que apenas contenía sus rayos.

El padre de Adrián, sin embargo, soltó una risa seca.

—Tiene agallas, eso es seguro —dijo, mirando a su hijo—. Aunque no creo que sea material de familia.

Thalía tragó saliva y bajó la mirada. Adrián, esta vez, intervino.

—Con todo respeto, padre… esta no es una entrevista. Y si no van a hablar del tema por el cual vinieron, pueden retirarse cuando gusten.

El silencio cayó como una bomba.

La madre se levantó, compuesta pero evidentemente molesta.

—Veremos cuánto dura este capricho. Espero que no salpique más de lo necesario.

Y se marcharon, uno por uno.

Cuando los tacones de su suegra y cuñada dejaron de resonar en el mármol, Thalía se sintió por fin capaz de respirar con normalidad. Se dirigió a la cocina, necesitaba agua, o quizá algo más fuerte. Estaba abriendo el refrigerador cuando escuchó la voz firme del señor Muñoz decir:

—Adrián, quiero hablar contigo. En el estudio.

El tono no era una petición. Era una orden.

Thalía dudó unos segundos. A pesar del nudo en el estómago, pensó en llevarles algo de tomar. Preparó dos vasos con whiskey y hielo, con la intención de hacer lo correcto. Pero cuando se acercó al estudio, la puerta entreabierta y la intensidad de las voces la obligaron a detenerse.

No fue curiosidad lo que la empujó a quedarse quieta con la bandeja entre las manos. Fue la necesidad de entender en qué estaba metida.

—Cuando me dijiste que habías encontrado a alguien para casarte —la voz del padre de Adrián sonaba como una reprimenda elegante—, creí que hablabas en serio. Que, por fin, ibas a sentar cabeza con alguien de una buena familia. Como los De la Riva. Como Bianca.

Hubo una pausa.

—No esta… farsa. No esta chica. ¿Qué demonios es esto, Adrián?

Thalía sintió cómo el corazón se le apretaba. La bandeja tembló ligeramente en sus manos.

—Ella es parte de esa familia —respondió Adrián, sin alzar la voz—. Es hija de Irene De la Riva. Es la hermana mayor de Bianca.

—¿Y eso qué significa? ¿Que la mucama también puede llevar el apellido? Por favor.

Adrián bufó con fuerza, como conteniéndose.

—No es una mucama. No para mí.

—¿Y para el resto del mundo qué es? —insistió su padre, con tono venenoso—. ¿Crees que los inversores, tus socios, el consejo, verán con buenos ojos este circo? Todo esto era para dar una imagen de orden. De familia. De estabilidad. Para que Amelia creciera con una estructura. Para que el legado Muñoz no se ensuciara más. Pero en vez de eso, te casas con una mujer sin ningún tipo de preparación, sin estudios, sin renombre, sin clase…

—¡Cállate! —espetó Adrián, por primera vez perdiendo el control—. No tienes idea de quién es ella ni de lo que ha vivido. Y no necesito que la aceptes. Solo que respetes mi decisión.

Thalía retrocedió un paso. Quiso marcharse, pero entonces la conversación dio otro giro.

—¿Crees que esto te salvará de lo que ya está en marcha? —preguntó el padre—. El testamento está claro. Para que heredes la presidencia, necesitas cumplir con los requisitos: estar casado, demostrar estabilidad familiar y presentar un proyecto viable para la expansión internacional.

—Y me voy a casar —replicó Adrián—. Con ella. Y te guste o no, ella ha demostrado tener más dignidad que cualquier otra persona.

—¿Tú la amas?

El silencio fue tan denso como un disparo.

—No. —dijo Adrián al fin, con un tono bajo y sincero—. Pero confío en ella. Y Amelia la adora. Eso es más de lo que puedo decir de cualquier otra mujer que he conocido en mi vida.

—Entonces eres un idiota —concluyó su padre—. Porque un matrimonio sin conveniencia, es solo un lastre.

Adrián se levantó, arrastrando la silla.

—O tal vez solo soy un hombre que ya no quiere vivir bajo tus condiciones.

La puerta se abrió de golpe.

Thalía dio un paso atrás tan rápido que la bandeja tembló, el hielo en los vasos tintineando como campanillas rotas. Adrián la vio allí parada, sin decir nada al principio.

—¿Cuánto escuchaste? —preguntó con calma, aunque sus ojos estaban afilados.

Thalía bajó la mirada.

—Lo suficiente.

El señor Muñoz pasó a su lado sin siquiera mirarla.

Thalía había dado dos pasos hacia las escaleras cuando la voz de Adrián la detuvo.

—Espera.

No giró de inmediato, pero terminó por volverse. Él seguía de pie junto a la mesa del vestíbulo, con la espalda recta y el rostro tenso, como si hubiera tomado una decisión importante.

—Ya que escuchaste parte de la conversación, al menos mereces escuchar el resto —dijo, sin rodeos—. La verdad completa. Sin adornos.

Thalía se cruzó de brazos. Lo miró en silencio, esperando.

Adrián exhaló con fuerza.

—No te elegí porque seas especial. Ni porque me atrajeras. Ni siquiera porque tuviera algún tipo de conexión emocional contigo. Eso ya lo sabes. Lo hice porque necesitaba cumplir con una exigencia de mi padre. Y tú eras… adecuada.

—¿Adecuada? —repitió ella, con la voz áspera.

—Sí. Alguien sin preparación, sin recursos, sin influencia. No ibas a complicarme. No ibas a exigirme amor. Pensé que ibas a aceptar lo que te diera y ya. Que serías dócil. Silenciosa. Una figura decorativa que no interfiriera con mi vida.

Thalía no reaccionó. Ni una lágrima, ni un temblor. Pero por dentro, algo se rompía en mil pedazos.

—Entonces, enserio me compraste —dijo con voz neutra—. Como quien compra un mueble bonito pero sin función.

—No tan bonito —corrigió él, sin pensar. Pero al ver la expresión de Thalía, se detuvo—. Perdón. Eso sonó peor de lo que quería.

—No, sonó justo como lo pensaste.

—Thalía… —Adrián se pasó una mano por el rostro, frustrado—. Solo quiero que entiendas que esto no tiene que ser complicado. Podemos convivir sin hacernos daño. Sin esperar nada. Si finges para los demás, si haces tu parte… no te faltará nada.

—¿Y eso debería consolarme? —preguntó ella, dando un paso hacia él—. ¿De verdad crees que porque me diste una casa y ropa bonita me convertiste en algo más que una sombra?

—No, pero al menos te di algo mejor que lo que tenías antes.

Eso sí dolió.

Thalía apretó los puños, pero su voz seguía firme.

—¿Y qué te hace pensar que yo prefería esta cárcel con alfombra antes que mi vida de antes?

—No te lo pedí. —Adrián se encogió de hombros—. Tú aceptaste.

—No tenía opción.

—Todos tienen opciones, Thalía. Tú elegiste quedarte. Tal vez por miedo, tal vez porque pensaste que esto sería otra cosa. Pero aquí estás. Y ahora tienes dos caminos: seguir haciéndote la víctima… o jugar el papel que aceptaste y terminar esto con la cabeza en alto.

Thalía lo miró con desprecio.

—No me subestimes, Adrián. No soy tan dócil como crees. Y aunque no te importe, yo sí me respeto. Y me vas a respetar también. No porque me ames. Sino porque no soy menos que tú, aunque te moleste admitirlo.

Adrián no respondió.

Thalía dio media vuelta y subió las escaleras, sin prisa, sin mirar atrás.

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Beatriz Placencia

Beatriz Placencia

Qué se ponga a estudiar📚✏, para ser más preparada.

2025-04-24

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Capítulos
1 Fuiste vendida, cariño
2 Matrimonio arreglado
3 Mi nueva vida
4 Solo soy la chica que limpia.
5 La reunión
6 La sustituta
7 El amante
8 El trato
9 Una pieza en el tablero
10 El día de la Boda
11 Luna sin miel
12 Problema mediático
13 Frío y Cálido
14 ¡He tomado una decisión!
15 En las sombras
16 La noche en la que nos dejamos llevar.
17 Te prohíbo
18 La tormenta
19 Una noche para fingir
20 Dos rayitas
21 Estoy aquí
22 Control
23 El escape
24 Jaula de cristal
25 Como un caparazón vacío
26 Una grieta en el pasado
27 Un hombre sin alma
28 La despedida
29 Amelia
30 Círculo vicioso
31 La grieta
32 Fuerza
33 Crecer en el pavimento
34 Gallinas y bugambilias
35 La propuesta
36 Mala reputación
37 La verdad que faltaba
38 Un eco ensordecedor que aturde
39 La oscuridad de los Muñoz
40 No te pertenece
41 Nuevo hogar
42 Bienvenido a casa, Thiago
43 Heridas profundas.
44 Punto de quiebre
45 ¿Quien es usted?
46 El verdadero padre
47 Segundo intento
48 No eres mi padre
49 Otra vida
50 Esperanza
51 La cena
52 El monstruo entre las sombras
53 Discusión familiar
54 Encuentro inesperado
55 Este dolor que siento
56 Reconciliación
57 La estrategia
58 Sin escapatoria
59 En la ruta del miedo
60 Regreso a la mansión
61 Cortando el mal de raíz
62 El Juicio
Capítulos

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1
Fuiste vendida, cariño
2
Matrimonio arreglado
3
Mi nueva vida
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Solo soy la chica que limpia.
5
La reunión
6
La sustituta
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El amante
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El trato
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Una pieza en el tablero
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El día de la Boda
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Problema mediático
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La noche en la que nos dejamos llevar.
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Te prohíbo
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La tormenta
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Una noche para fingir
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Un eco ensordecedor que aturde
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El monstruo entre las sombras
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Encuentro inesperado
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Este dolor que siento
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Reconciliación
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La estrategia
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Sin escapatoria
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En la ruta del miedo
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