En Medellín, mientras las decisiones se tejían al otro lado del continente, Alejandra Espinosa caminaba por los pasillos de GreenFields Corp con la misma determinación con la que había enfrentado la vida entera. Había en ella una mezcla curiosa: la serenidad de las montañas paisas y la sobriedad de la costa Este americana. De su madre heredó la calidez en la mirada, la sonrisa discreta, la piel trigueña, y ese acento suave al hablar que hacía que todo pareciera más fácil de entender. De su padre, al que nunca conoció realmente, tenía los ojos claros —más fríos que cálidos—, la postura firme y ese rasgo inevitable de elegancia involuntaria que la hacía destacar incluso sin proponérselo.
No era una mujer de excesos. Ni de maquillaje llamativo, ni de vestuarios recargados. Vestía como se sentía: profesional, sobria, práctica. Su cabello, castaño claro y ligeramente ondulado, solía estar recogido en una coleta sencilla. Tenía la belleza de una mujer que no se esfuerza por agradar, pero que inevitablemente atrae. Y no por su físico, aunque lo tenía todo en su lugar, sino por su inteligencia silenciosa, por la forma en que resolvía problemas, por cómo miraba de frente sin temor.
Alejandra una mujer trabajadora, con los pies firmes sobre la tierra. Una que no esperaba favores ni buscaba atajos. Sabía que el apellido Espinosa no abría puertas, y que su historia estaba manchada de silencios, ausencias y secretos. Pero eso nunca la detuvo. Tenía una vida sencilla, sin lujos, pero con dignidad. Y eso, para ella, era suficiente.
Había vivido una vida con ciertas limitaciones, propias de lo que sus tías, con esfuerzo, podían ofrecerle. Sin embargo, su padre —ese hombre al que nunca había visto, pero cuya sombra se mantenía presente en su vida— se encargaba de sus gastos desde la distancia. Alejandra no lo supo hasta que cumplió dieciséis años.
Fue entonces cuando una de sus tías, con voz serena y una mezcla de alivio y culpa, le confesó que desde hacía años su padre le enviaba una suma mensual en dólares. No era una fortuna, pero representaba un respaldo constante. Le contó que ese dinero lo había guardado para ella, con la intención de usarlo solo cuando fuera el momento adecuado.
Gracias a ese fondo secreto, Alejandra pudo pagar su universidad, formarse como ingeniera ambiental, invertir en algunos cursos adicionales y sostenerse con una relativa tranquilidad. En Colombia, recibir dólares es una ventaja silenciosa, una especie de salvavidas que, bien administrado, puede cambiar un destino. Y para ella, así fue.
Ese dinero se convirtió en más que una ayuda económica: fue su vía para labrarse un futuro, para abrirse camino en un mundo que no estaba diseñado para hacerle las cosas fáciles.
— Él se ha encargado de ti… a su manera. — Le dijo su tía aquella noche, con un sobre en la mano. — No quiere que te falte nada, aunque no pueda estar aquí. — Desde entonces, Alejandra entendió dos cosas: una, que había nacido de una historia marcada por lo prohibido y el abandono; y dos, que si tenía una oportunidad para salir adelante, no la iba a desperdiciar.
Vivía en casa de sus tías, en un barrio tradicional de Medellín, sin lujos pero con cariño. Aunque muchas veces sintió el peso de no tener una figura paterna presente, también aprendió a valerse por sí misma. No se quejaba. Sabía que, para una mujer como ella, nada sería regalado. Todo debía ser ganado.
Y lo fue ganando. Paso a paso. Con esfuerzo. En un país donde los dólares se convertían en oportunidades, Alejandra convirtió su pasado incierto en un presente firme.
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GreenFields Corp – Medellín, 8:03 a. m.
El sonido de los tacones de Alejandra Espinosa resonó con fuerza sobre el suelo pulido de mármol mientras cruzaba el lobby de la empresa. Vestía un pantalón de pinzas color terracota, una blusa blanca de seda y el cabello lo llevaba recogido en una coleta alta que dejaba al descubierto su cuello y unos aretes discretos. Saludó con un leve gesto de cabeza al guardia de seguridad, a la recepcionista, y a algunos empleados que se cruzaban en su camino. No era una mujer de grandes palabras al llegar, pero su presencia era suficiente.
Subió hasta el cuarto piso, donde estaba la división de proyectos sostenibles. Allí, su oficina tenía una vista panorámica a la ciudad: árboles, montañas y el cielo nublado que amenazaba con una típica llovizna paisa.
Al abrir la puerta de cristal, la recibieron las voces familiares de su equipo.
— ¡Jefa! — Gritó con exageración Camila Ramírez, su analista de campo y mejor amiga dentro del equipo. — Si llega tres minutos más tarde, me toca empezar la reunión de seguimiento yo solita.
— Y no queremos otro informe lleno de memes, ¿cierto? — Replicó con una sonrisa Mario Esteban, el más joven del grupo, que siempre llevaba auriculares colgando del cuello.
— No fue tan grave. — Bromeó Camila, con una carpeta en la mano. — Alejandra, dejé sobre tu escritorio el reporte de evaluación en Guarne.
— Gracias, Cami. Y no se acostumbren. — Dijo Alejandra, mientras abría la puerta de su oficina y dejaba su bolso sobre el sillón. Desde el umbral, alzó la voz. — Hoy tenemos reunión con la gente de Callahan Industries a las once. Quiero caras despiertas y café en mano. Nada de bostezos de lunes, ¿Me escuchan?
— ¡Sí, jefa! — Dijeron dijeron varios a coro, entre risas.
Alejandra cerró la puerta de su oficina con una media sonrisa. Pese a la presión del cargo, su grupo de trabajo era una especie de familia. No había espacio para egos, y aunque a veces debía marcar la línea con firmeza, todos sabían que podían contar con ella. Camila, en especial, era como su hermana no oficial. Se conocían desde la universidad y, aunque la vida las había llevado por caminos distintos, se reencontraron en GreenFields.
Desde su escritorio, Alejandra tomó una taza que decía “Boss, but chill”, servida por Diana, la asistente del piso, que siempre tenía el don de aparecer en el momento justo con café caliente y buena energía.
Respiró hondo. Estaba lista para otro día de trabajo. Aunque no lo supiera aún, ese día marcaría el inicio de un cambio profundo en su vida.
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Comments
mariela
Pues está muy interesante ese choque de carácteres Graham autoritario y Alejandra centrada inteligente y sin filtros eso se va a poner buenísima.
2025-04-14
2
Nancy Parraga
Cd capítulo se pone más interesante excelente escritora
2025-04-15
0
Mary Ney
Interesante escritora más capítulos /Smile/
2025-04-13
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