Al día siguiente, la oficina presidencial volvía a estar en orden. Los cristales habían sido reemplazados, el sillón sustituido, y no quedaba rastro visible del estallido del día anterior.
Pero el aire… el aire seguía igual de denso.
Graham estaba de pie, junto a los ventanales que daban al centro de Manhattan. El sol apenas se filtraba entre los edificios, lanzando sombras largas sobre su escritorio impecable. No hablaba. Solo escuchaba.
Miles, a unos pasos detrás, sostenía la agenda del día entre las manos, como si leyera un veredicto.
— Reunión con el consejo financiero a las once. Almuerzo con el Ministro de Comercio de Brasil a la una. Y la videollamada con la junta latinoamericana a las cinco, hora local de Colombia. — Hizo una pausa. — También llegó una nueva carta de su padre. Con otra copia del ultimátum. — Graham no se giró. Cerró los ojos un instante.
— Lo que hace falta, — Dijo en voz baja. — es que me lo mande tatuado en la frente. — Miles sonrió apenas, acostumbrado a ese humor seco.
— Dice que si no hace un anuncio oficial antes de fin de mes, activará la cláusula de herencia que transfiere el 30% de las acciones a su prima de Chicago. — Un silencio. Lento. Cortante.
— ¿Y tú qué opinas? — Preguntó Graham finalmente, girando la cabeza solo un poco.
Miles cerró la agenda con cuidado.
— Opino que el tiempo se acaba. Y que debería considerar seriamente elegir a alguien antes de que su padre lo haga por usted. Formalmente.
— No quiero una esposa por obligación.
— Lo sé. Pero su padre no está pidiendo una esposa. Está exigiendo una figura pública. Una promesa que tranquilice al consejo, a los inversores... y a la prensa. — Miles respiró hondo. — No tiene que amarla. Solo... cumplir. — Graham se giró finalmente. Su mirada era dura. Seria.
— ¿Cumplir?
— Por ahora. — Graham se dirigió a su silla con la misma determinación con la que comandaba reuniones internacionales. Se sentó con un leve suspiro, apoyó un codo sobre el brazo del sillón y entrelazó los dedos.
La mirada fija en su asistente.
— Háblame de la número seis. — Dijo finalmente, sin rodeos.
Miles no pareció sorprendido. Ya había anticipado esa pregunta desde que imprimió el expediente.
— Sabía que preguntarías por ella.
— No estoy preguntando. Te estoy ordenando. —Una mueca apenas perceptible apareció en los labios de Miles, más por costumbre que por irreverencia.
—Su nombre es Alejandra Espinosa. Veintisiete años. Ingeniera ambiental. Vive en Medellín, Colombia, desde que tenía apenas semanas de nacida. — Empezó con voz firme. — Su madre, una empleada de servicio, murió al darla a luz. Y su padre… es un viejo conocido de este mundo. Un empresario con más nombre que solvencia. — Graham frunció apenas el ceño. No interrumpió. — Estaba comprometido en un matrimonio arreglado, pero se enamoró perdidamente de la empleada. Fue un escándalo interno. Nunca llegó a casarse con ella. Sabía que no tenía futuro. Pero la relación siguió. Cuando la mujer quedó embarazada, él lo ocultó. Y cuando ella murió… bueno, decidió enviarla lejos. A Colombia. Con la familia materna. Para protegerla, según dijo. Para evitar la humillación. — Graham entrecerró los ojos. Su mandíbula se tensó, pero no habló. —Ahora, — Continuó el secretario, cruzando las manos. — la situación ha cambiado. El padre de Alejandra está al borde de la quiebra. Las deudas lo superan. Está literalmente colgado de un hilo, y ese hilo se llama Callahan Industries. Tu apellido. — Graham apoyó los codos sobre el escritorio, entrelazó los dedos.
— ¿Y me está ofreciendo a su hija? ¿Así, sin más?
— Con condiciones. — Admitió el secretario. — Si tú aceptas el compromiso, él podrá mantener su empresa a flote. Y tú obtienes una prometida con una imagen intachable, sin escándalos. Inteligente, profesional, discreta. Él gana tiempo. Tú, conveniencia. — Un silencio pesado se apoderó de la oficina. — No te la ofrece porque te admire. — Añadió el secretario con sutileza. — Lo hace porque no tiene a quién más acudir. Alejandra es su moneda de cambio. Aunque dudo que ella lo sepa… aún.
— ¿Tienes algo más que agregar sobre ella?
— Pues... — Revisa su libreta digital. Alejandra lidera proyectos de sostenibilidad y responsabilidad ambiental dentro de GreenFields Corp, una empresa colombiana comprometida con la preservación de recursos naturales. Su cargo la ha puesto en contacto con inversionistas y alianzas internacionales, entre ellas, Callahan Industries, con quien firmaron recientemente un convenio de impacto social y ambiental. Fue seleccionada como uno de los rostros clave para representar el proyecto, lo que inevitablemente la acercará al círculo de Graham Callahan.
Observaciones personales:
Perfil bajo, extremadamente reservada. De carácter firme, pero con un trato cordial. Su ética profesional es incuestionable, lo que ha hecho que muchos la respeten incluso cuando no la conocen a fondo. Es práctica, analítica y muy comprometida con las causas que defiende. Sabe manejar crisis con calma y cabeza fría. No busca exposición, pero su talento la pone en el radar de personas poderosas. — Graham Callahan no dijo nada de inmediato. Su mirada se deslizó por la superficie de su escritorio como si pudiera encontrar allí una salida sencilla. Luego, soltó un suspiro breve, casi imperceptible, y apoyó la espalda contra el cuero de su silla.
— Esto suena a reto. — Murmuró, entornando los ojos. — La chica parece… perfecta. Es interesante. Pero no me quiero complicar la existencia, Miles. ¿De verdad no hay algo más fácil? — Su secretario — Miles Everett el hombre que conocía más secretos de los Callahan que los propios Callahan— no respondió enseguida. Esbozó una sonrisa apenas dibujada, como si ya supiera que esa pregunta llegaría.
— Oh, por supuesto que sí, señor. Hay muchas más fáciles. — Dijo, con tono amable y calculado. — Las hay hermosas, obedientes, vacías… listas para sonreír, posar y no opinar. Pero eso no es lo que usted necesita. Ni lo que representa. — Callahan ladeó ligeramente la cabeza.
— ¿Y qué crees que necesito, Miles? — El secretario no titubeó.
— Una mujer con cerebro. Con carácter. Que no se derrita cuando usted entre a una sala, sino que lo mire a los ojos y le diga lo que piensa. Alguien que represente su nombre sin convertirse en una extensión de su sombra. Las otras... esas cabezaguetas hambrientas de su billetera… no son nada. — Se acercó dos pasos al escritorio, sin perder la compostura. — Le estoy ofreciendo a la número seis porque, francamente, creo que es la única a su altura. — Graham se quedó en silencio, contemplando el perfil de Alejandra en el expediente cerrado sobre la mesa. Sus dedos tamborilearon una vez sobre la tapa. No estaba convencido. Pero tampoco la había descartado.
Y eso, en su mundo, ya era mucho decir.
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Updated 25 Episodes
Comments
Nancy Parraga
Aún no acabo de entender como un padre puede coger a su hija como moneda de transacción eso es detestable, espero Alejandra no se deje manipular por este par de hombres
2025-04-15
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mariela
Sin saber nada a Alejandra su padre la está vendiendo al mejor postor por estar en quiebra y la va a obligar a casarse con Graham.
2025-04-14
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💀🅱️✝️🈂️...G
pobre Alejandra
2025-04-17
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