—¿Tartaletas?—preguntó extrañado mientras me ayudaba a levantarme del suelo. Subí mi rostro para toparme con el suyo. Se notaba que era más joven que yo, y a un así, me sacaba al menos unos veinte centímetros de estatura. Él me miraba con ¿intensidad? Acercó su rostro hacia el mío más de lo que lo haría un recién conocido. Me puse nerviosa al instante. Aclaré mi voz antes de responder.
—Sí, las que estabas pisando hace un momento—él levantó una ceja demostrando rareza. Miró hacia el frío pavimento.
—Perdona, es que no traigo mis lentes y no veo—volvió a cortar la distancia entre nosotros hasta el punto de que podía sentir su respiración sobre mi nariz. El pobre tenía que agacharse—¿Está lloviendo o son lágrimas? ¿Quizás fue mi sudor?—murmuró antes de secar su cara con su camiseta deportiva.
La ligereza en sus palabras me ponían de mal humor. ¿Decía la verdad o solo se burlaba de mí para llamar la atención? ¿No le bastaba toda la humillación por la que había pasado minutos atrás? El mundo estaba repleto de gente a la que le patina la azotea.
De pronto se acercó a nosotros a toda prisa otro de los chicos que le acompañaban en la cancha.
—Bro, tremendo susto nos has dado a todos. Toma. Antes de que cometas otra estupidez—el chico recibió lo que su compañero le trajo. Éste no se fue sin antes recoger el balón protagonista de todo ese bochorno.
No me detuve en observar al par de desconocidos, más bien me agaché y comencé a recolectar los trozos de tartaleta que salieron volando de la caja para luego tirarlos a la basura con mucho pesar. No se podía rescatar nada. La Ley de los cinco segundos no iba a se efectiva esta vez.
—¿No vas a comerte eso, o si?—su pregunta era realmente estúpida.
—Oh, por supuesto que lo haré. ¿No me ves la cara de "recoge latas" que tengo?—mi sarcasmo volvia a arruinar una conversación. Alcé mi vista cuando de pronto frente a mis ojos estaba aquel rostro siendo enmarcado por esos lentes que realzaban completamente sus rasgos. De seguro era el Fuckboy más codiciado de su escuela.
—¿Así es como le hablas a quien te salvó la vida? Levántate, vamos. Te compraré cualquier postre que quieras en compensación por el balonazo y por haber dañado tus tartaletas. ¿Te parece?
—Dudo que tengas dinero, niño.
—¿Nunca has escuchado el término "mesada", niña? Además, solo un idiota saldría sin dinero a la calle—Se estaba burlando de mí, pero su seriedad me hacía dudar por momentos.
—¿Todo lo que yo quiera?
—Bueno, quizas no todo...Tu cara de satisfacción solo está haciendo que me arrepienta. No soy un maldito banco, si es que por tu mente cruzó esa idea. Al menos no hagas que mi bolsillo llore como tu. Y qué sea rápido, dejé un partido a medio camino—concluyó pasando uno de sus pulgares por mi mejilla. Aún habían rastros de llanto en él.
Tenía que mantener mi bocota cerrada aunque quisiera gritarle miles de insultos por su acto tan desvergonzado. Era tan maleducado...
Él comenzó a avanzar hacia una panadería cerca de la parada. Antes de seguirle, miré a la pareja de ancianos qué chismeaban sobre mí en las banca, horrorizados.
—¿Qué ven? No es la primera vez que le dan un pelotazo a alguien en la azotea—me quejé sin pena alguna.
Aceleré el paso hasta alcanzarlo. Él caminaba sumamente rápido. Un paso suyo, eran tres míos. Esa caminata fue el cardio más agotador del día.
Cuando entramos al local, agradecí a Dios por el rico y refrescante aire acondicionado que aliviaba el calor de mi cuerpo. Él también parecía disfrutarlo, después de todo, era muy probable que llevara horas jugando sin parar.
Nos dirigimos a la zona de pastelería. Los dulces se veían fenomenales. Incluso las tartaletas lucían más frescas y lujosas qué las que planeaba llevarle a la China.
—No sabía que existía esta panadería—comenté para romper un poco el hielo tras todo ese espectáculo.
—Yo tampoco—cortó el rollo de raíz.
—No eres de por aquí?—insistí para continuar la charla sin sentido.
—¿Por qué le respondería eso a una extraña?—esa pregunta fue el "Fatality" perfecto.
Vale. Ya lo había captado. No era un tipo muy sociable. O quizás le parecía demasiado rara como para querer hablar conmigo.
Tenía una gran indecisión sobre qué pedir. Las tartaletas eran la opción ideal, sin embargo, los demás postres lucían tan apetitosos y sentía que aclamaban por ser comprados. Y no vendría nada mal sorprender a Lilly con algo totalmente nuevo.
—Quiero ese y este—le avisé. Él estaba limpiando sus lentes que ya se habían empañado por el sudor.
—Pídelos, entonces. Yo iré a pagar.
Le esperé para agradecerle—aunque sin muchas ganas—por lo que había hecho por mí. Él no tomó mucha importancia a mis palabras.
—No es por nada, pero si fuera tu, dejaría el paloteo y me apuro en alcanzar el bus—señaló en dirección a la parada. Debía cruzar la calle para llegar y faltaban solo diez segundos para que el semáforo se pusiera en rojo. Maldije para mi adentros antes de echar a correr con todas mis fuerzas. A la distancia, podía escucharle decir "adiós, Llorona"
El chófer, muy amablemente, esperó por mí, aunque apenas pisé el pasillo del bus, no le tembló el pulso para acelerar como si no hubiese un mañana. Estuve a nada de caer sobre el regazo de un viejo pervertido. Durante todo el viaje, no dejó de mirarme con lascivia...
Tras un breve momento, noté curiosa que algo había dentro de la bolsa qué contenía la caja de dulces. Lo saqué para darme cuenta de que era la factura de la compra.
Inconscientemente, me dispuse a leer los datos del usuario.
—¿Leo Alonso?—murmuré. Ese era su nombre.
En ese momento, pensé que la vida no estaba llena de tantas casualidades como para volverlo a encontrar. Y estaba feliz por ello. ¿Quien querría toparse con alguien que vio una faceta tan patética de ti?
Mientras tanto, Leo, había regresado a la cancha junto a sus amigos, silbando como si no hubiese ocurrido nada.
—Hasta que por fin llegas, Pri. Menudo rollo en el que te metiste. Te hemos estado esperando un buen tiempo.
—Nos hemos vacilado la película en primera fila—intervino otro—
—Ni a mí me compras dulces, pedazo de infiel.
—Así son. Todos falsos—Exclamó otro.
—Ugh, dejen sus mariconerías—chistó con fastidio—No tuve de otra, se puso a llorar y gritar de repente como una completa loca.
—¿Y qué? Supongo que le pediste su número, ¿no?—Se hizo un silencio sepulcrar.
—¿Tenía que?—finalmente respondió alzando los hombros.
—Por eso es que eres tremendo virgen, Leo. No sabes aprovechar las oportunidades que te da la vida... con lo linda que era...
—Sí, y también le faltaba una ferretería entera. Vamos a desempatar esto de una vez, que muero por comerme una pizza bien resuelta.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 28 Episodes
Comments