Nuestra relación y mi madre

...Lo confirmo. Esta es la peor etapa de mi vida...

—¿Hasta cuando planeas seguir de vaga, Helen? Llevo dos años manteniéndote y hasta ahora no veo ni una moneda—Y aquí vamos de nuevo...—Y el cuentito ese de que los estudios te consumen no me lo como más.

—¿Vaga? ¿Acaso merezco ser llamada asi sólo porque no aporto dinero en esta casa? Dime, ¿quién limpia la casa? ¿Quién preparara el desayuno y la cena todos los días? ¿Quien hace la diligencia de pagar los servicios? ¿Tú? Puede que te encargues de otros oficios, no voy a desacreditarte por ello, pero cada vez que tengo la oportunidad de toparme contigo, te veo sentada en ese bendito sofá viendo novelas.

—Eres una verdadera malagradecida. No conforme con todo lo que hago, también quieres que salga a la calle a trabajar. ¿Qué pensarán los vecinos de mí? Una mujer de mi edad debe estar únicamente dedicada a su casa, en paz y con buena compañía.

—No pongas palabras que no salieron de mi boca. Cada quien cumple un rol en esta casa. Papá es quien se encarga de proveernos. Solo quiero hacerte ver que no soy ninguna vaga. ¿Y quién dijo que a tu edad hay que vivir encerrada en estas cuatro paredes? Tita—la abuela de Lilly—tiene setenta y cinco y aun dirije la floristería. Incluso, ella misma arma algunos arreglos. Solo dime que te da vergüenza hacer algo tan normal como lo es trabajar porque en tu mente ese hecho es algo que solo puede hacer la "clase popular"—tiré mi bolso sobre el sofá de la sala y me dirigí a la cocina a buscar un vaso con agua—¿Quién demonios no llenó la jarra de agua?

—A mi no me mires, debió ser tu padre.

—¿Y no pudiste llenarla?

—No fui yo quien bebió agua—Respiré profundo, a pesar de que tenía tantas ganas de sacarle en cara el montón de veces que he llenado la maldita jarra cuando ella la vacía.

—Lo más seguro es que Javier venga a la casa. No quiero comentarios sacados de contexto, por favor.

—Mira, mija. Esta es mi casa y yo puedo decir lo que me de la gana. Además, no he dicho nada malo en ningún momento para que hagas semejante acusación.

—No, pero que en cada oportunidad que tengas saques a colación el tema del matrimonio, me enferma. Entiéndelo: no nos presiones.

—Eres tan fría, Helen. Deberías apreciar un poco más al joven Javier. Un hombre tan dedicado, preocupado, cariñoso. Si no actúas rápido, una cualquiera te lo va a robar—su comentario me hizo hervir la sangre. Y más en ese preciso instante cuando había un pequeño problemita entre nosotros.

—Basta, no seguiré con esto, iré a mi habitación.

Y con eso, me libré de un sermón innecesario por parte de mi madre. Es una mujer que vive bajo la sombra del que dirán y se deja cautivar fácilmente por unos cuantos ceros en una cuenta de banco. Jamás ha conocido lo que es trabajar o sudar para conseguir el pan de cada día. Eso probablemente haya sido culpa de mi padre, que siempre le ha complacido en sus caprichos.

Aproveché el momento para tomar un baño y acomodar los apuntes que escribí en clases. El timbre sonó con insistencia, avisándome de la llegada de Javier.

—Hola preciosa. ¿Qué tal todo?—saludó dando un fugaz beso en mis labios.

—Lo de siempre—respondí con desánimo.

—Traje lo prometido—mencionó levantando la caja de la pastelería y regalando una gran sonrisa.

—Pasa—me aparté de la entrada para abrirle paso.

—¿Y tu madre?

—Hablando con sus plantas. Ya sabes, según ella, de ese modo le saldrán frutos.

—¿No te ha dicho nada extraño esta vez?—Se acercó al mesón de la cocina y buscó asiento en una de las sillas giratorias. Yo lo seguí y me dispuse a buscar platos y cubiertos para degustar el postre.

—Te aseguro que nada distinto a lo que acostumbramos a escuchar. ¿Qué tal te fue en el trabajo?—indagué sentándome a su lado.

—No pensé que preguntarías. Como estas molesta...

—Eso no significa que no me importes. Pero si, sigo enojada—él acortó la distancia entre nosotros para limpiar un poco de crema pastelera qué tenía en la nariz.

—¿Eso significa que el pastel no te endulzó la amargura?—no respondí. Él pareció entender que no estaba para bromas. Suspiró pesadamente antes de responder.

—Me fue normal. Tuve que asistir a algunas reuniones, hablar con algunos empresarios de interés para la empresa, acordar y programar los próximos encuentros y bla, bla, bla. Dentro de dos semanas tendré que irme de viaje al interior por un par de días, nada del otro mundo. Te estoy avisando con tiempo para que luego no digas que no te lo dije—finalizó dándole un gran bocado a su dulce.

—¿Y la llevaste a la oficina?

—¿A quién?

—No te hagas el imbecil qué tu sabes de quién estoy hablando—mi tono le incomodó, eso era evidente. La conversación no estaba yendo hacia la dirección correcta. Y no me importaba, tenía muchas ganas de discutir. Mamá suele decirme que es un síntoma premenstrual. Javier chasqueó la lengua y desvío la mirada hacia el trozo restante de pastel que quedaba en el plato.

—Celosa de mierda—susurró. Instintivamente le di un ligero golpe en su hombro—Sí. La llevé, es obvio. ¿Querías que la dejara sola en el apartamento y arriesgarme a que se llevara algo de allí?

—Ah, claro. No, pero que preocupado el hombre—mi sarcasmo se hacía presente—¿Y por qué no pensaste en eso antes de llevarla a tu casa?

—Helen, ya te lo he dicho no sé cuantas veces: yo-no-la-llevé. Ella apareció de la nada y la vi así y...

—¡Y te preocupaste! ¡Por supuesto que si! ¡Ahora eres San Javier! ¿Te prendo alguna vela para ver si se me cumple algún milagro?

—¿Qué? ¿Preferías que la dejará allí y luego sentirme culpable por ello? Helen esta embarazada de un hombre maltratador.

—¡Pero ella es tu jodida ex novia! ¡Entiéndeme! ¿Cómo puedes pretender que reaccione de forma comprensiva si le has dejado entrar a tu casa y quedarse? Y aun así piensas mostrarte desinteresado al decirme que la has llevado contigo al trabajo porque puede ser una ladrona. ¿De verdad piensas que voy a creer semejante cosa? ¡Basta de excusas baratas!

—¿Entonces que quieres? ¿Que diga que soy culpable? ¿Qué la acepté porque quise? Pues no, me niego. Porque las cosas no son así. No voy a disculparme porque no he hecho nada malo, al contrario, solo quise ser amable. No quiero que después se rieguen chismes sobre mí de que soy una mala persona. Tengo una imagen que cuidar y lo sabes. Y tampoco puedo arriesgar la figura de mi padre, que es un político activo. Deberías ser tu quién se disculpe conmigo por desconfiar así tan feo de mi. No puedo creer que hagas tremendo berrinche cuando esa pobre mujer ha sufrido tanto después de mí.

—Cierto. Olvidé que para ti y para todos en esta familia, lo que piensen o no los demás, es mucho más importante. Dejemoslo hasta aquí. No tiene caso discutir más si no llegaremos a ningún acuerdo. Lo mejor es que te vayas. De seguro la dejaste sola en el apartamento. ¿No se supone que te preocupa que desaparezca algún objeto de valor?—me levante de la silla y con pasos fuertes y apresurados llegué hasta la puerta—La próxima vez, inventa una mentira con más coherencia. No me escribas ni me llames. Lo haré cuando esté calmada. Ahorita solo quiero golpearte la maldita cara.

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