Lilly y Daniel

—¡Qué se vaya al infierno! Está loco si cree que haré lo que él quiere.

—Helen, en serio. Tienes que cortarle. Eso no es amor.

—¿Y qué vas a saber tú de amor si le huyes a los hombres?

—Precisamente, porque sé como es el amor sano, puro y bonito es que espanto a ese montón de inadaptados sociales. A veces es mejor estar sola qué mal acompañada, pequeña Helen. No te tomes a mal lo que voy a decirte, pero...a veces pienso que tienes miedo de estar sola. Créeme, te entiendo. Después de cinco años de relación, es normal sentir temor a volver a estar soltera. Aun así no es muy distinto de cómo estás ahora. Ya ni siquiera existe un vínculo real entre ustedes dos. Es más, estoy casi segura de que estarás mucho más tranquila.

—Es complicado, Lilly. No puedo cortarle así porque sí.

—Oh, claro que puedes. Únicamente tienes que decir: "Oye, lo siento, de verdad te aprecio, pero creo que lo de nosotros no funciona, quizás deberíamos terminar". Y listo.

—No lo sé. No quiero lastimarlo, realmente no hay un motivo por el cual debamos terminar. no tengo las pruebas necesarias. Él ha demostrado que me quiere y es debido a ello que me cela tanto, porque se preocupa por mí y a veces no lo se comprender.

—No eres más estúpida porque estoy yo en tu vida. Haz como te plazca, pero no quiero lamentos después. Ambas sabemos que esa relación no funciona y tú te intentas convencer de que aún lo quieres. Cuando hay una ruptura, irremediablemente uno resultará afectado. Sin embargo, no hay algo que el tiempo no cure.

Lilly quiere apoyarme como la buena amiga que es, mas la situación no es tan fácil como ella piensa.

Le di un gran sorbo a mi bebida, mientras contemplaba desde la distancia al resto de universitarios en el campus. Una voz de pronto nos sorprendió por la espalda.

—¡Ay si amiga! Yo que tú, me busco a uno más rico—Exclamó sobreactuado Daniel, un compañero de clases—¡Ay no, tú! ¡Quítate! Tu gordura no deja sentarme—añadió mientras empujaba a Lilly por la banca para que le diera espacio.

—¿A Qué vienes?—Se quejó ella rodando los ojos.

—A nada. Estoy aburrido—dijo robando unas cuantas papas fritas qué estaba comiendo la chica—¿Y ustedes? ¿Criticando al pobre novio de Helen? Ese bicho parece una lombriz. Y con todo respeto, pequeña, que mal gusto tienes.

—¿Y quién pidió tu opinión?

—Nadie. De todos modos, todo lo que digo es pura sabiduría. Soy una especie de Sócrates moderno. Jamás te atreverías a abrirle los ojos a Helen como yo puedo hacerlo. Ah, por cierto. Ya recordé a que vine. Es Iván. Dice vayan a verlo jugar este domingo, especialmente tú, China—ese era el apodo que él le había puesto a Lilly por lo rasgado de sus ojos.

—Pues se pudrirá esperando, no pienso ir. Tengo cosas mejores que hacer.

—No seas así de cruel. Él está muy emocionado por verte. Dice que le traes buena suerte. Además, ¿qué puede ser mejor que ver hombres salvajes, sudorosos, hediondos y en su etapa más primitiva? Si fuera mujer, sería como estar en el Cielo. Y voy a estar ahí también. Mi presencia es suficiente para que vayas.

—Ahora tengo más razones para no ir—señaló ella con una sonrisa burlona.

Aunque Lilly no lo admitiera, ella y Daniel tenían una buena relación y por alguna extraña razón, él se mantenía allí, aun cuando lo trataba igual de mal que al resto.

—Pero hablando en serio, Iván necesita pedirte un favor o algo así, Helenita. No me quiso dar detalles. Dijo que lo discutiría contigo después del partido.

—¿Un favor? ¿Mío?

—Sí. Eso dije. Así que si o si tendrán que ir. Así que las veo allí a las once de la mañana. Les guardaré puesto. Si me disculpan, voy a cobrar una apuesta que hice ayer con Milton. Y para que sepan, participé por la necesidad, ¡no por lujo! Bueno, ahora si, chao—añadió antes de irse como papá por cigarrillos.

—Está demente.

—Yo creo que ese es su encanto. Tiene una personalidad bastante excéntrica. Más bien es sorprendente que no tenga perra que le ladre—En ese momento, mi teléfono móvil sonó. Era un mensaje de Javier hablando casualmente.

—¿Es Javier?—asentí—¿Qué te puso?

—Está en una pastelería y me está preguntando cuál dulce quiero.

—¿Y? ¿No se piensa disculpar?

—Supongo que esta es su manera de disculparse.

—Helen, las cosas se resuelven hablando, no comiendo cheesecake con café... Oh, esa tartaleta de ahí se ve buena—cambió de pronto la conversación mientras veiamos las fotos que Javier me había enviado minutos atras de los postres—Bueno, yo creo que, después de merendar pueden hablar y resolver las cosas.

—Sí... yo también lo creo... ¿Quieres tartaleta, entonces?

—Sí, está bien—respondió con indiferencia—Qué sean dos...la otra será para Tita.

Ella es mi mejor amiga, una chica obstinada y seria que se derrite por los dulces. Es bastante estricta con los estudios y siempre busca la perfección. Cada detalle debe ser revisado minuciosamente por ella para que nada perturbe su tranquilidad. Suele dejarse llevar por lo que dice la astrología y las cartas del tarot. La quiero mucho y aprecio cuanto se preocupa por mí. Espero que algún día encuentre la compañía perfecta con la que disfrutar su vida.

En cuanto a Daniel, no hay mucho que decir. Está completamente chiflado y pocas veces se le puede tomar en serio. De todos modos, es un amigo muy leal. Los chicos del club de basquetbol le tienen gran estima, a pesar de que no es miembro. Acostumbra estar en la cancha apoyándolos y aliviando las tensiones qué se generan previo a los partidos. Su mejor amigo es Milton, el capitán. Miles de veces ha sido invitado para formar parte del equipo, y miles de veces él se sigue negando. Sabrá Dios la razón.

Mis días en la universidad son muy entretenidos y con una pizca de estrés y ansiedad, todo gracias al dolor de cabeza que me causan el montón de trabajos, exposiciones y parciales. Pero definitivamente, esta es la mejor etapa de mi vida...

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