La tormenta rugía con una furia casi primigenia, sacudiendo la cabaña como si quisiera arrancarla de la tierra misma. Selene se inclinó sobre Kael, sus manos flotando a escasos centímetros de su piel. Su magia pulsó entre sus dedos, un leve resplandor azulado que iluminó la herida abierta.
Kael se tensó al sentir la energía envolviéndolo. Sus instintos clamaban por alejarse, por no permitir que una extraña, una posible enemiga, lo tocara. Pero su cuerpo ya no respondía con la misma agilidad. El dolor lo mantenía anclado al suelo, prisionero de su propia carne lacerada.
—Esto va a doler —advirtió Selene con una voz grave, desprovista de suavidad.
Kael entrecerró los ojos, exhalando pesadamente.
—Hazlo.
Selene no perdió más tiempo. Presionó la herida con ambas manos, permitiendo que la magia fluyera de sus palmas a la carne desgarrada. Kael arqueó la espalda y soltó un gruñido sofocado mientras el ardor se extendía por su costado. La piel se retorció, las fibras musculares respondiendo al poder que las obligaba a unirse de nuevo.
El olor a sangre se mezcló con el inconfundible rastro de ozono que dejaba la magia en el aire. Selene sintió el sudor pelar su frente mientras canalizaba su energía, concentrándose en cerrar la herida sin causar demasiado daño colateral. Sabía que su magia no era precisamente delicada.
Cuando terminó, Kael jadeaba, su pecho subiendo y bajando con dificultad. La herida no había desaparecido por completo, pero al menos ya no sangraba. Selene se apartó con un suspiro cansado, limpiándose las manos en su capa empapada.
—No está perfecto, pero no morirás esta noche —dijo, su tono más brusco de lo que había pretendido.
Kael le lanzó una mirada, sus ojos azules brillando con una intensidad que Selene no pudo descifrar de inmediato. Por un momento, el silencio entre ellos fue denso, cargado de algo más que simple agotamiento. Pero antes de que cualquiera pudiera hablar, un estruendo en la distancia los hizo ponerse en alerta.
Un aullido. Largo, profundo. Cercano.
Kael se irguió de inmediato, ignorando el malestar que le quedaba en el cuerpo. Selene se puso de pie con un movimiento rápido, su instinto empujándola a prepararse para lo peor.
—Ellos me encontraron —murmuró Kael, con la voz endurecida.
Selene entrecerró los ojos.
—¿Tus perseguidores?
Kael asintió, su expresión oscura.
—La manada. Si están aquí, no se irán sin un enfrentamiento hasta asegurarse que esté muerto.
El fuego en la chimenea crepitó, lanzando sombras danzantes contra las paredes de madera vieja. Selene se cruzó de brazos, evaluando rápidamente la situación.
—No planeo morir aquí por alguien a quien acabo de conocer —espetó.
Kael la observó con una media sonrisa que no alcanzó a borrar el cansancio de su rostro.
—No te pediré que lo hagas. Pero si me quedo, habrás estado conmigo, y eso te convertirá en un objetivo.
Selene apretó los labios. No le gustaba admitirlo, pero él tenía razón. Si la manada de Kael llegaba a la cabaña y la encontraba con él, no le darían la oportunidad de explicar nada.
La lluvia golpeaba con más fuerza el techo y las paredes. Afuera, las sombras se alargaban, ocultando amenazas entre los árboles retorcidos del bosque prohibido. Selene se acercó a la ventana, apartando la raída cortina para echar un vistazo. No vio nada, pero su instinto le decía que ya no estaban solos.
Con un movimiento rápido, Selene extendió ambas manos y comenzó a murmurar un conjuro en un idioma olvidado. La energía a su alrededor vibró, tejiendo un velo de ilusiones en el aire. La cabaña tembló levemente y, ante los ojos de cualquier observador, comenzó a desvanecerse, fusionándose con la noche y la tormenta.
Las llamas de la chimenea chisporrotearon como si sintieran la presencia de una fuerza mayor. El aire dentro de la cabaña se volvió denso, cargado de electricidad estática. Afuera, el viento ululó con una intensidad casi sobrenatural, como si la tormenta misma respondiera al hechizo de Selene. La madera crujió bajo sus pies cuando la cabaña fue envuelta por la magia, como si el espacio mismo se plegara a su voluntad.
Kael observó el proceso con una mezcla de asombro y precaución. Nunca había visto un hechizo de ocultación tan poderoso. La forma en que la oscuridad parecía devorar los contornos de la cabaña le resultaba inquietante. Su instinto le decía que la magia que Selene usaba no era común. Era antigua, visceral, casi salvaje.
—Ellos verán solo la tormenta y la maleza —susurró Selene, sin apartar la vista del conjuro. Su voz sonaba más apagada, como si el esfuerzo de canalizar tal poder la drenara desde dentro—. Pero no durará para siempre.
El sonido de pasos pesados resonó en la distancia. Aullidos y gruñidos se entremezclaban con el viento. La manada estaba cerca.
Kael apretó los puños. Sus sentidos estaban al límite, su instinto de lucha luchando contra la necesidad de permanecer inmóvil y confiar en Selene. Pero algo en ella le preocupaba. Su piel, antes de un tono pálido y frío por la humedad, ahora resplandecía con un leve fulgor rojizo. Un calor sofocante emanaba de su cuerpo, como si una fiebre ardiente la consumiera desde dentro.
Selene tambaleó ligeramente, su respiración irregular. Las sombras alrededor de la cabaña parpadeaban, el hechizo tambaleándose por un breve instante antes de estabilizarse nuevamente. Un jadeo escapó de sus labios entreabiertos, y de repente sus rodillas cedieron.
Kael se movió instintivamente, atrapándola antes de que tocara el suelo. Su cuerpo estaba caliente, demasiado caliente. Su piel ardía bajo sus dedos, y por un momento pensó que estaba en llamas.
—Mujer —murmuró con el ceño fruncido, sujetándola con cuidado—. Estás ardiendo.
Ella intentó apartarse con un esfuerzo débil, pero su cuerpo temblaba de agotamiento.
—No... —susurró con un hilo de voz—. No me toques. No... puedo controlarlo.
Kael sintió cómo el calor aumentaba, como si un fuego viviera dentro de ella, lamiendo la superficie de su piel. Sus manos comenzaron a picar, pero no la soltó.
—Déjame ayudarte —insistió.
Selene lo empujó con la poca fuerza que le quedaba, y un chispazo de energía saltó entre ellos, obligándolo a soltarla con una maldición ahogada. Cayó de rodillas, su pecho subiendo y bajando con esfuerzo, sus ojos oscuros ardiendo con una intensidad casi sobrehumana.
—No puedes —logró decir entre jadeos—. Solo... dame un momento.
Kael observó cómo cerraba los ojos, luchando contra algo dentro de sí misma. Su respiración era errática, su piel brillaba con un resplandor anaranjado, y el calor en la habitación aumentó, sofocante, pesado.
Afuera, los aullidos se hicieron más fuertes. La cabaña seguía oculta, pero ¿por cuánto tiempo más?
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Comments
🌜💞
Es muy fuerte la magia de la bruja 🧹
2025-04-03
25
Mariposa 🦋
será que ambos se unirán y tomarán venganza
2025-04-03
26
La Nenis 💅
Se le agotó su magia 🪄 por que aún no la controla bien
2025-04-03
24