Pasaron algunos días de que se realizó la fiesta de cumpleaños de Alexandra.
Ella y Gerardo han asistido con los médicos que les recomendaron, y le están haciendo nuevos estudios para saber si podían operarla y así mejorar su condición.
Entre tantos estudios, ya les dieron una esperanza. Pero la probabilidad de que vuelva a caminar es pequeña. Así que Alexandra decidió tomar esa probabilidad y comenzar su preparación para la cirugía.
Mientras esto ocurría, Daniel hacia intentos de acercarse a Alexandra. Pero Gerardo se lo estaba poniendo difícil. En cada intento en que el joven lograba tener un acercamiento hacia ella, ya sea enviar un regalo o visitarla en la mansión, como amigos, decía él, Gerardo era su piedra de tranca. En una ocasión fue enviado un gran ramo de rosas amarillas, inmediatamente al mayordomo informa al hombre, y aunque este tenia ganas de mandarlo a la basura, decidió que si se lo entregaran a Alexandra.
En otra oportunidad, Daniel fue a hablar con él para solicitar permiso para visitar a la joven en la mansión. Inicialmente, Gerardo estuvo a punto de negarlo, pero luego recapacitó y aceptó que la visitará. Sin embargo, le aclaró que siempre seria en los jardines de la mansión y en compañía de la señora Caro. Por ningún motivo, Alexandra podía quedarse sola con el joven. Daniel aceptó esta condición, aunque le aclaró que el tenia buenas intenciones con la joven, y más bien la quería con la amistad sincera que siempre le había tenido desde el colegio. Asi que, Daniel había avanzado poco o nada en su intento de reavivar su vieja amistad, y tal vez, el antiguo enamoramiento que tenia hacia él, Alexandra.
De la conversación sobre el matrimonio, entre Alexandra y Gerardo, no se había vuelto a hablar. Había quedado relegada a una última instancia, debido a la oportunidad de una operación para ella, y con ellos la esperanza de que vuelva a caminar. No sería fácil, porque necesitaría bastante terapia y tratamiento para lograr la movilidad de sus piernas, pero ambos, estaban aferrados a esa posibilidad.
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-Padrino, estás bien? Estas pensativo. – le preguntó Alexandra a Gerardo, viéndolo pensativo, como removia su comida, sin hacer intento de llevarse un poco a la boca. Este volvió al presente, llamado por la voz de su ahijada. Dejó el tenedor sobre la mesa, y tomo el vaso con jugo, bebiéndolo todo de una sola vez, como si tuviera mucha sed, y pasará un nudo en su garganta.
Tomó la servilleta, y se limpió los labios, para luego mirar a Alexandra fijamente, mientras comia.
Ambos cenaban en el pequeño comedor. Habían pasado el día, haciendo sus actividades diarias. Alexandra en la Universidad, ya finalizando el semestre, ultimando los detalles para su graduación. Y Gerardo en su trabajo, al pendiente de algunos proyectos que su empresa llevaba y que estaban en proceso.
Estaba próxima a que llegará la nueva temporada de desfiles de moda, y debía tener los nuevos de textiles listos. Ya pronto comenzarían a llegar los pedidos de diferentes diseñadores de todas partes del país, solicitando los diferentes materiales que su empresa producía y vendía, para la confección de las nuevas colecciones de ropa, en esa zona del mundo. Así que, necesitaba dejar todo en marcha, para poder enfocarse en la futura operación de Alexandra, y en su recuperación, luego de realizado el procedimiento.
-Solo pienso en el trabajo que debo dejar listo para cuando sea la fecha de tu operación, Alexandra. – explicó Gerardo, algo serio.
-Entiendo. No te preocupes, la señora Caro puede acompañarme el día de la operación, y ayudarme a recuperarme luego. Además aun falta mucho para eso, padrino,. Recuerda lo que dijo el médico. Debo fortalecerme antes de poder realizarme algún procedimiento. – le recordó Alexandra. El especialista médico, les había dado un plan de dietas y terapias a Alexandra, el cual debía seguir al pie de la letra, para fortalecer su cuerpo, y que asi la recuperación luego de la operación, fuera más fácil para ella, y en menor tiempo.
-Quiero estar al pendiente de ti, mi ángel. – le dijo Gerardo en voz baja, mirándola a los ojos.
Por un momento, ambos se quedaron mirando a los ojos, y se perdieron en la mirada del otro. Y Alexandra reaccionó al sentir que sus mejillas ardían. Estaba bastante sonrojada, y solo por una mirada.
La joven desvío la mirada. Tomo la servilleta, se limpio los labios.
-Me retiro, padrino. Muchas gracias por estar pendiente de mi. Que descanse. – agradeció Alexandra con una sonrisa tierna. Movio su silla hacia atrás, y busco con la mirada a la señora Caro. Pero por alguna razón , no estaba allí con ella. No se había dado cuenta en que momento la señora se había ido dejándola sola en el comedor con su padrino. Ella siguió moviendo su silla, y ya se dirigía hacia la puerta, cuando su padrino se levantó rápidamente, mientras dejaba la servilleta en la mesa, y se colocó detrás de ella para ayudarla a impulsar la silla de ruedas.
-Yo te ayudo, Alexa. No te preocupes. – y comenzó a avanzar, ayudandola a impulsar la silla.
-Padrino, yo puedo. – intentó insistir ella, pero viendo que su padrino no la dejaría ir sola, se quedo en silencio, y dejó que su padrino la llevará hasta su habitación.
En la habitación, la señora Caro estaba acomodando la cama para cuando su niña fuera a descansar. Y se le había pasado el tiempo arreglando algunas cosas de la joven. Cuando vio llegar a Gerardo empujando la silla de ruedas de Alexandra, se sintió muy apenada, ya que ella debería estar al pendiente de ella.
-Disculpe, señor. Señorita. Me entretuve acomodando un poco sus cosas. – explicó la señora aún antes de que le dijeran algo.
-No se preocupe señora Caro, pero la próxima vez, esté más pendiente. – le dijo serio Gerardo a la mujer mayor. – bueno, mi angel. Te dejó para que descanses. – le dijo Gerardo agachandose frente a Alexandra para quedar a su altura. Le acarició la mejilla con suavidad, haciendo que la joven se sonrojara nuevamente. Gerardo sonrió ante la aparición del color rojo en sus mejillas, pero no dijo nada. Y Alexandra no podía quitar la mirada de los ojos de su padrino. Parecía que los dos estaban solos en la habitación.
Gerardo acercó su rostro al de ella, y cuando a Alexandra le pareció que la iba a besar en los labios, él le besó en la mejilla y luego en la frente, separándose de ella para incorporarse.
-Que descanses, pequeño Ángel. Buenas noches, señora Caro. – y se alejó de ambas, saliendo del cuarto, y cerrando la puerta detrás de sí.
Alexandra se quedó mirando la puerta cerrada. Se llevó una mano a su mejilla, tocando el lugar donde Gerardo le había dejado un beso.
-¿Qué sucedió? – se dijo para si misma, algo confundida la joven. Sentía su corazón latir a mil por minuto. Su mente era un caos.
¿Un beso en la mejilla podía hacerla sentir tantas cosas a la vez?
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Ya avanzada la noche, luego que la señora Caro la ayudó a cambiarse y la dejó sola para que pudiera descansar, la señora dormia en una habitación al lado de Alexandra, la joven se quedó despierta pensando en todo lo que había sucedido en esos días. Era casi un sueño para ella tener la oportunidad de poder caminar de nuevo, aun cuando esa oportunidad sea muy pequeña, era muy real para ella.
Ver nuevamente a Daniel, su amor de infancia, saber que estaba interesado en renovar su amistad. Aunque algo la dejaba confundida, ¿Por qué no se había puesto en contacto con ella antes? Se veía que Daniel era un joven exitoso con dinero y recursos, así que no entendia porque se había alejado de ella. Tal vez, ¿sus padres habían tenido algo que ver? No lo sabía. Pero estaba interesada en volver a reavivar su amistad con él. ¿El noviazgo que tenían también? Eso…aún no lo sabia. Aunque ella pasó mucho tiempo enamorada de él, lo había superado rápido. Suponía que era porque solo era como un enamoramiento infantil, algo platónico y nada más.
Con respecto a su padrino, a Gerardo. No sabia lo que sentía por él. Lo respetaba, si, le tenia aprecio también. Alguna vez lo vio como un hermano, si, por supuesto, tal vez más como un amigo. ¿Lo vió en algún momento como padre? No. Nunca lo había visto como padre, pero si le tenia respeto y admiración. Entonces, ¿qué le está sucediendo últimamente con él? No lo sabía. Pero sus sentimientos hacia él, habían cambiado. Ella lo sabia, lo sentía.
Cuando Gerardo le dió ese beso en la mejilla, más temprano ese día … Lo sintió diferente a otros besos que le había dado. En realidad, ella pensó que la iba a besar en los labios, lo anhelo, no sabía por qué. Pero cuando se lo dió en la mejilla, sentía que enrojecia. Sintió su corazón latir como loco, y su respiración agitarse. Nunca le había pasado eso con nadie. Con ningún chico. Ni siquiera con Daniel. No entendía que le sucedía con su padrino. Estaba confundida.
"¿Será que el hecho de haberle dicho que se casará con ella, le había afectado?" Pensó Alexandra, mirando al techo en la oscuridad de su cuarto.
Esa era una conversación pendiente, Gerardo no le había dado respuesta sobre si se casaría con ella o no. Ella prefería casarse con su padrino, y no casarse con alguien más, que solo le interesará los bienes que ella pudiera aportar al matrimonio, tal vez. Y no, ella misma como persona. Ya sabia como era la gente. Muchos de sus ex compañeros de clase se lo habían demostrado, cuando la discriminaban sin razón. Asi que para evitar pasar por eso de nuevo, en un matrimonio donde era muy posible no poder escapar luego, prefería casarse con alguien conocido y de su confianza.
¿Y Daniel? ¿Seria buena opción para casarse? En realidad, no lo sabia. Habían pasado mucho tiempo alejados. No lo conocía como antes, este era un nuevo Daniel, más maduro, y más decisivo. Con mayor aplomo al tomar decisiones o hacer y decir las cosas. Al menos eso pensaba ella con la poca interacción que habían tenido los dos en los últimos días.
Por los momentos, seguiría observando lo que sucedía a su alrededor. Y se concentraría en su próxima graduación y en mejorar su condición física para la futura operación.
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