La puerta que daba a la casa de Qiang estaba entreabierta. Al entrar, vio a Qiang de pie, vistiendo un camisón de color blanco con los hombros descubiertos. La prenda solo cubría su parte íntima, dejando poco a la imaginación. Sus manos estaban atadas con un listón negro que estaba a medio desamarrar. En el inicio, tenía una venda de color rojo en sus ojos. Al acercarse más, un sutil olor a perfume lo envolvió dulcemente.
Chén: Jamás pensé volver a verte así.
Qiang se estremeció. Chén acarició sutilmente el rostro de Qiang, y él retrocedió un poco. Chén se quedó parado, viendo que, a pesar de esforzarse, aún lo despreciaba.
Chén: Aunque intentes ocultar el desagrado que sientes por mí, es evidente.
Qiang no respondió y, en su lugar, tomó la iniciativa besándolo. Chén podía sentir los labios fríos y temblorosos de Qiang.
Chén: Sé que no quieres hacer esto, amor, dijo luego de acariciar sus labios con la lengua.
Qiang: ¿Acaso importa si quiero o no hacerlo?
Chén se mantuvo en silencio, viendo fijamente lo erótico que se veía Qiang. Era evidente que Qiang no quería hacerlo, pues su piel y gestos no los controlaba aún. Pero incluso en esa situación y con sus movimientos torpes, Qiang era lo más sensual y sexy que Chén había visto en su vida.
Chén acarició con suavidad las piernas de Qiang mientras tomaba su parte íntima en la boca. Aunque Qiang seguía sintiendo desprecio por Chén, era un ser humano capaz de sentir deseo y placer, y por primera vez en mucho tiempo, su cuerpo se rindió ante el deseo.
Teniendo que ser sincera, digo que en su mente, Chén no estaba; la sensación de placer era intensa, pero no era Chén quien lo provocaba.
Chén miró la mesita de noche y se percató del olor a incienso que había. De inmediato, lo supo. Era Estaxis; esa era la razón por la que estaba tan caliente.
La verdad, aunque le molestó un poco, no podía dejar de ver lo intenso y apasionado que estaba Qiang, y cómo movía su cintura con fuerza. Mientras terminaba en su boca, para la sorpresa de Chén, Qiang seguía pidiendo más.
La intensidad con la que estuvieron esa noche no se puede describir fácilmente con palabras. Lo más cercano que puedo decir es que, en su momento, Chén no pudo más y fue Qiang quien tomó el mando, subiéndose encima de Chén mientras movía su cintura con fuerza. La noche fue corta y ambos se quedaron dormidos por el cansancio que produjo su deseo y lujuria.
Por la mañana, cuando Chén despertó, Qiang seguía dormido. Así que se levantó con cuidado, le besó en la frente y se fue. Estaba tan feliz que no podía describir lo que sentía en ese momento. Su corazón latía con fuerza y tarareaba una canción que en su vida le había prestado atención.
Mientras tanto, Qiang había fingido estar dormido. Una vez que Chén se fue, se apresuró a bañarse, restregando su cuerpo con fuerza. No podía evitar llorar, no podía evitar sentirse sucio. Y más asco le daba recordar que era él quien pedía más.
Hui Ying: Así que por fin llegas. Es la primera vez que duermes fuera de la casa.
Ella miró a Chén y este estaba a medio vestir, con la camisa desabrochada. Las marcas en el cuerpo de Chén eran notorias, pues al ser él una persona de tez blanca, el color rojo que tenían los besos que Qiang había hecho en su piel se veían como pétalos rojos.
Hui Ying: Ni siquiera has intentado ocultar el hecho de que has estado con ese maldito.
Chén no dijo nada, subió a la habitación, se bañó y bajó con Feiyu en brazos.
Hui Ying: Puedo jurar que la razón por la que te ha permitido estar con él es para poder verlo a él, y lo sabes.
A Chén no le importó. Se apresuró a ir a la casa de Qiang. Este estaba sentado en la entrada con una sonrisa falsa en su rostro, viendo llegar a Chén. En ese momento, Feiyu lloró y Qiang se dio cuenta de que él traía a su hijo. Se levantó corriendo, olvidando incluso el dolor que sentía por la noche anterior, y tomó al pequeño niño en sus brazos. Estaba feliz. Sus lágrimas no eran de tristeza, sino de felicidad.
Chén sabía la razón por la que Qiang había estado con él, pero aún así fue tan mágica y especial que no le importó que él tuviera que recurrir a esos métodos para complacerlo.
Chén: Ya ves lo fácil que es tenerme contento.
Qiang, fingiendo una sonrisa, le besó la mano. Chén se levantó, tomó la cadena que recién le había traído el guardia y se las puso en el pie a Qiang, mientras lo ataba a la cama. Qiang no sabía qué pasaba. Estaba asustado. La cadena era bastante larga como para moverse libremente en la casa.
En ese momento, Chen besó a Qiang y se marchó, dejando al bebé. A pesar de estar encadenado por primera vez, se sentía libre. Estaba con su hijo, el amor de su vida. Esas cadenas no eran nada. No significaban nada.
Qiang: Eres tan pequeño, no sé cómo será nuestro futuro y si en algún momento llegarás a saber que soy tu padre. Aunque la verdad, prefiero que no lo hagas, o sentirás vergüenza de mí. Yo soy tu padre y eso jamás cambiará. Y aunque tú no lo sepas, yo lo sabré y eso es suficiente.
8 años pasaron y durante ese tiempo, los príncipes estuvieron visitando puntualmente a los pequeños hijos de Chén. Traían presentes para todos por igual, pero cada uno de ellos guardaba algo especial y, a escondidas, se lo entregaban a Feiyu. Pues, a pesar de los años, ellos seguían manteniendo su postura y preferencias por Feiyu.
Chén y Hui Ying lo notaban, al igual que los soberanos de los demás reinos, pero ella no podía hacer nada.
Un día, Qiang salió un poco de la casa y se sentó en el rosal que estaba en el patio de su casa. En ese momento, el arbusto se movió levemente y vio frente a él a un joven de unos 15 años.
Qiang: ¿Se perdió, joven señor?
Qiang nunca lo había visto, pero a pesar de eso, por su ropa y joyas, era obvio que este niño era alguien importante.
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