capítulo 3

POV Mariza

DOS DÍAS DESPUÉS...

En el aeropuerto de Los Ángeles estábamos Fran, Daisy y yo, esperando a nuestro cliente. Luego de discutirlo entre los tres y enviar el contrato, recibimos la confirmación del señor William, y fue entonces cuando nos pusimos manos a la obra. Estudiamos a cada integrante de la familia Friedman y armamos mi perfil en una carpeta para entregársela al cliente.

El señor William llegó, y al notar que me buscaba con la mirada, me levanté de mi asiento y caminé hacia él. Pronto reparó en mi presencia y, al ver cómo su mirada me examinaba, dije:

—Buenas tardes.

—Buenas... casi no la reconozco.

Sonreí, porque esa era la idea. Siempre solía presentarme ante mis clientes ocultando mi verdadero aspecto, para que, en caso de tener que desaparecer, no pudieran reconocerme. Pero luego de hablarlo con mis colegas, decidimos usar mi verdadera identidad para este trabajo. Mi cabello era cobrizo, con rulos, y mis ojos, verdes: mi verdadero color.

—Qué bueno que haya logrado mi cometido. Bien, voy a presentarle al resto de mi equipo.

Pronto Daisy se acercó junto con Fran y, luego de las presentaciones correspondientes, todos nos dirigimos al hangar, donde abordaríamos su avión privado.

William era un hombre extremadamente rico. Su familia en Londres era casi como de la realeza. Al investigarlo más a fondo, entendí por qué había recurrido a nosotros.

Cuando todos nos acomodamos, saqué una memoria y, entregándosela, dije:

—Aquí está mi perfil. Estúdielo. Si tiene preguntas o dudas, puede discutirlo con cualquiera de nosotros.

Lo vi tomar la memoria y, tras un momento, dijo:

—Hágame un resumen...

—Muy bien. Mi nombre es Mariza Grinch, tengo treinta años, y mi familia tiene una empresa hotelera en el sur de Los Ángeles. Nos conocimos hace dos años y, hace ocho meses, decidimos comprometernos. Sin embargo, mi empresa entró en fusión con otra compañía, y por eso aún no hemos podido casarnos. Mi carrera y mi trabajo son lo más importante para mí, y usted respeta eso porque ambos compartimos las mismas metas. Mis padres fallecieron, y solo tengo a mi hermano Santiago, quien es el CEO de la empresa familiar. Soy abogada y también me encargo de la vicepresidencia de la compañía.

Lo vi observarme y, con una sonrisa, dijo:

—Vaya... veo que sí deja volar su imaginación...

—¿A qué se refiere?

—Digo, podía haber puesto que era empresaria en el rubro de la moda y era lo mismo...

—Ese es mi perfil real, señor Friedman —respondí, y al notar su expresión incrédula, añadí—. Creí que, dado su círculo y que sus padres pretendían casarlo con alguien de su mismo nivel y estatus, era mejor demostrar que yo también tengo un buen apellido. Los hoteles de mi familia no solo están en Estados Unidos, también en toda Europa.

—Espere... ¿dice que su familia es *la* familia Grinch? ¿Esos Grinch?

Asentí, y al ver su rostro de asombro, agregó:

—Perdone la pregunta, pero... ¿por qué hace este trabajo entonces?

—Porque me divierte. Además, llevo haciéndolo mucho antes de convertirme en abogada y vicepresidenta de la compañía.

Luego de decir eso, guardó silencio y colocó la memoria en su laptop, comenzando a revisar mi perfil. Sonreí al ver su mirada incrédula. Creo que cualquiera de mis clientes pensaría lo mismo si supieran quién soy en verdad. No sé por qué decidí usar mi verdadera identidad con él, pero cuando Fran lo propuso, no me pareció tan mala idea.

Luego de un vuelo bastante largo, por fin llegamos a Londres y nos dirigimos al hotel donde nos hospedaríamos. Una vez hecho el ingreso, William nos acompañó hasta nuestras habitaciones y, antes de despedirse, dijo:

—Pasaré por usted mañana. Debo informar a mi familia de que está aquí.

—Muy bien. Lo estaré esperando.

Sin más, se despidió. Una vez solos, mis amigos y yo nos dirigimos al restaurante del hotel para comer algo. Hacía mucho que ninguno tomaba vacaciones, y esta era una gran oportunidad para descansar un poco del trabajo.

Al día siguiente, como había prometido, William me llamó por la mañana para avisarme que ya estaba abajo. Yo ya lo esperaba, así que solo tomé mi bolso y bajé para reunirme con él. Estaba vestido de manera formal y junto a él había un joven de casi su misma edad.

Me acerqué a ellos y, al llegar junto a William, besé sus mejillas. Luego, limpié el brillo de mi labial de su rostro y, con una sonrisa, dije:

—Hola, cariño. Lamento la demora.

Vi cómo sus ojos se clavaban en mí y, al notar su rigidez, agregué:

—Oh... lo siento. Buenos días.

Mi mirada se dirigió hacia el joven y pregunté, aunque ya sabía la respuesta:

—¿Quién es él?

William se acercó y, colocando mi mano en su cintura, me atrajo hacia él.

—Linda, él es el prometido de mi hermana, Gabriel.

Sonreí y extendí mi mano hacia el joven.

—Es un gusto conocerte. William me ha hablado mucho de ti... bueno, de todos ustedes. Ya quiero conocer al resto de la familia.

El chico sonrió ante mi entusiasmo y, aceptando mi mano, comentó:

—El gusto es mío, señorita. Nosotros también estábamos ansiosos por conocerla. Cuando William nos informó de su compromiso, al principio dudamos de que fuera verdad...

Vi cómo William fruncía el ceño y agregué:

—Lo siento, cariño. Eso debe ser culpa mía. Debí hacerme tiempo mucho antes para que tu familia pudiera conocerme.

Tomé la mano de William y, mostrándome afligida, lo miré. Al ver esto, el joven añadió:

—No, lo siento. No quería hacerla sentir mal...

—No se preocupe. En gran parte fue mi culpa que aún no nos pudiéramos conocer. Espero remediarlo en estas semanas.

Gabriel sonrió, al igual que yo, y sin decir más, William nos indicó que era hora de irnos. Pronto los tres salimos del hotel y subimos al auto. Hoy la familia daría un almuerzo para reunir a las familias de Gabriel y Maia antes de su boda.

Durante el trayecto, Gabriel hablaba de temas triviales, hasta que preguntó directamente:

—Y dígame, señorita, ¿a qué se dedica?

William lo miró rápidamente y, con voz seria, dijo:

—¿Por qué preguntas eso? ¿Acaso eres mi madre?

—Ya, Wil... solo tengo curiosidad. Por fin conozco a tu chica misteriosa. Déjame preguntarle todo lo que tú nunca nos quisiste decir.

Sonreí ante sus palabras y respondí:

—Mi familia se dedica al rubro hotelero. Soy abogada y manejo la vicepresidencia de nuestra empresa. Mi hermano está a cargo de la compañía, y al igual que William, me apasiona mi trabajo.

—Vaya, es abogada... pero se ve muy joven...

—De hecho, lo soy. Tengo treinta años. Ingresé a la universidad muy temprano y me gradué cum laude. Soy algo nerd...

Gabriel sonrió por mis palabras, y al verlo, William también lo hizo.

—Vaya, no parece... quiero decir, no parece una mujer que...

Al entender a dónde iba con sus palabras, agregué:

—¿Fea, poco agraciada? La verdad es que eso de que las lindas somos un cascarón vacío es solo un mito. Aunque sí es cierto que somos pocas las de mi tipo.

Sonreí al ver su incomodidad, y William, al notarlo, también sonrió.

Pronto llegamos a la gran mansión Friedman. Los tres bajamos del auto. Debía conservar la calma y apegarme al plan y al libreto... si quería que todo esto saliera bien.

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