capítulo 2

POV Mariza

Luego de mi último trabajo, me reuní con mi equipo para investigar quién era el padrino que me abordó en la iglesia. Obviamente, al dedicarme a esto, no trabajo sola. Tengo dos amigos expertos en cibernética, igual que yo, y juntos nos encargamos de investigar a fondo a quienes nos contratan… y a sus parejas.

Llevo haciendo esto desde hace ya diez años. Empecé cuando aún estaba en la universidad y, al ver que cada vez la red se hacía más grande, con mi amiga Daisy y mi amigo Fran decidimos dedicarnos a romper bodas y compromisos. Se sorprenderían de cuántas personas necesitan de nuestra ayuda.

Es mucho más barato y simple decir: "No me quiero casar" o "Me quiero separar", pero las personas son complicadas. Muchas veces no pueden hacerlo, como fue el caso de Samanta, quien estaba siendo obligada por su familia. Pero en otras ocasiones, simplemente se trata de clientes cobardes que no saben cómo enfrentar la situación. Es ahí donde entramos nosotros: Los rompe bodas.

Aunque los tres participamos activamente en los casos e investigamos tanto a nuestros clientes como a sus “víctimas”, siempre votamos antes de aceptar cualquier trabajo.

Mientras navego por internet buscando todo lo relacionado con nuestro nuevo cliente, Daisy comenta:

—No entiendo por qué necesita una falsa prometida. Si es obvio que a ese hombre le deben llover las mujeres...

Fran se acerca con dos cafés y, entregándonos uno a cada una, añade:

—Según lo que leí, es un heredero bastante acaudalado. Tal vez quiere evitar algún matrimonio arreglado o...

—O también puede ser gay y aún no está listo para salir del clóset... —interrumpe Daisy.

—¿Tienes algún problema con los gays de clóset? —le responde Fran con molestia.

Él ha pasado toda su vida ocultando quién es frente a sus padres, y ya se ven venir los gritos, así que antes de que empiecen a pelear como niños, intervengo:

—No creo que sea eso. Si lo fuera, ya los medios lo habrían descubierto. Por lo que se ve, es alguien muy importante en Londres.

Cierro mi laptop al ver el mensaje de William, y levantándome de mi asiento, anuncio:

—Bueno, iré a averiguarlo. Más tarde les cuento, chicos.

Salí de mi departamento y me dirigí al bar donde me habían citado. Al llegar, vi a William sentado frente a una ventana, con su tablet en la mano. Sin darle demasiada importancia, me senté frente a él y dije con naturalidad:

—Hola... ¿Hace mucho que esperas?

—No, acabo de llegar —respondió, guardando su tablet y levantando la mano para pedir dos cafés al mesero. Cuando volvimos a estar solos, añadió—: Muy bien, ¿pensó en mi propuesta?

—Necesito mucha más información que solo “el doble de mi tarifa” y “viajaremos a Londres”. Estuve investigando y aún no logro entender por qué necesita mis servicios.

—¿Me investigó?

—Por supuesto. No soy una estafadora. No suplanto ni usurpo identidades. Su pedido no es algo que me hagan con frecuencia, y tenía que estar segura de que esto no me traería problemas legales más adelante.

—No quiero que suplante a nadie, como le informé antes. Necesito una prometida para la próxima semana. Seré completamente sincero. Mi hermana se casa y mi familia cree que estoy comprometido. Cuando asumí la empresa familiar, mis padres arreglaron un matrimonio, pero nunca estuve de acuerdo. Para salir del paso, inventé que ya estaba comprometido con una empresaria estadounidense, y que pronto la llevaría a casa para que la conocieran. De eso han pasado seis meses. En ese tiempo, mi hermana se comprometió… y bueno, prometí llevar a mi prometida a su boda.

—Entiendo... —El mesero trajo nuestro pedido, y una vez se marchó, pregunté—: Muy bien, tengo que consultarlo con mi equipo, y si es solo eso, viajaremos los tres a Londres. ¿Cómo es su prometida? ¿A qué se dedica su empresa? ¿Qué tipo de pareja son? ¿Dónde se conocieron? ¿Y demás? ¿Me lo dirá usted o preparo el personaje y luego le presento una carpeta?

—Solo serán dos semanas. No creo que sea necesario todo eso...

—Debemos estar preparados para todo tipo de preguntas. Por lo que me cuenta, su familia está ansiosa por conocer a su prometida, y debemos coincidir en nuestras respuestas si queremos que nos crean. Después podemos inventar que nuestros compromisos y trabajos nos alejaron o lo que usted prefiera, para que su familia no insista. Recomiendo un trágico accidente. Eso le dará tiempo y espacio para “procesar el duelo”. Pero bueno, eso queda en usted.

Él me mira en silencio y yo agrego:

—No lo vea como un montaje. Esto es serio. Tómelo como un negocio. Por otro lado, mi tarifa es alta. Al ser dos semanas, le pediré el ochenta por ciento ahora y el resto al terminar. Cualquier gasto extra corre por su cuenta: tiquetes de avión, renta de auto, alojamiento y demás. No me quedaré más del tiempo pactado. Si son quince días, el día dieciséis estaré en un vuelo de regreso. Sin excepciones.

—Veo que se lo toma muy en serio...

—Su trabajo son los negocios y los autos. El mío es este, y por eso me va tan bien. Una cosa más, pero no menos importante. Ya se lo mencioné, pero es mejor recalcarlo: **no duermo con mis clientes**. Tengo normas, cláusulas y multas para este tipo de casos.

—Entiendo. No es una propuesta indecente, se lo aseguro.

—Aun así, le enviaré el contrato para que lo lea con sus abogados. Al ser este un caso especial, solo se permitirán muestras de afecto en público, y los besos solo se darán si es estrictamente necesario.

—No creo que tengamos que sobreactuar. Mi familia me conoce y sabe que no soy un hombre muy demostrativo.

—Comprendo. Eso lo decidiremos cuando estemos frente a su familia. Esta noche lo llamaré para informarle si acepto o no su propuesta. Como ya le mencioné, tengo que hablarlo con mi equipo, y si estamos los tres de acuerdo, empezaremos a trabajar de inmediato.

—Entiendo. Aceptaré estos términos. Hablaré con mi abogado para pactar una cita con el suyo...

—Yo soy mi propio abogado. Armaré un contrato especificando todas estas cláusulas que acabo de mencionar, y si están conformes, firmaremos.

—¿Es abogada?

—Además de otras cosas —respondí con una sonrisa. Me levanté, saqué algunos dólares de mi cartera, los dejé sobre la mesa y dije—: Su café lo invito yo. Que tenga buen día, señor Friedman. Esta noche me estaré comunicando.

Sin más, me fui de allí. El negocio parecía viable. Estaba bastante conforme con las respuestas del cliente. Solo faltaba que mis colegas aceptaran… y viajaríamos a Londres. No quería confirmarle nada aún, pero conocía a mis amigos. Sabía que dirían que sí.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play