El día amanecía con una claridad que parecía prometer un giro favorable. Mis pensamientos estaban dominados por la seguridad de que mis presentimientos no me habían fallado; todo lo que deseaba, incluso aquellos sueños más distantes, podía hacerse realidad. “Si estoy destinado a algo grande, ¿por qué no comenzar a forjar mi propio camino?”, pensé mientras caminaba a la escuela, tratando de entender mis propias ambiciones. Sin embargo, el recuerdo de aquel incidente, el rescate heroico de la noche anterior, seguía en mi mente. “¿Qué pasaría si volviera a encontrarme en una situación así? ¿Sería capaz de manejarlo igual o tendría un resultado diferente?”
Cuando finalmente llegué a la escuela, mis pensamientos fueron interrumpidos por Mía, una compañera de clase con una forma de ser que me llamaba la atención. Conmigo, ella siempre parecía tímida, incluso algo reservada, pero cuando estaba con los demás, era evidente que tenía una facilidad para hablar y socializar. Verla ahí, esperando por mí, me sacó una sonrisa. —¡Buenos días, Xiang! —me saludó, levantando una mano con entusiasmo—. No creí que te vería llegar tan temprano.
—Buenos días, Mía. Sí, supongo que hoy me adelanté —respondí, sintiéndome relajado.
Ella me devolvió una sonrisa, y juntos caminamos hacia el edificio. Las clases comenzaron y, mientras intentaba prestar atención a las lecciones de química, matemáticas, física y lenguaje, mi mente regresaba a aquel sueño que me embargaba: el de vivir rodeado de lujos, riquezas, y mujeres hermosas. Ese sueño de un harén, con mujeres de todas las edades y personalidades, que parecían gravitar hacia mí como si fuera el centro de sus vidas, me hacía sentir una extraña combinación de ambición y deseo. “Quizás esté destinado a algo así,” pensaba con un toque de autosuficiencia. “Puedo proteger a quien quiera sin pestañear. Con los poderes que tengo, no hay motivo para temer nada.”
De repente, el sonido de la campana me trajo de vuelta a la realidad. Era el receso, y mientras mis compañeros salían al patio para comer y descansar, yo me sentía más agotado que hambriento. Decidí quedarme en el aula, cerrando los ojos por un momento que se convirtió en un profundo sueño.
En el sueño, me encontraba rodeado de todo aquello que alguna vez desee. Mi harén ideal: mujeres de belleza inimaginable, todas dedicadas a mí, deseando mi compañía. Estaba envuelto en una burbuja de poder y seguridad. Me sentía invulnerable, protegido contra cualquier amenaza. El sonido de una voz fuerte y familiar, sin embargo, me sacó de aquel paraíso ilusorio.
—¡Xiang! ¡Despierta! —exclamó Mía, quien me sacudía con una mezcla de preocupación y reproche.
—Lo siento, Mía —murmuré, todavía algo aturdido—. Creo que solo necesitaba descansar un poco.
—¿Por qué no saliste al receso? —preguntó, cruzando los brazos y frunciendo el ceño.
Mía suspiró y, tras un breve silencio, sacó un paquete de comida de su bolso. —Mira, aquí tienes. Sé que te habrás saltado el desayuno, así que pensé en traerte algo. Anda, come —me dijo, con una expresión suave.
Sin poder evitarlo, tomé el paquete. Al abrirlo, me sorprendió encontrar una comida tan bien preparada y deliciosa. —Gracias, Mía. Esto realmente está delicioso —comenté, sintiendo cómo el hambre que había ignorado todo el día finalmente comenzaba a desaparecer.
Mientras comía, no pude evitar mirarla con otros ojos. Mía estaba tan cerca de mí, y sin poder evitarlo, imaginé cómo sería abrazarla, besarla, sentir su calidez. Antes de pensarlo dos veces, me incliné y le di un abrazo. Ella no se apartó, y eso solo incrementó mis deseos. Sin embargo, justo en ese instante, la campana sonó, anunciando el final del receso, y ella se separó apresuradamente, su rostro ligeramente ruborizado.
—Nos vemos después —murmuró, sin mirarme, antes de salir rápidamente del aula.
Me quedé sentado, sintiendo un torbellino de emociones. “¿Habré hecho mal en abrazarla?” pensé. “Quizás ya no quiera hablarme… pero al final, hay muchas mujeres en este mundo.”
Las clases continuaron, y el día llegó a su fin. Al salir del edificio, vi a Mía esperándome en la puerta, con una expresión serena. Me acerqué a ella, dispuesto a disculparme por lo ocurrido.
—Mía, lo siento por antes. No debí haberme…
Antes de que pudiera terminar, Mía se acercó y me besó en los labios, rápido pero intensamente. Me quedé en shock, y al separarse, me entregó una carta decorada con delicadeza. No dijo nada más y se marchó antes de que pudiera reaccionar. Guardé la carta en el almacén de mi anillo, sintiendo que aquel gesto me había dejado sin palabras.
Con el día escolar terminado, decidí caminar hacia la ciudad para ver si podía conseguir algo de dinero. A mitad de camino, una voz profunda llamó mi atención.
—Muchacho, un momento, por favor.
Me giré y vi a un anciano con una presencia imponente. Su aura era poderosa, casi intimidante. “Este hombre debe ser un artista marcial o un experto en artes mágicas,” pensé. —¿Puedo ayudarte en algo? —pregunté.
—Sube a mi coche, joven. No te haré daño. Solo quiero hablar contigo.
Sin dudar demasiado, acepté. Ya había visto muchas cosas en mi vida pasada, y ahora confiaba en mis habilidades para enfrentarme a casi cualquier situación. Al subir, le hablé con seriedad. —Me gustaría saber por qué estoy aquí.
El anciano sonrió, como si aprobara mi actitud. —Tienes un poder especial, chico. Puedo verlo en ti. Quiero que me ayudes con un asunto importante.
Acepté escucharlo. Tras un breve viaje, llegamos a una mansión imponente. El anciano me guió hasta el despacho de su jefe, y comprendí que él era más que un simple sirviente; era un guardián. El hombre que me recibió era Liu Lie, un poderoso empresario de una de las familias más ricas de Seúl.
—Sé que te preguntarás por qué estás aquí —dijo Liu Lie, con una voz firme—. Mi anciano guardián, experto en las artes marciales, me ha traído aquí a alguien con una fuerza especial… y veo que no se equivocó.
Me observó detenidamente antes de continuar. —Quiero pedirte un favor, Xiang, pero no te preocupes; tendrás una recompensa adecuada. Necesito que te cases con mi hija para proteger el legado de nuestra familia. A cambio, recibirás una fortuna.
El hombre explicó que su familia estaba bajo amenaza de varias facciones rivales que deseaban arrebatarle una herencia valiosa. No podía negarme a una propuesta así, y cuando pedí un adelanto, Liu Lie sonrió y me entregó un cheque por 50 millones de won. La cantidad me dejó mareado, pero mantuve la calma y lo acepté en silencio.
Al salir de la mansión, mis pensamientos estaban centrados en el matrimonio y las implicaciones que traería. Era un acuerdo sin amor, pero en este mundo, las emociones importaban poco. Tenía tres días para prepararme, y en mi mente, ya trazaba los pasos a seguir para cumplir con este nuevo capítulo de mi vida.
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