La primera noche con Frixi fue más de lo que hubiera imaginado, llena de una paz que no había experimentado en mucho tiempo. Sentía como si cada instante con ella estuviera colmado de un nuevo propósito, algo que parecía llenar ese vacío en mí. Compartimos la noche como todas las parejas, y al amanecer me encontré despierto, contemplando el primer rayo de sol colándose entre las viejas paredes del templo.
Cuando Frixi se levantó, su rostro irradiaba una serenidad que solo aumentó mi aprecio por ella. Con una sonrisa, me preparó un desayuno abundante. “Mi señor,” dijo ella, mirándome de reojo mientras colocaba el último plato, “a partir de ahora, quiero que siempre empieces el día bien alimentado. No puedo permitir que vayas al mundo sin estar bien cuidado.”
Sonreí, agradecido, mientras me esforzaba en terminar el desayuno. Era más de lo que solía comer, pero no quería desperdiciar su esfuerzo. Al terminar, me levanté y me preparé para salir hacia la escuela. Bajé las escaleras lentamente, disfrutando del aire fresco de la mañana. “¿Cómo debería disfrutar mi vida?” me pregunté mientras miraba el templo a mi espalda. “Tal vez debería mejorar este lugar, hacerlo grandioso, quizás incluso transformarlo en una fuente de fortuna…”
Un sueño empezó a formarse en mi mente: imaginé una mansión tan vasta que podría perderme en ella, un hogar donde compartiría mi vida con muchas esposas, cada una llena de sabiduría y fuerza, al igual que Frixi. Recordé entonces el terreno que mi familia tenía en aquella aldea modesta. Quizás, cuando tuviera suficientes recursos, podría construir un hogar allí, en el lugar donde había crecido.
Mis pensamientos se interrumpieron cuando llegué a la estación de tren. “Esta vez probaré una ruta distinta,” decidí, con tiempo de sobra para explorar. La ciudad era inmensa y tan fácil perderse en ella como en un laberinto. Caminaba despacio, absorbiendo cada detalle de la ruta desconocida, cuando recordé las historias de las pandillas que acechaban en las sombras. Para un estudiante como yo, encontrarse con ellas solía significar dos opciones: morir o someterse.
Suspiré, observando los callejones oscuros que bordeaban la calle principal. “Si me cruzo con ellos… bueno, ya veré qué hago,” murmuré, tratando de ahuyentar la preocupación. Sabía que mi familia había hecho grandes sacrificios para matricularme en una escuela prestigiosa, y aunque dudé al principio, no quise decepcionarlos. Pensé en mis padres, en los duros días de trabajo que soportaban solo para darme esta oportunidad.
Mientras me perdía en recuerdos de mi familia, noté que había llegado a una calle lujosa. Justo al doblar la esquina, cuatro vehículos llamaron mi atención; hombres armados descendían rápidamente. Observé desde la distancia cómo irrumpían en un edificio, disparando sin piedad. La policía no tardó en llegar, bloqueando el área, pero los atacantes se habían atrincherado en el interior.
“Es ahora o nunca,” me dije. Mi corazón se aceleró, pero al mismo tiempo, sentí una calma extraña. Ignorando las advertencias de la policía, me infiltré en el edificio. Activé mis poderes de sigilo, permitiendo que mis pasos fueran tan ligeros como el aire. A medida que subía por los pisos, dejaba a los enemigos inconscientes, liberando a los rehenes uno por uno. Sabía que cada segundo contaba.
Al llegar al último piso, escuché susurros tras la puerta. Era la oficina principal de la compañía YG Entertainment, reconocida en Corea por su influencia en la industria del entretenimiento. Mi mente corrió rápido: “Si este lugar cae, podría generar un caos enorme en la ciudad… Es hora de actuar.”
Busqué en mi bolsa y saqué una máscara negra que había creado con magia. Ajustándola sobre mi rostro, activé mis habilidades de velocidad y protección. Con un solo empujón, abrí la puerta, y al instante sentí las miradas de los hombres armados clavarse en mí. Eran ocho en total, y todos giraron sus armas hacia mi dirección.
—¡Arrodíllate y baja la cabeza! —gritó uno de ellos, apuntándome con una pistola.
—Les advertiré una sola vez —respondí, con voz firme, mientras daba un paso al frente sin vacilar—. Entré aquí para poner fin a esta violencia. Si no quieren problemas, salgan ahora.
Mis palabras no parecieron impresionarles; uno de ellos apretó el gatillo. Varias balas volaron hacia mí, pero cada una rebotó en mi campo de protección sin hacerme daño. Los hombres se miraron, desconcertados, y en ese momento aproveché para neutralizarlos uno por uno. Cuando terminé, los rehenes me observaban en silencio, sus ojos llenos de sorpresa y gratitud. Dejé una tarjeta creada con magia, con un simple mensaje: “El héroe anónimo”.
Bajé las escaleras rápidamente, sabiendo que había perdido tiempo valioso. Afuera, la policía intentó detenerme, pero los miré con frialdad.
—Tengo prisa. Tengo una cita en la escuela —dije, y con esa excusa, desaparecí en un callejón. Me quité la máscara, desactivé mis poderes y me dirigí a la escuela como si nada hubiera ocurrido.
Mientras caminaba, mis pensamientos se mezclaban. Había salvado a inocentes, desarmado criminales, pero una parte de mí sentía una extraña apatía. “Quizás me estoy quedando sin emociones… o tal vez estoy aprendiendo a vivir sin depender de ellas,” pensé. “¿Es esto realmente lo que quiero? ¿Un poder sin emociones que solo cumpla mis sueños?”
Suspiré, volviendo a la realidad. Me quedaban muchas preguntas sin respuesta, pero ahora era el momento de concentrarme en lo que tenía frente a mí.
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Comments
Vanessa Flores
no te rindas continua con la historia me encanta ❤️
2020-10-13
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