Capitulo 10— La apuesta.

Luego de terminar la operación, Noah salió del quirófano. Lo primero que hizo fue mirar el reloj colgado en la pared; no se había percatado de cuánto tiempo había pasado.

—Joder, Gael —murmuró preocupado.

Noah se apresuró a buscar a Gael en la sala de espera. Lo encontró allí, dormido y evidentemente agotado por la preocupación y el estrés. Noah no pudo evitar sonreír al verlo en ese estado de tranquilidad, sintiéndose aliviado al saber que Gael estaba a salvo.

—Por un momento pensé que te habías ido sin mí.

Con cuidado, Noah levantó a Gael en sus brazos y lo llevó a su habitación personal en el hospital. Sabía que Gael necesitaba descansar después de tanta tensión. Lo acomodó suavemente en la cama y se quedó un momento observándolo, admirando su valentía y fortaleza.

Desde la distancia, Dylan observaba la escena con el ceño fruncido. Miraba a Noah y Gael con una mezcla de celos y frustración, incapaz de disimular su descontento al verlos juntos.

Noah, ajeno a los sentimientos de Dylan, continuó cuidando de Gael, asegurándose de que estuviera cómodo y tranquilo. En ese momento, su única preocupación era el bienestar de Gael.

Mientras tanto, Gael, sumergido en un sueño profundo, se encontraba en un lugar hermoso, pero de repente todo se volvió oscuro y sombrío. La tristeza lo invadió, y se dejó caer al suelo mientras las lágrimas corrían por su rostro. En ese momento, una voz familiar rompió el silencio de la oscuridad al llamarlo por su nombre.

Gael levantó la mirada y se encontró con Noah, quien le extendía la mano amablemente. Sin dudarlo, Gael la tomó, y fue como si un rayo de luz atravesara la oscuridad, despertándolo de su sueño.

Al abrir los ojos, Gael se encontró acostado al lado de Noah en la cama de su habitación del hospital. La suave luz del amanecer se filtraba por la ventana, iluminando la habitación. Al ver la escena, Gael se alejó rápidamente, cubriéndose con la sábana. El movimiento hizo que Noah se despertara, quien se sentó en la cama y bostezó.

—Te levantaste temprano. ¿Cómo te sientes? ¿Dormiste bien? Anoche estabas inconsciente.

—¿Cómo llegamos aquí? ¿Y qué pasó anoche? ¿Por qué estamos...? —Gael no pudo continuar. Las palabras se le atragantaron en la garganta mientras un sonrojo cubría su rostro.

—Ah, estamos en mi habitación personal —respondió Noah, ajeno a los pensamientos de Gael—. Lamento lo de ayer. Realmente no sabía que yo iba a realizar la operación. Nos tomó un buen rato, y cuando terminamos, ya era demasiado tarde para llevarte a casa. Así que te dejé pasar la noche aquí.

—Entonces... Nosotros no hicimos nada anoche, ¿verdad...? —preguntó Gael con timidez.

—¿Uh? ¿"Hicimos"? ¿Hicimos qué? —preguntó Noah, confundido, pero al observar el rostro de Gael, comprendió lo que insinuaba y se echó a reír—. Ja, ja, ja, ja. ¡Ja, ja, ja! ¿En serio pensaste que iba a violarte... inconscientemente?

Gael lo fulminó con la mirada y desvió la cara, tratando de esconder su vergüenza.

—Bueno, si no lo hiciste, entonces no lo hiciste. ¡Da igual! ¿Cómo iba a saberlo? Estabas a mi lado cuando desperté y...

Sus palabras murieron en su boca cuando Noah, como la vez anterior en la tienda de dulces, lo acorraló contra la pared, colocando su mano a solo centímetros de su rostro.

—Escucha, chiquillo. Yo... no siento la necesidad de recurrir a esos métodos, mucho menos de forzar a nadie —dijo Noah mientras inclinaba lentamente su rostro hacia el de Gael—. Si hago esas cosas, es cuando tengo su consentimiento total. A eso se le llama permiso. Y cuando eso está claro, es cuando comienza la verdadera diversión. Además, ¿quién querría meterse con alguien inmóvil? ¿Lo captas?

Noah podía ver cómo Gael temblaba, cómo su rostro adquiría un tono completamente rojizo. Se había acercado tanto que Gael podía sentir su respiración en la cara. Justo cuando sus labios estaban a punto de tocarse, Noah se alejó de repente.

—Muy bien, ahora iré a refrescarme. Después, el señorito podrá irse a casa, ¿te parece bien?

Gael asintió levemente mientras Noah desaparecía detrás de una puerta que conducía al baño. Gael se quedó allí, con la mano sobre el pecho. <>

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La libido contribuye a la necesidad humana fundamental de tener relaciones sexuales. Incluso sin una relación íntima, con la suficiente estimulación, es posible tener sexo.

Amor y sexo... Aunque suelen estar unidos, no necesariamente tienen que ir de la mano.

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Noah se sentía agotado. La noche anterior había tenido sexo hasta el cansancio, todo porque en cada embestida recordaba a Gael, lo que lo había estresado profundamente.

—Realmente no debí haber exagerado anoche... —murmuró mientras lanzaba las llaves de su departamento sobre la mesa y se dejaba caer en la cama—. Bueno, es momento de descansar. Con un poco de suerte, no me llamarán para ningún caso, así que...

Abrazó una almohada y, justo cuando sentía que su cuerpo se relajaba, el sonido del timbre lo hizo abrir los ojos de golpe, molesto.

—Maldición... Las personas necesitan dormir... Seguro es otro repartidor de pizza perdido —empezó a gritar—. ¡No he ordenado ninguna pizza, así que ve a molestar a alguien más, por favor! —Sin embargo, el timbre continuó sonando, una y otra vez, obligando a Noah a levantarse irritado—. ¿Cuál es tu problema? —refunfuñó mientras se dirigía hacia la puerta—. ¿Estás empeñado en darme tu estúpida pizza? ¡A la porra mi siesta! Juro que si descubro quién...

Las palabras murieron en su boca al abrir la puerta y encontrarse cara a cara con Gael, quien, como de costumbre, sonreía.

—¡Hola! Buenos días, doctor. Espero que no sea demasiado temprano para molestarte.

—¿Gael? ¿Pero cómo llegaste aquí? ¿Y por qué estás aquí? ¿No te sientes bien?

—¿De qué hablas? —Gael pasó a su lado, entrando al departamento—. Me estoy mudando, obviamente. Aceptaste mi apuesta, ¿recuerdas? Si voy a hacer que me ames, entonces tengo que estar lo más cerca posible de ti. Eso significa en todo momento.

—Espera un momento, incluso si ambos somos hombres, eso no significa que puedas hacer esto, Gael —dijo Noah, cerrando la puerta y observando cómo Gael colocaba su maleta en el piso—. ¿Cómo puedes confiar en mí? ¿Y qué hay de tus tíos y tu hermana?

—Oh, no te preocupes por eso. Ya tengo su permiso. Mi tía también te conoció antes.

—¡Por amor a Cristo! ¡Si nos acabamos de conocer! ¿No están confiando en mí demasiado rápido?

—Mi tía dijo que estaba bien, ya que eres doctor. Si lo prefieres, puedo alquilar mi propia habitación aquí. Además, tu apartamento está muy cerca del hospital; probablemente pueda caminar hasta allá si lo necesito. Y estar en el centro de la ciudad significa que tendré que caminar poco.

—Espera un momento, ¿cómo supiste dónde vivía?

—Ah, te oí decírselo al taxista después de dejarme en casa.

—Dios mío... Acepté la apuesta, es cierto, pero eso no fue una invitación para que vinieras a vivir conmigo. Tú no estás en condiciones de salud normales, Gael. No tengo tiempo para cuidarte todo el día. ¿Qué pasa si tu estado empeora cuando no estoy aquí? No puedo simplemente sentarme aquí y cuidarte las 24/7 —al ver que Gael jugaba con un adorno, Noah alzó la voz—. ¡¿Me estás escuchando?! ¡Esto es serio, Gael!

—No tienes que preocuparte por eso. Soy un adulto, sé cómo cuidar de mí mismo. No necesito que alguien me cuide las 24/7 como piensas. Y además —Gael sacó un pequeño aparato de su chaqueta—, tengo esto.

Gael presionó un botón en el aparato. Noah lo miró confundido. Gael miró su reloj y comenzó a contar. Cuando llegó a tres, la puerta se abrió de golpe.

—¡Gael! ¿Estás bien? ¿Qué pasó? ¿Acaso el doctor no vive aquí?

—¿Ves? Nada de qué preocuparse —respondió Gael con una sonrisa.

Noah observó a Esther, quien estaba claramente agitada, notándose que había corrido lo más rápido que sus pies le permitieron.

—Espera —comenzó a decir Esther, fulminando a su hermano con la mirada—. ¡Estás bien! Entonces, ¿por qué sonó la alarma?

—Lo siento, fue un accidente —respondió Gael encogiéndose de hombros—. Pero te tardaste dos segundos más, Esther. Ya se fue por la borda tu récord. ¿Estabas persiguiendo a algún hombre, verdad?

—En serio, hermanito, no más bromas. ¡Casi me da un infarto!

—¿Por qué te quejas tanto? ¡Eres mi hermana mayor! ¡Este es tu deber!

—Bueno, eso es verdad... Pero me asusté.

—Ya comprobaste que todo está bien, ahora puedes irte a casa...

—Acabo de llegar. Por lo menos dame un vaso de agua y déjame respirar.

—No. Y, además, ¿por qué no tocaste la puerta antes de entrar?

Noah observaba a ambos hermanos discutir, suspirando, sin saber cómo había terminado metido en aquella situación. Finalmente, Esther se marchó, y Gael volvió a mirarlo.

—Y ahí lo tienes. Esto —le mostró un pequeño aparato que colgaba de una cadena, diseñado para usarse como collar. En el centro, tenía una pequeña forma de corazón rojo—. Se llama "llamada de emergencia". Al presionar el botón, envía una alarma. —Gael se lo colocó en la mano a Noah—. Y este es para ti, doctor. Si la alarma suena durante demasiado tiempo, está programado para mandar inmediatamente una ambulancia al lugar donde esté, ya que tiene un GPS incluido.

—Esto no es gracioso, Gael... Todo esto solo por una tonta apuesta...

—¿Quién dice que estoy bromeando? —respondió Gael con un tono serio, lo que hizo que Noah lo mirara con atención—. Confío plenamente en mí. Sé que seré capaz de encontrar los fragmentos de amor que aún quedan en tu interior, querido doctor. Los encontraré, sin importar cuán profundamente estén enterrados. Y todavía sigo decidido a hacerte mi cardio-cirujano.

Noah se rió, y una mirada y una sonrisa pícara se dibujaron en su rostro.

—Bueno, si estás tan seguro... Permíteme repetírtelo: si eres serio en querer ganar este juego... Me aseguraré de que juegues con mis reglas. —Se acercó a Gael, colocó una mano en sus caderas y con la otra sujetó su mano—. Entonces, no perdamos más tiempo conversando. Deberíamos empezar... Veamos si tu corazón es capaz de soportar esto...

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