La Alianza Inesperada

El viento soplaba con fuerza a través de las copas de los árboles, llevando consigo el murmullo de hojas y el susurro de una tierra que respiraba magia. Kaito y Hana, aún asimilando la realidad de su situación, seguían al misterioso lobo de la tempestad a través del Bosque Susurrante, donde cada sombra parecía moverse y cada rama parecía señalar el camino.

El lobo se detuvo y, con una mirada serena, se giró hacia ellos. "Los Fragmentos del Orbe son la esencia de Sylvarant," comenzó a explicar. "Están dispersos por todo el reino, protegidos por pruebas que solo los verdaderos corazones pueden superar."

"¿Y cómo los reconoceremos?" inquirió Hana, su curiosidad despertada por la revelación.

"Sabrán que han encontrado un Fragmento del Orbe cuando se enfrenten a un desafío que resuene con su propio espíritu," respondió el lobo. "Y cuando lo superen, el fragmento se revelará a ustedes, como si siempre hubiera sido suyo."

“¿Cómo vamos a encontrar esos fragmentos?” preguntó Kaito, su voz apenas audible sobre el viento.

Hana, con la mirada fija en el horizonte, respondió: “Confía en mí, encontraremos una manera. Siempre lo hago.”

No pasó mucho tiempo antes de que Kaito y Hana se encontraran con su primera prueba en su viaje. Una criatura imponente y majestuosa bloqueaba su camino, una bestia de la tempestad similar al lobo, pero esta irradiaba una aura de peligro y poder inmenso. Sus ojos eran dos tormentas furiosas, y su pelaje grisáceo se agitaba con la fuerza de un huracán.

“Es uno de los guardianes del bosque,” explicó el lobo con un tono de respeto reverente. “Para pasar, deben demostrar su valía y coraje”.

Kaito y Hana se miraron con determinación, entendiendo que no había vuelta atrás. Hana asintió con firmeza, y con una determinación que sorprendió incluso a Kaito, se adelantó para enfrentar al guardián.

“Somos los elegidos de la profecía,” declaró Hana con voz firme y clara. “Permítenos pasar y te prometemos proteger Sylvarant con todo lo que tenemos, con cada aliento y cada latido de nuestros corazones.”

La bestia gruñó, un sonido que resonó a través del bosque como el eco de un trueno lejano, y luego, para su sorpresa, se hizo a un lado con un movimiento grácil que contrastaba con su tamaño imponente. El lobo les guiñó un ojo, mostrando una chispa de orgullo en su mirada, como si estuviera orgulloso de su valentía y la verdad en sus palabras.

Continuaron su viaje, y con cada paso, el vínculo entre ellos crecía. Compartían historias de sus vidas, descubriendo que, a pesar de sus diferencias, tenían mucho en común. Kaito habló de su amor por los videojuegos y cómo siempre soñó con vivir una aventura real. Hana compartió su fascinación por los mitos y cómo siempre sintió que había algo más esperándola.

Hana sintió un vacío en su estómago. "Tengo hambre," admitió, mirando a su alrededor en busca de algo comestible.

El lobo, captando su necesidad, los guió a un claro donde crecían árboles cargados de frutas de colores vibrantes y formas inusuales. "Estas son Frutillas Estelares," explicó el lobo. "Son seguras para comer y os darán la energía que necesitáis para vuestra travesía."

Las frutas brillaban con un resplandor interno, como si contuvieran la luz de las estrellas mismas. Al morderlas, Kaito y Hana sintieron una oleada de vigor y claridad mental.

Hana le preguntó al lobo, su curiosidad brillando en sus ojos. "Tienes un nombre, ¿verdad? Alguien tan sabio y poderoso como tú debe tener uno," preguntó con gentileza.

El lobo los miró, sus ojos destellando con una inteligencia casi humana. "Sí, tengo un nombre," respondió con una voz que parecía llevar el peso de los siglos. "Pueden llamarme Hope, y fui elegido para ser el mensajero de los salvadores, aquellos que traerán equilibrio a Sylvarant."

Kaito observó la escena, impresionado por la solemnidad del momento. "Hope," repitió, probando el nombre en su lengua. "Es un nombre que inspira."

Mientras acampaban, una luz suave los envolvió. Era una Lumiflor, una flor luminiscente que se acercó volando lentamente a ellos, sus pétalos brillando con un resplandor cálido y acogedor.

“Es un regalo,” dijo Hope. “Las Lumiflores solo se acercan a aquellos Con corazones puros.”

Kaito extendió su mano, y la flor se posó en su palma, su luz iluminando su rostro con una sonrisa de asombro. Hana observaba, y por un momento, la máscara de la chica popular se desvaneció, revelando a alguien que, al igual que Kaito, buscaba su lugar en el mundo.

La noche pasó con historias y risas, y cuando el alba llegó, Kaito y Hana se levantaron, sabiendo que su viaje apenas comenzaba. Con el sabio mensajero Hope a su lado y la lumiflor en su mochila, se adentraron en lo desconocido, listos para enfrentar lo que Sylvarant les tenía preparado.

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