Desperté con los ojos algo irritados por la luz del sol al amanecer. Consideraba seriamente la idea de poner cortinas, pero disfrutaba demasiado de la vista de la ciudad. Al mirar el reloj, eran las ocho y cinco; suspiré y, resignado, me levanté de la cama para dirigirme al baño y lavarme.
Tras una ducha reconfortante, fui al vestidor en busca de unos jeans y una camiseta con el logo de un equipo de fútbol americano para mi cita con el dentista. Los deportes no eran lo mío, no porque se me dieran mal, sino porque no lograban captar completamente mi atención.
Preparé unos waffles con miel y tomé un chocolate caliente. Más tarde llamaría a la ama de llaves para que recogiera todo.
Lo único que quedaba era coger las llaves del coche e ir al dentista antes de dirigirme a la oficina.
POV SANRINA:
—Sabrina, ¿puedes moverte rápido y ayudarme con Octavio? Estoy a punto de retrasarme.
—Claro, Luján.
—Ya voy —Aún me faltaba ponerme el zapato café.
Salí de mi habitación en busca de Octavio, que gateaba en busca de su peluche. Al verlo, lo levanté del tapete con ternura y lo acerqué a mi pecho, arrullándolo.
Mientras tanto, Luján, apurada, salió del baño con el cabello rubio recogido, un maquillaje impecable de sombras oscuras y un conjunto de color vino con zapatillas negras. Estaba hermosa, aunque quería confirmarlo con mis palabras.
—¿Qué te parece mi aspecto? —Modeló un poco exageradamente junto al marco de la puerta, lo cual me hizo sonreír.
—Estás preciosa, amiga —me acerqué a ella, lista para hacer la solicitud habitual que ya conocía, pero me adelanté—. Esta vez yo llevaré a Octavio a la guardería, para que no llegues tarde a tu entrevista.
—Eres increíble. Voy por mi bolso y me voy —Besió la frente de Octavio y se adentró en la sala para recoger su bolso—. Los amo —nos despidió con un gesto de la mano.
Preparé la pañalera con todo lo necesario para cuidar al pequeño rubio, que estaba absorto con sus pies. Luego, cogí mi celular y pedí un taxi que nos esperaría abajo del edificio.
Al llegar a la guardería, dejé a Octavio al cuidado de Chana, la encargada de los niños de un año. Chana, una mujer de unos 50 años, era una persona agradable en la que Luján y yo confiábamos para cuidar a Octavio.
—Portate bien, cariño. Nos vemos en unas horas —Dejé a Octavio en brazos de Chana.
—Estará bien, dile adiós a tu tía —Chana tomó la pequeña mano del bebé y la movió de un lado a otro en señal de despedida.
Luego tomé otro taxi para dirigirme a la oficina donde había aceptado una oferta laboral.
Después de graduarme de la universidad y obtener mi certificado, recibí varias ofertas laborales y finalmente acepté esta, que ofrecía un buen salario.
Estaba bastante nerviosa, ya que era mi primera entrevista de trabajo y faltaban veinte minutos para llegar puntual. Decidí ir a una cafetería cercana donde trabajaba mi novio, Thiago.
Thiago era alto, de cabello negro y piel ligeramente bronceada; tenía un aspecto que lo calificaba como modelo de Calvin Klein, lo que lo hacía irresistible. A pesar de haber completado la universidad, su deseo era unirse al ejército, y actualmente solo tenía un trabajo temporal en la ciudad. A veces ayudaba a su padre con su negocio, pero como mencioné, era solo temporario. Tenía fama de mujeriego, sin embargo, acepté estar con él. Llevábamos dos meses juntos, pero nuestra relación era superficial; él sabía muy poco sobre mí y mi historia.
Al entrar al acogedor establecimiento donde había tenido mi primera cita con un chico a los dieciséis años, Thiago posó sus ojos color avellana en mí, acercándose en pocos pasos.
—Sabrina, luces preciosa. ¿Cómo estás? —Su sonrisa tenía un efecto derretidor en cualquiera.
—Estoy bien, estoy aquí para mi primera entrevista de trabajo —dije, sentándome donde él me indicó.
—¿Aquí? —se mostró confundido.
—No, claro que no —reí suavemente—. Es en un edificio a unas cuadras de aquí. ¿Y tú, cómo estás?
—Bueno, respecto a eso, mañana quisiera invitarte a tomar algo —estaba nervioso—. Estoy bien, solo que... —su rostro se tornó un poco triste por un instante, pero rápidamente recuperó la compostura—. Es una gran noticia —concluyó felizmente.
—Me parece genial —hubo una incómoda pausa en la conversación.
—Bueno, ¿qué te gustaría pedir?
—Me gustaría un cupcake y un capuchino, por favor.
—En seguida se lo traigo, señorita —me guiñó un ojo con esa sonrisa encantadora que atraía a tantas clientas.
El pedido llegó rápidamente, y al estar realmente hambrienta, disfruté mucho de la deliciosa comida. Me despedí de él y me dirigí directamente al edificio.
Al adentrarme en esa imponente construcción, me sentí pequeña y maravillada por su elegancia. El lugar estaba decorado principalmente en blanco con algunos detalles grises, y los recepcionistas llevaban conjuntos azul marino. Me acerqué a una recepcionista morena, delgada y con una agradable sonrisa.
—Buenos días, disculpe, vengo para una entrevista de trabajo, soy Sabrina Scott.
—Buenos días, señorita Scott, permítame un momento —comenzó a teclear en su computadora y luego llamó a alguien—. Enseguida —me miró y presté atención—. La señorita Scott, el señor Brackwell la espera en su oficina, piso veintitrés, quinta puerta a la derecha.
—Muchas gracias —agradecí y seguí las indicaciones.
Mientras subía en el ascensor, repasé mentalmente lo que planeaba responder, aunque sabía que era espontánea y probablemente improvisaría en el momento. Cuando las puertas se abrieron, me dirigí hacia la derecha, ubicando la puerta de mi nuevo jefe, o al menos eso esperaba.
Tomé aire y toqué la puerta, escuchando una voz sexy que decía: "Pase".
—Señor Blackwel, buen día —Oh carajo, sentía como si fuera a tropezar en cualquier momento; él era increíblemente atractivo.
𝘌𝘴𝘵á𝘴 𝘦𝘹𝘢𝘨𝘦𝘳𝘢𝘯𝘥𝘰.
¿𝘕𝘰 𝘭𝘰 𝘩𝘢𝘴 𝘷𝘪𝘴𝘵𝘰?
𝘚í, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘮𝘢𝘯𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘰𝘴𝘵𝘶𝘳𝘢 𝘯𝘦𝘶𝘵𝘳𝘢𝘭, 𝘵𝘳𝘢𝘯𝘲𝘶𝘪𝘭𝘢.
𝘈𝘮𝘢𝘳𝘨𝘢𝘥𝘢.
—Señorita Scott —Lo encontré sentado en su escritorio, ocupado con su computadora— ¿Desea tomar asiento?
Me sentí avergonzada al darme cuenta de que había estado contemplando su rostro y sus ojos... A pesar de todo, ¿quién se creía para hablarme de esa manera?
—Con su permiso —respondí, aumentando mi confianza, no demasiado, pero lo suficiente.
—He revisado su historial y me parece muy favorable —sus ojos se clavaron en los míos, incomodándome un poco, aunque entendía y manejaba bastante bien este tipo de juego—. Por lo tanto, no veo la necesidad de hacer más preguntas, puede retirarse.
—¿Qué quiere decir con eso? —Este tipo estaba bromeando.
—Simplemente que puede retirarse.
—¿Entonces estoy contratada? —inquirí con ansiedad, aunque mantuve la compostura y continué de manera más tranquila— ¿Puede decirme cuándo me llamará? —Sonó un poco insinuante, lo cual pareció divertirle.
—¿Qué tal si prefiero sorprenderla? —Dijo, hipnotizándome con su perfil perfecto, aunque su actitud resultaba un tanto descortés, sobre todo al plantear el juego que desencadené sin intención de coquetear o algo por el estilo— Como mencioné, puede retirarse.
—Gracias, que tenga una buena tarde —Tomé mi bolso y salí de la habitación con gracia, mi vestido ondeaba elegantemente al igual que mis piernas, sin cometer errores. Una parte de mí se sentía triunfante, aunque desconocía la razón exacta, quizás porque no me caí, pero aún no estaba segura de si había sido contratada.
Después de esa extraña conversación, regresé a casa para prepararme para la tarde; tenía planeado ir a jugar paintball. Como aún faltaba mucho tiempo para recoger a Octavio de la guardería, decidí limpiar un poco y preparar el almuerzo.
La habitación de Luján estaba hecha un desastre, pobre Octavio.
A pesar de todo, Luján era una buena madre.
Antes de graduarnos, ella ya salía con un chico tres años mayor que ella, que además practicaba boxeo. En una fiesta a la que fuimos invitadas, ocurrió algo inesperado: la hora de las bebidas se alargó, la música retumbaba y las drogas circulaban.
J un hombre (cuyo nombre detestaba tanto que ni siquiera quería recordarlo) llevaba un tiempo insinuando que deseaba tener relaciones con Lujan, pero ella se resistía o, mejor dicho, trataba de decirle que aún no estaba lista, ya que era virgen. Sin embargo, empezó a consumir alcohol.
Yo le insistía en que debíamos irnos, pero bajo los efectos del alcohol, ella me dijo que se quedaría con ese hombre y que la esperara en casa. Me quedé, y pasamos allí toda la noche sin encontrarla, hasta que el desgraciado salió de una habitación con una sonrisa victoriosa.
—Ten, preciosa —me entregó un pequeño paquete plateado aún cerrado. Al ver mi sorpresa, continuó—. No fue necesario —me guiñó un ojo.
Corrí hacia donde él había salido y me encontré con Lujan, con el rimel corrido y cubierta con una sábana blanca. ¡Maldición!
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Comments
badboys
Jaja En serio la señorita scott vaya escena sentada ahí realmente Fue increíble y me encanto leer tu capítulo y más me gustó saber quién es Sabrina🤔🤔🤔🤔🤔🤔🤔 autor Espero tu próximo capítulo/Smirk//Smirk//Smirk//Smirk//Smirk/
2024-08-10
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