CAPÍTULO 2 Un magnífico baile

CAPÍTULO 2

Un magnífico baile

Una maravillosa mañana se anunció que el rey Fabio estaba enviando invitaciones a jóvenes casaderas y caballeros de la corte invitándolos a un baile en su honor. Rápidamente, todos los caballeros y jovencitas, emocionados, buscaban sus mejores ropas y trajes para ir a tan majestuoso evento, por lo que las familias invitadas estaban emocionadas y se podía sentir en el aire un cambio.

Fabio terminaba de cerrar algunos tratados que su padre había dejado pendientes y analizaba sutilmente a quienes lo rodeaban, examinándolos y escudriñando con la mirada si eran cogobernantes sensatos y necesarios o si, por el contrario, solo buscaban hacer notar el apellido de sus familias. De pronto escuchó dentro de su mente una voz que comenzó a decirle quienes eran aliados y quienes eran hipócritas, pero un poco alarmado Fabio creyó que su cerebro estaba un poco abarrotado y dio por terminada aquella reunión, procediendo a ir a su camarote para despojar un poco la mente y refrescar su cuerpo.

En medio del baño, mientras Fabio mantenía los ojos cerrados, las velas que alumbraban la habitación se apagaron y una sombra comenzó a caminar por el lugar, hablándole de lo interesante que era el pasado, lo común que era el presente y lo inexplicable que era el futuro. Fabio solo la ignoraba como si no existiera, pero aquella sombra no se rendía y continuaba indicando estrategias muy interesantes para cerrar algunos tratos, todo esto mantenía a Fabio un poco inquieto hasta que decidió preguntarle:

—¿Quién demonios eres?

Y la sombra solo desapareció y las velas se prendieron de inmediato como si eso nunca hubiera sucedido. Fabio sacudía su cabeza en negación y pensó que tantos años en la guerra y las fronteras le habían pasado factura en el cerebro y tenía un fallo mental.

Sin embargo, Fabio siguió como si nada pasara, salió de las aguas y fue hasta donde unas criadas arreglaban su traje. Estas últimas, al ver al rey en todo su esplendor, no pudieron evitar sonrojarse, pues el rey estaba bien dotado y cualquier mujer gozaría una y muchas noches entre sus fornidos brazos.

«¡Él tiene todo lo que una mujer necesita!».

***

El baile comenzaba y sus invitados comenzaban a llenar el lugar, algunas lobas jóvenes venían a cantar y bailar para mostrar su gracia al nuevo rey y los miembros cogobernantes o la mayoría estaban como hipnotizados, pero el rey estaba pensando en otras cosas. Realmente no le estaba prestando atención al baile y, por ello, prefirió mantener conversaciones con algunos ricos comerciantes para convencerlos de enviar sus barcos a otros reinos que, a pesar de ser lejanos, siempre mantenían una buena relación con ellos y por eso no solo podrían ganar nuevos y confiables compradores, sino que ellos mismos podrían obtener nuevas mercancías y cosas por el estilo para traer y comercializar en Tox. En realidad, la propuesta era tentadora, pero algunos viejos comerciantes dudaban de la calidad de un producto extranjero al no conocerlo del todo.

Las jovencitas trataban de impresionar al rey, pero este lastimosamente no las miraba como ellas querían, sin embargo, indicó que el baile lo abriera una pareja al azar y, de este modo, los jóvenes caballeros invitaban a las doncellas a bailar. Algunas aceptaban y sonreían, otras simplemente rechazaban la oferta por querer de este modo impresionar al rey, pero Fabio no tenía ni la más mínima pizca de ganas de bailar y, menos, de cortejar señoritas que él mismo sabía que medio reino ya las había probado. Aun así, siguiendo los protocolos y formalidades, comenzó a saludar a algunas familias invitadas notando la presencia de uno de sus superiores del ejército, el conde Dorrien, quien estaba acompañado por su esposa y su hijastra, pues sus hijos, los gemelos Jack y Ted, estaban de visita en reinos cercanos en busca de su hermana Nix, la única mujer general del reino quien prestaba servicio en aquel lejano reino de Maya al ejército de la reina. De ella se decía que su golpe era fuerte y rápido, su belleza solo la reina y su familia la conocía, su forma explícita y dantesca de torturar era retorcida y su presencia era algo que todo el mundo podía notar por ser una poderosa mujer que luchaba entre hombres con la fiereza de un animal salvaje.

Fabio no dudó un segundo en comenzar a entablar conversación con el conde Dorrien, la cual se transformó en una charla divertida y amena, lo que llamo la atención de la esposa y la hijastra, quienes estaban sorprendidas por como el rey hablaba con Dorrien como si nada, pues el conde nunca les había comentado que conocía al príncipe Fabio, actual rey, y esto las llenaba de altas expectativas sobre un posible futuro matrimonio.

«¡Soñar con la grandeza nunca fue tan fácil!».

Dorrien y Fabio caminaban e intercambiaban palabras con otras familias y eso fue durante todo el baile, convirtiéndose Dorrien en el espantadoncellas de Fabio, lo cual al conde le hacía mucha gracia, pues le recordaba un poco a sus hijos gemelos negándose profundamente al matrimonio. Una vez concluido el baile, los invitados se fueron marchando, las lobas regresaron a su casa y el rey retornó directo al palacio pensando en lo molesto que esto le parecía cuando nuevamente escuchó esa voz misteriosa en su mente, burlándose e indicando que el conde sería un fuerte aliado en el futuro, pero su esposa no lo era. En algo tenía la razón su subconsciente diciéndole que el conde era sincero y más que un buen amigo, era un gran aliado, pero la voz no lo decía en el sentido de apoyo, la voz mantenía su propio plan.

Fabio estaba agotado y una vez tocó la cama, quedó inconsciente a causa del cansancio. De inmediato, la sombra volvió a aparecer y abriendo la boca de Fabio se adentró en su cuerpo, por lo que ahora era una realidad. El rey Cipriano VI había tomado el control de una parte del cuerpo de Fabio, pero iría colándose cada vez más en su interior hasta que ya no quedará bondad en el alma de aquel rey. Así, los cuervos se posaron en cada esquina del castillo, lo cual al amanecer fue una sorpresa para muchos, es decir, todos los que querían creer que nada cambiaría y todo seguiría igual, como hasta los momentos sucedía, por ello, todos estaban atentos a los movimientos del rey, pensando y analizando por qué se veía tan revitalizado. Y aunque esto pudiera no ser un problema, realmente era el primer factor que se mostró en antiguos reyes antes de caer en la locura y provocar guerras innecesarias que trajeron consigo enfermedades, muerte, tragedia y desolación, de manera que el consejo de ancianos estaba mucho más atento a todo lo que el rey hacía, todo lo que dijera y de la forma en que se comportaba. Todo ello estaba siendo analizado detallada y permanentemente.

Pronto esto llegó a oídos del sumo pontífice, quien de inmediato fue hasta el castillo con la intención de mantener una sana conversación con el nuevo rey y, de este modo, determinar si realmente se arrastraba desde reinados anteriores una maldición, sobre todo, sobre aquel que iba llegando a gobernar o sí solamente eran habladurías de la gente para crear un ambiente de intrigas y chismes prejuiciosos y desestabilizadores para el reino y la ciudadanía en general.

Una vez dentro del castillo, el rey Fabio lo recibió cálidamente ofreciéndole los mejores platillos y las mejores bebidas que tenían en el mismo, por lo que —después de almorzar y compartir una agradable sobremesa— ambos comenzaron a mantener una conversación más que todo espiritual en la que el sumo pontífice le preguntó a Fabio cómo se sentía internamente, a lo cual, este le contestó que internamente todavía se sentía en shock por la repentina muerte de su padre, ya que sabía, que siendo el heredero, él ascendería al trono, pero muchos años más tarde. Esto al sumo Pontífice, obviamente no le parecía extraño. De modo que seguidamente le preguntó si «había escuchado a alguien que le hablara» de repente o si había visto o percibido la sombra de una persona o algo por el estilo, a lo cual el rey simplemente le respondió que nada de eso había sucedido.

Luego Fabio dirigiéndose al sumo pontífice directamente le pidió una sana explicación sobre la razón que tenía para formularle ese tipo de preguntas.

—¿En realidad cree en las locuras y barbaridades que algunos chismosos y alborotadores dicen sobre el reino? Porque de ser así, permítame decirle, que está mal la forma en la que está pensando, ya que la economía y la gracia de un pueblo es el reflejo del tipo de gobernante que tiene. Si tienes un gobernante mediocre, no puedes aspirar que la economía sea fructífera y si tienes un gobernante sabio y justo, gobernarás de la mano de Dios en todo momento.

El sumo pontífice estaba de acuerdo con aquello que le estaba diciendo Fabio y por ello le contestó que la gracia de Dios es para aquellos que saben ganársela, la abundancia es para aquellos que trabajan por ella y la mediocridad es justamente para los mediocres que no puedan mirar más allá de sus narices. Por lo tanto, también estaba de acuerdo con Fabio, llegando así a la conclusión de que el nuevo rey estaba en todos sus sentidos perfectamente, por lo que podía descartarse cualquier habladuría relacionada con algún maleficio antiguo que tuviera repercusión en su presente.

«¡El diablo antes de ser diablo fue un ángel!».

Una vez que se marchó el sumo pontífice, Fabio sonrió de medio lado y dejó escapar un suspiro que valía más que mil palabras, tal parecía ser que Fabio estaba aprendiendo a engañar a sus subordinados sin siquiera haberse esforzado en hacerlo y esto únicamente podía deberse al alma de Cipriano VI que empezaba a trabajar dentro de la mente del nuevo rey.

Pronto comenzaron a entrar solicitudes del ejército, que requerían urgencia, pues se necesitaban fondos para financiar el puente que conectaría las costas gregorianas para movilizar el comercio y fortalecer la alianza entre ambas partes; pero Fabio sin dignarse a mirar esos documentos solo dijo que procedieran de inmediato a entregar todo lo que fuera referido al ejército y sus componentes.

Sin embargo, algunos ancianos del consejo no estaban de acuerdo, pues si sé financiaban los proyectos del ejército, sería a costa del desamparo de otros emprendimientos iniciados por varios de sus hijos, por lo que el flujo constante del dinero existente tendría una disminución importante en sus respectivas familias y esto era algo que ninguno de ellos quería aceptar.

No obstante, Fabio, destilando poder y fuerza, levantó las manos, las colocó en la mesa y con una mirada asesina dijo: «Aquí el que manda soy yo y mis órdenes están hechas para cumplirse».

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