Habían pasado quince años desde aquel fatídico día. Lana, ahora con la madurez de sus 32 años, se dirigía con pasos decididos hacia la boda de su única y más querida amiga, Jane. Sin embargo, el tiempo no había curado todas las heridas, y Lana llevaba consigo las cicatrices invisibles del incidente que cambió su vida para siempre.
Después de aquel evento traumático, Lana nunca volvió a ser la misma. Aunque sus excentricidades persistían, las guardaba solo para los ojos de los más íntimos. El peso de las miradas compasivas de los demás la perturbaba, y prefería mantener sus peculiaridades ocultas del escrutinio ajeno. Desde entonces, Lana sentía que una parte de sí misma había quedado atrás en ese laberinto de acontecimientos.
— ¡Felicidades, mi querida amiga! — Lana felicitó calurosamente a Jane al término de la ceremonia.
— ¡Gracias! ¿Y cuándo será tu turno? ¡No puedo esperar para participar en tu boda! — Jane respondió, con su rostro iluminado por una sonrisa radiante.
— Sobre eso... no tengo planes de casarme... hay cosas que necesito... — comenzó a decir Lana, pero fue interrumpida por alguien llamando a Jane desde el otro lado del salón. El vals de los recién casados estaba a punto de comenzar.
— ¡Continuaremos esta conversación más tarde! ¡Te quiero, amiga! — Jane se despidió rápidamente, dirigiéndose al salón para bailar con su recién esposo.
"¡Cómo irradia felicidad! Su alegría es contagiosa. Pero yo, ¿cuándo encontraré a mi alma gemela?" — Lana pensó, observando a su amiga bailar con alegría.
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Três años habían pasado desde la boda de Jane, y ahora ella disfrutaba de la alegría de ser madre de una adorable hija de un año.
Mientras tanto, Lana se encontraba cada vez más sola, dándose cuenta de cómo los caminos de sus vidas habían divergido drásticamente. Aunque Jane hacía todo lo posible por incluirla en muchos de sus planes, Lana no podía escapar de la sensación de desconexión que había entre ellas. Sus energías parecían vibrar en frecuencias totalmente distintas ahora.
Lana, ahora una respetada profesora de educación primaria, invirtió su corazón y alma en la creación de libros para niños. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, ninguno de sus libros alcanzó el éxito esperado. Con el tiempo, se fue distanciando gradualmente del seguimiento de las ventas y críticas, desilusionada con los resultados.
Su sueño de inspirar el amor por la lectura en los jóvenes parecía desvanecerse ante la implacable realidad. La mayoría de los alumnos preferían pasar su tiempo inmersos en series y juegos en lugar de entregarse al placer de la lectura. Esta desilusión minó su entusiasmo por la enseñanza, convirtiéndola en una profesora desmotivada y desilusionada, cuyas clases perdieron el brillo y la vitalidad que alguna vez tuvieron.
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Después de un agotador día en la escuela, Lana estaba de camino a casa cuando su teléfono sonó, interrumpiendo sus cansados pensamientos. Era su editor al otro lado de la línea, su voz rebosante de emoción.
— ¡Lana, no vas a creer lo que acabo de descubrir! ¡Prepárate para sorprenderte por completo! — exclamó él, su entusiasmo saltando a través del teléfono.
— ¿Qué? ¿Qué es? — preguntó Lana, sintiendo instantáneamente cómo la fatiga se disipaba, reemplazada por una creciente expectativa.
— ¡Tu libro ha recibido una crítica increíble de Carmen Lúcia, esa famosa escritora, y las ventas están disparando! Si continúa así, será un best-seller pronto. ¿Qué te parece celebrar mañana con una copa de champán? Hoy estoy de locos aquí, necesito finalizar las nuevas ediciones.
La noticia dejó a Lana atónita. Finalmente, después de tanto esfuerzo, las cosas estaban comenzando a salir bien. Era el comienzo de una nueva etapa en su vida, llena de promesas y emocionantes posibilidades.
— ¡Claro! ¡Gracias por la excelente noticia, era exactamente lo que necesitaba! ¡Hasta mañana! — Lana se despidió con entusiasmo de su editor, sintiendo un peso disiparse de sus hombros. Agarró su bolso con entusiasmo y lo abrazó con fuerza, dando saltos de alegría.
Mientras caminaba hacia casa, Lana fue inundada por una oleada de gratitud y nostalgia. Recordando un vino especial que había recibido en su primer año como profesora titular en la escuela, decidió que era el momento perfecto para disfrutarlo.
"Mañana celebraré con Antoni, ¡hoy celebraré a mi manera, sola!" — murmuró para sí misma, sintiendo una ola de determinación.
De vuelta en la escuela, Lana cogió el vino que guardaba con cariño en su sala. Entró en su coche y se dirigió al parque más cercano. Era un lugar especial para ella, donde podía perderse en la inmensidad de la naturaleza y reconectarse consigo misma.
Al llegar, encontró un lugar tranquilo y cómodo. Se sentó, abrió la botella de vino y contempló la belleza a su alrededor. El suave sonido de las hojas al viento, el fresco perfume de los árboles y la paz que impregnaba el aire la envolvieron, transportándola a un mundo de tranquilidad y serenidad que tanto amaba. En ese momento, Lana estaba exactamente donde quería estar, celebrando sus logros de una manera verdaderamente significativa.
"Qué paisaje tan deslumbrante", pensó para sí misma mientras disfrutaba de la vista, llevando la copa de vino a los labios para saborear otro trago.
"Qué lástima que Jane esté ausente... echo de menos nuestras conversaciones sobre libros... pero últimamente parece tan ocupada..." De repente, una ola de melancolía la envolvió, haciendo que Lana se perdiera en pensamientos sobre su amiga y los momentos compartidos que ahora parecían tan distantes.
"¡Detente, Lana!", se reprendió a sí misma, su voz resonando suavemente en la quietud del parque. "Eres una mujer adulta ahora, tu vida finalmente está siguiendo el camino que siempre imaginaste. Tu amiga está feliz con su familia, y pronto el mundo entero reconocerá tu talento y pasión por las historias. Encontrarás personas que compartan este amor por la narrativa tanto como tú, y podrás dejar la escuela, cumpliendo tus sueños."
Dándose pequeñas palmaditas en las mejillas, Lana intentó alejar los sombríos pensamientos que amenazaban envolverla. Pero, inmersa en devaneos sobre su próximo libro, no se dio cuenta de que el sol ya había desaparecido por completo y de que la mitad de la botella de vino estaba vacía.
Cuando finalmente intentó levantarse, sus piernas vacilaron, y sintió el peso de la embriaguez abatirse sobre ella, como un manto pesado e indeseado.
"¡Vaya, exageré un poco, y ni siquiera estoy en casa!", pensó, soltando una risa divertida.
"Tendré que ir a pie, ¡qué suerte que mi casa está a solo dos cuadras de aquí!"
Caminando por la acera, Lana se balanceaba de un lado a otro, demasiado consciente de su embriaguez como para considerar conducir. Era la primera vez que se permitía beber tanto, pero la ocasión merecía una celebración a la altura. Aunque estuviera sola, ella sabía cómo divertirse en su propio mundo.
"Si pudiera empezar de nuevo, haría todo exactamente igual. Disfrutaría cada momento con la misma intensidad de antes, ¡pero esta vez no me preocuparía por esas miradas!", murmuró para sí misma mientras tropezaba con sus propios pies.
— ¿Quién me empujó? — Lana se volteó bruscamente, reclamando al vacío que la rodeaba. Tan ebria estaba que llegó a imaginar que alguien la había tocado.
— ¡Hm! ¡Eres rápido, desapareciste entre las sombras... yo sé karate! — balbuceó, adoptando una postura torpe de lucha, como si estuviera a punto de ejecutar un golpe poderoso, mientras continuaba parloteando con el aire a su alrededor.
— Vayamos al otro lado de la calle, ¡esta mujer está loca! — algunos jóvenes que la observaban desde lejos, viéndola hacer poses extrañas y parecer pelear con un oponente invisible, se sintieron aprensivos y decidieron evitar cualquier posible enfrentamiento con esa figura peculiar.
— Escapa... no aguanta... jajaja, ¡soy una maestra ninja! — se reía en voz alta mientras hablaba consigo misma.
"¡Mira... este es un buen tema para mi nuevo libro!" — pensó para sí misma mientras volvía a caminar de manera torpe y una vez más tropezaba con sus propios pies y caía al suelo.
— ¡Ay! — Lana gimió, sintiendo un pinchazo de dolor en su trasero al caer al suelo.
— ¡Oye, chica, sal de ahí! ¡Estás en medio de la avenida! — gritó un hombre, tratando de llamar su atención.
Pero antes de que Lana pudiera levantarse, una luz intensa cegó sus ojos, seguida de una oscuridad total que la envolvió, sumiéndola en un abismo de lo desconocido.
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