Felicidad

La habitación de Alana era increíblemente grande, además de estar ligada a una de igual tamaño, que era para Sara y los bebés, ya se encontraba amueblada con todo lo necesario para los que estarían ahí. Camas enormes para ambas mujeres y cunas hechas de la mejor calidad, juguetes, ropa, y mucho más.

—Majestad, solo me fui una noche, ¿cómo logró hacer esto en tan poco tiempo?— incrédula preguntó, pero al ser ese hombre el emperador, sabía que nada era imposible.

—Tengo gente de confianza y ellos se hicieron cargo de todo esto, envié a mensajeros para que mandaran hacer todo para tenerlo listo a tu llegada, ¿te gusta?— ilusionado preguntó.

—Me encanta, estoy realmente fascinada por todo esto, se lo agradezco de verdad— sentada en uno de los sillones, descansaba y miraba con agradecimiento a su padre.

—Estoy feliz con tu respuesta y por lo que veo. En un momento más vendrán las personas que designé como tus doncellas, además buscaré a la gente adecuada para cuidar de los seres más importantes en el palacio, mis nietos— la felicidad del emperador no se podía negar, parecía un niño con juguete nuevo, como hambriento con comida recién hecha. Su felicidad era tanta que al salir de la habitación, silbaba sin importar que lo vieran sus subordinados.

—Mi señora, veo que su majestad realmente la quiere y se preocupa por usted, no voy a indagar, solo espero que de ahora en adelante pueda ser feliz con los pequeños príncipes—

Sara solo quería la felicidad de Alana, pues a pesar de todo, la antigua no le tenía tanta confianza, ella siempre fue sincera con sus acciones y hasta ahora se ha mantenido así.

—Estoy segura que habrá momentos en los que no podré hacer las cosas yo sola, pero sabiendo que está de mi lado, no me preocuparé demasiado por ahora— sonreía, —cuidemos de estos pequeñines, para que crezcan sanos y fuertes, no hay más prioridad que ellos— volvía a cargar a su pequeña, lo hacía por ratos, para que ninguno sintiera a su madre lejos, por supuesto le parecía difícil poder satisfacer a dos bebés al mismo tiempo y brindarles el cuidado, tiempo y amor que necesitaban, pero ella haría lo mejor para que la relación con los pequeños funcionara.

Platicándole anécdotas de su vida pasada a los bebés, era como se encontraba la mujer, a Sara le dijo que eran historias fantásticas, inventadas, para que no sospeche nada. Todo era felicidad y tranquilidad, cuando alguien tocó la puerta.

—Adelante— hizo pasar a quien fuese

—Alteza, nos envió su majestad el emperador. Somos sus doncellas Agatha y Yaneth, a su servicio— hicieron una perfecta reverencia.

—Soy Alana, la princesa perdida. Sabiendo que fue mi padre quien las eligió para estar a mi servicio, debo asumir que son de su total confianza, siendo así pueden pasar y hacer lo que tengan que hacer— dijo ésta, sin saber exactamente que era lo que debían hacer las doncellas

—Además de ser doncellas, somos expertas en combate cuerpo a cuerpo, espadas y magia, fue esa la mayor razón para estar a su servicio. Nuestro deber será cuidar de su apariencia y lo que necesite cuando esté en una reunión o en cualquier lugar que se encuentre, en pocas palabras, nos encargaremos que usted se encuentre hermosa y segura, siempre— explicó Agatha, al ver a Alana tan confundida

—Ok, entiendo. Por ahora estaré encerrada en esta habitación, hasta que el emperador decida que hacer con lo de mi presentación y el cambio de nombre, por el momento necesitaré que me provean de comida, agua y cosas que aquí no tenemos, por… favor— haciendo una mueca ligera de desconcierto, pidió

Las dos chicas asintieron a lo dicho, y salieron de la habitación.

—Mi señora, debió ser más firme a la hora de ordenar y no está bien visto que usted diga por favor a la servidumbre— con risillas, explicaba Sara

—Pues dime antes de que haga el ridículo, tu estás aquí conmigo, da tu las órdenes y yo solo asentiré para que te hagan caso— dice esto y vuelve a recostarse, teniendo a los bebés a lado suyo.

—Voy a preparar un baño, para los pequeños, deben estar muy limpios para cuándo se pongan la ropa que el emperador mando traer para ellos, usted debería hacer lo mismo mi señora— enfatizó en la palabra limpios, Alana entendió lo dicho y así se hizo.

Disfrutaron un baño entre madre e hijos, a pesar de ser pequeños los bebés, a Alana no le daba miedo tratarlos como lo hacía, pues confiaba demasiado en ella.

Cuando terminaron, escogieron la ropa de todos y se dio cuenta que habían elegido ropa a juego, para que siempre estuvieran combinados.

Optaron por un vestido suelto y largo color morado para Alana, claro que a juego con los bebés, que a pesar de no ser morado, sus ropas eran color lila, lo bellos que se veían no podían ocultar la felicidad de Alana en su rostro.

—Majestad, trajimos bocadillos y té. También hay suplemento para los bebés, creemos que aparte de su leche, deben consumir otras cosas— informó una doncella

A Alana aún le parecían pequeños para comer algo más, aparte de la leche, por eso confió en el buen juicio de Sara y dejó que ella decidiera. Siendo ésta, la primera en probar los alimentos, no podía permitir que algo no estuviera en condiciones para ser ingerido o peor aún, que estuviera envenenado.

—Veo que ya desconfías igual que yo— recalcó sonriente, Alana

—Así como usted, tengo gente que quiero proteger mi señora, son sus hijos y usted, si tengo que dar mi vida para ello, no me importa— feliz, probando un poco de té, explicó

Alana no se había equivocado, aquella intuición sobre las intenciones de las personas seguía siendo muy asertiva y eso la hacía feliz.

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