Cicatrices

Beatriz: ...creo que estoy enamorada…

Ella se detuvo cuando una onda de vergüenza ruborizó su rostro lleno de tensión.

Necesitaba tomar un respiro para calmarse, así se dirigió hacia los alrededores mientras tanto.

Durante su caminata, se encontró con un perro que estaba de paseo y que al verla se dirigió hacia ella con un disco de frisbee en la boca.

Al llegar, el perro dejó caer el disco a sus pies.

El corazón de Beatriz palpitó emocionado al ver al animal demostrando claramente sus intenciones.

Beatriz: ¿quieres jugar?

Fascinada, tomó el disco y lo mandó lejos, el canino lo atrapó en el aire y nuevamente regresó. Cuando el perro lamió su mano y se sentó en espera de otro lanzamiento, Beatriz apretó su pecho por la ternura del animal.

Beatriz: ¿Cómo te llamas? ¿Quieres venir a casa conmigo?

Beatriz se decepcionó un poco cuando el dueño lo llamó de regreso.

Beatriz: Cuídate.

Al verlo marchar, una gentil sonrisa apareció en el rostro de la chica.

Cuando de repente, sintió un escalofrío que la obligó a darse cuenta de la intensa mirada que venía del dueño del animal.

Víctor: ¡Hey, tú! ¿Acaso no eres Beatriz?

El rostro de la joven se volvió pálida al reconocer la voz y el rostro de esa persona.

Beatriz: ...no puede ser...

En cuánto vio que comenzó a acercarse, Beatriz se dio la media vuelta pretendiendo no haberlo visto.

Víctor: ¡Oye, porqué huyes! ¡Soy yo, Víctor! ¡Tú amigo!

Beatriz no se detuvo ni por un segundo, ella no deseaba volver a verlo. Lo último que deseaba era involucrarse nuevamente con la persona que la hizo pasar momentos desagradables durante su época escolar. 

Beatriz que tomó velocidad no se percató del muro que tenía en frente hasta que chocó con él.

Alexander: Ah, por fin te encontré. ¿Estás bien?

Al verle, Beatriz tomó a Alexander y se ocultó detrás del tronco de un árbol.

Beatriz: ...ya estoy bien. 

La aparición de Alexander era tan reconfortante como si hubiera encontrado un salvavidas en medio del mar. Solo necesitaba quedarse a su lado y estaría segura, ni siquiera Víctor podría hacerle daño frente a él.

Beatriz miró hacia atrás, sintió que ahora podía hacerle frente a Víctor, pero por suerte, ya no había rastro de él.

Un suspiro de alivio se escapó sutilmente de los labios de Beatriz.

Alexander: Beatriz, regresemos a casa.

Beatriz: ¿Tan pronto?

Alexander: No te has dado cuenta. El cielo...

Sobre la cabeza de la chica se escuchó un ligero retumbar, no vio en qué momento las nubes cubrieron el cielo y ocultaron al sol. En cualquier momento la lluvia caería.

Alexander: Lo siento, no sabía que el clima estaría así hoy. ¿Estás bien...?

Alexander notó la expresión intranquila de la chica, este tipo de clima lúgubre y tormentoso que le recordaba el día del accidente tenía un efecto negativo en ella al desempolvar los recuerdos.

Alexander: Regresemos al auto.

Alexander tomó la mano de Beatriz y la regresó al auto antes que la lluvia cayera sobre ella.

Cuando la lluvia comenzó a descender, ya no había razones para quedarse. Alexander encendió el auto, pero Beatriz se aferró a su brazo con sus frías manos y detuvo cualquier avance.

Beatriz: No lo hagas. ¿Qué pasa si tenemos otro accidente? ¿Y si un loco se atraviesa y...?

Alexander pudo sentirlo, el temblor que Beatriz le transmitió. 

Las cicatrices que dejó el accidente fueron muy profundas para Beatriz que era demasiado joven, hay heridas del corazón que todavía no han sanado por completo y miedos que no la dejan dormir tranquila.

En consecuencia, los días de lluvia que avivaban esos recuerdos y la atormentan, son los días que ella más odia porque su miedo no le permite subir a un automóvil bajo esas circunstancias. Cuando se pone así es imposible para ella.

Alexander: No nos moveremos, lo prometo.

Alexander retiró las manos del volante y se lo enseñó a la chica.

Beatriz regresó la mirada al frente, estaba aliviada, realmente lo estaba, pero sus ojos se humedecieron, ella no deseaba ser así, no quería que ni por un segundo él la considerara una molestia.

Beatriz: Lo siento...

De repente, un rayo cayó en la tierra acompañado de un resplandor que iluminó todo frente a sus ojos, pero no escuchó ningún ruido luego de eso, porque Alexander se inclinó rápidamente para proteger sus oídos.

Alexander: Está bien, no pasa nada.

Su reacción dejó confundida a Beatriz, quien detestó que su gentileza conmoviera así de fácil a su corazón. Ella decidió guardar silencio y ser una carga para el muchacho solo por un segundo más.

Para cuando la lluvia cesó Beatriz cayó dormida. Alexander al percatarse de ello acomodó su cuerpo sobre el asiento y condujo de regresó a casa.  

Al despertar en su habitación, miró a Alexander quien entró con dos tazas de chocolate caliente y malvaviscos, una merienda que él siempre preparaba para ella en los días de lluvia.

Alexander: ¿Dormiste bien?

Beatriz: Lo siento...

Beatriz giró la cabeza hacia otro lado, no podía mirarlo al pensar que si no fuera por ella no habría tenido que desperdiciar tanto tiempo allí varados. No sabía de qué manera disculparse.

Alexander: Bueno, me retiraré para que descanses.

Cuando Alexander se encontraba por marcharse, Beatriz se levantó de la cama.

Beatriz: ¡Espera!

Alexander: ¿Sí?

Beatriz se detuvo, su mente se quedó en blanco y tampoco tenía algo qué decir en particular.

Beatriz: ¿Qué harás ahora?

Por la expresión de sorpresa que Alexander tenía en ese momento, era claro que se percató de que ella en realidad no quería estar sola.

Alexander: ¿Te parece bien si me quedo hasta que te duermas?

Beatriz: ¿Qué? Pero no soy una niña...

Alexander: Nunca dije que lo fueras. ¿Puedo?

Beatriz: ...la silla esta por allá.

Alexander: Puedes descansar, pienso leer mientras tanto.

Beatriz: Ese libro debe ser demasiado interesante.

Alexander: Beatriz, ¿a dónde fuiste cuando desapareciste en el parque?

Beatriz: Me encontré con un perrito muy simpático, jugamos y...

Alexander notó que la chica poco a poco iba cerrando los ojos.

Alexander: No sabía que te gustaban los perros.

Beatriz: Me gustan, pero Vivían les tenía mucho miedo...así que nunca me dejaron tener uno…

El muchacho esperó hasta el momento en que cayó dormida para cubrirla con la manta.

Alexander: Tal vez podamos tener uno en casa...

 

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