Quiero Quedarme A Tu Lado

Quiero Quedarme A Tu Lado

Dos sobrevivientes

Fue un día de noviembre, cuando las nubes tiñeron el cielo de gris y la densa y ruidosa lluvia dificultaba la visión del camino.

Ese día, el conductor de un vehículo de carga perdió el control provocando un terrible accidente, donde dos familias que regresaban de sus vacaciones perdieron la vida en el acto y solo dos sobrevivieron, Beatriz, una niña de 14 años y Alexander, un joven de 23 años. 

Huérfanos, ambos se encontraban en el mismo barco. Alexander que conocía a Beatriz la tomó bajo su cuidado al ver que sus familiares lejanos la rechazaron debido a las secuelas del accidente que dejaron a su mente y cuerpo muy malheridos.

 

Cuatro años pasaron desde el accidente.

Aquella mañana Beatriz bajó al comedor donde encontró a Alexander con un libro en la mano y el pan tostado colgando descuidadamente de su boca. Desde ya sabía que sería un gran día.

Beatriz: Buenos días.

Alexander que se encontraba sumergido en la lectura tuvo un pequeño retraso en percatarse de su presencia.

Alexander: Oh, buenos días. Lávate las manos y ven a desayunar. 

Ella tomó asiento en frente suyo y disfruto de la comida en silencio. En algún punto sintió curiosidad por el libro en sus manos que mantenía atada su mirada.   

Beatriz: ¿Es interesante?

Alexander: ¿Mm?

Beatriz: El libro. No lo sueltas ni para comer.

Alexander: Ah, lo siento, no me di cuenta —devolvió el libro a la mesa.

Beatriz no quiso hacerlo sentir incómodo, debido a la fría expresión de su rostro debió haber parecido un regaño, pero no fue así.

Beatriz: No tenías que... —murmuró.

Alexander: ¿Dijiste algo?

Beatriz: No, no es nada.

Ella solo deseaba conversar con él, pero al ver que el intento había fallado, regresó su mirada al plato.

Alexander: ¿Hoy saldrás con Meredith?

Beatriz levantó la mirada al ver que tenía otra oportunidad.

Beatriz: Hoy iremos al parque forestal... ¿Qué hay de ti?

Alexander: Me quedaré en casa y leeré un poco.

Beatriz: Es así...

Beatriz no sabía que más decir para alargar la conversación, lamentablemente no era una persona muy habladora.

Beatriz: ¿Quieres venir?

Alexander: No te preocupes por mí y diviértete. La persona que me recomendó este libro insiste en que debo acabarlo ya, así que a eso me dedicaré el día de hoy.

Beatriz: Ya veo.

Alexander estiró los brazos para liberar la tensión de su cuerpo, luego mencionó:

Alexander: Aunque preferiría tomar aire fresco, pero no hay nada que pueda hacer. Hoy hace un buen clima así que diviértete afuera. 

Pero en medio del desayuno a Beatriz le llegó un mensaje.

Alexander: ¿Es Meredith? ¿Ya llegó al lugar de encuentro?

Beatriz: Dijo que le surgió un problema y no podrá salir hoy.

Alexander: ¿En serio? Es una pena.

Beatriz: Lo es.

De pronto, Beatriz tuvo una idea.

Beatriz: Entonces, ¿por qué no vamos juntos?

La joven tenía una mirada expectante sobre el muchacho, quien solo le sonrió suavemente en cuanto sus ojos se cruzaron.

Alexander: El libro, ¿recuerdas?

Beatriz: Ah, es cierto.

Después de ese rechazo, Beatriz abandonó su asiento.

Beatriz: Te dejaré leer tranquilo.

Y regresó a su habitación donde se dejó caer sobre la cama y luego dirigió su vista más allá de la ventana.

Beatriz: “Solo quiero pasar el rato contigo”, no es algo que pueda decir.

El viento que corría hacia el interior le trajo pétalos de color lilas. 

Beatriz: Flores... ya es de nuevo esa época...

Ya era la época de floración, lo que significaba que el aniversario luctuoso de su familia también se encontraba cerca. 

Beatriz pensó en Alexander que al igual que ella perdió a sus padres y, sin embargo, nunca lo ha visto desmoronarse por la ausencia de su familia.

Beatriz: Es fuerte. Admiro esa parte de él.

No recordó haberlo visto llorar durante el funeral, a pesar de que lucía tan devastado, tuvo que cargar con los preparativos solo e incluso en medio de su dolor, se ofreció a tomar responsabilidad de ella después de que escuchó de la boca de sus familiares que criar a una niña en ese “estado” era una molestia.   

Beatriz: Tío Sergio, Tía Eva, Tío Raúl... todos me dieron la espalda, pero Alexander que no tiene relación conmigo, no lo hizo.

Beatriz cerró los ojos y dejó que el canto de los pajaritos llenase de sonido la solitaria habitación.

Beatriz: Ojalá pudiera ayudarte de alguna manera, como lo hiciste conmigo.

Unos minutos después, los golpes de la puerta la levantaron después de caer dormida.

Beatriz: ¿Qué sucede? –cuestionó-. 

Alexander: ¿Podrías abrir la puerta?

Beatriz se reincorporó de inmediato cuando escuchó su voz y lo dejó pasar a la habitación. 

Alexander: Lo pensé mejor y creo que sería bueno para los dos tomar un poco de sol. ¿Aún quieres salir?

La joven parpadeó un par de veces con sorpresa, pensó haber escuchado mal. 

Beatriz: ¿Qué hay de tu lectura?

Alexander: Lo llevaré conmigo, ¿entonces?

No había nada que pensar, la respuesta era obvia.

Beatriz: Es demasiado repentino.

Alexander: ¿Entonces no?

Beatriz: Espera un poco, estaré lista en un minuto.

Alexander: Bien, te veo abajo.

Beatriz saltó de la cama con un rostro en calma y aunque era imperceptible, el aire a su alrededor se volvió ligero, lo que significaba que ella estaba contenta.

...

Alexander y Beatriz finalmente llegaron al Parque Forestal en el que corría el aire fresco y aroma a cedro.  

Beatriz: Mira, aquí.

Beatriz encontró un lugar exquisito bajo la sombra de un bello árbol en floración, ella permaneció de pie observando sus flores.

Alexander: ¿Este lugar está bien?

Beatriz asintió suavemente y Alexander extendió la manta donde tomó asiento y sacó el libro que no había olvidado traer.

Un pétalo cayó sobre la página del libro y al retirarlo alzó la mirada y se encontró con un deslumbrante paisaje. Beatriz con ojos ensimismados y su vestido ondulando con el viento daba la impresión de que sería llevada lejos.

¿Cuántos años habían pasado desde que ambos comenzaron a vivir juntos? Beatriz que antes de la rehabilitación tenía la mirada muerta y no podía hablar debido al trauma, era agradable ver que ahora se encontraba mucho más animada.

Alexander: Beatriz, ¿por qué no tomas asiento?  

Beatriz salió del trance y regresó a su lado.

Beatriz: Hoy se siente especialmente tranquilo, no parece haber muchas personas alrededor.

Alexander: ¿No es mejor así?

Beatriz: ¿Lo dices porque no soy buena con las multitudes?

Alexander: ¿Fue demasiado obvio?

Beatriz: No soy una niña.

 

Mientras el tiempo transcurría, Alexander comenzó a sentirse somnoliento, lo que empezó con un simple cabeceo.

Beatriz: No te preocupes por mí, puedes descansar.

Alexander: No, no es necesario —Su lucha por mantenerse despierto era demasiado evidente. 

Beatriz: Yo vigilaré que nadie se te acerque. Puedes dormir tranquilo, te mantendré a salvo.

Alexander: ¿Quién querría hacerme daño?

Beatriz sabía perfectamente la respuesta, el hombre de cabellera negra ligeramente ondulada, rostro más que apuesto y cuerpo en forma producto de sus ejercicios matutinos, ¿no estaría en peligro si alguien se lo encontrara durmiendo en el césped? 

Beatriz: Bueno, me pregunto... —Desvió la mirada hacia el otro lado después de un fuerte trago.

Beatriz terminó por recostarse y mirar el cielo, un recuerdo vino a su mente de aquellos días cuando era frecuente que Alexander y su familia visitaran su hogar, después de todos, sus padres eran socios del trabajo y muy buenos amigos.

Beatriz: ¿Recuerdas aquella vez que jugaste a la casita con nosotras? Trataste de engañarnos a mi hermana y a mí diciendo que harías el papel de la princesa durmiente solo para poder dormir mientras nosotras jugábamos.

Alexander se recostó a su lado dejándose llevar por los recuerdos de la joven.

Alexander: ¿Por qué recuerdas eso? —Se mostró avergonzado—. Ahora que lo recuerdo en ese tiempo siempre mantenías tu distancia, pensé que me tenías miedo, pero Vivían me dijo que solo eras tímida...

Beatriz: Rompiste mi muñeca mientras jugábamos, claro que te odiaba.

Alexander: ¿Sabías...que fui yo? —Bostezó—. Lo siento...te compraré una nueva... —Sus ojos comenzaron a entrecerrarse—.

Beatriz: Para qué, si ya no soy una niña...

Al final, el muchacho cayó dormido y Beatriz, al verle, mostró una sonrisa gentil en su rostro. 

Beatriz: En realidad, sí me sentía apenada... —susurró—.

Desde la primera vez que Alexander visitó la casa de Beatriz cuando tan solo era una niña, la apariencia y la forma de ser del muchacho cautivaron a la joven que avergonzada, se escondía detrás de su hermana mayor, Vivían, cada vez que se encontraban.  El que lo hiciera porque lo admiraba era un secreto que solo la hermana de Beatriz conocía.

Y no fue hasta hace un año cuando Beatriz cumplió los 17 y pudo volver a sentir, que nuevamente esas emociones aparecieron, se volvieron cada vez más complicadas y enérgicas, propias de la adolescencia.

Beatriz miró el rostro durmiente del muchacho, como esperaba su corazón estaba latiendo.

Beatriz: ¿Qué debería hacer? Creo que estoy enamorada...

Una confesión valiente que nunca saldría de su boca si él no estuviera dormido.

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Comments

Juliana CT

Juliana CT

interesante !!!!!!

2022-09-19

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