... Unos minutos después los tres ya están trabajando, Dalia se da cuenta de que no son tan inútiles cómo pensaba. El tiempo pasa y todos se ven cansados, estiran sus brazos y se tallan los ojos.
— Voy por un postre. Muero de hambre. — Luna se levanta.
— ¿Dalia quieres algo? — Pregunta Renato.
— No. — Los tres compañeros se van a ordenar.
— No imaginé que trabajar con esa lindura sería tan difícil. — Se queja Joel.
— Es sería, insoportable.
— Dejen de hablar mal de ella.
— ¿Por qué la defiendes? ¿No vez como nos trata? En lugar compañeros parecemos sus empleados. — Se queja Luna.
— Posiblemente lo seamos algún día. Recuerda que su familia es dueña de las mejores empresas del país. — Habla Joel.
— Tienes razón. Por eso se porta tan insoportable. Se creé dueña del mundo.
— Ya basta. Estamos aquí para hacer un trabajo. No para juzgar el comportamiento de Dalia. — Renato se retira con lo que ordenó.
— El amor te vuelve idiota. — Dice Luna.
— Ya ví.
Renato vuelve a la mesa donde está Dalia.
— Te compre un frappé. — El lo pone de su lado.
— No es necesario que me defiendas de los demás.
— ¿Quién te dijo que?
— Se leer los labios. No mucho, pero si lo suficiente para saber que no hacían buenos comentarios sobre mi.
— ¿No te molesta?
— No. La verdad no peca.
— Pero si incómoda.
— A mi no. A mí me gustan las cosas claras. — Dalia le regresa el frappé. — Y creó que te he dejado claro que nunca habrá nada entre nosotros. — Renato vuelve a poner el frappé en la mano de ella.
— Y yo quiero dejarte claro que nunca voy a darme por vencido.
— Pierdes tu tiempo.
— Es mi tiempo. Y lo que haga con el no debe interesarte.
— Si vas a usar tu tiempo para cortejarme si me interesa. Por qué me cansa repetirte lo mismo siempre.
— Entonces no repitas lo mismo. Dime cosas diferentes.
— Mi opinión, y las respuestas nunca van a cambiar. No me interesas. Y nunca me vas a interesar. — Luna y Joel regresan. Ambos notan tensión en el aire y preguntan si pueden continuar, o si dejan el trabajo para después. — Decidan ustedes. Ahora pueden, recuerden que todavía no son mis empleados. — Ambos chicos se quedan perplejos y avergonzados.
— Continuemos. — Dice Renato y se sienta. La tarde se convierte en noche, de repente una lluvia muy fuerte empieza a caer, Dalia se pone nerviosa, sus manos tiemblan. Renato lo nota y le pregunta si tiene frío. A lo que ella niega.
— Ya falta muy poco. Yo termino el trabajo en mi casa y se los envío al correo.
— ¿Estás segura? — Pregunta Luna.
— Si. — Responde Dalia ya recogiendo sus cosas. Renato recoge las suyas y sale detrás de ella.
— Oye, espérate.
— Déjame en paz. Tengo que irme.
— Estás muy nerviosa, te llevaré.
— No.
— Dalia por favor. Olvida que soy un pretendiente. Piensa que soy tu empleado y acepta que te lleve.
— Está bien, pero no intentes nada.
— Te lo prometo. — Dalia le da las llaves de su auto y entra a la parte del copiloto. En el camino Renato sigue notando que ella tiembla. Así que enciende el aire acondicionado y en uno de los semáforos se quita la sudadera.
— ¿Qué estás haciendo? — Dalia se pone nerviosa.
— Póntelo. — Renato se lo pasa.
— No gracias.
— Por favor. — El de nuevo se la da. Dalia la toma y se la coloca. Un rato impacta a lo lejos y ella grita de miedo. Renato le toma la mano.— Tranquila. Todo está bien.
— Maneja más rápido. Quiero llegar a mi casa.
— Mi departamento está a unas calles de aquí. Si quieres...
— No te pases de listo. Llévame a mi casa.
— Por favor. Acepta quedarte en mi departamento. La lluvia está muy fuerte y es peligroso conducir. Tu casa está un poco lejos de la ciudad.
— Entonces llévame a un hotel.
— ¿Y si alguien nos ve? ¿Quieres escándalos?
— No.
— Por favor. Mi departamento es grande. Tiene dos habitaciones. Y si no quieres pasar la noche ahí, te llevaré a tu casa cuando la lluvia pare.
— Está bien. Pero te juro que si te pasas de listo te corto las manos.
— Tranquila. No soy un pervertido. — Renato cambia cambia el rumbo del auto y a los pocos minutos llegan a su departamento. Qué en realidad es el penthouse, con pisos de mármol, paredes perfectamente limpias, decorado con cuadros de pintores famosos y esculturas. Dalia no se interesa en eso, está más preocupada por llamar a su hermano. En casa contesta un empleado, Dalia le pide que le avisé a su hermano que se quedará en el hotel hasta que la lluvia se detenga.
— Está bien señorita. Yo le doy su recado.
— Gracias. — Dalia se da la vuelta y ve a Renato. — ¿Por qué me espías?
— No lo estaba haciendo. — Dalia se sienta en un sillón y se abraza así misma. — ¿Así que te da miedo la lluvia?
— Si le dices a alguien te corto la lengua.
— No tengo interés en difundir tus temores. Me gusta saber de ti, lo que nadie más sabe. — Dalia lo observa molesta, no es de su agrado que las personas conozcan sus debilidades. Pero en ese momento hay otra cosa que la tiene enojada, muere de hambre. — ¿Quieres algo de comer? — Renato parece leer su mente, cosas que la molesta.
— No gracias.
— Llevas horas sin probar nada.
— Es parte de mi dieta. Después de las tres no cómo nada. — Renato duda un poco. El llama a su empleada y le pide que prepare de cenar, está asiente y vuelve a la cocina. Un rato después a Dalia le llega un olor delicioso, ella lo inhala y se siente tentada a comer. Sin embargo su orgullo se lo impide.
— Señor. La cena está lista.
— Coloca dos servicios.
— Si señor.
— Ven Dalia.
— No gracias. Ya te he hablado de mi dieta.
— Deberías romperla por hoy, Mirta es una cocinera estupenda. Vamos, al menos prueba un bocado. — Ante la insistencia y su apetito, Dalia decide ir con el, La presentación en el plato es muy linda, y la comida se ve deliciosa, ella no duda en probarla.
— En verdad cocina bien. — Ella continúa comiendo hasta dejar el plato limpio, eso le saca una sonrisa a Renato.
— Parece que si te gusto.
— Tienes una maravillosa cocinera. ¿De dónde la sacaste?
— Ella viene de un pueblo de Oaxaca. No recuerdo el nombre.
— Discúlpenme, les preparé un chocolate caliente, para el frío. — Dice la mujer mientras deja dos tazas en la mesa.
— Gracias Mirna.
— De nada jóven, con su permiso. — Dalia huele el chocolate y buenos recuerdos llegan a su mente. Su madre solía prepararle esa bebida a ella y sus hermanos, les daba pan dulce que sumergían en el chocolate para comer. Claro que sí alguien los veía fingían comerlo de una manera más fina.
— Te ver hermosa cuándo sonríes. — Dalia regresa a su realidad y se pone sería. — ¿En qué pensabas?
— No es de tu incumbencia. — Ella toma un sorbo de su bebida y la deja sobre la mesa. — Gracias por la cena. Todo estaba muy rico.
— Fue un placer.
— La lluvia paro, creó que es hora de irme.
— Te llevo.
— No. Gracias. — Dalia sale del departamento y se encuentra con Mirna. — Cocinas muy bien, si el te despide no dudes en buscar trabajo en mi casa. — Dalia le da la dirección.
— Gracias señorita.
— Toma esto. — Ella le da una propina generosa.
— Señorita no puedo aceptarlo.
— Comí mejor que en cualquier restaurante caro. Aunque no lo aceptes lo dejaré aquí. Adiós. — Dalia se va del departamento.
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Comments
erandi
es muy grosera creo que no necesitas ser grosera para ser alguien sobresaliente y empoderada
2025-04-01
0
Duque
Ella está muy a la defensiva..por como son su padre y hermano juzga a los demás y Renato que es un chico adinerado Pero decente y educado la trata con respeto la admira y está enamorado de ella ...ella no puede ver las cualidades de Renato....por su orgullo de no hacer lo que su padre desea ...así están las cosas por acá
2024-10-03
3
Elizabeth Moreno
se comporta muy mal y critica a su padre y hermano
2024-08-20
1