Cuando llegaron al final del pasillo por el que andaban, dejó la vela en un borde de la pared. Ahí, al final de éste había más velas encendidas por la sala, y pudo ver bien la expresión de poca convicción que tenía. Estaba cansado, como si el hecho de tener a esa niña fuera la gota que colmaba el vaso, así que intentó ser buena y sonrió levemente, aunque tenía miedo.
De repente se pararon en mitad de la sala y observó como hombres encapuchados con capas igual o más grandes que las de su escudo, se acercaban a ella. Eran otros hombres, y aunque se había acostumbrado en poco tiempo a la altura de Amind, cuando éste se zafó de ella, volvió a creer que se la iban a comer. Se quedó en mitad de un círculo improvisado por los hombres al acercarse, pero contra todo pronóstico la niña siguió con la espalda recta, mirando a esos hombres seria. Se había quedado sin defensa, pero iba a aguantar mientras pudiera. Esperó impaciente.
- ¿Quién eres? - dijo uno con una voz nada amigable. La pequeña, no muy segura de que debía hacer, se quedó mirando hacia quien había formulado la pregunta. Estaba en las sombras, y no podía verle con claridad. Amind la miró de nuevo, esta vez enfadado, pero ella no entendía por qué le miraba así. ¿Por qué le preguntaban quien era? ¿No se veía que era una niña?
Uno de los hombres, el más viejo, se acercó a ella con una vela, paciente.
- Hola pequeña, soy Lionel. ¿Tu cómo te llamas?
Sonrió a modo de disculpa, como si entendiera de repente lo que se había perdido. Miró a ambos lados y eligió con cuidado a quién dirigirse. Había uno, al que se le veía más atento a sus reacciones incluso que Amind, y se dirigió a él mientras se intentaba estirar un poco sus pantaloncitos mojados.
- Me llamo Menelwie- dijo dirigiéndose a él, con una voz calmada, como si no estuviera delante de enormes desconocidos. Abraham se impresionó al ver que se había dirigido a él.
Sonrió levemente muerta de nervios e hizo una reverencia por si acaso. Amind y los demás miraron a la niña sin mucha convicción. Aunque le había mantenido la mirada a Abraham, temblaba y no parecía sana. Además, ahora era responsabilidad de ellos, una niña como esa no parecía buena idea.
- Menelwie - dijo el que había hablado primero - A partir de ahora vivirás con nosotros. Harás lo que se te diga sin rechistar, trabajarás en lo que te ordenemos y aprenderás a leer y escribir cuando termines tus obligaciones diarias. Demuéstranos que hemos hecho bien en dejarte aquí. - El hombre ese era mucho más robusto y serio de lo que le había parecido Amind, de forma que la chica asintió a todo, como si fueran dogmas. Le gustaba el hecho de que la trataran de forma normal. Su padre jamás lo había hecho.
- Bienvenida- dijo uno y, menos el más mayor, todas las sombras se fueron, incluyendo a Amind, el único que le daba más seguridad. Pero este le había hablado con cariño, y le siguió feliz de no estar fuera con el frío. Siguió al hombre por pasillo, una escalera estrecha, otros dos pasillos, y tras haber entrado en calor caminando, llegaron a una pequeña puerta.
El lugar era un cuarto enano, que por primera vez se utilizaba para albergar a una persona. Tenía unas mantas puestas en un soporte de piedra, y un almohadón. Había una vela en el alfeizar de una ventana que estaba tapiada. Cualquier persona se habría dado cuenta de que eso no era una habitación. Pero nuestra protagonista había compartido suelo y manta con siete niños, y ese lugar le pareció el paraíso. Además, tenía mantas para calentarse de sobra. Lionel le encendió la vela, se la colocó de nuevo en el alfeizar y le dio las buenas noches. El único cuarto que tenían tan bien preparado para el frio era de los hombres, y la niña no podía dormir ahí. En cuanto tuviera ropa tendría que ponerla en el alfeizar, porque ahí no había sitio.
En cuanto se quedó sola se subió a la improvisada cama. Hasta le sobraba espacio ahí. En el momento en que desapareció el hombre mayor, una cantidad de ruidos a los que no había prestado atención le hicieron sentirse nerviosa. Le iba a costar acostumbrarse a vivir en un lugar tan viejo, y pensó que no dormiría la primera noche. Estaba sorprendida por la cantidad de ruidos que oía que no sabía de donde provenían, olores que no recordaba y la seguridad había desaparecido al apagarse la vela. Espero, convencida, a que alguien, su padre o madre apareciera y la llevara a su rincón de la casa donde recordaba haber vivido y que al día siguiente le tocara un trozo de ese riquísimo pan que hacía su madre. No quería quedarse allí pero su instinto le decía que pasaría mucho tiempo antes de poder irse. Lloró hasta quedarse dormida de puro agotamiento.
Le despertó el sol en la cara, que se colaba por una pequeña rendija de madera, aunque no mucho más tarde alguien tocaba a su puerta. Escuchó. Ella tenía un oído muy fino, aunque no se había dado cuenta de que no era común, y antes incluso de que hubiera llegado, sabía que se trataba del mismo viejo de la noche anterior. Había notado ese leve ruido que producía su rodilla curada de cualquier forma hacía años, la respiración pesada, propia de las personas mayores y ese corazón lento. Miró sus ropas, viejas y se las intentó estirar sin mucho resultado. Por lo menos, ya estaba seca. Abrió y se sorprendió al verle.
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Updated 56 Episodes
Comments
Irma Ruelas
😍😍😍😍😒🤨🤔
2024-04-06
2
Viviana Maldonado
buenísima va.siguex favor
2024-02-03
0