Una nueva inquilina

Aunque desde donde estaba, la pequeña no podía ver bien el aspecto, la verdad es que el hombre en la oscuridad no parecía amigable. Un hombre de mirada penetrante, tapado con una capa negra forrada con capucha, abrió sin esfuerzo como si en vez de abrir una puerta pesada, se tratara de un picaporte normal. A ojos de ella, el hombre de dos metros era un gigante, y su imaginación no hacía más que dispararse hacia terribles comidas caníbales, donde ella era el plato principal. De repente, ya no temblaba de frío.

El hombre miró a la extraña pareja más cansado por las horas que eran que interesado. El hombre que tenía delante, todo huesos, dio un paso dejando ver mejor a un niño de no más de cinco años, congelado de frío. Se fijó en que estaba nevando. El padre habló en una lengua que la pequeña desconocía. No sabía de que le estaba hablando, pero su deseo era volver a casa a estar caliente, e irse de ese espantoso lugar. Sus manos estaban cada vez más frías y ya no sentía un pie. Esa ropa no abrigaba.

La niña miró al gigante interesada en su respuesta y negó rotundamente sin decir palabra. Aunque era la respuesta que quería ella, el padre no la dio por buena. Volvió a replicar, utilizando otras palabras y señalando a la pequeña una y otra vez. Ésta, al apartarse su padre para señalarla, muerta de frío como estaba se movió hacia la puerta por inercia. De ahí, aunque leve, salía calor.

El hombre entonces se dio cuenta de que era una niña. Cuando la miró su opinión no mejoró. Era pequeña, flaca, estaba mojada y le parecía enferma. Pero en el instante en que iba a negar otra vez la petición de ese desconocido, la niña levantó la mirada. Y por un instante sus ojos se encontraron. Eran azules, profundos y brillantes. Estaban llenos de fuerza y vida, algo que jamás había sentido viendo a una persona tan joven, y escondían una sabiduría infinita. Por un segundo se quedó impresionado. Hasta que la niña bajó de nuevo la cabeza. Suspirando, aceptó a regañadientes, como si los ojos de ella fueran suficiente promesa de que valdría la pena.

Eso no era la caridad. Pero esa niña... tenía algo… Jamás una persona fuera de la armería le había aguantado la mirada.

Luego, hizo una señal a la niña de que la siguiera. El padre la empujó y aunque no entendía nada, la niña se agarró a la capa oscura. Le pagó al padre unas monedas, de forma que hubiera una transacción legal como si una niña tan pequeña pudiera trabajar, y en cuanto se aseguró de que la niña estaba dentro, cerró con fuerza la puerta, haciendo que el sonido provocara aún más temor a la niña. La pobre no tuvo tiempo siquiera de despedirse. Al cerrarse la puerta la oscuridad reinó en la sala y agarrada como estaba al desconocido caminó sin mucha convicción. Miró hacia atrás. Lo único que había conocido, ese hombre, había salido de su vida sin decirle adiós. Se quedó un instante quieta, pero el hombre no esperaba y aunque no le gustaba nada el gigante que le habían impuesto, más miedo tenía a lo que no podía ver. Llegaron a una esquina del recinto, donde éste prendió una vela, generando extrañas sombras a su alrededor que se movían con su tintineo. Pero aunque el hombre era gigante, la capa raspaba, y las luces le confirmaban la existencia de espíritus, le pudo más su curiosidad al ver que se quitaba la capucha. La bestia no era tal. Sólo era un hombre, y se alegró de que no fuera un monstruo. Serio y con cara de pocos amigos, y el hombre más grande, fuerte y moreno que había visto en su vida, pero humano, al fin y al cabo. No parecía feliz de tenerla pegada a su lado, y miró a la pequeña, que no dejaba de observar su alrededor, con expresiones de cautela.

¿Que podría hacer la niña ahí? El hombre que la llevaba se arrepintió de su propio impulso, pero ya era tarde para dar marcha atrás. La historia de ese flacucho le parecía extraña. Miró a la niña un segundo. Podría ser cierta, tanto como no. La niña, había contado, apareció de la nada en su puerta cuando era un bebé. Alguien tocó, pero cuando abrieron sólo estaba tapada. La mujer del hombre en ese momento no tenía hijos y pensó que era un milagro, porque le habían dicho que no podría tenerlos. Pero de repente a los pocos meses estaba embarazada. Y así le sucedieron cuatro más hasta que, con el quinto en camino, necesitaba hacer espacio a los que sí eran suyos. La niña había pensado que era su padre, pero él no estaba dispuesto a serlo más.

Había intentado darla a un orfanato, pero no le creyeron y no le dejaron abandonarla. Su situación ya era insostenible y por eso la había llevado allí. Para que les fuera de utilidad. Vaya utilidad. Pero estaba claro que esa niña no era hija suya. No se parecían físicamente, y con verle sabía que no iba a cuidarla, pero por eso no iba a mantener a una enferma, ahí no tenían tiempo para eso. Pero cuando la miró serio, esperando que bajara la mirada, como base a su razonamiento, no consiguió la respuesta que esperaba. En vez de amilanarse, la niña le había mirado sin miedo a los ojos, y no sólo eso, le había aguantado la mirada, y eso nunca lo había visto. Le había impresionado. Además, sus ojos eran, como decirlo… distintos.

Amind, que así se llamaba el hombre, dejó que se agarrara mientras la llevaba a la antigua entrada principal donde esperaban los que aun estaban despiertos. Tenía el pelo oscuro, y una barba corta y espesa. Era moreno, casi negro cuando llegara el verano, y sus ojos eran azul claro, de un tono que recordaba a la niebla que se formaba ahí fuera. En cuanto entraron algo más al fondo del recinto y no se percibía el ruido del viento, pudo escuchar el latido de su corazón, acompasado, y eso la tranquilizó.

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Comments

Irma Ruelas

Irma Ruelas

😍😍😍😍😍

2024-04-03

1

Ido Rojas

Ido Rojas

parece que va a estar buena

2024-03-04

1

Viviana Maldonado

Viviana Maldonado

mmm buena.intriga .no dejes de actualizar xfavor

2024-02-03

1

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