Soldado Ultraterrenal

Soldado Ultraterrenal

Prólogo

Amor violento y odio ameno. Conceptos inseparables, inherentes de aquello que sufre de consciencia. Son indelebles el uno del otro, porque tal cual la luz y la oscuridad, es necesaria la primera para entender la siguiente. Del amor al odio hay un paso; el amor es preciado porque es el equilibrio perfecto en la fina cuerda de la confianza firmada en la débil palabra vana, mientras que el odio es despreciado solo por aquel que no lo siente escocer dentro de sí.

El campo de batalla es tensado en las puntas por dos fuerzas: una altanera y otra insolente. Ambas actitudes avivadas por lisonjeros que a falta de méritos propios buscan con afán ganarse un alto puesto a punta de halagos hacia las matriarcas.

No seguir a la mayor es en seguida razón suficiente para afirmar que se sigue a la menor.

Hermanas de sangre enfrentadas por intereses propios, por el poder, por el dinero, por dejar una huella en los libros de historia: cosas que comprenden superficialmente las razones de esta guerra.

Amaba la mayor a la menor en gran manera, más de esto no podía decirse que había reciprocidad. Cuando niñas, hablaban sin cesar, peleaban como es normal, jugaban como lo haría cualquier dúo de hermanas; más después de la muerte de su madre, las niñas que ahora habían crecido reclamaban el trono como suyo. La mayor, por derecho, y la menor, por mérito. O eso es según lo que piensa cada una.

Consecuencia de esto, y porque el imperio de Osury no se ponía de acuerdo en elegir a una de las hermanas como reina y condenar a la otra al exilio o la muerte, la nación se dividió en dos partes casi iguales, muestra de que la indecisión de las familias de alta alcurnia y los altos mandos militares era genuina.

Por un tema de fuerza e influencia, la mayor sacó de la capital a la menor, y ese punto de inflexión mostró como el «mérito» puede llegar a ser más influyente que la propia tradición. Un oleaje de gentes impulsadas por el estandarte de la hermana menor se desplazó en caravanas al Oeste, donde la segunda princesa, o llamada desde entonces la reina escarlata, se asentó en una mansión provisional que luego fue remodelada, embellecida, y ascendida a castillo real.

Viendo esto, y un sin número de «méritos» acumulados por su hermana menor, en la otra mano, la hermana mayor apodada desde entonces como reina de hielo o reina de escarcha, lanzó una campaña de guerra defensiva en la que atacar no era su prioridad, sin embargo, sus acciones detenían el acelerado crecimiento del reino del Oeste. Suprimió suministros, saboteó encuentros importantes de su hermana con otros líderes de la región, y amenazaba abiertamente a todo aquél que se atreviese a ayudar al reino del Oeste.

Varios vieron potencial en la reina escarlata, la observaban y tachaban de «la líder de mano dura que la región necesitaba», más a estos el reino del Este aplastó sin piedad y anexó para sí todos los recursos y fuerzas de esos «traidores». Demostraba esto la supremacía absoluta de Osury sobre la región, que, con tan solo la mitad de su fuerza a su disposición, podía en cuestión de meses doblegar las rodillas de toda aquella nación que trataba de meter las narices en sus asuntos internos.

«Hermana, en justa perspectiva, tu reinado no es más que una insurgencia que se ha salido de control. No tienes oportunidad alguna», pensaba la reina escarchada ataviada de lustre armadura que arrancaba destellos del sol naciente. La dicha coraza de ferbasto albo y orost ha sido testigo de la sangre derramada por reyes que se le opusieron, y estuvo sobre sus hombros reales cuando llegó a consensos con otras varias naciones para que la ayudasen en su lucha contra la Reina Escarlata, o que al menos no se entrometieran de ninguna manera en el conflicto.

A pesar de que la Reina Escarchada tuvo éxitos al mover la lucha lo más lejos que podía de los campos de batalla, en ocasiones era llanamente ineludible el combate. La gran mayoría de esos enfrentamientos los llevaba a cabo sus adalides, caballeros y maestres, mientras ella se encarga de otros asuntos del reino; más a veces era imprescindible su actuación en batalla, sea por convención política o intereses de propaganda. Pero en general, verla dentro de la armadura ciñendo su cuasi sacra espada es todo un evento rarísimo que nadie se atrevería a decir que no querría verlo. De forma equivalente, la situación actual era igual de increíble, con la posibilidad de que en dos años de guerra solo se había presenciado tres veces: ambas matriarcas en un mismo combate.

El campo abierto era banal, decorado de silvestres florecillas amarillas y blancas que quedaban aplastadas por las pisadas de grandes bestias y hombres en armaduras, y las tiernas mariposillas que por ahí pasaban huían en desbandada de los dos ejércitos prontos a enfrentarse. El cielo verdoso de la tarde se llena de nubes blancas, además de centenares de criaturas aéreas a la espera del cese del combate para ir a festejar un manjar de cadáveres frescos con los que saciar su gula. La Veloz en el cielo, con la que muchos enamorados se han de prometer el uno al otro, será testigo también de la masacre que empezaba ya.

Vociferando ordenes de empezar la batalla, ambas máximas líderes daban por comenzada la contienda. La tierra se modificaba a conveniencia de los que cantaban y tenían derecho sobre ella, el fuego achicharraba a mal parados y ahuyentaba comitivas enteras y las hacía retroceder y romper filas, el agua ahogaba y ejecutaba de maneras aterradoras y dolorosas, los vientos inmovilizaban y confundían, la energía eléctrica era tanto un soporte como un verdugo; y todo eso solo era complemento de la espada, el arco, el hacha, el machete, el estoque, el escudo, la alabarda, la lanza, y miles de implementos útiles para matar pero con funciones diferentes dentro de las estrategias y las maneras de combate de cada individuo.

Envueltas en el fragor de la batalla, ambas matriarcas chocaron metales con el fin de acabar con la otra, más una pequeña obra las hizo apartar la vista del enfrentamiento por unos instantes: tres siluetas en un cerro limpio de árboles al margen de la pelea, que espectaban sin intervenir, mientras, detrás de ellos el sol abandona su verdor y se vuelve naranja al entrar en el ocaso. No habría motivo para preocuparse de estos impertinentes, si no fuese porque lo peleado aquí es tan delicado que cualquier treta puede significar un desbalance que, puede termine por decantar los resultados hacia uno de los dos bandos, así que ambas reinas mandan averiguar que carajos pasaba en aquel cerro.

La batalla continuó hasta el anochecer, y en el firmamento, La Dama y La Veloz proporcionaban un poco de claridad al mundo. Bajo la luz de Las Gemelas, una bestia alada se hizo con la victoria en los cielos y bajó en ayuda de su ama para acabar con esta batalla de desgaste, arrasando con aliento gélido a todo el ejercito carmesí.

La actuación de la criatura dispuso la victoria a la reina escarchada, quien, cansada, herida y ensangrentada, se sentó a recuperar el aliento. Más poco le duró la dicha, ya que se tensó al ser enfrentada por dos hombres de extrañas vestiduras y aún más raro equipamiento; llevaban alargados artefactos oscuros, de colores mate que no reflejaban la luz casi en lo absoluto, contrario a una espada o a la punta de una flecha. Era difícil verlos en la oscuridad incluso al tenerlos de frente, porque sus ropas extrañas de colores apagados los hacía mimetizarse con el panorama de una manera amazónica. Los dos hombres, en frente de un ejército entero, y delante de la gran ganadora de esta batalla junto a su gran bestia alada de envergadura descomunal, no vacilaron ni demostraron temor alguno. Al contrario, parecían demasiado tranquilos, y con esa indiferencia presentaron reverencia ante la majestad de hielo. Luego, se fueron, a encontrarse con los otros que estaban en el cerro.

La Reina de Escarcha quedó petrificada ante tales hombres extraños, y no supo cómo enfrentar la situación esa noche. Sus heraldos y enviados a averiguar quiénes eran aquellos hombres en el cerro, regresaron con ella para comunicarle que estos no parecían querer tomar partido por ningún bando; es decir, no descubrieron nada. Sin embargo, luego de que La Dama diese varias vueltas, la Reina de Escarcha se interesó mucho en esos no intervencionistas y los buscó con vehemencia, hasta que los halló.

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Comments

🎄Andy Munf🦉

🎄Andy Munf🦉

Un gran inicio.

2024-01-02

60

Neul-ssi

Neul-ssi

Tienes una manera preciosa de redactar y la trama es atrayente.

Bienvenido al mundo de la escritura, tienes un gran talento. /Smile/

2023-12-14

6

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