Capitulo 4

“Ni siquiera me pude despedir de él...” Carlie se pasó los siguientes días enfadada consigo misma por quedarse dormida y hacer que Raven la llevara a su apartamento en brazos. Le había dejado una nota en la mesa y desaparecido de su vida. Ella no tenía motivos para visitarlo de nuevo y él no le había dado nada que la hiciera pensar que quisiera volver a verla.

Después de tres días con la cabeza dándole vueltas decidió olvidarlo. Sólo se habían visto un par de veces, no sería difícil sacarlo de su mente; el problema era que le resultaba complicado, tremendamente complicado.

Concentrada en el trabajo, el resto de las siguientes dos semanas se le pasaron bastante rápido ocupada con los contratos y los nuevos clientes que iban llegando en busca de viviendas. Sus compañeros estaban igual de atareados que ella pero parecía que su jefe siempre la tenía en mente para pasarle a los más difíciles o complicados.

Tras terminar la jornada, una hora más tarde de lo normal, Carlie salió de la oficina y caminó hacia el parque. Estaba cansada y sólo quería llegar a casa. Se detuvo con la señal roja del semáforo frente a su destino cuando unas manos le taparon la boca y tiraron de ella hacia atrás. Trató de escapar, de gritar, pero todo era inútil. Quien la tuviera, era fuerte.

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Raven descansaba en el parque después de haberse alimentado. La sangre de animal no era el manjar más apetitoso pero al menos mantenía en calma sus ansias por hincar los dientes en un humano y para él ya era suficiente.

Su proveedor solía escoger lugares diferentes cada pocos meses para evitar que otros los rastrearan y ese mes tocaba esa zona en la parte oeste de la ciudad.

Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos dejando que su oído y su olfato actuaran como sensores si algo se acercaba. Su corazón saltó en el momento en el que, débilmente, oyó el grito de una mujer varios metros a lo lejos y le llegó a la nariz un olor a flores silvestres y canela. Se levantó de golpe y trató de localizar los latidos de ese corazón, su aroma. Sabía bien quién era y, lo que ahora más le importaba era acabar con aquella amenaza que estaba haciéndole daño.

Se quedó fijo en una dirección y corrió rezando por no llegar demasiado tarde.

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—¡Mierda! ¡Me ha mordido! —protestó uno de los hombres.

—¡Sujétala! La amordazaré.

—¡Amordaza a tu madre, cabrón! ¡Socorro! —lanzó Carlie tratando de librarse de ellos.

—¡Serás puta! —gritó el otro—. Cierra la boca un rato.

—¡Y una mierda! ¡Aquí!

Carlie echó su cuerpo hacia uno de ellos y trató de empujarle con todas sus fuerzas. Tenía las manos atadas en la espalda y le habían desabrochado la camisa y la falda que llevaba ese día.

—¡Maldita sea! —exclamó dando unos pasos hacia atrás para equilibrarse.

Aprovechó la apertura para darse la vuelta y golpearle con la pierna las partes al otro tipo que la retenía que la soltó en el instante en que hizo contacto con las bolas de éste.

Salió corriendo por el callejón mientras el primero de ellos la seguía. Echó un vistazo hacia atrás cuando tropezó y cayó al suelo deslizándose unos centímetros por el mismo y rozándose el brazo. Siseó de dolor pero trató de no gritar. Ahora no tenía caso ponerse histérica, debía defenderse de algún modo.

—Te vas a enterar... —le dijo el desconocido.

—Atrévete a tocarme —amenazó ella.

—¿O qué? ¿Va a aparecerse tu novio?

—Exactamente —respondió Raven detrás del otro que saltó para ponerse frente a él. Sacó un cuchillo y le apuntó.

—¿Tú quién eres?

Raven se acercó a ella y le rozó la mejilla. Se fijó entonces en la herida del brazo y gruñó. Carlie se sorprendió por ese ataque y lo miró con los ojos abiertos sin poder creérselo.

—La has herido... —masculló él poniéndose de pie.

—Se ha caído sola, yo no he tenido nada que ver... —se defendió el otro dando un paso atrás—. Mira, vamos a dejarlo, ¿vale? No la hemos tocado, no le robamos. No ha pasado nada.

—¿No ha pasado nada? Habéis intentado robarle... u otra cosa, la habéis herido...

Raven voló raudo hacia él y lo cogió del cuello estampándolo contra la pared. Lo levantó unos centímetros del suelo y el hombre trató de clavarle el cuchillo pero fue más rápido y paró la mano. Se la retorció hasta que soltó el arma.

Acercó su cara a la de él y dejó que viera sus colmillos. Rugió más para provocarle miedo que otra cosa.

—No os acerquéis a ella. Coge al otro y desapareced de mi vista. Que no os vuelva a ver cerca de ella porque, la próxima vez —dijo pasándose la lengua por los dientes—, seréis mi comida...

Soltó al tipo que cayó al firme mirándolo sin poder apartar la vista. Estaba pálido y el olor a orina le decía a Raven que lo había asustado bastante como para no atreverse a acercarse a ninguna otra persona.

—Vete —siseó dando un paso hacia él.

El muchacho chilló con una voz demasiado aguda para ser de un tío y medio gateó, medio corrió, fuera de su vista.

Cogió al otro y los dos se perdieron.

—¿Qué le ha dicho para que se ponga así? —preguntó Carlie tratando de levantarse.

Raven ya estaba a su lado y la ayudó a ponerse de pie. Después deslizó sus manos hacia atrás para desatarle las cuerdas que le sujetaban las manos.

—Nada. Ése no volverá a intentar robar a nadie más.

—Gracias por salvarme.

—¿Estás acostumbrada a esto? Pareces muy tranquila.

—Parece que tengo un cuerpo que atrae demasiado a los hombres. En muchos sentidos —soltó girando la cabeza hacia otro lado.

Raven dejó las cuerdas, aún atadas y le cogió con una mano el mentón para que lo mirara. Posó la otra en la cintura de ella y se acercó más.

—No te volverán a tocar —le susurró mientras le mordía los labios y los abría como si fueran una capa para entrar en el manjar de dentro.

Carlie gimió en su boca e hizo que Raven se volviera más salvaje. Quería más de ella, producirle más placer, aunque sólo fuera una noche. Bailó con su lengua y la tentó para que entrara en su cavidad, para que lo estimulara del mismo modo que él hacía con ella.

Estaba aprendiendo rápido. Cada vez que la de ella se introducía, un deseo voraz se adueñaba de su cuerpo y le exigía a gritos tomar a esa mujer en ese mismo lugar, en ese momento. No habría preliminares, la quería ya y no podría esperar.

La empujó hacia la pared y levantó una de sus piernas para abrirla más a él. Y fue cuando la oscuridad lo cegó por un momento y se tambaleó separándose de Carlie. Cayó al suelo incapaz de mantenerse en pie con el mareo que tenía y se tocó la cabeza. Tenía sangre en su mano.

—Qué...

—Aléjate de ella, maldito pervertido... —bramó una voz más joven.

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