Capitulo 2

Carlie se quedó sin palabras ante el rostro desencajado de Raven. No podía decirle que no era Claire, que la confundía con otra persona, no cuando el dolor atravesaba los ojos de él y notaba la ansiedad emanar de su cuerpo.

Raven acortó la distancia de sus rostros mirándola con intensidad, esperando de alguna forma ver en los de ella algún motivo por el que detenerse y alejarse. Sus respiraciones se hicieron una aspirando el mismo aire que el otro emanaba. No era un beso, pero la electrizante sensación de poder llegar a beber de esos labios fue tal que Carlie notó cómo su sexo se contraía y una humedad comenzaba a aflorar de su núcleo.

—Claire... —susurró tan cerca de ella que casi podía sentir las vibraciones de ese nombre en su piel.

—No... —se le escapó.

Raven parpadeó varias veces como si despertara de un sueño y se alejó de ella. Fue tan rápido que, si en un momento estaba sobre ella, en el siguiente lo veía de pie a su lado. La tensión se notaba en su espalda y músculos.

Carlie se incorporó del suelo apoyándose en los codos para mirarlo.

—¿Se encuentra bien?

—Váyase, por favor —murmuró él sin darse la vuelta. Tenía una de sus manos tapándose los ojos mientras la otra estaba apretada en un puño.

—Le dejaré aquí este papel. Si lo completa no volveré a molestarle. Le pediría que me lo hiciera llegar mañana a primera hora si puede ser —comentó recogiendo su bolso del suelo y sacando un folio.

Lo dejó al lado del sofá y se dio la vuelta para irse.

En dos ocasiones se volvió para ver si él la miraba, y en ninguna de ellas tuvo suerte. Abrió la puerta y observó la oscuridad. Hacía más frío que antes, o bien su cuerpo había entrado en calor más de lo que necesitaba. Entrecerró los ojos tratando de localizar su taxi.

—No... No puede pasarme esto... —masculló para sí, incrédula. No había ni rastro del taxi—. ¡Maldita sea! —maldijo.

Cogió el móvil del bolso y lo abrió. Dos cosas le hicieron gritar de frustración: que no tenía cobertura, y tampoco batería. Deseaba saber quién le había echado mal de ojo y por qué.

Volvió a entrar algo más nerviosa que la primera vez y se detuvo al ver que Raven seguía en el mismo sitio.

—Perdón, ¿tendría un teléfono?

—¿Qué ocurre?

—Mi taxi se ha ido y el móvil no tiene cobertura aquí. Pediré uno y esperaré fuera.

—No tengo teléfono.

—¿Ni un móvil?

El movimiento negativo de su cabeza le dio la respuesta.

—Genial...

Miró al suelo para contemplar sus zapatos. Mantenía el equilibrio con ellos forzando a su pierna a estar de puntillas pero empezaba a cansarse. Si pudiera se quitaría los zapatos pero estaba delante de un posible cliente y se debía a su profesionalidad.

—¿Vive lejos? —preguntó Raven.

—En la ciudad, en un apartamento en el centro. No se preocupe, iré caminando un rato hasta que dé con algo de cobertura. Con suerte mi móvil aguantará para llamar a alguien que me recoja.

—¿No tiene coche?

Carlie se sonrojó. Sí, era cierto que tenía veinticinco años, que era independiente y sabía hacer las cosas solita, pero el coche...

—Digamos que hay discrepancias entre nosotros... — contestó evitando darle más información.

—La llevaré a casa —dijo dándose la vuelta.

Por un segundo pudo volver a contemplar esos ojos que, rápidamente, esquivaron su mirada, como si le quemara.

—Gracias —susurró extrañada por ese sentimiento de tristeza que le provocaba el hecho de que Raven no la mirara.

****************

Carlie no dejaba de observar a Raven de reojo en el coche. La proximidad con él estaba poniéndola nerviosa y no unos nervios cualquiera, unos que estaban excitándola. Se suponía que eso no le pasaba.

—Yo... Quiero darle las gracias por llevarme.

Raven gruñó. Cualquiera estaría cansado de que alguien le diera las gracias y Carlie lo había hecho varias veces en los últimos diez minutos.

—Lo siento. Es que no sé cómo puedo importunarle tanto. Se suponía que debía ir a verlo, recoger los datos e introducirlos mañana en el trabajo.

—¿Por qué vino tan tarde a mi casa?

—Mi jefe no quiso esperar al día siguiente —contestó con una mueca—. Y no es muy agradable hacerlo enfadar.

—Si tan mal está en su trabajo, ¿por qué no lo deja?

—¿Cree que es fácil encontrar otro? Quizá para usted, sin duda tiene dinero y un buen cargo...

—No trabajo.

—¿Perdón?

—Yo no trabajo.

—¿Cómo gana dinero para vivir?

—Tengo más que suficiente.

Carlie se mordió la lengua para no responderle nada. Estaba en su vehículo, la llevaba a casa; al menos procuraría que no la empujara de él en marcha por un arrebato.

—¿Quiere decirme algo? —preguntó él mirándola por el rabillo del ojo.

—No... —murmuró bajito, conteniéndose.

Una pequeña sonrisa se hizo visible en su rostro y Carlie se quedó anonadada. Cuando Raven sonreía era como si todo su rostro se iluminara y pareciera que fuera a brillar como una estrella.

—Hemos llegado.

Raven se volvió y se prendó de sus ojos. La miraba con intensidad, contemplando algo divino. Antes de darse cuenta, su mano le acariciaba la mejilla y seguía el contorno de sus labios. Deseaba besarla, saber si esos labios eran los que recordaba, si tenía la pasión de su Claire.

Eran tan parecidas que, por un momento, la había confundido con ella. El mismo pelo, los mismos ojos, hasta su físico era el mismo. Pero el carácter que tenía, su forma de comportarse, no eran igual.

Cuando la miraba, la imagen de Claire se fundía con la de la mujer que tenía delante y los recuerdos de esa fatídica noche volvían a su mente. No podía estar delante de ella y recordar que dejó morir a su esposa.

Carlie se sonrojó al notar que los dedos de él le acariciaban los labios presionando para que los abriera, su lengua rozando la punta de ellos. Se apartó del contacto y abrió la puerta del coche.

—Gracias... Gracias por traerme.

Raven asintió con la cabeza.

—Y siento lo que pasó en su casa. Mi tacón...

—No se preocupe —cortó él.

Cerró la puerta y echó a correr hacia su apartamento. Notaba la mirada escrutadora de Raven y se estremeció al pensar que pudiera verla desnuda. Su vientre se contrajo y una vibración le hizo tropezar con un objeto invisible.

Raven tenía algo que hacía que ella deseara a ese hombre; algo que jamás le había pasado y que, a ese paso, la dejaría con ansias de un toque de su parte.

****************

Carlie llegó al trabajo al día siguiente sin haber podido dormir después de estar toda la noche pensando en Raven. Cada vez que cerraba los ojos, su rostro se le aparecía y, con él, el cuerpo de escándalo que tenía. Y eso no era lo más relajante para poder dormir, con lo que varias veces tuvo que ir al baño a echarse agua fría para aliviar el calor que se instalaba.

El señor Carlson no se veía por ninguna parte, lo que se podía intuir por el ambiente relajado de la oficina. Todavía no estaban todos los que trabajaban pero, los que había, eran la imagen de la tranquilidad y relajación.

Lisa, su compañera, estaba sentada en su silla pintándose las uñas. Se acercó a ella con una sonrisa para saludarla. Levantó la cabeza e hizo una mueca.

—Dime que esas ojeras son de estar toda la noche bailando.

—No, Lisa, no he dormido bien.

—Ya sabes que eso no se hace. La única vez que puedes dejar de dormir es porque tengas a un tío en la cama al que no quieras perder por cerrar los ojos.

—Ya, ya... ¿sabes si ha llegado algún documento?

—¿Documento?

—Ayer fui a la casa esa y hablé con el propietario. Le dejé los papeles para que los rellenara y me los enviara a primera hora. ¿No han llegado?

—Aquí no ha venido nada todavía. Y el jefe llegará hoy tarde así que, yo que tú, arreglaba el problema.

—No me lo puedo creer —dijo mordiéndose el labio—. Sólo tenía que responder unos malditos datos y enviármelo...

Lisa sonrió ante el enfado de su amiga pero siguió en su tarea y la dejó mascullando maldiciones y tramando lo que le haría al pobre propietario si no enviaba los documentos ese día.

Dos horas después, Carlie se subía por las paredes. Su jefe acababa de llegar y esperaba que la llamara al despacho para verificar que la carpeta estuviera completa pero éstos no llegaban... Iba a matar al tal Raven...

Se concentró entonces en otras cosas que hacer y tuvo suerte cuando una pareja entró y ella era la única disponible para atenderlos porque, de ese modo, se libró de tener que lidiar con su jefe que se acercaba hacia ella.

Tras hablar y mostrarles algunas casas en fotografías se marchó con ellos para ver las que les interesaban in situ y Carlie dio gracias por no tener un día como el anterior. Si se libraba de la bronca de su jefe y pasaba el día prometía hacer un sacrificio y dejar el chocolate durante una semana... o cuatro días... o...

Pasó toda la mañana enseñando viviendas y, por la tarde, volvió al trabajo con un contrato firmado.

Era la mejor en encontrar lo que el cliente quería y por eso sabía que Carlson la tenía en nómina. Eso y sus ganas de llevársela a la cama. Al menos conseguía uno de sus deseos.

Dejó en su mesa la carpeta con el contrato y se quitó la chaqueta. Le faltaban unas horas para terminar pero estaba agotada. Había estado toda la mañana de un lado a otro y sólo quería descansar un poco.

—¡Carlie! —bramó Carlson desde su despacho.

Ella respingó y miró asustada hacia él. Le hizo un gesto para que acudiera y se quedó esperándola de pie junto a la puerta.

Suspiró y fue hacia él.

—Suerte —le murmuraron algunos compañeros cuando pasaba por su lado.

Carlie entró en el despacho y oyó cerrarse la puerta del mismo. Carlson caminó demasiado cerca rozándole con la palma su trasero y obligándola a dar un paso hacia delante para evitar que siguiera tocándola.

—¿Pasa algo, señor Carlson?

—¿No tenías que haberme dado algo hoy a primera hora?

—Lo siento, los clientes llegaron y no he tenido tiempo de ponerme con ello.

—Entonces podrás hacerlo ahora mismo, ¿verdad?

—Lo cierto es que tenemos un problema. El propietario de la casa no pudo darme ayer los datos.

—¿No pudo? ¿No fuiste lo suficientemente persuasiva? —le preguntó dejando entrever un doble sentido.

—No sé a lo que se refiere, señor —contestó ella en lugar del improperio que quería lanzarle—. Le dejé los documentos con la información que nos hace falta y seguramente los enviará en unos días.

—A lo que me refiero... —dijo acercándose a ella—, es si fuiste convincente para sacarle lo que necesitamos...

Carlson le rozó el brazo desde el hombro a la muñeca y entrecerró los ojos. Se aproximó más a ella y Carlie retrocedió.

—Los datos no se obtienen así, señor. No creo que valga la pena usar los métodos que insinúa.

—Sí... pero creo que vas a tener que ser amigable conmigo si no quieres que te despida por tu incumplimiento.

—No pienso hacer nada —masculló—. Y ahora será mejor que me deje salir.

—Si sales de mi despacho antes de que yo lo diga será para no volver. Piénsalo, niña—replicó él.

Su mano fue hacia el pecho de ella y lo acunó entre ella apretándolo y provocándole un escalofrío.

—Estás muy bien dotada, niña.

—Le advierto que me deje... —murmuró ella.

—¿O qué? —incitó.

—O esto... —contestó y levantó la rodilla hincándosela en su miembro dejando que lanzara un grito de dolor que atravesó todo el despacho.

—Hija de…

—Ahora atienda de una vez: Trabajo para usted pero no le da derecho a ponerme la mano encima o a follarme. »Soy buena en lo que hago y si sabe lo que le conviene será mejor que me mantenga en nómina. Me haré cargo de esa maldita casa y los condenados papeles pero la próxima vez que trate de hacerme algo iré directa a la policía. ¿Queda claro?

—Puta...

—Eso es lo que se cree. Tengo mucha más dignidad de la que usted tiene.

Salió del despacho sin mirar cómo Carlson se cogía a la estantería para mantenerse de pie. En cuanto estuvo fuera se fijó en que sus compañeros habían oído el grito del jefe y se sonrojó. No solía explotar de esa manera en su trabajo pero entre que no había pegado ojo por la noche, la preocupación por los documentos que Raven no había enviado, el miedo a perder el trabajo y el intento de abuso pudo con ella y estalló.

Sus compañeros estaban riéndose y, cuando se alejó del despacho, todos se unieron a ella para felicitarla por ese arrebato y por ponerle en su sitio. Los hombres aún tenían en su rostro esa compasión por su compañero de sexo y mantenían protegida de forma indirecta su zona. Aun así, también estuvieron

Allí estaba otra vez. Plantada en la puerta de entrada y con la adrenalina corriéndole por las venas.

Se había enfrentado a su jefe y se sentía invencible. Ahora le tocaba a Raven. No se iría de allí hasta que obtuviera lo que necesitaba para su trabajo y no quería un “fuera” por respuesta.

Llamó una vez y, cuando no tuvo respuesta, empujó la puerta. Como esperaba, se abrió sin problemas y avanzó hacia el interior. Se asomó hasta el sillón por si estaba en el mismo lugar y, cuando no lo encontró allí, decidió subir las escaleras en su búsqueda.

Su conciencia le decía que eso podía llamarse allanamiento pero la acalló con un sólo pensamiento: venganza. Si le hubiera mandado los dichosos papeles a primera hora no habría tenido que soportar los tocamientos de su jefe y no habría estallado, con lo que todo seguiría como siempre. Sí... Quería pegar a alguien más y Raven estaba en su lista.

Avanzó por el pasillo abriendo las diferentes puertas que encontraba pero sin rastro de él. Empezaba a calmarse y su conciencia iba adquiriendo más poder. Justo cuando iba a abrir una de ellas, ésta se deslizó hacia dentro y Raven apareció delante suya.

—¿Qué hace aquí?

—Yo...

—Fuera.

Su ira volvió con renovada fuerza al escuchar esa palabra y le dio el valor para apuntarle con un dedo y empujarle con éste.

—Me va a escuchar: Necesito los datos para hacer bien mi trabajo y me los va a dar, quiera o no. Ya he tenido más que suficiente con el pulpo de mi jefe para tener que vérmelas ahora con usted. Se lo dejé ayer, sólo tenía que rellenarlo y enviarlo así que, si no lo ha hecho, nos vamos a sentar ahora mismo y lo va a hacer, ¿queda claro?

Raven la miraba entre asombrado y enfadado por esa forma de hablarle. No podía siquiera abrir la boca sin que los ojos de ella le recriminaran por intentar defenderse.

Carlie enrojeció cuando le soltó el discurso y se dio cuenta que seguía punteándolo con el dedo en el pecho. Apartó la mano y se dio la vuelta para alejarse. Esperaba que la siguiera para acabar con eso. Una vez tuviera los datos ya procuraría no volver a verle para no recordar el bochorno que acababa de pasar.

Una mano le agarró de la muñeca empujándola a darse la vuelta. Otra se cerró sobre su cintura y la atrajo hacia el cuerpo del que las manos eran dueñas. La empujó más hasta que se alzó sobre los tacones y levantó la cabeza. Raven se abalanzó hacia ella para probar el fruto prohibido de su propio paraíso.

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Comments

Aracelis Durango

Aracelis Durango

Bien merecido lo tenia ese jefe 🤭🤣🤣🤣🤣🤣 Raven probó del fruto prohibido 😍🥰🥰🥰

2023-11-28

4

💖 la niña de tus ojos💖

💖 la niña de tus ojos💖

que asco de jefe pero por desgracia asi hay muchos

2023-11-28

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