En el Reino Luna Carmesí existían muchas tiendas de ropa, debido a que este era el método de comercio principal que se utilizaba. Esto no quería decir que todos eran prósperos, sino que hacía que la competencia para vender se volviera cada vez más árida al igual que la disputa para conseguir buenos talentos que lograran cambiar la economía de una tienda. No solo los plebeyos, sino también los nobles querían lograr la escalada social confeccionada los más hermosos diseños por lo que era muy común que las jovencitas abandonaran sus hogares buscando la oportunidad de ser elegidas por las mejores tiendas, pues allí dependiendo de sus bocetos les ayudaban a mejorar sus talentos recibiéndolas como aprendices y dándoles una pequeña suma de dinero si dicho diseño llamaba la atención necesaria. Sumire no era muy diferente de las demás, solo que las clases privadas de pintura que solía ver eran la experiencia que le ayudaba para hacer de sus diseños los más delicados, desafortunadamente no sabía confeccionar prendas pues no quería que nadie supiera de su pasión.
Sumire con un gesto le indica a Diana que no debe anunciar su secreto ni siquiera a su padre, a lo cual Diana entendió perfectamente y después de su reverencia continúa diciendo
Diana: ¿desean comprar algún diseño en especial?
Joseph Renger: Queremos comprar los 5 vestidos más famosos de su tienda
Diana: Los traeremos enseguida -Diana señala a sus ayudantes para que traigan los vestidos- estos vestidos provienen del boceto más popular de nuestra tienda y estás prendas en particular son las que más se acercan al diseño original
Cuando una prenda de ropa era realizada desde su boceto, las costureras y las bordadoras cambiaban ligeramente el aspecto de él, de esta forma hacían que no se viera muy semejante a las copias que solían realizar o de lo contrario los nobles de mayor rango podrían despedazar el vestido del noble que fuera de menor rango acusándolos de copiar su atuendo. Los únicos que salían perjudicados eran los diseñadores y los dueños de la tienda, ya que ningún noble querría volver a una tienda de donde dos vestidos salían igual. Las prendas que Diana había traído fueron diseñadas por Sumire, por lo que Diana solo guardada el diseño original con la esperanza de que Sumire pudiera usar sus propios diseños.
Diana: Empecemos probando cómo le queda a este vestido
El primer vestido que le pusieron a Sumire tenía un tono rosa, en su falda tenía un diseño de capas que descendían de una flor que se encontraba en la parte derecha de la cintura, las mangas eran cortas y no presentaban ninguna pomposidad, sino que eran lisas, en la parte del pecho tenía un hermoso diseño en forma de corazón y tenía un bello bordado de flores realizado con unos tonos más oscuro que el tono del vestido. El segundo vestido que le probaron era de un color celeste y presentaba una falda de una sola capa, sus mangas eran largas y sin pomposidad pero eran de un tono más oscuro que el tono principal, el pecho era corrido y en el borde superior tenía un bordado elegante de color blanco. El tercer vestido era color morado pastel, su falda tenía unas dos capas que se encontraban lado a lado de la capa principal dejando el medio semi descubierto, estas capas dos capas eran completamente bordadas y presentaban un diseño de diamantes, la parte superior era sencilla y sus mangas eran cortas pero pomposas de una tela brillante. el cuarto vestido era principalmente amarillo pastel, en la falda su base era blanca y tenia una capa extravagante que se extendía del frente hasta la cola era de color amarillo, sus mangas eran pomposas de color blanco con una la tela semejante al tul, en su pecho era simple y lineal pues todo lo demás lo hacía resaltar. El último vestido era de color verde oscuro, cuya falda no era tan ancha sino que iba creciendo desde la cintura hasta los pies, en su pecho tenía un diseño de corazón y desde la punta de este tenía una tela verde brillante que subía hasta la parte del cuello donde una cinta finalizaba el alto del vestido, tenía una mangas que llegaban a sus codos y de allí sobresalía unas capas de tela muy hermosa que tenían rosas bordadas, este último era el vestido más moderno. Al ver todos los vestidos el Barón exclamó
Joseph Renger: me lo llevo todos
Diana: así se hará. Los guardaremos inmediatamente porque a la señorita les han quedado como hechos a la medida.
Mientras los sirvientes de Diana guardan los vestidos y ayudan al Barón a realizar los trámites de cancelación Diana se acerca a Sumire y en voz baja le dice
Diana: espero con ansias tus próximas obras, todos los diseños se han vendido bien, te enviaré con un sirviente tus ganancias por la venta de tus diseños
Las transacciones se hicieron deprisa debido a que el Barón Ranger debía regresar rápidamente a la mansión, por lo que Sumire solo se inclinó para despedirse de Diana.
En el viaje de regreso no sucedió nada en particular, solo les puedo decir que en los pensamientos de Sumire lo que más resonaba era la identidad de esa, bella pero extraña sirvienta. Al llegar a la mansión Marta ayuda a Sumire a guardar sus nuevos vestidos y a prepararse para la cena la cual se llevaría a cabo en el comedor. Sumire recuerda que Marta fue quien atendió a la nueva sirvienta por lo que inmediatamente la invade preguntas sobre ella.
Sumire: Marta ¿por qué esa sirvienta está en el cuarto de huéspedes?
Marta: Porque esos fueron las órdenes órdenes del Barón -dice Marta mientras baña a Sumire
Sumire: ¿Pero por qué en el cuarto de huéspedes?
Marta: no me corresponde cuestionar las órdenes del Barón
Sumire: Entiendo. Pero al menos dime cual es su nombre, tuvo que haberlo dicho -decía Sumire mientras le soplaba la espuma de la tina a las demás sirvientas-
Marta: Señorita Sumire, quédese tranquila
Sumire: Marta, no contestaste a mi pregunta -decía Sumire mientras la sacaban de la tina- quisiera saber ¿por qué oculta sus ojos? Me gustaría saber ¿de qué color son ellos? También ¿por qué usa un uniforme tan extraño? Eso debería darle demasiado calor. También es muy extraño que supiera la etiqueta al tomar el té, su postura era perfecta no había fallas en ella y podía ver muy bien a pesar de que su flequillo cubría sus ojos. Tampoco sé por qué mi padre la trajo, ni siquiera saludo al momento de mi llegada, ya estaba tomando el té como que si fuese una invitada.
Marta: Señorita sumire, ya está lista. Puede irse a cenar, el Barón Renger la espera, y sobre la sirvienta creo que su padre le contestará, ahora dese prisa.
Sumire se dedicó a hablar de tal manera que no se había percatado que le habían terminado de arreglar. Esto era algo normal, pues a Sumire le gustaba conversar cuando el tema le ocasionaba mucha curiosidad, así que las personas que la conocían simplemente continuaban con su labor mientras la escuchaban hablar. Para la cena, a Sumire la vistieron con un vestido simple de color rojo y le dejaron su cabello suelto no le pusieron guantes y tampoco le realizaron un maquillaje para cenar pues al terminar de comer se iría a dormir. Sumire al llegar al comedor piensa abrazar a su padre antes de sentarse a comer, pero para su sorpresa la extraña sirvienta se encontraba sentada en la mesa al lado izquierdo del Barón. Esta llevaba un vestido que salían utilizar a menudo los plebeyos, su color era marrón y tenía un largo como el uniforme que llevaba puesto en la mañana, seguía usando guantes y en su cuello se colocó una pañoleta. Aunque estaba sentada a la mesa no recogió su flequillo lo que a Sumire le pareció una falta de respeto pues era de mala educación a la hora de comer. Sumire decide hacer una reverencia y se sienta a la mesa al lado derecho del Barón Ranger. Para comenzar a cenar el Barón Renger con mucho amor le dice a Sumire
Joseph Renger: hace mucho tiempo que deseo poder sentarme contigo a comer
Sumire: yo también anhelaba poder comer contigo padre
La comida es servida y los tres empiezan a comer, más solo el Barón y Sumire conversan de forma cariñosa acerca de los vestidos; el Barón Renger le hace saber a Sumire que después puede ir con Marta a la ciudad a comprar algunos obsequios, pues por el tiempo que estuvo fuera algunos asuntos de la Mansión se vieron acumulados. a medida que la conversación se extendía Sumire pudo notar que la extraña sirvienta tenía buenos modales, sabia que utensilio usar para cada comida y también de qué forma usar la servilleta, tampoco parecía estar nerviosa sino más bien estaba muy segura de sí misma, de hecho sus modales eran mejor que los de Sumire lo cual causó que ella tuviera más curiosidad sobre esta sirvienta. A fin de saciar su curiosidad Sumire se dirige con ternura a su padre y le dice:
Sumire: Padre, esa joven señorita que nos acompaña a la mesa ¿no era ella la nueva sirvienta de esta mañana?
Joseph Renger: así ella es la nueva sirvienta
Sumire: entonces ¿porque nos acompaña en la mesa?
Joseph Renger: le dije que nos acompañara porque seguramente está cansada
Sumire: entonces debería comer en su habitación, una sirvienta no come con sus señores aunque sus modales sean como los nuestros. Ese no es el protocolo del reino.
Joseph Renger: entiendo a lo que te refieres, pero está vez quise dejarlo pasar
Sumire: padre, pero al menos debería dejar ver sus ojos, es de mala educación taparse así
Joseph Renger: Sumire, también es de mala educación mirar así a la gente. No te preocupes por ella. Tu solo diviértete y disfruta de lo nuevo que puedes comprar. Yo me ocuparé de el personal ¿si? -dijo el Barón Renger mientras acariciaba la cabeza de su hija
Sumire frunce el ceño y solo por hoy decide dejarlo pasar, pero a medida que pasan los días la curiosidad por esta extraña Sirvienta se vuelve más intensa
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