Castigos.

Mía.

He estado dando vueltas aproximadamente unas seis horas o más, pero no le daré el gusto a un niño mimado con aires de grandeza de verme derrotada, soy hija de dos guerreros y ellos esperan lo mejor mi, veo que se me acerca un hombre, este es alto, piel bronceada, ojos marrones, cabello castaño y de un muy buen cuerpo, la verdad aquí todos están muy bien formados.

— Buenas noches, señorita Mía, veo que sigue aquí.— Dijo el castaño tratando de hacerse el gracioso.

— Y dónde esperaba que estuviese, en un cine.— Contesté firme mientras seguía dando vueltas.

— Por qué decidiste quedarte con tu mochila, llevas algún tesoro allí.— Me preguntó este alzando una ceja mientras yo corría, ya estaba agotada, pero no lo demostraría, agradezco a los entrenamientos de papá Marcos, él me preparó para todo esto.

— Pues sí, llevo un gran tesoro aquí, además esperaba un castigo más fuerte, así que lo hice divertido con el peso.— Contesté arrogante y este sonrió.

— No te aconsejo estar de rebelde aquí o la pasarás muy mal, puedes vivir un infierno aquí.— Dijo el chico poniéndose serio.

— Créeme que un infierno más o uno menos no me afectará, aquel que viene del tártaro, ningún lugar caliente lo asusta.— Este me miró confundido, entonces me hizo parar.

— Ya, es suficiente, puedes ir a tu habitación, ven, sígueme.— Dijo este y lo seguí.

— El capitán tuvo que salir y me dejó a mí la responsabilidad de liberarla cuando quisiera, ah, y por cierto soy Oliver.— Dijo el castaño en frente a mí.

— Soy Mía ya sabe —

Después de eso lo seguí en silencio y vi la que sería mi habitación, era acogedora y la decoración era neutra, de color blanco con muebles negros, pero lo que llamó mi atención fue la cama tendida al lado de la que sería la mía, por ser mujer me esperaba un cuarto para mí sola, pero no, solo había una habitación disponible y estaba ocupada por alguien más, tenía todo perfectamente ordenado y varias medallas colgadas, lo miré como preguntándole por qué compartiría habitación con un hombre y él me contestó como si leyera mi mente.

— No dijiste que querías ser tratada como uno más, pues he aquí su pedido, compartirás habitación, además no hay más disponibles.— dijo y subí los hombros como si no me importara, sin despedirme de él, me quité la sudadera que traía y me quedé en top, sentía su presencia detrás de mí y me giré.

— Y… supervisará mi baño también, que me desvista dante de mi compañero de habitación es una cosa, pero hacerlo delante de usted es innecesario.— lo vi apretar sus puños ante mi comentario, suspiró y se fue.

Cuando salió de la habitación me duché, me coloqué un mono deportivo y un top a juego, fui a buscar algún lugar para entrenar y me topé con un gimnasio abandonado, todo se veía viejo y empolvado, decidí limpiar el lugar, este sería mi espacio de entrenamiento personal, lejos de esa manada de idiotas.

Encontré un saco de box y comencé a golpearlo recordando mi motivación que era todo lo que me había sucedido, cada calamidad por la que pasé, me cansé de golpear aquel saco, yo cargaba en mis oídos unos auriculares inalámbricos y no escuché a los visitantes que entraron al sitio tenía mis ojos cerrados y golpeaba con tanta rabia y por lo viejo del equipo que usaba, lo estaba rompiendo, mis nudillos botaban sangre, abrí mis ojos y vi a un sujeto delante de mi mover sus labios, pero por lo alto del volumen de mis auriculares no lo oía, de inmediato detuve mis golpes y saqué mis auriculares.

— ¿Qué?, es malo entrenar aquí.— le pregunté al sujeto frente a mí que tenía una cara de asombro.

— No es malo, lo malo es que te dañes haciéndolo.— lo miré confundida y vi hacia donde sus ojos veían… Mis manos.

Mis nudillos estaban ensangrentados y sin ningún tipo de emoción pasé un pañuelo con un poco de agua de mi cooler y luego los miré.

— Disculpen si los desperté, solo vine un rato a entrenar después de que corrí, no sabía que se acostaban tan temprano.— Dije disculpándome, al parecer aquí se dormían temprano.

— temprano, ¿no has dormido nada? Ya son las cuatrocientas treinta.— Dijo el capitán del equipo y quedé sorprendida.

— Lo siento, ya veo, los desperté, denme cinco minutos y estoy lista para entrenar.— dije apenada.

— tranquila, aún falta media hora para el entrenamiento.— dijo el capitán y yo me dirigí a la habitación.

No tenía sueño, pues, estaba acostumbrada a eso, en el internado pasaba horas sin dormir ni comer, esos eran algunos de los castigos que me daban.

Me puse un pantalón negro, una guerrera negra y mis botas, ese era el uniforme del escuadrón.

Salí y todos estaban terminando de comer, me senté y comí tan rápido que termine a la par con ellos, luego de eso era hora de entrenar, así lo hicimos, eran varios ejercicios, también dar vueltas y saltar obstáculos, en pleno entrenamiento llegaron varias señoritas muy coquetas e hicieron un comentario de mal gusto a mi parecer.

— Cariño, ahora tienen mujeres aquí, no me pondré celosa porque ninguna mujer que le gusten los hombres estaría dando brincos como rana.— Dijo y mi sangre se puso a punto de ebullición.

— Lamento que el único ejercicio que conozcas sea abrir las piernas, y pintar tus uñas.— dije y la muy tarada y manipuladora empezó a ofenderse y hasta a querer llorar.

El capitán se la llevó a un lado y luego la dejó con otro de los soldados, por llamarlos así, pues, aquí, el único rango que había era el de capitán y el del segundo al mando y caminó hacia mí con una cara que daba miedo menos a mí.

— Millers quiero que tenga más respeto con la ahijada de nuestro mayor, el señor Alan Smith.— Me reí por dentro, respeto para su ahijada y yo soy su sobrina que mal

chiste.

— A causa de eso, usted y sus compañeros correrán durante tres horas seguidas sin ingerir líquidos.— todos se molestaron y yo lo encaré.

— la que la ofendí según su punto de vista fui yo no ellos, aunque desde el mío solo me defendí, así que cumplo las horas de todos ellos y listo, no deben pagar por mis errores.— Dije y él me miró desafiante.

—Está bien, ustedes son ocho, así que correrás veinticuatro horas sin ingerir líquidos.— Dijo el capitán arrogante y yo acepté feliz, no me echaría encima al resto de los compañeros por culpa de esa idiota.

— Está bien capitán, cómo ordene.— Dije y me retiré a correr.

Las idiotas se fueron y los demás terminaron su entrenamiento, yo quedé corriendo, empecé a las ocho de la mañana y ya eran las doce de la noche, estaba cansada, agotada y que no dormí el día anterior y a punto de desmayar si no lo había hecho era por el horror vivido en el internado ya estaba acostumbrada y, entonces recordé a mis padres, a mi amiga y todo mejoro.

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Comments

Brenda Lozano

Brenda Lozano

Y está mujer no se alimenta?

2025-03-11

1

Rosa María Corrales Pèrez

Rosa María Corrales Pèrez

Que desgraciado su tío espero que le vaya mal

2025-01-25

1

Teresita Ramirez Lecuna

Teresita Ramirez Lecuna

ya me atrapó
una chica valiente
y ese albacea lo será por toda la vida???? porque hay un límite de edad

2025-01-15

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