🗨️ Patricia se levantó temprano, como siempre. Pasó a la cocina, revisó la nevera y comenzó a preparar el desayuno. Cuando Miguel despertó, el aroma lo envolvió. El crujir de su estómago lo obligó a levantarse.
—Wow… ¿Pero a qué horas te levantaste, niña? Aún es muy temprano —dijo, sorprendido al ver la casa reluciente y el desayuno casi listo.
—Disculpé, no quise despertarlo. Estoy acostumbrada a salir de casa antes de que amanezca —respondió Patricia, aunque no pudo evitar mirar el cuerpo de su anfitrión. Parecía sacado de las revistas que encontraba en la basura: alto, con el abdomen marcado, ojos claros, cabello brillante, labios carnosos y brazos fuertes.
—No hay nada que disculpar. Es el mejor despertar que he tenido en mucho tiempo. Espérame, me doy un baño y bajo para desayunar contigo. Luego te llevo a casa.
🗨️ Miguel dio unos pasos, pero se devolvió.
—Antes de que se me olvide: el dinero que está en la mesita es tuyo. Para que compres algo a tus hermanos.
Subió animado a su habitación. Patricia, mientras tanto, ordenó la cocina y guardó el dinero en sus bolsillos.
🗨️ De repente, la puerta principal se abrió. Una mujer hermosa entró con dos vasos de café y una bolsa. Al ver a Patricia en la cocina, su rostro cambió. Dejó lo que traía y se lanzó sobre ella.
—¿Y tú quién eres, maldita loba? ¿Qué haces en el apartamento de mi prometido? ¡Lárgate de aquí!
🗨️ Tomándola del cabello aún húmedo, la mujer la arrastró fuera de la casa. Patricia, con lágrimas en los ojos y sin decir palabra, emprendió el camino de regreso.
Miguel bajó sonriente, justo cuando Maryory servía la comida que Patricia había preparado.
—¿Y tú qué haces aquí?—dijo arqueando una ceja ¿Dónde está la niña que estaba cocinando?
—Pensé que te gustaría desayunar con tu prometida. Pero encontré a una zorra metida en tu cocina. La saqué como la basura que es. Que sepa que yo soy tu dueña, y aquí la única indispensable soy yo.
🗨️ Miguel sintió que sus piernas temblaban. Su rostro se tiño de un rojo intenso y desagradable.
Miro el desayuno servido. Luego tomó las llaves que Maryory había dejado en la mesa y abrió la puerta.
—¡Lárgate de aquí!
—Pero amor, ¿por qué te pones así? Balbuceó la joven con voz aguda. Si necesitas compañía, puedo traerte a alguien con clase.
—¡Que te largues! Deja de decir estupideces. Esa niña, camino por horas bajo la lluvia y la dejé entrar, porque estaba lejos de casa y la lluvia no paraba.
Con la voz inflada de falsa seguridad, Maryory intento dejar el tema atrás.
—Creo que te debo una disculpa, amor. Pero puedes seguir haciendo caridad luego. Ahora desayunemos que al parecer la mendiga tiene buena sazón y devuélveme mis llaves. Sabes que me gusta sorprenderte.— dijo mientras se lleva una cucharada a la boca.
—No quiero volver a verte en mi casa.— dijo, con un tono helado.
¡Lárgate!
🗨️ Miguel la tomó del brazo, la sacó de la casa y cerró la puerta. Activó la alarma, algo que nunca hacía. Luego subió a su auto y comenzó a dar vueltas por la ciudad, con la esperanza de encontrar a Patricia.
Pero la pobre niña, acostumbrada a caminar, ya le llevaba ventaja. Sus lágrimas habían sido secadas por el viento.
—Si al menos hubiera alcanzado a desayunar… —pensaba, mientras su estómago crujía. Aún conservaba el sabor de lo poco que probó mientras cocinaba.
🗨️ Al meter la mano en el bolsillo, recordó el dinero que Miguel le había dado. Al acercarse a casa, compró algo para comer y alimentar a sus hermanos.
Los días pasaron. Patricia seguía buscando empleo, pero no podía sacar de su mente al joven amable que la había tratado con respeto. Los niños estaban con Beatriz, y ella se alistaba para salir cuando su vecina llegó corriendo.
—¡Patricia! ¡Antonio está convulsionando!
Lo llevaron de inmediato al hospital. Tras varios análisis, fue trasladado a un centro de mayor nivel. Patricia llevaba días sin dormir. Beatriz le llevaba comida y ropa, pero la joven no quería dejar solo a su hermano.
El diagnóstico fue devastador.
—Señorita —dijo el médico—, su hermano tiene un tumor en el lado izquierdo del cerebro. Debe ser operado con urgencia.
🗨️ Patricia sintió que el mundo se le venía abajo. La suma que debía pagar por la cirugía y la estadía en la clínica era altísima. Salió del hospital, desesperada, buscando cómo reunir el dinero.
Entonces recibió la visita de Maritza, una vecina de vida misteriosa. Nadie sabía de dónde sacaba tanto dinero, y todos hablaban mal de ella.
—Patricia, escuché que tu hermano está muy mal y que necesitas dinero. ¿Es cierto?
—Sí, Maritza. No sé qué hacer. He buscado trabajo por todos lados y no encuentro. Aún no soy mayor de edad, y eso me cierra muchas puertas.
—Mira, te voy a ser sincera. Yo puedo ayudarte a conseguir ese dinero.
🗨️ Patricia sintió una fuerte emoción. Sus ojos brillaron.
—¿De verdad, Maritza? Haría lo que fuera. Te lo pagaría como pueda. Estaría agradecida toda la vida.
—Espera, espera. Déjame hablar primero —dijo Maritza, entrando a la casa de la abuela, un lugar que rara vez pisaba por respeto a la señora, quien sabía muy bien a qué se dedicaba.
🗨️ Sentadas en el viejo sofá, Maritza le explicó su propuesta.
—Mira, yo trabajo atendiendo hombres adinerados. Este fin de semana habrá un evento: una subasta de mujeres vírgenes. Tú podrías participar.
—¿Por qué? ¿Eres virgen, cierto?
—¿Y qué es ser virgen? —preguntó Patricia.
—Muchacha, por Dios… virgen quiere decir que no has estado con ningún hombre.
🗨️ Patricia guardó silencio. Un silencio largo, pesado. El silencio se prolongó eternamente, aunque no llego a pasar un minuto.
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Comments
Carmen Afanador
no hagas eso busca otra forma es preferible que buscar al buen hombre que te ayudo
2023-09-28
2
gledys hernandez
ya aquí la van a enredar,ojalá piense en sus principios y hipoteca la casa a ver si soluciona.
2023-09-07
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Graciela Peralta
que pasara ahora con ella pobre chica
2023-09-05
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