Jaculus : ratón del desierto.

Amenokai estaba pensativo.

Apenas se levantó al amanecer su secretario Tamaz le trajo el sobre lacrado. Le entregó y él mismo hizo un gesto a la mujer de ébano que dormía a su lado.

Su lecho abarcaba todo el centro del espacio circular, forrado de tapices y pieles, bajo la blanca carpa ornamentada de jefe.

La morena levantó una tela de múltiples colores, se enroscó en su cuerpo y salió con la cabeza gacha.

Debía ser algo serio, pensó. Amenokai, tenía que emprender un largo viaje con sus caravanas de camellos y hombres atravesando el desierto.

Pidió en su interior a la diosa de la noche, la luna, que esa misteriosa misiva lacrada, no le traiga problemas.

Amenokai, era un jefe Bereber. Sus antepasados eran bárbaros que arribaron a Egipto en la época de la invasión de los romanos.

Desde la muerte de su padre fue nombrado jefe de esa tribu y transportaba sal, dátiles, cereales, tejidos pero también oro y armas.

Su carga era valiosa. No quería que ningún incidente retrase su partida.

Y la misiva lacrada parecía un problema. Quien mandaba esa carta de hecho no era árabe.

Los árabes mandaban pergaminos en tubos sellados ornamentados con Jade y obsidianas.

Quien mandaba esa carta era un hombre letrado. El sello no tenía ni una figura en especial impresa con un anillo. Solo era una gota roja de lacre en la hoja blanca.

Sin abrir el problema, se desnudó por completo y se lavó el rostro y el cuerpo.

Luego cepilló sus dientes y con los dedos peinó su ensortijado cabello castaño oscuro. Sus ojos claros brillaban en el rostro tostado. El resto del atlético cuerpo era blanco.

Comenzó a envolver su túnica azul índigo sobre su cuerpo. Colocó sus botas y su turbante.

Sus dedos volvieron a tomar otra vez la carta. En forma ruda rompió con decisión el sello y abrió la hoja. Apenas miró la letra supo que era el Maestro. Entonces leyó sus palabras que parecían todo un enigma.

"Amenokai, una vez hace tiempo te he salvado. Me debes una de tus vidas. Haz esto por mí y me pagarás. Recoge la persona que se esconde donde nos conocimos. Cuídala con tu vida. Es muy importante y está en peligro de muerte. Llámala, para que sepa que eres amigo y no enemigo con un nombre secreto: Gazella"

Amenokai leyó dos veces la misiva. Iba a romperla y luego la guardó entre sus ropas. Debía salir con la caravana y esto, sin dudas era una molestia.

El maestro fue su mentor, su guía y su amigo. Lo conoció en el oasis Runhi, hacía ya muchos Años, en esa época el tenía 16 y el Maestro le salvó la vida.

¿Cuántos años tendría ahora el maestro? Seguro más de cincuenta. Porque en esa época ya era un viejo.

Un viejo de ojos azules, más claros que los suyos que eran violeta o índigo como todos decían.

El maestro era sabio, y evidentemente no quería que nadie encuentre a esa persona porque no había escrito el nombre del Oasis.

Amenokai quedó pensando en quien sería la persona que tendría que cuidar porque estaba en peligro de muerte.

Quizá un religioso judío o un sabio musulmán, o un político turco o un empresario rico de Occidente.

Amenokai salió a la puerta de su carpa.

- Tamaz! Gritó a su secretario. Tamaz vino corriendo.

jefe? - dijo ya a su lado.

_ Ven conmigo - le dijo - vamos al desierto. Trae camellos, armas, carne seca y agua.

_ Soldados? - preguntó.

_ No. Solo tú y yo. Vamos, dijo.

Comenzaron a andar.

Era temprano aún pero el Sahara parecía de fuego. Los trotes de ambos camélidos eran largos y rápidos porque estaban descansados y bien comidos.

El jefe enfiló el animal hacia una duna enorme y ahí supo Tamaz que se dirigían rumbo al Runhi.

Llegaron cerca del mediodía a las primeras palmeras. Dos pares de ojos otearon todo el oasis de un solo pantallazo. Parecía desierto.

El jefe sacó de su manta azul un largavista. Oteo despacio cada roca y cada palmera. Y allí, escondido vio al muchacho.

_ Allí está Tamaz! Gritó. Es un muchacho. Vamos ,

_tráelo! - dijo.

Tamaz saltó del camello y comenzó a correr al chico que se movía y esquivaba el cuerpo del secretario como un ratón del desierto. Amenokai sonrió debajo de su litam (túnica).

_ Jaculus! Jaculus! (ratón), le gritaba Amenokai. La risa sacudía ya su cuerpo viendo a su secretario desparramarse unas cuantas veces y al ratón escapar como por encanto. La situación era tan cómica que el jefe no podía parar de reír. Sus ojos grises estaban llenos de lágrimas de contener la risa, cada vez que el chico hacia una voltereta y su empleado caía redondo en la arena.

Luego recordó la palabra clave que le mandó el maestro. Sacó su arma y tiró un tiro al aire. El sonido del arma produjo también el silbido de la bala atravesando el tórrido aire del desierto. Leyó el papel y Gritó:

_ Gazella !

El niño que corría paró en seco.

_ Gazella. El maestro me mandó por ti.- dijo.

Por fin Tamaz había podido agarrar al joven escapista. Lo subió al camello y comenzó a trotar hacia el.

Los ojos marrones inmensos lo observaban bajo la túnica blanca.

Amenokai le dijo entre risas:

_Para mi, serás Jaculos. Siempre Jaculos. -

El joven se debatía aún en los brazos de Tamaz.

_ Quieto niño. - Solo vine a buscarte por expreso pedido del maestro. Quieto o te dejaré aquí tirado y no cumpliré mi palabra - dijo el jefe.

El joven se tranquilizó. Tamaz pudo abrazarlo e iniciar la marcha.

Entonces Tamaz abrió los ojos muy grandes y con urgencia le gritó:

_Jefe!!!-

Amenokai lo miró aún sonriente.

Sacó una vejiga inflada y comenzó a beber a tragos largos el agua que contenía sin parar su camello de vuelta hacia su carpa.

_ Qué quieres Tamaz? - dijo - El Jaculos te molesta? -

_ Jefe. Es… Es una mujer - dijo Tamaz.

_Que !!! El grito del jefe se escuchó quizá en todo el desierto.

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Comments

Mari Delgado Flores

Mari Delgado Flores

Jajajaja, divertido, la clave es muy clara, Gazella, pienso que a una mujer en el medio oriente, así le dicen.

2024-10-24

1

yamileth lopez,🇻🇪💜

yamileth lopez,🇻🇪💜

🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣

2024-10-02

1

Meli_33608✨🙈🇩🇴♌

Meli_33608✨🙈🇩🇴♌

🤣🤣🤣 pobres camellos los dejaras sordos

2024-08-23

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