Hanna ya había terminado su jornada. Nuevamente se encontraba en el estacionamiento. Pero esta vez esperaba a Edward para ir a cenar juntos en su casa. Inconscientemente, miró con disimulo hacia la ventana de la oficina de su jefe, quizás con la esperanza de ver al tipo del ascensor. Era una verdadera masoquista.
Desafortunadamente, no estaba allí. Miraba su reloj, a cada momento. Se comenzaba a impacientar.
Como si los planetas se hubieran alineado, la vida se puso de su lado. En medio de su difracción, alguien llamó su atención tocando el vidrio de la ventana del piloto. ¡Era de nuevo el hombre de ojos marrones! La chica bajó con un poco de desconfianza el vidrio y comentó en tono desinteresado.
—¿Si?
—Ah. Eres tú —respondió con fastidio—solo vine a decirte que muevas tu auto. No me dejas abrir la puerta.
Tal comentario le cayó como un balde de agua fria—Si. Ya voy—se limitó a decir aunque no se molestó en cumplir su petición. El tipo esperó un instante pero al ver que Hanna no hacía nada, volvió a insistir.
—¿Si ya a mover tu auto?
La chica indignada le contestó—A ver. Estoy esperando a alguien. Así que moveré mi auto cuando esté lista y me de la gana. ¿OK?
—Necesito llegar a tiempo a una reunión. No me hagas perder más tiempo.
—Eso mismo dijiste al mediodía y más tarde te vi disfrutando de un banquete en aquel restaurante —señaló en dirección a éste—¿Era tan difícil aceptarme un maldito café?
—¿Eres acosadora también? No es mi problema que hayas creído que estaba en un banquete. Tampoco voy a darte explicaciones. Y te recuerdo que no me gusta el café.
—¿Puedes por un momento ser gentil? ¡o al menos educado! Solo intentaba enmendar mi error.
—¿Quién de los dos es el que ha golpeado en la cara al otro? ¿Y me pides ser gentil? Solo quiero que muevas tu auto. No quiero continuar con esta absurda discusión.
—¿Sabes qué? Vete al infierno—cual niña rebelde, Hanna encendió su auto de mala gana y avanzó. Sin embargo, no midió bien el espacio que separaba su auto con el de aquel hombre. Y para su mala suerte, le quitó un poco de pintura a la carrocería.
La cara del hombre fue todo un poema. Si fuera posible, tendría la quijada en el suelo y los ojos fuera de la cuenca.
Hanna quería morirse. Desaparecer de vista. 《¿Por qué a mí Diosito?》 Se quejaba una y otra vez. El hombre se dirigió hacia ella mucho más altanero—¡Lo hiciste a propósito!
—¡Claro que no! ¡Fue un accidente!
—¿Sabes cuánto me costó esa pintura? Y vienes tú y de la nada la vuelves mierda.
—¿Cuánto quieres? Yo pago las reparaciones.
—¿Qué ocurre aquí?—Aparece Edward—Oh. Tú de nuevo. ¿Todo bien?—preguntó cortésmente.
—¿Y tu quien eres? No te conozco.
Un poco desorientado, contestó Edward —No vimos ayer en la cafetería, estabas algo ebrio.
—Ah. Ya se por qué no te recuerdo. Y respondiendo a tu pregunta...no todo está bien. La señorita aquí, ha rayado mi auto, como una forma de demostrar su rebeldía ante mi petición de que moviera su carro para largarme de una vez por todas. Y pues ahora estoy exigiendo que se haga responsable.
—Dime de una buena vez cuánto dinero quieres. Yo te lo daré sin problemas.
—No hace falta, cariño—intervino el treintañero—Yo me haré cargo. Usted solo diga el monto y de inmediato le hago una transferencia.
Edward al momento pidió sus datos bancarios e inmediatamente le entregó el dinero que estaba pidiendo.
—Gracias por su eficiencia, señor. Espero no tener que sufrir otro inconveniente con la mujer. Si me disculpan, me retiro. Buenas noches.
El hombre se marchó en su costoso auto, muy hermoso. Hanna no le había prestado mucha atención, pero era realmente exótico. Era azul metalizado muy moderno y sofisticado.
—Ese estúpido, idiota. No lo soporto—murmuraba una y otra vez la mujer.
—¿Lo conoces?
—¡Por supuesto que no! Es insoportable. No, no, no. Espero no volverlo a ver nunca más. Mejor vayamos a buscar los ingredientes necesarios para la cena—dijo cambiando el tema.
—Debo confesar que estoy bastante emocionado e impaciente por probar tu comida.
—No es nada del otro mundo, lo que sucede es que recién aprendí una receta nueva y quiero que seas mi jurado.
—¡Pues yo encantado!—le respondió brindándole un beso en los labios. Éste fue corto, pues Hanna lo apartó de inmediato.
—¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre besarme aquí? Bien sabes que lo nuestro no puede ser.
—¿Solo porque trabajamos en el mismo lugar? Eso es muy injusto.
—Lo sé. Pero también es poco profesional. Más bien, sube de una vez al auto. Muero de hambre quiero llegar a casa. Una vez allá puedes puedes hacer lo que sea.
Edward hizo caso y Hanna se puso en marcha rumbo a su humilde morada. Estaba dispuesta a disfrutar esa noche al máximo. Necesitaba olvidar todo lo malo que le había ocurrido durante el día y especialmente, a ese misterioso hombre, quién a pesar de ser intolerable, captaba toda la atención de la chica.
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Comments
Tibisay Márquez
Muy interesante
2024-04-09
3
Mariela Canales
jajajajaja así se empieza /CoolGuy//CoolGuy//CoolGuy/
2024-03-15
1
Olga GUERRERO
esta más que tragada de ese hombre...acéptalo Hanna
2024-01-16
3