Es medianoche. Puede sentirse el olor a alcohol en todo el lugar. Las paredes blancas y el frío tan intenso nos hace saber que estamos dentro de una clínica.
Hace más de 6 meses, Hanna Fontaine ha estado trabajando en la Clínica General del Este. Es especialista en cardiologia y acaba de salir del quirófano luego de una operación exitosa. Después de haberse limpiado la manos y de asegurarse que todo estuviera bien, decidió dirigirse al área de la cafeteria. Directamente se acercó a la máquina de café y esperó a que se preparara un mokaccino grande. Aquella mirada angelical y tierna se perdía por el pasillo que daba hacia el área de espera. Era una mujer bastante hermosa: piel bronceada y tonificada, esbelta figura: senos más o menos grandes, glúteos prominentes y firmes, grandes piernas, caderas exuberantes y cintura pequeña. Sus ojos y cabello largo y rizado eran negros y brillantes como el inmenso cielo nocturno. Sus manos estaban siempre cuidadas, exhibiendo unas uñas naturales y magníficas.
Había un inmenso silencio, ella jugaba con su carnet de identificación mientras tomaba su bebida y se perdía en sus pensamientos, recordando todo lo que había vivido en los últimos años.
Su turno en la clínica había terminado, pero generalmente bebía un poco de café antes de irse, pues debía conducir al menos media hora para llegar a su apartamento, así que debía mantenerse activa durante un poco más de tiempo.
Sin percatarse, unas manos grandes y pesadas rodearon su diminuta cintura, haciendo que su cuerpo chocará contra un tórax duro. De pronto comienza a oír una voz masculina muy cerca de su oído, que con cada palabra que decía hacia estremecer su cuerpo.
—Estás muy pensativa...¿acaso estás recordando lo delicioso que la pasamos anoche?—Hanna ya reconocía aquella voz tan sensual y sabía quien era el personaje. Dió media vuelta para verle a los ojos y le dijo:
—No exactamente, pero déjame decirte que quiero que se repita algún día—se atrevió a regalarle una mirada pícara.
—¿Qué te parece si lo hacemos hoy?
—Pues estaría más que complacida—le sonríe.
Aquel hombre se llamaba Edward, tenía 30 años y era un colega de Hanna. Desde hace alrededor 3 meses, habían comenzado una relación, no era de novios, simplemente de placer. Edward estaba recién divorciado, atravesaba por un mal momento, pues estaba a punto de perder la custodia de su hija. Pero justo en ese momento llegó Hanna a su vida para animarlo y motivarlo. Siempre tuvieron una buena relación y una extraña química surgió entre ellos. Hanna desde joven ha sido una chica independiente y decidida. Sabía que nada bueno surgiría de una relación con un hombre con hijos. Además, simplemente creía que no estaba hecha para el romance. Así que desde el comienzo dejó muy en claro que la relación sería meramente por placer y diversión.
En ese sentido, Hanna sigue siendo inmadura, ya no es una adolescente rebelde con las hormonas alborotadas y sin embargo, aún vive la vida de fiesta en fiesta disfrutando por cortos lapsos de tiempo con los mejores hombres que encuentra. Por ahora, es Edward, quien es el quinto en 10 años, desde que se graduó de la preparatoria.
Sin que ella lo esperara, Edward bajó sus manos hasta su trasero y los apretó sutilmente. Mientras tanto, sus labios se juntaban y sus lenguas jugaban. Poco a poco, ese hombre empezó a desabotonar su bata de médico para luego quitársela y proceder a bajar las tiras de su vestido. Pero en eso, se escucha un estruendo que los pone en alerta, haciendo que se separaran. Es allí cuando la mirada de Hanna coincide con los ojos marrones de un Dios griego, que estaba detrás de una silla de la cafetería. Al perecer había chocado con ella. 《Pero que hombre tan sexy me has traído, Diosito》 pensaba la chica. Un poco avergonzada se acomodó las tiras y dijo.
—¿Estás bien?—el tipo no respondía, solo se tambaleaba de un lado a otro. Claramente se notaba que estaba en un nivel de ebriedad bastante considerable. Edward, un poco atemorizado de que le hiciera algo a la chica por el alcohol, intervino rápidamente.
—Hermano, no puedes estar aquí en ese estado. Las horas de visita terminaron hace mucho tiempo. Le pido que se retire, por favor—Se acercó a él para auxiliarlo, pero no quiso.
—No me toques. Fuera de aquí—respondió molesto y con mala pronunciación de palabras—asiseno—añadió.
—¿Pero éste de que habla?—dijo Edward dirigiéndose a la chica, a lo que ella le respondió con un movimiento de hombros, demostrando que no tenía idea de lo que estaba ocurriendo.
De pronto, aparece Williams, el dueño de la clínica, un poco agitado y con el cabello revuelto.
—Eres un verdadero fastidio, hombre ¿Cómo te atreves a venir a mi lugar de trabajo en esas condiciones?—le reprochaba mientras se acercaba y hacia que él rodeará un brazo sobre su cuello para ayudarlo a caminar. Luego dijo.
—¿Y ustedes que hacen acá?
Hanna carraspeó su garganta y le respondió—Estaba a punto de retirarme, Doctor Williams, solo vine por un poco de café. Usted bien sabe que vivo un poco alejado de acá—en ese momento, intervino Edward.
—Yo vine por el fuerte ruido. Sabía que ella estaba aquí y creí que le había ocurrido algo. Aún estoy de turno así que debo regresar—Claramente estaban mintiendo, pero es bien sabido que las relaciones en el ámbito laboral están prohibidas, así que deben mantenerlo en oculto.
—Entiendo. Bueno. Continúe en lo suyo. Todo está bien. Nada pasó—luego miró a la mujer—Cuidado de regreso a su morada.
—Gracias Doctor. Tenga buenas noches.
La chica antes de recoger sus cosas para marcharse a casa, le hizo señas a Edward, para hacerle saber que lo esperaba más tarde en su apartamento. Finalmente, caminó hacia el estacionamiento de la clínica y buscó el auto de su hermano, el cual le dejó a su cuidado mientras hacía su doctorado como historiador en Estados Unidos.
Era un auto de gama media. Muy bien cuidado. Era color negro con vidrios ahumados. La chica le quitó el seguro, acomodó sus pertenencias en la parte trasera y se montó. Antes de arrancar, tiró una mirada fugaz hacia la oficina de Williams, y para su mala suerte, había alguien viéndola fijamente. Era aquel hombre ebrio, quien apoyaba un brazo en el gran ventanal y se arrecostaba del mismo. Aquella mirada era penetrante, haciendo que Hanna se incomodaba un poco. Pero algo en él llamaba poderosamente su atención. Se había interesado en él...
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Comments
Mariela Canales
mmm se está poniendo interesante /CoolGuy//CoolGuy//CoolGuy/
2024-03-14
5
Monica Zuleta
está como mi interesante 😊
2023-12-30
4
Lorena J
Me está gustando y sobretodo la ortografía se agradece 😊💯
2023-12-28
1