Rechazo

Al día siguiente, me enfrento al espejo con la intención de vestirme mínimamente presentable. No espero impresionar a nadie, solo quiero evitar miradas de lástima o desprecio. Me pongo una camisa blanca arrugada y un pantalón de vestir que ha visto mejores días. Mi largo cabello negro lo peino y lo amarro, intentando darle un aspecto algo más decente.

Coloco un par de lentes que suelo usar para leer, esta vez solo para ocultar las ojeras rojas que se sitúan debajo de mis ojos debido al consumo de cocaína. No es algo de lo que me enorgullezca, pero es una forma de mantenerme despierto y distraído de la miseria de mi existencia.

No me importa lo que los demás piensen de mi apariencia. No busco su simpatía ni su comprensión. Solo quiero pasar desapercibido y hacer lo que sea necesario para sobrevivir otro día en esta realidad hostil.

Es hora de salir de esta maldita cueva que llamo hogar y enfrentar lo que el día tenga preparado para mí. No espero mucho, solo seguir adelante y tratar de encontrar alguna oportunidad que me permita mantenerme a flote un poco más. La vida puede ser una mierda, pero al menos puedo hacer el esfuerzo de presentarme como alguien mínimamente decente en el exterior.

Mientras salgo de mi casa, me aseguro de tener mis papeles en orden y mi licencia por si acaso me aceptan en algún lugar. En ese proceso, escucho una voz profunda a lo lejos que me saluda con un amable "buenos días". No creo que el saludo sea para mí, así que decido ignorarlo y continuar mi camino.

Pero la voz se repite nuevamente, y esta vez decido voltear para ver quién es. Para mi sorpresa, ahí está Jason, mi vecino del apartamento 16. No puedo evitar sentir cierta molestia al verlo, pero decido devolverle el saludo de manera cortante, sin ninguna emoción genuina.

—Buenos días—, respondo con frialdad, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar mi desinterés.

Jason, con su típica sonrisa falsa, se acerca un poco más. —¿Cómo estás? ¿Listo para enfrentar el día?—

—No es asunto tuyo—, le respondo bruscamente, dejando claro que no me interesa entablar ninguna conversación con él.

Jason parece no darse por vencido y continúa hablando como si nada. —Bueno, solo quería ofrecerte mi ayuda si alguna vez la necesitas. Todos estamos en el mismo edificio, ¿verdad?—

Lo miro con indiferencia. —No necesito tu ayuda. Puedo cuidar de mí mismo.—

Jason hace un gesto de falsa comprensión y se aleja lentamente. —Está bien, como quieras. Pero recuerda que estoy aquí si cambias de opinión.—

No le respondo. No tengo tiempo ni energía para tratar con gente como él. Me doy la vuelta y sigo mi camino, dejándolo atrás. No quiero involucrarme en conversaciones vacías y cortesías superficiales.

Salgo del edificio con la esperanza de conseguir al menos una oportunidad de empleo.

Mi primer destino es una oficina. La entrevista comienza mal desde el principio. La recepcionista me mira de arriba a abajo con desprecio y me hace esperar mucho tiempo antes de anunciarme. Finalmente, me llaman y me siento frente a un hombre que parece tener un palo metido en el culo.

Durante la entrevista, me hace preguntas con tono condescendiente y despectivo. No puedo evitar notar su actitud de superioridad. En un momento dado, se atreve a decir que los omegas como yo no son aptos para trabajos de este tipo porque solo causamos problemas. Eso es el colmo.

No puedo contener mi frustración y le respondo con sarcasmo e ironía. Le hago saber que los estereotipos y prejuicios no definen mi valía como empleado y que estoy perfectamente capacitado para realizar el trabajo.

La entrevista termina abruptamente. Salgo de la oficina con la cabeza en alto, pero mi ánimo ya está por los suelos. Es solo la una de la tarde y ya estoy agotado emocionalmente. Me doy cuenta de que hoy no será mi día de suerte y decido dejar de intentarlo por hoy. Quizás mañana tenga más suerte.

Caminando por la calle, me dirijo a casa con la sensación de haber perdido una batalla. La frustración y el cansancio se apoderan de mí. No quiero pensar en las miradas despectivas ni en los comentarios hirientes. Solo quiero descansar y recuperar fuerzas para enfrentar otro día lleno de desafíos y rechazos.

Me acerco al edificio donde vivo, con la mirada cansada y el peso del día sobre mis hombros. Al llegar a los pasillos, veo a Jason apoyado en la pared, fumando un cigarrillo y absorto en su teléfono. Lo ignoro, esperando poder entrar rápidamente a mi apartamento y olvidar el día nefasto que he tenido.

Sin embargo, Jason rompe el silencio y me pregunta si el día ha sido pesado. Respiro hondo y decido ceder a la plática, aunque no estoy de humor para socializar. —Ha sido una mierda—, respondo de manera directa y sin adornos.

Jason asiente con comprensión y se aparta de la pared, invitándome a compartir el espacio con él. Me apoyo en la pared opuesta y comenzamos una conversación sobre las entrevistas de trabajo desastrosas que hemos experimentado. No hay palabras bonitas ni emociones exageradas en nuestras palabras, solo la cruda realidad de nuestras experiencias.

—Hoy tuve una entrevista donde el tipo se comportó como si estuviera por encima de todos—, comento con frustración.

Jason asiente y expresa su acuerdo. —Yo me encontré con una jefa de recursos humanos que me hizo preguntas absurdas y no me dio oportunidad de mostrar mis habilidades reales—, responde con cierto resentimiento.

Ambos compartimos nuestras historias de desprecio, prejuicios y situaciones injustas en el mundo laboral. Aunque nuestras conversaciones carecen de emociones profundas, encuentro cierto consuelo en saber que no estoy solo en esta lucha.

Después de unos minutos, damos por terminada la plática. Nos deseamos suerte el uno al otro y nos despedimos sin afectación alguna. Cada uno se dirige a su propio destino.

Entro a mi apartamento, dejando atrás las preocupaciones del día. Me preparo para descansar y recargar energías para lo que vendrá.

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