II

Era muy diferente pensar en hacer las cosas que llevarlas acabo. Incluso ahora sin todas aquellas reglas o cosas banales que en el mundo mortal eran muy importantes y las principales razones por las que Leo no era capaz de entablar una conversación con otro ser humano le resultaba terriblemente difícil acercarse a otro e interactuar con él.

No recordaba que fuera tan difícil. En su vida pasada era el miedo a hacer algo mal lo que lo orillaba a apartarse se los demás, pero ese no era el caso ahora y aún así se sentía incapaz de lograr su objetivo por una simple razón: Ya no recordaba como era acercarse a alguien más.

Sin dudas el haber pasado tantos años limitándose a relacionarse con solo un puñado de personas y otros años más (aunque ya no estando vivo) alejado por completo del resto había tenido grandes consecuencias que no le habrían molestado de no ser porque ahora deseaba llevarse bien con al menos una persona, o bueno, fantasma.

Su misión acaba de comenzar y ya se estaba frustrando sin siquiera haberla puesto en marcha. Tenía que tener calma, no podía ser muy difícil; era solo cuestión de acercarce a otro individuo y hacer un comentario casual, una pregunta quizás. Recuerda que las preguntas simples eran muy buenas para dar inicio a una conversación amistosa.

Pero por supuesto eso no era algo que pudiera pasarle a él, después de todo era Leo: el chico al que nunca le sale nada bien.

Aunque está vez debía admitir que se lo había buscado. No se había puesto a pensar que está era la ciudad fantasma; un lugar igual pero diferente al mundo de los vivos, lo que significaba que las preguntas casuales que solían ser las indicadas con los vivos ya no las eran en este lugar. Oh bueno, talvez estaba tratando de ser positivo al pensar en ello como la principal razón por la que le estaba resultando difícil pero en el fondo sabía que tenía más de culpa su color y la mirada fría y distante que tenía y le era difícil tratar siquiera de cambiarla.

Veintiocho fantasmas después se sentía hastiado. Muchos de ellos no le dieron una oportunidad de hablar y solo huyeron de él asustados o molestos, otros se quedaron pero era evidente su incomodidad ante la presencia de chico gris; y luego estaban los peores, aquellos fantasmas que le habían dado esperanzas al hacerlo sentir bienvenido a hablar con ellos para al final hacer (aunque normalmente por accidente) que está vez sea él el incómodo o cansado de tanto escucharlos hablar sin parar.

Se sentía mal con sigo mismo al estar poniendo escusas con ellos para escapar de ahí, pues se quejaba cuando alguien no quería hablar con él y cuando al fin encontraba a un fantasma dispuesto a hacerlo era el quien se alejaba. No podía evitarlo, no pudo sentirse agusto con ninguno de ellos y sentía que no era lo que estaba buscando.

A los cuarenta se rindió y decidió que las interacciones sociales no eran lo suyo.

Iba sin rumbo por las calles de la ciudad con la vista gacha está vez importandole poco  su porte y dignidad que siempre llevaba con sigo pese a ser visto como un mal prefacio, hasta que un toque en su hombro izquierdo lo hizo detenerce.

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Lluvia Ragne

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La discriminación no se termina ni en la muerte

2023-07-18

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