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Evangelina:

Mauro está tan cerca que mis mejillas están rojas, su mano divaga por mi pierna y aunque quisiera sentir lo mismo que siento cuando tengo a Angelo cerca de mí, no puedo. En realidad, estaba perdiendo la cabeza imaginándome a ese hombre.

- ¿Crees que ya es tiempo de un beso? - pregunta Mauro.

- Creo que sí - Mauro acerca sus labios, pero un puñetazo cae en su cara antes de besarme. Me levanto lo más rápido que puedo. No podía creer lo que estaba viendo, Angelo estaba aquí.

Angelo coge a Mauro del suelo propinándole otro puñetazo. Jalo de su brazo para que no siga. Podría matarlo o ir a la cárcel por agredirlo, pero ¿por qué me afligía por él si ni siquiera era algo mío? Lina estaba con Alessandro, Angelo iba a descubrirnos y ahí sí íbamos a morir.

- ¡Basta, por favor! - intento detener a ambos que no se detienen dándose puñetazos, hasta que me pongo en medio y trato de llevarme a Angelo afuera.

- Es tu novio, lo defiendes - apunta con su dedo.

- Primeramente, ¿qué haces aquí? - pregunto caminando por el jardín del campus.

- Vine a recoger a mi esposa - suelta. Dios mío, tenía que ganar tiempo mientras Lina se daba cuenta de que él estaba aquí.

- ¿Por qué golpeaste a ese chico? No tienes por qué celarme, soy tu cuñada, no te confundas - grito en su cara.

- Espera que se lo cuente a tu padre - amenaza. Eso sí me asusta.

- ¡Angelo, por favor! Solo se había pasado de tragos - miento.

- ¿Tu pasada de tragos también te besas a las personas? - pregunta mientras arregla su traje mirándome a los ojos.

- No, no lo hago.

- ¡Lo ibas a hacer! - gruñe.

- No se lo digas a papá - suplico.

- ¡Depende! - contesta.

- ¿Depende de qué? - no termino de preguntar cuando sus labios están con los míos, un beso salvaje que me está robando el aliento. Me está besando con furia como si quisiera borrar el rastro de Mauro.

- Estás pasada de tragos - dice sarcásticamente y se burla.

- ¡Evangelina! - grita Lina corriendo, trae el alma en la mano y ruego ojalá que no pudiera ver ese maldito beso.

"Nos vamos", dice Angelo cogiéndola del brazo. Lina solo me da una mirada de agradecimiento. "Estoy encubriendo y esto va a terminar mal", pienso para mí mismo.

Mauro se acerca a mí. Trato de calmar mis nervios. Puedo jurar que todo esto no saldrá bien, porque nuestras vidas en un día para otro dieron un cambio radical con el matrimonio de mi hermana.

"Mauro, tengo que irme", le doy la espalda para que no insista.

"¡Evangelina! ¿Quién era él?", Mauro jala fuerte de mi brazo lastimándome un poco. Estaba celoso, lo comprendía. Veníamos saliendo y este acto lo enredaba más.

"Es uno de los hombres de papá, tú sabes la vida que llevamos", miento.

"¡Me importa una mierda! Iré a poner la cara por ti", me coge de la cintura mientras Angelo ve todo. Trato de zafarme, pero no puedo. Su agarre es más fuerte. Comienza a besar mis labios. No es el mismo beso ni el mismo sabor que Angelo.

"Lo siento, tengo que irme", me suelto como puedo y veo a un furioso Angelo venir por nosotros. Lo detengo. Quiero terminar esta noche horrorosa que ha ocasionado. No quiero más golpes.

"Pondré la cara por ti", grita Mauro. Angelo tuerce la mandíbula de furia. Lina y yo tratamos de llevarlo al coche. En casa nos esperaba una buena noche cuando Angelo abriera la boca para contarle todo a papá.

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