Capítulo 3: El viaje

—... Cesa —una voz lejana comenzó a aparecer entre la oscuridad de mi sueño.

—Princesa...— en esta ocasión, una voz diferente apareció, llamándome.

—Por favor, despierte, princesa— abrí poco a poco los ojos, sintiendo todo el cansancio caer sobre mi cuerpo, apenas podía mover un músculo.

—Buenos días, Lady Helena y Lady Samyra— saludé a mis damas de compañía, que estaban a ambos lados de mi cama, tratando de despertarme.

Habían pasado dos semanas desde que Amansa, la principal dama de compañía, murió. Durante esas dos semanas, estuve completamente ocupada con preparativos para dejar todo en orden antes de irme al imperio del Sur, así como con el funeral, que decidí organizar junto con un pequeño homenaje en su honor.

Juntando el cansancio que pudieron haberme causado todos los preparativos, se suma el hecho de que no he podido dormir, y mucho menos comer correctamente. Siempre que cierro los ojos, sueño con la aterradora muerte de Amanda, y cuando veo la comida, termino pensando en lo mismo. Así que, en este punto, me encuentro sin fuerzas para levantarme de la cama.

—Buenos días, princesa, su baño ya está listo. Tenemos buen tiempo. Si se levanta ahora, su viaje al imperio del sur no se retrasará — me informó Helena, y luego ambas se alejaron de la cama.

Suspiré y me pasé las manos por el rostro, buscando despertarme y encontrar fuerzas para levantarme de una vez. Ciertamente, estaba emocionada por ir a ver al emperador del Sur, quien es un gran amigo de la familia, y nos tenemos mucho cariño, pero el cansancio arrasador que hay en mi cuerpo desvía la atención de esa emoción.

Finalmente, me levanté y me arrastré hasta la orilla de la gran cama. Observé mi habitación en silencio. El blanco de las paredes me transmitió paz y pude ver la forma en la que los acabados dorados de la decoración comenzaban a brillar con la luz del sol que apenas a entraba por la ventana.

Era muy temprano por la mañana, poco a poco estaba amaneciendo. Mi habitación era la más minimalista del palacio; sin embargo, aun así, no pude salvarla de ser decorada con el oro tradicional y representativo del imperio. Pero supongo que era un buen punto medio entre elegante y simple.

Este sería mi último día en esta habitación. Después pasaría tres años en el Imperio del Sur, hasta que cumpliera mis 18 años y pudiera volver al terminar mis estudios en la Universidad Lunae.

Sin mucho entusiasmo, caminé hacia el baño con pasos lentos y torpes. Mis damas me ayudaron a bañarme y vestirme. Opté por un vestido blanco con degradado en azul hasta llegar al azul marino. Las mangas eran largas, de un blanco transparente y levemente holgadas. Solo en las muñecas se ceñían con suavidad. Los zapatos también eran blancos, con pequeños detalles de gemas azules en la punta. No eran muy altos y el tacón era grueso, especialmente porque no soy muy buena caminando con tacón.

Ya que llegaba como representante del Norte, nos decidimos por una pequeña y elegante tiara plateada con gemas blancas. Su diseño era similar al de las ramas sosteniendo pequeños retoños, y mi cabello se arregló con una media coleta.

El maquillaje fue suave, con tonos rosados y un poco de brillos en los ojos. Personalmente, me encanta ponerle brillo a mis párpados siempre. De alguna manera, hace que el color rojo sangre de mis ojos se vea menos espeluznante, especialmente por el color pálido de mi piel, contrario a lo usual en los habitantes del Imperio del Norte, quienes suelen tener una hermosa y brillante piel apiñonada o bronceada debido al cálido clima del imperio.

Aunque, sin importar lo mucho que me empeñara en verme inocente e inofensiva, lo cierto es que todo aquel que me veía terminaba por estremecerse.

Mi apariencia, aunque no era horrorosa o fea, de alguna manera lograba intimidar a los demás.

Sé que es por mis ojos. Nadie más los tiene así, y aunque durante años he trabajado en la confianza en mí misma, hay días en los que al verme al espejo, termino aborreciendo mi apariencia. Especialmente porque los chicos siempre han dudado en acercarse a mí, a pesar de que soy la princesa heredera. Es por eso que no tengo ningún compromiso y mucho menos algún interesado.

Me miré una última vez al espejo y me revisé de pies a cabeza, asegurándome de que todo estuviera en orden.

Cuando me sentí satisfecha, me volteé hacia mis damas. Ellas me miraron un tanto tristes. Recaí en que todo ese tiempo yo no había dicho ni una sola palabra. En realidad, desde el día en que Amanda murió, no me he sentido lo suficientemente animada como para conversar enérgicamente como solía hacerlo. De alguna manera, sentí que sería una falta de respeto hacia ella.

Pero al ver la cautela de mis damas de compañía, me di cuenta de que ellas no tenían la culpa. Entonces me acerqué a ellas con pasos suaves y les sonreí. Fue entonces cuando sus expresiones cambiaron. Abrí mis brazos hacia ellas, entonces se quebraron ante las emociones que estaban reprimiendo y, sin pensarlo, ambas me rodearon en un fuerte abrazo.

Desde mis 10 años, he tenido tres damas de compañía. Ellas me han acompañado durante cinco años, en los que me vieron crecer, aprender y luchar por tener el favor del imperio y de mi familia.

Y ahora debíamos separarnos, ya que ambas tienen familias a las que no pueden abandonar para acompañarme al imperio del Sur. Lo cierto es que yo tampoco las dejaría abandonar a sus familias por mí.

Ahora solo quedan ellas dos, quienes junto conmigo sufrieron la pérdida de una amiga, una hermana que no dudó en dar su vida por mí. Hoy me verán partir en busca de una vida segura. El escucharlas sollozar en mis hombros después de tanto, era comprensible y al mismo tiempo sumamente triste. Las abracé con fuerza mientras sentía un par de lágrimas pasar por mi rostro.

—Ustedes, sin duda alguna, son las mujeres más fuertes, valientes y resilientes que conozco. No hubiera logrado tanto si no hubieran estado conmigo a cada paso. No tengo más que agradecerles y desearles una larga y hermosa vida—dije después de tomar las fuerzas suficientes para que mi voz no se quebrara. Más allá de mi tristeza, también tenía miedo de ir a un lugar lejano sin la compañía de mis damas.

Cuando finalmente nos separamos, sonreímos con melancolía. Helena me retocó el maquillaje antes de salir.

Cuando nos acercamos a la puerta, nos tomamos de las manos y salimos juntas de mi habitación.

Caminamos en silencio por los pasillos del palacio. Durante el trayecto, me dediqué a despedirme internamente de cada pequeño espacio que guardaba un recuerdo valioso. Al llegar a las escaleras que nos dirigían al recibidor, me sorprendí al ver hacia la sala de abajo.

—No lo puedo creer —dije con una gran sonrisa en mi rostro y apreté las manos de mis damas.

En la sala, formando dos filas que se miraban entre sí, dejando un pequeño camino hacia las puertas, se encontraba todo el personal del palacio, desde mucamas hasta el último jardinero. Todos se encontraban erguidos, con la mirada dirigida hacia mí. Tragué saliva tratando de aguantar las lágrimas.

Bajamos las escaleras con cautela y, mientras caminaba hacia las puertas de entrada, me dediqué a saludar a todos los que estaban a ambos lados del pequeño pasillo que habían formado. Al salir, me encontré con la formación de todos los caballeros del palacio. Sonreí conmovida.

Frente al carruaje estaban mis padres. Me detuve a un lado de ellos. Mis damas soltaron mis manos y se pusieron a lado nuestro. Luego, me volteé hacia el palacio.

Ante mí ya se encontraban todos: caballeros, mucamas, cocineros, jardineros, el personal de limpieza, los mayordomos, los cuidadores de los establos, todos. Y entre ellos, caminando un poco más al frente, apareció el jefe de los mayordomos, un hombre algo mayor y, sin duda, aquel que me llenó de amor por muchos años, me observó con los ojos llorosos.

—El personal y los caballeros del palacio imperial Rubí, despiden a la princesa imperial, la estrella de nuestro imperio, y le desean un buen viaje, al igual que el mayor de los éxitos en el imperio del Sur. Larga vida y éxito a la estrella del imperio —dijo él con fuerza y orgullo mientras se llevaba la mano al corazón, haciendo el saludo imperial.

Al instante, siguiendo el saludo imperial, todos hicieron una reverencia y, en voz alta, me despidieron.

—¡Larga vida y éxito a La estrella del imperio! —se escucharon las voces al unísono.

Respondí con el saludo imperial mientras me enjugaba las lágrimas.

Entonces, mis padres se acercaron más a mí. Los miré a los ojos y sonreí con tristeza, no quería irme.

—Mi adorada hija, estaremos en contacto. Por favor, avísanos cuando llegues al palacio del emperador. Cuídate mucho, haz amigos y...— La voz de mi madre se quebró y finalmente me abrazó con fuerza.

No supe qué hacer ante el primer abrazo que mi madre me daba en la vida, pero cuando mi padre la acompañó entre lágrimas, supe que debía corresponderlos. El abrazo fue corto, y rápidamente ambos se alejaron de mí.

—Por favor, si algo malo pasa, llámenme. No quiero que estén solos en un momento de dificultad— les supliqué a ambos mientras los tomaba de la mano con fuerza.

—Hija, ten por seguro que nada malo va a pasar. La mujer será desterrada y el imperio estará en paz. Tú solo céntrate en disfrutar de tus estudios y tu estadía en el Sur— me pidió mi padre y me dio un beso en la frente.

Asentí sintiéndome más tranquila con aquellas palabras. Solté sus manos y me acerqué al carruaje.

—Los amo— me despedí de ellos con un hilo de voz.

—Nosotros te amamos más— respondieron ambos al unísono, lo que me erizó la piel ante todo ese amor tan repentino.

Mi padre me ayudó a subir al carruaje y finalmente los caballos comenzaron a avanzar.

Me despedí con ambas manos de todos los que estaban frente al palacio. En ese momento, los modales no me parecieron tan importantes y a ellos tampoco, ya que respondieron de la misma manera. Me quedé con esa imagen, la de mi gran familia despidiéndome eufóricamente frente al imponente palacio, que siempre fue mi hogar.

Al salir de la capital, pude divisar el portal. Era uno de los pocos que había en los cuatro imperios, desarrollado por el imperio del sur. Ese portal era capaz de acortar la distancia entre el imperio del norte y el del sur.

Si solo íbamos a caballo, nos tardaríamos al menos tres meses en llegar a la capital del imperio del Sur, pero con ese portal, se podía llegar a las afueras de la capital en cuanto se cruzaba.

Finalmente, le digo adiós al imperio del Norte y saludo al imperio invernal, al blanco y gélido imperio del Sur.

Ese mismo día, en el imperio del Sur:

—¿A qué te refieres con que no vas a recibir a la princesa del Norte? Niran, ¡eres el príncipe imperial! —inquirí mientras me sentaba en la cama de la habitación de mi amigo.

—Estoy ocupado, es por eso que necesito que vayas tú a recibirla junto con mi padre.

Bufé sorprendido, luego negué con la cabeza y miré al príncipe sin poder creer lo que me decía.

—¿Para eso me llamaste tan temprano? No puedo tomar tu lugar en un recibimiento tan importante —le expliqué, mientras lo veía cambiarse sin mucho interés en mis palabras.

—¿Por qué no? Finalmente, eres el único hijo del gran Duque del imperio, y ustedes como la casa Ilie, son los mayores exportadores de plata al imperio del Norte, en todo caso veo más coherente que tú estés ahí a que yo lo haga —el desinterés en la voz de mi amigo hizo temblar uno de mis ojos, sabía que él no era el más feliz como príncipe, pero aun así, que llevara tan a la ligera un puesto tan importante, me molestaba.

—Niran, dudo que tu padre vaya a estar muy complacido cuando me vea a mí en la sala, creo que es una mala idea —le expliqué con calma, mientras me levantaba de la orilla de la cama.

—Le caes muy bien a mi padre, eres como el hijo que siempre quiso tener —Niran suspiró y entonces me encaró—. Mira, esa princesa es como la hija perdida de mi padre, él la adora, y no pienso ver cómo la recibe con unos ojos llenos de emoción y orgullo, que simplemente no pude darme a mí. Solo me recuerda lo inútil y decepcionante que soy, iré a entrenar, así que te lo dejo a ti, Caden Ilie.

No pude decir nada más, solo vi cómo mi amigo salía de la habitación con una expresión sombría en la cara, suspiré exasperado y volví a sentarme en la cama.

—Supongo que seré el primero en ver a la princesa, bueno... al menos podré quitarme la curiosidad por todos los rumores que circulan sobre ella... —salí de la habitación, con la idea de irme a casa a ponerme algo lo suficientemente elegante como para recibirla.

...Veamos qué clase de chica, es aquella a la que llaman Lilith en el campo de batalla. Me pregunto si realmente es tan aterradora como dicen....

Capítulos
1 Prólogo
2 Capítulo 1: La sospecha de una traición
3 Capítulo 2: Nuestra historia
4 Capítulo 3: El viaje
5 Capítulo 4: Esa mañana
6 Capítulo 5: Lilith
7 Capítulo 6: Luces
8 Capítulo 7: Diosa
9 Capítulo 8: Princesa
10 Capítulo 9: Consejo
11 Capítulo 10: Redecoración
12 Capítulo 11: Súplica
13 Capítulo 12: Cada pequeño detalle
14 Capítulo 13: Lo siento
15 Capítulo 14: Buen día
16 Capítulo 15: ¿Desde cuándo?
17 Capítulo 16: Lo perdono
18 Capítulo 17: Finalmente
19 Capítulo 18: Adara
20 Capítulo 19: ¿En serio te creíste capaz?
21 Capítulo 20: Toda la noche
22 Capítulo 21: Siempre será así
23 Capítulo 22: Podemos hacerlo
24 Capítulo 23: ¿Quién es ella?
25 Capítulo 24: Seguir avanzando
26 Capítulo 25: Una mañana de primavera
27 Capítulo 26: No está mal
28 Capítulo 27: Descansa
29 Capítulo 28: Silencio
30 Capítulo 29: Que me enseñaras
31 Capítulo 30: Tranquila
32 Capítulo 31: Amistad
33 Capítulo 32: Ojos
34 Capítulo 33: Mi apariencia
35 Capítulo 34: Disculpa
36 Capítulo 35: No vengas
37 Capítulo 36: ¿Qué pensó usted sobre mí?
38 Capítulo 37: Adoración.
39 Capítulo 38: No soy el único
40 Capítulo 39: Mía
41 Capítulo 40: Meli
42 Capítulo 41: Inútil
43 Capítulo 42: Reina
44 Capítulo 43: Realidad
45 Capítulo 44: Conflicto
46 Capítulo 45: Sentimiento
47 Capítulo 46: Debí saberlo
48 Capítulo 47: Por favor
49 Capítulo 48: Agradece
50 Capítulo 49: Un honor
51 Capítulo 50: Sin haberlo pedido
52 Capítulo 51: Inferior
53 Capítulo 52: La peor idea
54 Capítulo 53: Lamentable
55 Capítulo 54: ¿Qué esperabas?
56 Capítulo 55: Suficiente
57 Capítulo 56: Cristales
58 Capítulo 57: No es nada
59 Capítulo 58: Dulce y pequeña
60 Capítulo 59: Familia
61 Capítulo 60: Boca del lobo
62 Capítulo 61: Impotente
63 Capítulo 62: Biblioteca
64 Capítulo 63: Sentimiento
65 Capítulo 64: Salón de banquetes
66 Capítulo 65: Garras del peligro
67 Capítulo 66: Sin aliento
68 Capítulo 67: Hola, princesa
69 Capítulo 68: Escúchame
70 Capítulo 69: Deber
71 Capítulo 70: Agonía
72 Capítulo 71: Rugido
73 Capítulo 72: Lo hiciste bien
74 Capítulo 73: Alivio
75 Capítulo 74: A través de mis ojos
76 Capítulo 75: Huida
77 Epílogo
Capítulos

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1
Prólogo
2
Capítulo 1: La sospecha de una traición
3
Capítulo 2: Nuestra historia
4
Capítulo 3: El viaje
5
Capítulo 4: Esa mañana
6
Capítulo 5: Lilith
7
Capítulo 6: Luces
8
Capítulo 7: Diosa
9
Capítulo 8: Princesa
10
Capítulo 9: Consejo
11
Capítulo 10: Redecoración
12
Capítulo 11: Súplica
13
Capítulo 12: Cada pequeño detalle
14
Capítulo 13: Lo siento
15
Capítulo 14: Buen día
16
Capítulo 15: ¿Desde cuándo?
17
Capítulo 16: Lo perdono
18
Capítulo 17: Finalmente
19
Capítulo 18: Adara
20
Capítulo 19: ¿En serio te creíste capaz?
21
Capítulo 20: Toda la noche
22
Capítulo 21: Siempre será así
23
Capítulo 22: Podemos hacerlo
24
Capítulo 23: ¿Quién es ella?
25
Capítulo 24: Seguir avanzando
26
Capítulo 25: Una mañana de primavera
27
Capítulo 26: No está mal
28
Capítulo 27: Descansa
29
Capítulo 28: Silencio
30
Capítulo 29: Que me enseñaras
31
Capítulo 30: Tranquila
32
Capítulo 31: Amistad
33
Capítulo 32: Ojos
34
Capítulo 33: Mi apariencia
35
Capítulo 34: Disculpa
36
Capítulo 35: No vengas
37
Capítulo 36: ¿Qué pensó usted sobre mí?
38
Capítulo 37: Adoración.
39
Capítulo 38: No soy el único
40
Capítulo 39: Mía
41
Capítulo 40: Meli
42
Capítulo 41: Inútil
43
Capítulo 42: Reina
44
Capítulo 43: Realidad
45
Capítulo 44: Conflicto
46
Capítulo 45: Sentimiento
47
Capítulo 46: Debí saberlo
48
Capítulo 47: Por favor
49
Capítulo 48: Agradece
50
Capítulo 49: Un honor
51
Capítulo 50: Sin haberlo pedido
52
Capítulo 51: Inferior
53
Capítulo 52: La peor idea
54
Capítulo 53: Lamentable
55
Capítulo 54: ¿Qué esperabas?
56
Capítulo 55: Suficiente
57
Capítulo 56: Cristales
58
Capítulo 57: No es nada
59
Capítulo 58: Dulce y pequeña
60
Capítulo 59: Familia
61
Capítulo 60: Boca del lobo
62
Capítulo 61: Impotente
63
Capítulo 62: Biblioteca
64
Capítulo 63: Sentimiento
65
Capítulo 64: Salón de banquetes
66
Capítulo 65: Garras del peligro
67
Capítulo 66: Sin aliento
68
Capítulo 67: Hola, princesa
69
Capítulo 68: Escúchame
70
Capítulo 69: Deber
71
Capítulo 70: Agonía
72
Capítulo 71: Rugido
73
Capítulo 72: Lo hiciste bien
74
Capítulo 73: Alivio
75
Capítulo 74: A través de mis ojos
76
Capítulo 75: Huida
77
Epílogo

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