Capítulo 5

Valeria.

La mañana era extraña, el clima se debatía en la ambigüedad de hacer frío o calor. Y en medio de todo ese alboroto estaban ellos, sentados en las mesas de piedra de la universidad. Ricardo estaba detrás de Valeria, abrazándola por la cintura con firmeza. Cecilia; por su parte, hablaba con Valeria mientras navegaba con su laptop.

Moviéndose rápido y como un león que ataca a su presa, el chico dirigió un beso fugaz cerca de la oreja de Valeria. Por desgracia para Ricardo, la joven se apartó al instante.

—Amor, espérate —hizo una pausa—. ¡Bien! La navidad fue en Querétaro y el año nuevo en Guanajuato. ¿Te acuerdas de mi primo Marco?

Cómo olvidarlo, se lo cogió dos veces y se la chupó en el coche.

Cecilia asintió.

Hay veces en que los hombres son estúpidos; y en esta ocasión, Ricardo no fue la excepción. Sin dudarlo ni un poco, el chico volvió a insistir en besar a Valeria.

—Ricardo, espérate.

Esa fue la respuesta de su novia.

Una última oportunidad, una última tentativa; y de nuevo, la negación de la chica.

—¡Ricardo, ya!

Resignado, Ricardo Quintana se alejó de ella. Unos segundos después la miró y le dijo:

—¿Te cuento un secreto?

Cecilia los miraba de reojo. Valeria se aproximó a los labios de Ricardo para escuchar el secreto. Quintana susurró algo ininteligible al oído de su chica y Valeria adquirió un gesto extraño.

—Estás loco, ¿sabes qué?, tengo hambre. Ven, vayamos por algo al Oxxo.

Antes de irse, la chica se volvió hacia Cecilia.

—¿Quieres algo, Ceci?

Caminaron tomados de la mano en dirección a la tienda. El ambiente olía a sueños, a inexperiencia, a decepciones e ineptitud. La papelería se alzaba como una isla en medio de los pasillos abarrotados de estudiantes. Al llegar al muro que separaba los edificios, Ricardo empujó a Valeria contra la pared e intentó besarla una vez más.

—Ricardo, ¿qué te dije?, sabes que me caga eso.

—Ay, estábamos en frente de tu mejor amiga, a ella ni le importa.

—¿Y qué? ahorita no quiero y punto. Además es tu hermana, ¿qué va a pensar?

—Valeria, por el amor de Dios, somos novios.

—Sí, pero no por eso tienes que estarme besando y tocando cuando tú quieras. Odio que me presiones.

—Lo que pasa es que a veces siento que no me quieres.

—¡Ay, por favor!, ¿otra vez con eso?, mira, Ricardo, hay personas que demuestran su afecto de otra manera. Lo sabes, siempre lo supiste. Cuando estábamos quedando siempre querías despedirte de beso y sabías que me incomodaba, pero insistías e insistías. Ya me cansé, me irrita tanto que invadas mi espacio.

¿No conoces todas las formas que tengo para decirte te amo, tontito?

Quintana la miró.

Era en esos momentos en los que recordaba por qué lo había elegido a él de entre todos. Era con él con quien quería estar, con nadie más. Y le gustaba eso, le gustaba la extraña entidad que representaban, esa relación de agua y aceite.

Somos tan diferentes. En el fondo, eso es lo que lo vuelve interesante.

Y mientras pensaba en todo esto, Valeria le regaló a Ricardo el beso más tierno que jamás una mujer le dio a un hombre.

—Je t'aime, ya, no seas tontito.

Ambos sonrieron y continuaron caminando tomados de la mano. Al final era eso lo que importaba, estar juntos y volver a encontrarse como realmente eran.

—Entonces, ¿te cuento un secreto? —dijo Ricardo mientras reía.

—¡Ricardo! —dijo Valeria mientras lo empujaba juguetona.

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