La Rosa De Bizandria
Soy Arthur, hijo del emperador Héctor y de la condesa Handan. Nací quinientos años después de la muerte del rey Arman, fundador de Bizandria.
Mis primeros años los pasé felices en la ciudad de Mirza. A los ocho años fui enviado a la ciudad de Daría porque mi padre había asumido el trono de Bizandria. ¡Qué día más glorioso!
Ya han pasado dos semanas desde que mi padre asumió el trono. Los nobles de todo el imperio han venido a felicitarlo.
Una tarde, mientras me encontraba en el jardín del palacio, escuché unas voces que pasaban por el jardín. "Padre, ¿por qué tengo que venir con usted al palacio?" escuché preguntar a una niña. "Porque el emperador, el príncipe Héctor, ha subido al trono y la heredera de nuestra familia debe presentar sus respetos junto conmigo", le respondió su padre. Esas fueron las últimas palabras que escuché antes de que el padre e hija entraran al palacio.
Cuando volvía a mi asiento, un hombre apareció de repente. "Mi príncipe, su padre lo está llamando", me dijo el hombre. "Está bien, llévame con mi padre", le respondí al hombre. El hombre me guió hasta una habitación que daba a un lado de la sala del trono.
"Mi príncipe, su padre quiere que se cambie y entre en la sala del trono", me dijo el hombre antes de salir de la habitación. Una vez cambiado, ingresé a la sala del trono donde me esperaba mi padre. "Buenas tardes, padre", le dije a mi padre. "Querido hijo, ven, siéntate aquí", me dijo mi padre señalándome el trono a la derecha del de mi madre.
Cuando me senté en el trono, mi padre le indicó al guardia que abriera la puerta. Cuando la puerta se abrió, pude ver entrar a un hombre acompañado de una niña de cabello rojo, vestida con un delicado vestido rosado pálido. "Su majestad, me place felicitarlo por su ascenso al trono", dijo el hombre. "Felicidades por su ascenso al trono, su majestad", dijo nerviosa la niña. "Gracias, Marcus. Ella debe de ser su hija", le agradeció mi padre al hombre que parecía llamarse Marcus.
"Si su majestad, ella es mi hija, Elena", respondió Marcus mientras presentaba a su hija.
Después de las presentaciones, Marcus le juró lealtad a mi padre y se retiró con su hija.
El día terminó sin ningún inconveniente y decidí irme a descansar. La noche llegó y no podía conciliar el sueño, la imagen de la niña aparecía en mis pensamientos.
Esa noche apenas pude descansar. Cuando el sol salió, decidí ponerme mi vestimenta para jardinería y salí al jardín.
"Mi príncipe, ¿desea que le traiga algo?", preguntó uno de los guardias.
"Vayan a la ciudad y compren rosas blancas y amarillas", les dije a los guardias.
Los guardias se miraron y luego salieron a buscar las rosas que solicité. Al cabo de una hora, los guardias volvieron con tres cestos llenos de rosas blancas y amarillas, además de otros colores.
"Ya pueden retirarse", les dije a los guardias.
Cuando los guardias se retiraron, recogí las herramientas de jardinería y me puse a plantar las rosas.
"Si los guardias te ven podrían arrestarte, ¿sabías?", me dijo una voz femenina.
Cuando me di la vuelta, pude ver a la niña que se presentó ante mi padre el día de ayer.
"Porque te me quedas mirando, será mejor que te vayas antes que llegue un guardia", dijo la niña un poco preocupada por mí.
"No te preocupes, no me ocurrirá nada si los guardias me ven", le dije a la niña intentando tranquilizarla.
"Cómo estás tan seguro. Este es el jardín del palacio imperial, solo la realeza y algunos nobles tenemos permitido entrar aquí", me dijo la niña aún más preocupada. Cuando estaba por responder, los guardias llegaron rápidamente y desenvainaron sus espadas.
"Mi príncipe, ¿se encuentra bien? ¿Quién es esa niña?", dijeron los guardias con cautela.
"Bajen sus armas, pueden retirarse", les ordené a los guardias.
"Príncipe", dijo la niña nerviosa por todo lo que había dicho.
"No te preocupes, déjame presentarme. Soy Arthur Nabókov, príncipe y heredero al trono de Bizandria", me presenté a la niña.
"Yo... yo soy Elena Capell, mi padre vino a la capital a felicitar a su padre", me dijo la niña.
"Bueno, Elena, no estés tan nerviosa. No te castigaré por haberme hablado de esa manera, pero dime ¿qué estás haciendo en el jardín?", le pregunté a la niña.
"Mi padre tiene asuntos en el palacio y me dijo que lo esperara aquí. Si no le molesta que le pregunte, ¿qué está haciendo usted aquí?", me preguntó Elena.
"Estaba aburrido, así que les pedí a los guardias que me trajeran rosas para plantarlas. ¿Le agrada la jardinería?", le pregunté a Elena.
"Me gusta, pero pocas veces puedo encargarme del jardín de mi familia", me dijo Elena.
"Puedes utilizar cualquier herramienta si gustas". Elena y yo pasamos toda la mañana plantando los rosales alrededor del jardín.
"Elena, ¿dónde estás?", escuchamos a Marcus llamar a Elena.
"Aquí estoy, padre", lo llamó Elena.
"Aquí estabas, Elena. ¿Cómo ensuciaste tu vestido así?", le preguntó su padre.
"Fue mi culpa, Lord Marcus", salí en defensa de Elena.
"Mi príncipe, no lo había visto. Espero que mi hija no lo haya molestado", me dijo su padre.
"Por el contrario, disfruté pasar la mañana con su hija", le dije al padre de Elena.
Esa mañana fue la última vez que la vi. Los días pasaron y se volvieron semanas, las semanas en meses y los meses en años. Yo siempre volvía al jardín con la esperanza de encontrarla. Al no encontrarla, me quedaba contemplando los ya crecidos rosales que plantamos en aquella primavera.
Acababa de cumplir catorce años cuando mi padre me llamó a la sala del trono.
"Querido hijo, ya tienes catorce años y es momento de enviarte a gobernar alguna de las ciudades del imperio", me dijo mi padre.
"Como ordene, padre", le respondí a mi padre, que al fin me concedería mi deseo de mandarme a gobernar una ciudad.
"Gracias a tu educación, estoy convencido de que la ciudad de Mirza es la mejor ciudad. Ya he enviado una carta a los nobles de la ciudad", me dijo mi padre. Y a la mañana siguiente, después de despedirme de mis padres, partí hacia la ciudad costera de Mirza.
Fueron siete exhaustivos días hasta que alcancé con mi comitiva la ciudad de Mirza. La gente de toda la ciudad me esperaba para verme y saber quién sería el nuevo gobernador.
Mientras marchaba con mi comitiva alrededor de la ciudad en dirección al castillo, la vi. Una joven de cabello rojo pasó corriendo entre la gente. Durante ese corto momento, creí haber visto a Elena.
"¿Mi príncipe se encuentra bien?", preguntó uno de mis guardias.
"Sí, estoy bien. Creí haber visto a alguien conocido", le respondí al guardia.
Al no volver a verla, decidí continuar con mi camino hacia el castillo. Las calles se encontraban repletas de personas, más de las que imaginé que habría. Tarde unos quince minutos en llegar al castillo.
"Bienvenido, príncipe Arthur. Soy el jefe de sirvientes del castillo", se presentó un hombre mayor.
"Sea bienvenido, príncipe Arthur. Soy el jefe de cocineros, Víctor Villier", se presentó el hombre que estaría a cargo de lo que comería.
"Agradezco su bienvenida. Mañana por la noche me gustaría que se prepare una fiesta. Inviten a todos los nobles de la ciudad y a aquellos que estén de visita en Mirza", les ordené.
Ese día no tenía mucho trabajo, así que decidí irme a descansar. A la mañana siguiente, decidí recorrer el castillo para recordar el pasado. Cada habitación me llenaba de nostalgia por el tiempo que pasé aquí con mis padres. Recorrí varias habitaciones hasta que llegué a una puerta de cristal que daba al exterior. A través del cristal, se observaba un bello jardín de rosas.
"Bienvenido, mi príncipe. Escuché que le gustan las rosas blancas, así que me tomé la libertad de plantar algunas", me dijo el jardinero al verme entrar.
"No recuerdo que el castillo tuviera este jardín", le dije al jardinero.
"Eso es porque cuando usted se fue aún no se construía. Su padre nos ordenó hace seis semanas construirlo para que lo viera tras su llegada", respondió el jardinero.
Pasé el tiempo observando el jardín hasta que el jefe de sirvientes llegó.
"Mi príncipe, la fiesta ya casi está lista. Sería conveniente que se cambiara y se preparara para ingresar", me recomendó el jefe de sirvientes.
Regresé a mi aposento y me cambié. No pasó más de una hora cuando el jefe de sirviente volvió.
"Mi príncipe, los invitados lo esperan", me dijo mientras me indicaba por dónde ir.
"Presentamos a su alteza imperial el príncipe Arthur Nabókov", dijo un hombre ante mi llegada.
Todos los invitados me observaron llegar y me reverenciaron.
"Bienvenido a Mirza, mi príncipe. Espero que encuentre su estadía agradable", me dijo el anterior gobernador de la ciudad.
"¿Son todas las familias nobles de la ciudad?", pregunté al gobernador.
"Han asistido la mayoría de los nobles de la ciudad", me informó el exgobernador.
"Presentamos al señor y señora Claw junto a su hija Aurora", dijo el hombre que me presentó.
"Presentamos a la Condesa Elena Capell", el nombre captó mi atención, pero al girarme la joven ya no se encontraba a la vista.
"Príncipe, ¿busca a alguien?", me preguntó el exgobernador.
"No es nada", le dije.
La música dio inicio y varios nobles comenzaron a bailar, otros se acercaron a las mesas con comida.
Recorrí el salón, hablando con distintas personas.
"Majestad, ¿a dónde va?", me preguntó el jefe de sirviente.
"Iré al jardín a tomar un poco de aire", le respondí y salí.
Vagué por el jardín en silencio por un tiempo hasta llegar a un único brasero que iluminaba el lugar. Desde este lugar, la ciudad de Mirza se veía pequeña, pero al mismo tiempo mágica. No muy lejos del borde se encontraba una niña de cabello rojo con un vestido tan azul como el mar. Estuve por acercarme cuando escuché pasos que se acercaban.
"Prima querida, aquí estás. ¿Por qué no estás en el salón?", dijo una joven un poco mayor que yo.
"Perdona Aurora, quería un poco de aire fresco", respondió la niña.
"Está bien, mi madre te está buscando. Te esperamos en el salón", le dijo la joven antes de alejarse. La niña se alejó del borde y se quedó observando las rosas blancas que crecían por el jardín.
"Quisiera hablar contigo, al menos una vez más", dijo la niña con nostalgia.
"¿Quién es el hombre que entristece a una joven tan bella?", terminé diciendo inconscientemente y provocando que se asustara.
"Príncipe Arthur, lamento que escuchara eso", dijo la niña después de reconocerme.
"Es mi culpa, yo aparecí de improviso", le dije a la niña. La niña se quedó en silencio sin saber cómo responder.
"Ha pasado mucho tiempo, Elena", le dije tras el incómodo silencio que hubo.
"Lo mismo digo, príncipe. Estas rosas son iguales a las que plantamos hace seis años", dijo Elena un poco más calmada.
"Son iguales, pero ninguna se compara a las que nosotros plantamos", le respondí. "Y dime, ¿qué haces en Mirza?"
"Mis padres me enviaron de vacaciones con mis tíos hace un mes", me respondió.
"¿Y qué te parece la ciudad? No ha cambiado nada en los últimos años", le pregunté.
"La ciudad es hermosa, pero no se compara con este jardín", respondió.
Permanecimos hablando un tiempo cuando decidí que era momento de volver al salón.
"Ya es momento de regresar, ¿vienes conmigo?", le pregunté mientras extendía mi mano.
Tras dudar de si agarrarme la mano o no, ella aceptó y regresamos juntos al salón. Los invitados se detuvieron al verme regresar con Elena.
"¿Ella no es la joven de la familia Capell? ¿Qué hace con el príncipe?", escuché susurrar a los nobles. Elena se puso nerviosa al escuchar el susurro de los nobles. Cuando llegamos al centro del salón, le dije a Elena lo suficientemente claro para que todos los nobles escucharan: "Elena, como la joven más hermosa de este imperio, me concedería el honor de un baile".
"Yo... yo... sería un honor", respondió con una radiante sonrisa que cautivó el corazón de todos los presentes. Tras mi orden, los músicos comenzaron a tocar una bella melodía. Nunca me consideré bueno para bailar, pero esta noche no importaba. Al fin me había reencontrado con la niña que llevaba años esperando. Desearía que este baile nunca acabara, pero todo tiene un fin. "Después de seis años, al fin te vuelvo a ver. Quisiera que el baile no acabara", le dije en su oído.
"Pienso igual, mi príncipe", me respondió. El clímax llegó mientras nos separamos. Los aplausos se escucharon por todo el salón. Elena regresó con sus tíos, tan radiante que las mujeres que la vieron sentían envidia.
Mientras me dirigía a hablar con el jefe de los sirvientes, escuché a alguien gritar: "¡Cómo te atreves! Te dije que podías venir a la fiesta, pero que no hablaras con nadie, y lo primero que haces es bailar con el príncipe. Hoy era el día de tu prima y lo has arruinado", dijo molesta una mujer. Todos los invitados voltearon cuando escucharon el escándalo. La mujer molesta no resultó ser otra que la tía de Elena.
"¡Mira a tu prima! No siente culpa alguna. Ella se arregló para conocer al príncipe, y tú te pusiste en medio", dijo la tía molesta.
La tía levantó la mano para golpearla cuando fue sujetada. "¿Quién te crees que eres para levantarle la mano en frente de la realeza, además de prohibirle bailar conmigo?", le dije a la tía mientras la sujetaba.
"Mi príncipe, yo lo siento, pero ella...", "¡Cállate!", le grité a la tía que quería excusarse.
"¡Guardias!", grité. En ese momento, más de una docena de guardias ingresaron rápidamente al salón. "Llévenla al calabozo. Pasará la noche en una celda, no recibirá agua ni comida, para que aprenda a comportarse en presencia de la realeza".
"Príncipe, espere, lo siento. Fue mi error. Por favor, no me encierre", suplicó la tía.
Ningún invitado se atrevió a intentar proteger a la mujer por el temor a obtener el mismo castigo que ella.
"Y para todos los presentes, les advierto: yo soy el único que elige con quién bailar, no ustedes. Y si alguien tiene alguna queja, que venga y me lo diga", les dije a los invitados. Ningún invitado se atrevió a responder. "Y les advierto que cualquiera que se atreva a calumniar a Elena por este incidente, tendrá que responder ante mí. La fiesta acabó", les advertí a los invitados. "Y usted, Vizconde, le advierto: controle a su esposa, o el mayor perjudicado será usted".
Esa misma noche, sin que yo supiera, la noticia de cómo protegí a una joven que estaba siendo avergonzada y humillada por un miembro de su familia comenzó a recorrer cada rincón del imperio. No pasó una semana cuando me llegó una carta proveniente de Daria.
..."Querido hijo, te escribo para felicitarte. Aunque no apruebo que corrieras a los invitados tras el incidente, me enorgullece tu manera de actuar. Has hecho justicia al castigar a esa mujer y has demostrado que la nobleza no está libre de recibir castigo. Pero sería conveniente que no veas a esa joven de nuevo. No sabemos qué rumores desencadenará si se vuelven a encontrar. Espero grandes cosas de ti, mi muchacho."...
^^^Emperador Héctor Nabókov^^^
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Comments
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Me gusta porque no se muy bien como explicarlo, pero no solo es dar la historia de como sucedieron las cosas, sino ese plus de la intriga por momentos, es curioso, creo que por eso me estoy volviendo fan de sus novelas autor
2023-04-24
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