un mal Presagio

La mañana siguiente, los guardias me despertaron e informaron que el consejo de Mirza solicitaba una reunión conmigo y que me esperaba en la sala del trono. Tras vestirme, me dirigí rápidamente a la sala del trono. Al ingresar, los miembros del consejo saludaron y comenzaron a comunicarnos los últimos sucesos.

"Mi príncipe, ha llegado una carta de Daria. La carta informa sobre una enfermedad originaria del califato de Macenia que se está esparciendo por todo el mar. El consejo imperial ha ordenado que se ponga en cuarentena cualquier barco proveniente de Macenia".

"Llamen al almirante Foscarini".

"También nos informaron que nos enviarán a un médico de la familia Paracelso para tratar a cualquier enfermo que llegue a la ciudad".

"La ciudad se encuentra a seis semanas de aquí, así que comiencen a preparar la mansión que está dentro de los terrenos del castillo".

"Como ordené, mi príncipe", respondió el jefe de sirvientes.

Durante los próximos minutos se discutió sobre las siguientes medidas a tomar. En ese momento, alguien golpeó la puerta. Tras indicar que abrieran, el almirante ingresó.

"Escuché que solicitó mi presencia, mi príncipe".

"Sí, Almirante, prepare a la flota para custodiar la entrada al puerto. Ningún navío podrá ingresar sin haber aprobado la inspección médica que se realizará".

"Como ordené, su majestad, pero permítame preguntar ¿cuál es la razón de la inspección?".

"Una extraña enfermedad ha surgido en el califato de Macenia y la capital teme que la enfermedad llegue aquí a través del mar. Por esa razón, el puerto se encuentra en cuarentena. Los médicos de la ciudad deberán preparar una carpa para el estudio de la enfermedad y otra donde se colocará a los enfermos. Además, comiencen a diseñar una serie de permisos que deberán ser entregados a los comerciantes que estén sanos. Esos permisos les permitirán ingresar al puerto. Si alguno de esos comerciantes se enferma, deberá ser colocado en cuarentena cuanto antes".

"Mi príncipe, perdóneme pero debo rogarle nuevamente que no vaya con el ejército" insistió nuevamente el jefe de mi guardia. Detrás de él, los miembros del consejo se turnaron para solicitarme que no fuera.

"Escuchen todos, ese dragón se encuentra a unos días de la ciudad. Si el dragón desea comida, vendrá aquí y este castillo no podrá protegerme si el dragón viene aquí. Por esa razón, iré con los soldados", comenté colocando presión en cada palabra que decía.

"Gracias por recibirme. Vengo a comunicarle que mis hombres y yo pasamos toda la noche trabajando en su pedido y me complace informarle que hemos podido crear un cañón", dijo el jefe de herreros.

"Hemos trasladado el cañón al puerto militar donde será probado. Iré al puerto en cuanto termine con los asuntos administrativos. ¿Algo más para decirme?", pregunté.

"Si, mi príncipe. Espero que no sea una molestia, pero mis hombres le han preparado un regalo que espero acepte", dijo el jefe de herreros.

"Está bien, puede traerlo", le indiqué al jefe de herreros y él junto a su asistente trajeron dos cajas.

El jefe de herreros abrió la primera caja y sacó una espada decorada con el emblema imperial, la rosa blanca. "Esta espada fue forjada con los mejores metales. Su peso y largo son los apropiados para usted, mi príncipe", tras decir esto, devolvió la espada a la caja y abrió la segunda, la cual poseía un collar compuesto por piedras de luna. Las piedras estaban cortadas perfectamente. "Tras hablar con los orfebres de la ciudad, conseguimos crear este collar, el cual esperamos que lo utilice como regalo para una persona especial".

"Agradezco los regalos", comenté mientras recogía el collar. "¿Queda algún otro asunto que resolver?"

Solo nos falta informarle que los constructores comenzarán el día de mañana con la renovación de los baños.

"Esas son buenas noticias, preparen a Triana, iremos al puerto militar". Mi guardia no tardó mucho en preparar mi caballo. No tardamos más de quince minutos en llegar al puerto. Los marineros se encontraban preparando el cañón para disparar.

"Bienvenido mi príncipe, llega en el mejor momento", dijeron un par de herreros.

"¿El cañón está preparado?"

"Sí, mi príncipe. Los marineros estaban a punto de probarlo".

Seguí a los herreros hasta un punto seguro y observé el cañón. Los marineros colocaron un muñeco a la distancia. Cuando el cañón disparó, la bala a gran velocidad destrozó el muñeco y dañó el muro.

"Mi príncipe, ¿qué le pareció?"

"Felicidades. Esta potencia nos ayudará en gran medida en el enfrentamiento contra el dragón".

"Mi príncipe, ¿desea regresar al castillo?"

"Iré a la iglesia de los cinco divinos. Deseo hablar con el cardenal".

Con las indicaciones de mi guardia, me dirigí a la catedral. Cuando llegué, los feligreses se encontraban ingresando a la catedral. Tras bajar de Triana, caminé hacia la congregación y me uní a ellos.

"¿Qué hace aquí mi príncipe?" escuché que alguien me susurró. Al darme vuelta, me encontré con las dos primas Aurora y Elena.

"Vine a pedir por la protección de la ciudad", comenté. En ese momento, mis guardias me guiaron hacia un área privada utilizada únicamente para la realeza. "Vengan conmigo", les dije a las dos primas, quienes estaban por continuar. Dudaron por un momento, pero al final terminaron yendo conmigo. Cuando llegamos al área superior, pudimos contemplar la majestuosidad arquitectónica de la catedral. Tras sentarnos, escuchamos al cardenal pidiendo a todos silencio.

"Que la gloria de los cinco divinos estén con ustedes". En ese momento, el cardenal se percató de mi presencia y se reverenció. Este acto captó la atención de todos y giraron a ver quién los observaba.

"Díganle que continúe", le dije a uno de los guardias. Tras recibir la orden, el cardenal dio inicio a la misa. Como fiel seguidor de la diosa Lilith y sus hermanos, estuve atento a cada palabra profetizada por el cardenal. Cuando la misa terminó, el sol indicaba que era hora de almorzar.

"Mis Ladies, ¿me harían el honor de almorzar conmigo en mi castillo?"

Al no tener ninguna excusa para negarse, les ordené a mis hombres que informaran al castillo sobre las invitadas. Los guardias se movieron rápidamente y, junto a Aurora y Elena, caminamos hacia el castillo, el cual se encontraba cerca de la catedral.

El almuerzo transcurrió tranquilo, sin ninguna interrupción. Debido a que aún quedaba tiempo, decidimos pasear por el jardín del castillo. Para mi grata sorpresa, Aurora admiraba a su prima y esa admiración era recíproca.

"Mi príncipe, ¿es verdad que piensa enfrentar a un dragón?" preguntó Elena claramente preocupada.

"Es verdad, un dragón rojo se ha instalado en el bosque y es mi deber, como protector de este territorio, eliminar esa amenaza".

"Tenga mucho cuidado, mi príncipe. Sería una gran pérdida si usted muriera", dijeron las dos al mismo tiempo.

"No se preocupen, regresaré. No estoy dispuesto a dejar que sus bellos rostros se tornen lúgubres por mi pérdida".

Cuando el sol comenzaba a caer, el carruaje real ya se encontraba preparado y listo para llevar a las dos jóvenes de regreso a la mansión. Cuando el carruaje se fue, decidí ir a la biblioteca del castillo y me dispuse a leer hasta entrada la noche.

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