MI PECADO ES SER TU REFLEJO

MI PECADO ES SER TU REFLEJO

CAPÍTULO 1

LEILA

Desde que tengo uso de razón, mi mamá siempre trabajó como cocinera para la mansión de los Villarreal. Cuando tenía cuatro años, simplemente creí que ese era su trabajo y nada más. Pero a los seis años, la vi en la cama con el señor Villarreal. Ahí supe que era su amante. Yo era pequeña, pero mi coeficiente intelectual siempre fue superior y, ya que desde muy pequeña estudio en línea, sabía lo que hacían. Pero como nunca tuve su atención, ellos nunca supieron qué tan inteligente era.

Yo tengo un hermano mellizo. Su nombre es Leo. Él puede salir a estudiar y a jugar con otros niños, pero yo no debo salir de la pequeña casa al final de la mansión donde me ocultan. Y aunque al principio no entendía por qué, ahora lo tengo muy claro: el señor Villarreal es nuestro padre. ¿Cómo lo sé? Mi hermano es la viva imagen de mamá. No saco nada de ese señor, pero yo soy como su copia exacta, pero en versión mujer. Por eso, mi hermano puede salir y yo no. Porque si lo ven a él, no sabrían que es hijo de ese señor, pero si me vieran a mí, lo sabrían enseguida. Tengo todo de él, desde el cabello hasta el color de su piel y ojos. Mis expresiones son las mismas. Ambos somos alérgicos a los mariscos y nos encantan las fresas.

Con el señor Villarreal no convivo mucho, ya que solamente viene a esta pequeña casa cuando su esposa e hijos van de fin de semana con sus abuelos. Entonces, él viene y cena con nosotros, pasa la noche con mamá. Yo tengo prohibido hablarle. Él solamente habla con mi hermano y mi mamá, y celebra el cumpleaños de mi hermano. Yo para el señor Villarreal no existo, soy el recordatorio de sus traiciones a su esposa. Mi hermano no se parece a él, así que aunque su esposa lo ha visto algunas veces, jamás pensaría que es de su esposo. Pero si me viera a mí, lo sabría enseguida.

Sus otros tres hijos varones con su esposa no se parecen tanto a él como yo. Ellos sí sacaron su nariz, cabello o sus ojos, pero yo lo tengo todo de él. Y por eso, vivo encerrada en esta pequeña casita al final del jardín de la Mansión Villarreal.

Hoy es un día de los que más odio: mi cumpleaños. Como es sábado, ese hombre vendrá a cenar y a celebrar el cumpleaños de mi hermano. Porque yo no existo, es como si no fuéramos mellizos. Así que hoy me obligarán a sentarme a la mesa mientras le entrega su regalo de cumpleaños, habla con mi hermano y cortan el pastel.

-Leila, apresúrate y pon la mesa - mi mamá Leonor.

-Mamá, ¿puedo irme a dormir temprano? - pregunté tratando de escapar de esa cena.

-Sabes que no, Leila. Así que apresúrate - bajé mi cabeza y acomodé todo en la mesa. Hoy cumplimos diez años y el único que lo celebra es mi hermano.

A mi hermano no lo odio. Él me cuenta todo lo que hace en la escuela, siempre me compra helados y me trae cosas. También me abraza cuando estoy triste, que es casi a diario. Pero él no puede hacer nada para que ese señor me deje salir y estudiar en la escuela. Gracias a mi hermano es que estudio en línea, porque ese señor no quería darme nada, así que él lo convenció de darme una laptop para estudiar y así no me sentiría tan ansiosa por salir.

-Ya llegó - dice mi madre cuando terminé de acomodar la mesa.

La puerta se abrió y entró el señor Villareal, un hombre alto de ojos azules, cabello rubio, un lunar encima del labio y con un traje hecho a su medida. Nos parecemos en todo, menos en lo costoso de la ropa. Yo cuento con ropa que mi mamá compra en rebaja en el mercado. Tiene prohibido gastar mucho dinero en mí.

- Leo, felicidades. Aquí está tu regalo - le entregó a mi hermano una caja y este la abrió, mientras yo báje la cabeza

-"Un teléfono de última tecnología. Gracias, señor Villareal" - responde mi hermano, quien trata de no emocionarse demasiado. Sé que lo hace por mí.

-"Bueno, pasemos a la mesa" - mi madre.

Los cuatro nos sentamos a la mesa, mientras el señor Villareal habla con mi hermano sobre sus notas en el colegio y muchas otras cosas más. Yo como en silencio. Al final, cortan el pastel y luego ellos se van a dormir. Y yo hago lo mismo. Me encierro en mi pequeña habitación para llorar como en cada cumpleaños.

- Leila, ábreme, por favor - pide mi hermano al otro lado de la puerta.

-No quiero, déjame sola - hablé llorando.

Por favor, pequeña, ábreme - suplica mi hermano y le abrí la puerta.

-Peque, ven - él me abraza y yo lloro en sus brazos como si no hubiera un mañana.

-Cuando seas mayor, ya nadie te obligará a esconderte. Te defenderé de todos y serás libre, lo prometo - me consuela mi hermano.

-Lo odio, hablé mientras mis lágrimas no dejaban de salir.

-Pequeña lo sé, pero no podemos hacer nada, no ahora. Somos unos niños", -dijo mi hermano tratando de consolarme, hasta que escuchamos gritos provenientes de la habitación de mamá.

-"Estás loca, tienes que abortar. Si salen igual a la mocosa esa, no podré ocultarlo más. Así que toma ese dinero y no me busques hasta que te hayan sacado a esa cosa", escuchamos gritar al señor Villareal. Luego, escuchamos la puerta de la habitación y después la de la salida.

-¿Mamá está embarazada?", pregunté.

-Sí, pero veo que el señor Villareal no está feliz, así que no creo que mi mamá lo vaya a tener", respondió Leo.

Esa noche, mi hermano durmió conmigo. Cuando desperté, ya no estaba a mi lado, así que tomé una ducha y me preparé para desayunar.

-"Leila, desayuna. Yo tengo que ir a hacer algo. Tu hermano está con el señor Villareal en un partido de fútbol. Volveré por la tarde", dijo mi mamá.

-¿Vas a abortar al bebé?", pregunté mientras me sentaba a la mesa.

-Es lo mejor, Leila", respondió mi mamá.

-¿Para ti o para el señor Villareal?", pregunté molesta.

-Para todos. Sabes que él es tu padre, él es quien manda", dijo mi mamá.

-Ese señor no es mi papá. Si él no me quiere como su hija, ¿por qué debo quererlo como mi padre? Yo lo odio", respondí.

-Leila, por favor, tengo que irme. Nos veremos esta noche", dijo mi mamá antes de salir.

-Mami, no lo hagas. Vámonos de aquí, deja a ese señor. Él no te quiere", supliqué con lágrimas en los ojos.

-Leila, no iremos a ningún lugar. Él es quien paga el colegio de tu hermano y todos nuestros gastos", dijo Leonor.

- Y es quien te obliga a tenerme encerrada. Por su culpa, no conozco nada más que las paredes de esta casa. ¿Hasta cuándo estaré aquí por algo que yo no hice?", protesté con lágrimas por todo mi rostro.

-"Lo siento, mi niña, pero no puedo hacer más que obedecer a tu papá", dijo mi mamá.

-"Ya te dije que no es mi papá", respondí. Ella se fue limpiándose algunas lágrimas de su rostro. Escuché cómo cerraba la puerta con llave y seguí llorando. No quise desayunar, así que volví a mi habitación y tomé mi laptop.

Me gusta ver videos de paisajes del mundo y de animales. Eso me calma, además de la música. Paso todo el día en mi habitación. Escuché a mi hermano y a ese señor llegar a la hora de la comida, pero no quise salir. Tenía algunas galletas en la habitación, así que fue lo que comí. A la hora de la cena salí porque mi mamá regresó y me hizo salir.

-"¿Mami, estás bien?" -pregunté, ya que estaba muy pálida.

-Sí, en cuanto descanse lo estaré", respondió con una sonrisa fingida.

Cenamos en silencio, pero yo seguía preocupada por mi mamá. Al final de la cena, mi madre fue a descansar y ese señor se fue. Mi hermano me dio unos chocolates que compró para mí y luego nos fuimos a dormir cada uno en su habitación.

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