La luz de la luna a sus espaldas hacía brillar su cabello como si fuera dorado. Estaba vestido de traje, tan elegante, tan formal como lo esperaba ver. Emanaba el aroma que esperaba oler. Sonrió tal como esperaba y habló con el ritmo con el que tanto soñé.
—¿Qué haces acá? —me preguntó—. Estás sola, no vayan a llevarte los subversivos —comentó con un dejo de broma.
—Te buscaba —se me escapó como mantequilla entre los labios—. Fui a la iglesia de San Gotou, donde supuse que estarías, pero no te encontré.
—No… de hecho me voy a casar en La Catedral.
—¿Y entonces…?
—Salí a caminar. Vivo en las casas de la esquina —me señaló la dirección de su casa que se encontraba entre el mercado y la iglesia tal como lo había pensado.
—Ya veo. Qué coincidencia encontrarnos acá...
Nos miramos a los ojos como si el mismo silencio pudiera comunicar más que nuestras palabras. Si pudiera traducirlo en una frase, nos decíamos: “quiero más de ti”.
—Quisiera haberte conocido mejor —tradujo finalmente.
—Soy básicamente una salvaje —reí y él se alegró conmigo.
—Así parece. Desvistiéndote frente a una ventana en vez de usar el vestidor.
—Sí… Aunque no lo creas nunca me había pasado antes algo así. Pero estoy acostumbrada a las reprimendas.
—Hoy cumplí los dieciocho, así que puedo darte tu castigo cuando quieras —me reí, pero el corazón me saltó del pecho y mis mejillas se llenaron de color con su atrevido enunciado.
—¿Y tú? ¿Puedes ser breve y decirme en una frase toda tu vida?
—Yo… supongo que soy un tipo simple que busca su propia satisfacción. Ya sabes… con todas las reglas a las que estamos sujetos, me gusta buscar mi conveniencia y a veces, ups, termino traspasando un poco los límites.
—¿Un chico malo?
—¡No soy un chico malo! —se defendió y nos reímos tontamente. Angelo miró la hora y dijo que tenía que irse a su matrimonio.
—Bien… —se acercó lentamente y balanceó sus manos cerca de las mías.
El corazón se me iba a salir por la boca. Finalmente, entre el silencio y suaves roces, nos tomamos de las manos. Solo se oían nuestras respiraciones agitadas sin razón alguna. Su mano era suave y rasposa en algunos lugares, asumí que trabajaba con sus manos. ¿Habrá ayudado a su papá con su trabajo? Había tanto que no sabía de él.
En Blur se acostumbraba que los hombres comenzaran con un oficio antes de casarse para que, una vez terminado el colegio, tuvieran una fuente de ingresos.
Nos acariciamos las manos y me sentí pecaminosa y sucia. ¿Cómo podía él estar así conmigo si iba a casarse en unos minutos? ¿Cómo podía yo estar así con él si estaba comprometida?
—Tengo algo que me gustaría que tuvieras… —dijo con timidez y se quitó el anillo de su índice derecho y me lo ofreció—. Este anillo me lo regaló mi abuela, que en paz descanse, cuando nací. Quiero que lo tengas —lo miré confundida.
—Es algo especial, ¿no?
—Sí, pero quiero que lo lleves como símbolo de… —”¿de qué? ¿símbolo de qué?”, pensaba—. Como símbolo de lo que vivimos. Fue breve, pero estoy feliz de haber al menos sentido algo por alguien.
—¿Sentido qué?
—Aquí —se tocó el pecho—. Te siento justo aquí. Algo que no puedo decir. ¿Sientes lo mismo?
—Siento —respondí mientras los ojos se me empañaban. Le estiré la mano izquierda, ya que llevaba el anillo de compromiso en mi mano derecha y lo posicionó en mi dedo medio. Nos miramos entre risa y llanto, entre alegría y tristeza, entre felicidad y miseria.
—Me alegro que vinieras… pensé que no tendría oportunidad de estar otra vez contigo.
—Maldigo este desgraciado instante —dije con sinceridad.
—Ya veo porqué te regañan, boca sucia —nos reímos.
—Vete —me dolía la existencia tener que dejarlo ir, pero ya no podía aguantar más las lágrimas.
—Quiero que sepas que no puedo olvidarme de tu cuerpo. Lo siento.
—Ahora verás un cuerpo mucho mejor que el mío, el de tu esposa.
Le solté las manos y retrocedí poco a poco queriendo no olvidar su rostro jamás. Él se quedó de pie esperando que me fuera. Me di media vuelta y corrí de regreso a casa sin detenerme un segundo.
Dejé que mis lágrimas se secaran al viento mientras casi perdía la respiración.
Llegué a casa y me encerré en mi pieza. Me lancé a la cama y apreté las manos contra el cobertor odiando cada segundo. ¿Por qué no podía tan solo detener el mundo? ¿Por qué el destino no me pudo dar más tiempo para conocer mejor a Angelo? ¿Por qué tendría que compartir con una mujer que no era yo? ¿Por qué no podía escoger a quién amar? “Amar”, esa era la palabra, ese era el sentimiento. Amaba a Angelo.
Envolví mis piernas entre mis brazos y me sentí tan pequeña frente al sistema del cual soy esclava y sobre el cual no puedo hacer absolutamente nada. “Estoy atrapada”, murmuré “estoy atrapada”, mientras me quedaba profundamente dormida.
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Comments
Quetzal Androide
Mi comentario anterior iba acá, tonto noveltoon jaja
2023-04-09
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