Me hicieron probarme un vestido blanco enorme mientras yo solo podía pensar en lo horrible e injusta que era la vida.
Hoy era el día en que Angelo me había dicho que se iba a casar, ¿por qué me dolía tanto?
Nunca antes me preocupó un chico y este no debía ser el caso. Lo conocí en circunstancias vergonzosas y nos dimos las disculpas correspondientes. Parecía una mala jugada del destino justo antes de contraer matrimonio para hacernos sufrir solo porque sí.
Pero… ¿qué sentía realmente por él? No lo sabía. Era un cosquilleo extraño que me inundaba el estómago y el pecho y que hacía que me fuera incómodo y doloroso pensar en él. Como si el resto de mis órganos jalaran de mi cerebro, como si mi corazón quisiera salirse de mi pecho o mi estómago apretarse hasta desaparecer. No podía describirlo correctamente ni tampoco entenderlo. Solo sabía que él era alguien especial para mí ahora, que compartíamos un tonto secreto y que me era mejor olvidar todo porque él esta noche sería un hombre casado.
Dado que yo cumpliría dieciocho años en dos semanas, ese mismo día celebraríamos la boda. Nunca había hablado con el supuesto prometido, solo nos habíamos visto un par de veces cuando acompañaba a su papá a alguna reunión con el mío.
—Hoy va a venir Leonard a cenar, para que te comportes —dijo mamá—. No vayas a hacer que cancele la boda o te voy a encerrar hasta que te encuentre un nuevo prometido.
Era buena idea, pero no tenía los ánimos como para comportarme mal a propósito. Lo intenté, pero todo lo inadecuado que decía el Tesorero se lo tomaba como broma.
Mientras estábamos cenando los agudos ojos miel de Leonard me molestaban. Me miraba cada tanto y yo le respondía con una mueca infantil disimulada para que mi madre no lo notara, a lo que él respondía con una risita como si dijera: de todas formas nos vamos a casar, no tienes a dónde escapar.
Me molestaba todo de él, era demasiado guapo, demasiado fuerte y musculoso, demasiado pulcro para una chica como yo. En cambio Angelo… ¡No! No debía pensar en él. Con suerte lo conocía. Es que nunca había sentido atracción física por ningún chico, ¿por qué este habría de ser diferente? No lucía tanto más guapo que el resto, pero tenía algo en su mirada que me cautivaba, como si pudiera verme desnuda como en nuestro primer encuentro cada vez que nos topábamos.
Cuchareaba mis papas con aderezo mientras pensaba en el matrimonio de Angelo. "Ya debe estar casándose". Si tan solo no intervinieran y espiaran los teléfonos al menos podría haberle pedido su número, pero no me permitían tener contactos de chicos fuera de la familia.
Ya terminada la cena, nos hicieron ponernos anillos de compromiso.
—Que tenga una buena noche, señorita Seda —me dijo el perfecto Leonard como si pudiera tener una buena noche después de ver este maldito anillo en mi mano cada tanto.
—Igualmente —le dije a secas para ser cordial. Él no tenía la culpa de nada.
—Mamá —me dirigí a ella luego de que los invitados se hubieran ido. Giraba mi anillo de compromiso hacia un lado y otro—. ¿Qué pasaría si tuviera alguien más con quién quisiera casarme? —me atreví a preguntar.
Mi madre dejó los trastes para caminar rápidamente hacia mí y ponerme la total de las atenciones o, más bien, hacerme que yo le prestara mi absoluta atención.
—¿Qué clase de pregunta es esa? ¿A qué viene? ¿Conociste a un chico?
Como siempre, la intuición materna estaba actuando en mi contra.
—No. Solo quiero saber qué se hace en esos casos —miré el reloj. Eran pasado las nueve y comencé a impacientarme por salir y correr a todas las iglesias a buscar a Angelo. “Qué impulso más psicópata”.
—Bueno —dijo mamá secándose las manos con el paño que traía en el bolsillo de su delantal—. Eso sería algo increíblemente problemático y disruptivo para nuestra familia, nuestros tratos, nuestro nombre, nuestra estabilidad en todo sentido. Porque ya se te ha asignado un prometido.
—¿O sea que si uno presenta un candidato antes del compromiso es posible realizarlo?
—No. Tampoco es tan así. A menos que los padres estén de acuerdo. La decisión de lo que es mejor para el hijo antes de casarse es un privilegio y deber de los padres.
Me quedé meditando en estas palabras. ¿Cómo podría torcerle la mano al destino? Una voz gritaba dentro de mí: “Ve y búscalo. Vas a perder la oportunidad” Pero ¿oportunidad de qué?
—Bueno, gracias… —dije resignada.
—¿Estás segura de que no pasa nada? Dame tu teléfono.
Mamá revisó todas mis conversaciones mientras yo aseguraba que no era nada. Subí a mi habitación y pensé en deshacerme del papel que me había dado Angelo, pero no pude. Lo hice un pequeño rollo y lo guardé en mi cajón entre mi ropa interior.
Le dije a mamá que saldría a tomar un poco de aire, que esto del compromiso me tenía algo perturbada, así que me lo permitió con desconfianza debido a mi pregunta anterior y retuvo mi teléfono.
—No vayas demasiado lejos.
Asentí con la cabeza. Mi objetivo real era ver si Angelo se había casado ya. Me dirigí a la iglesia cercana al mercado. Supuse que quizás si nos habíamos visto allí, él viviría por esa zona; pero no estaba.
Me senté en la cuneta de una calle de servicio por la que no pasaban autos y me quedé tomando el aire revitalizante de la noche de verano.
Las calles eran seguras. El Reino estaba en perfecto equilibrio, no había nada qué temer, la delincuencia era una cosa del pasado, antes de que el nuevo régimen se instaurara. ¿Por qué entonces yo sentía el caos arremolinarse en mi interior? No debía ceder ante tales estímulos. Debía cumplir con mi deber y permanecer dentro de los límites señalados. Dentro del “círculo seguro”.
De pronto, una mano me tocó el hombro. Miré a mi izquierda. Era Angelo.
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Comments
Quetzal Androide
Qué emotivo encuentro, ya quiero saber cómo hacen para volver a verse si es que ambos se casan con otras personas
2023-04-09
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