3: Palacio Reindhardt

Laetitia se estaba mirando frente al espejo que era parte de su nuevo escritorio. Cuando la señora Banner la había dejado dentro de lo que era su nuevo cuarto, había caído sobre sus rodillas y se largó a llorar. Según aquel Lord, no volvería a ver a su familia. Ahora su vida se iba a encargar de estar metida en aquella especie de palacio, viviendo codo a codo con personas asquerosas, sanguinarias, insensibles.

Las imágenes de las veces que personas del Círculo habían torturado a compañeros de edades mayores o personas en la calle eran inimaginables. No quería estar ahí, quería estar en su casa con su madre y con su padre.

Pero ellos no eran sus padres.

Respiró profundo. ¿Cómo era posible que todo había cambiado tan drásticamente? Miró sus manos, ahora tapadas por esos espantosos guantes que le recordarían para siempre que ella no era como los demás McDonalds. Ella no era una McDonald. Ella era un bebé dejado bajo su cuidado, por alguna razón de la cual nadie sabía o no querían que ella sepa.

Al mirar hacia un lado se encontró con ropa doblada. Era obvio que ya los esperaban y la idea de que se quedaran en aquella casa era definitiva. El Lord no había dudado ni un segundo en encerrarla a ella y a Ryan en esas paredes.

Ryan.

Trató de quitarse todo rastro de que había llorado, no quería preocupar de más a su amigo. Decidió encerrarse en el baño personal que ahora tenía y cambiarse de ropa. Admitía que parecía una vagabunda con el cabello enmarañado y sus ropas sucias por culpa del tren con paja.

Cuando se preparó, abrió con cuidado la puerta y sacó su cabeza, en búsqueda de aquellos dos vejestorios. Sentía que si notaban que no se encontraba llorando dentro de su "asombrosa" nueva habitación habría problemas. Recordaba que el cuarto de Ryan estaba al principio del pasillo, pero no cual de las puertas era la perteneciente a él.

Siguió caminando de cuclillas, estando alerta todo el tiempo por si aparecían la pareja Banner. Se preguntaba si no tendrían una especie de sensor para saber donde estaban ellos dos. Su cuerpo se erizó, ¿y si abría la puerta y se encontraba con una tétrica versión de la señora Potts de La Bella y La Bestia? Negó rápido con la cabeza, sacando aquella idea.

Al acelerar su paso silencioso, ya se encontraba frente a las puertas de la otra punta. Ahora el inconveniente era saber cuál de ellas pertenecía a Ryan. Tenía temor de abrir la equivocada y encontrarse con algo que no debería, algún secreto o situación incómoda.

Tocó alarmada la puerta de su izquierda, cruzando los dedos internamente de que esa fuera la correcta.

Cuando vio el rostro de su amigo asomarse por la abertura, sintió un enorme alivio.

-¿Lae?

-¿Puedo entrar?

-Claro. Obvio—se hizo rápido a un lado y, cuando ella ya se encontraba dentro, dio un vistazo a los pasillos en busca de la presencia de otras personas. Al volver a su nuevo cuarto, tomó una silla para obstaculizar la abertura de la puerta, por si alguien ajeno quería meterse— Creo que es la primera vez que te veo con falda.

-Cállate—le golpeó levemente y luego le miró de arriba abajo—Los chalecos te quedan espantosos.

-Claro que no, me veo fabuloso. Mira lo tonificado que queda mi pecho—señaló su cuerpo—Envidiosa—hizo una pausa— ¿Cómo estás?

-Horriblemente—contestó al instante mientras se tiraba al pie de la cama—Tuve una crisis.

-Dos crisis en un día, si que rompes tus propios récords—suspiró cansado y tomó asiento junto a ella, mirándola de soslayo— Te mentiría si te dijera que estoy bien—volvió a suspirar y se lanzó al lado de ella, quedando ambos boca arriba—Menuda mierda.

-Menuda mierda—imitó Lae.

Ambos sonrieron con nostalgia.

-¿Qué crees que esten haciendo nuestros padres?—preguntó por lo bajo, inseguro de decirlo. Lae le miró de costado, aunque Ryan era un muro de concreto (no le gustaba mostrar sus verdaderas emociones), pasar años junto a él le había enseñado a ver dentro de sí. En estos instantes, con tal solo ver el brillo de sus ojos, entendía que estaba preocupado por sus padres, de que no estuvieran preocupados por él.

-Ten por seguro que deben estar teniendo una crisis como nosotros—suspiró. Al estar unos minutos en silencio se sentó de golpe, poniendo al joven alerta.

-Lae, ¿qué sucede?

-Debemos exigir respuestas.

-¿Respuestas?

-Sí, conocer a nuestras verdaderas familias.

-Querida, no debo porqué explicarte que es una pésima idea—se incorporó rápido cuando ella se levantó, comenzando a caminar por el cuarto— Lae, quita esa idea de tu cabeza ahora mismo.

-¿Por qué?

-Dudo que quiera conocer al tipo que... -paró de hablar— ... le hizo eso a mi madre—respiró profundo— ¿Y que tal si tu familia no te...?

-¿Si me dejaron aquí porque no me querían? Es una posibilidad. Pero, ¿por qué lo harían en una sociedad de humanos tristes e inútiles? —le señaló—Piensa Ryan, eres el más inteligente de los dos. ¿Por qué mis verdaderos padres me dejarían en otro país con una familia simple? —el joven abrió los ojos.

-¿Política? Digo, ¿qué tal si tu familia iba en contra del gobierno y te resguardaron?

-¿Insinúas que eran perseguidos?—el chico asintió.

-Lo vi en una película.

-Vaya, tus fuentes de saber sí que son fuertes y fiables—el chico puso los ojos en blanco—Dejando de lado tu saber basado en la ciencia ficción, es completamente posible. Pero, ¿por qué los perseguirían?

-Eso debemos averiguarlo—dijo seguro—El señor Reinhardt dijo que entendía tu habilidad y de dónde provenía.

-No lucía como alguien que quisiera compartir esa información—se acompañante asintió.

-Debemos investigar sin levantar sospechas—se llevó la mano al mentón, pensativo— Por ahora tratemos de acoplarnos al ambiente, si ven que nos sentimos cómodos no tendrán sus ojos sobre nosotros. Y entonces tendremos oportunidad de rondar por los pasillos sin problema—la chica asintió.

-Bien, será mejor que vaya a mi cuarto antes de que... -quedó en completo silencio al ver el rostro consternado de Ryan, mirándola fijamente— Oye, ¿te encuentras bien? —el chico parpadeó varias veces, como si estuvieras perdido— ¿Ryan?

-Sí—contestó al instante— Es mejor que vayas... para ... evitar problemas, si—asintió, aun con una expresión aturdida que preocupaba a la chica— Deberías apurarte, seguro vendrán a buscarnos para la cena—ella asintió y salió del cuarto. Ya afuera, mantuvo su ceño fruncido. ¿Qué había pasado? Volteó hacia la puerta del cuarto donde había estado, esperando encontrar alguna respuesta.

Entró en pánico cuando escuchó unos pasos que iban incrementando. Ante la desesperación, entró al cuarto contrario, donde suponía (o deseaba) que no hubiera nadie.

Para su suerte, así fue.

Sacó todo el aire que tenía cuando estuvo adentro. Los pasos se estaban alejando, el peligro se iba.

Miró de casualidad donde se encontraba. Era otra habitación, pero con una cómoda todavía más costosa que la que tenía ella o Ryan en sus habitaciones. Y, además, lucía habitada.

Se acercó con cuidado al baño privado, para asegurarse de que no había nadie. No se encontró con ninguna otra persona, sino con un tocador que triplicaba el tamaño del suyo. Estaba envidiando bastante a este tipo.

Salió del baño y miró con más cuidado los objetos que decoraban la sala. Había varios libros gordos, algunas historias viejas, una cámara y algunas fotos junto al espejo. Al mirar ocn cuidado, pudo ver a una señora, bastante elegante, de cabello rubio y ojos oscuros. ¿Sería ella la dueña del cuarto? ¿Lord Reinhardt tenía una hija?

No parecía una idea alocada. Pero en el caso que fuera así, no se imaginaba que su hija tuviera la misma edad que ellos. Teniendo en consideración su edad en comparación con los demás Lores, pensaba que tendría hijos pequeños.

En ese momento, un pensamiento golpeó su mente: ¿Dónde estaba la esposa? ¿La vería ahora en la cena? ¿Ella estaba de acuerdo con que se quedaran a vivir con ellos?

-"Mi madre no lo permitiría"—pensó para si misma y luego una oleada de dolor llegó al recordar que su "madre" en realidad no era su madre. Suspiró agotada y fue hacia el armario, abriendo ambas puertas, esperando a encontrarse con vestidos y zapatos de tacón.

Pero en vez de eso se encontró con camisas, botas, cinturones, pantalones y chalecos. No era la habitación de una chica hija de un Lord, era la habitación de un hijo de Lord. Y, por el tamaño de las prendas, estaba más que segura que debía tener su edad o hasta mayor. O tal vez era un chico demasiado alto.

Ante la preocupación de que el dueño de aquel cuarto apareciera, cerró las puertas y se fue hacia su cuarto, a la espera de que la llamaran para el horario de la cena.

📷

Ryan la estaba esperando en las escaleras acompañado con la señora Banner, quien lucía sonriente a diferencia del joven. Ambos se dieron una pequeña sonrisa de aceptación a la situación, no había otra manera.

-Espero que no sean alérgicos a la frutilla—dijo divertida mientras los empujaba levemente de la espalda, obligándolos a caminar. Ryan le lanzó una mirada de frustración a su amiga, la cual fue captada e hizo que ella sonriera. Suponía que el humor extraño de Ryan era lo único que mantenía sus cerebros cuerdos hasta el momento.

Bajaron las escaleras, las cuales rechinaban en cada paso que daban a pesar del tapiz que las ocultaba. Lae giró un poco la atención en un cuadro colgado en el trayecto. No se trataba de la chica que había visto en la foto, o de una copia del señor Reinhardt, o al mismo Lord. Sino que era un hombre con los mismos ojos oceánicos que el jefe de la casa. Pero su porte era más rústico y su expresión menos agradable que la del actual Lord.

-Disculpe pero, ¿quién es él? —los tres se detuvieron en su bajada y la señora dirigió su mirada hacia al cuadro.

-Oh, ese es el antiguo Lord Reinhardt. El padre de quien ya conocen—sonrió.

-¿Cenará con nosotros?

-Oh, no querida—dijo con tranquilidad— Sir Reinhardt murió hace muchísimos años. Mucho antes de que ustedes dos nacieran—volvió a darle un pequeño empujoncito para obligarlos a bajar los escalones— Si el estuviera vivo no podrían estar teniendo una cena ahora—soltó una risilla— Agradezcan que ahora esta nuestro Lord—volvió a reír.

Los jóvenes se miraron de soslayo, preguntándose si eso era verdad.

La señora Banner los guio por varias habitaciones, hasta que llegaron a una puerta de doble ala, decorada con macetas a los costados y pinturas de antiguos Lores (o al menos eso pensaban ellos dos). Las puertas fueron abiertas a la par por ella, dejando a la vista un enorme salón con una larga mesa en el medio, decorada con candelabros, canasta de frutas, platos, copas de cristal y cubiertos.

En la punta más lejana a ellos se encontraba una figura sentada: el señor Reinhardt. Aquel "amable" y "generoso" Lord que los había dejado con vida y los mantenía al cuidado bajo su techo. Tenía las palmas juntas y su cabeza sobre ellas. Lanzó una sonrisa que, suponían ellos, mostraba amabilidad. Se levantó de su asiento, haciendose a un lado y comenzó a caminar a su dirección.

-Por favor, siéntense. Pronto vendrá la comida—sonrió. Dio media vuelta y volvió para su lugar— Parece que va a llover. Les recomiendo no salir. Va a ser una tormenta fuerte—suspiró y posó sus ojos sobre ellos cuando se habían acomodado. Lae lo quedó mirando fijamente, buscando si podía sacarle alguna palabra de la boca— Quieren preguntarme algo, ¿verdad?

-No en reali-

- ¿Su esposa no come con nosotros?—interrumpió rápidamente a Ryan, tomándolo por sorpresa y ganándose una patada de su parte por debajo de la mesa. El Lord alzó las cejas y la señora Banner se fue rápido por una puerta que debía estar conectada con la cocina.

-Mi esposa falleció hace ya varios años—dijo seriamente, sin emoción alguna.

-Oh, lo lamento—él sonrió levemente— Entonces, ¿vive solo con ellos dos? —miró hacia la puerta donde se fue la sirviente, para indicar que hablaba de la pareja Banner.

-Algo así—volvió a sonreír— Por un tiempo, solo somos nosotros tres. A veces viene otro personal, pero el señor y la señora Banner ya son parte de la familia Reinhardt—hizo una pausa y bebió del vino de su copa— Y, por otro tiempo, somos cuatro cuando mi hijo está aquí—Ryan le miró de reojo, esperando que prosiguiera— Lo siento, olvido que la información de nuestra familia no es muy relevante en su ambiente—inhaló— Tengo un hijo de aproximadamente su edad. En estos momentos debe estar viajando para aquí. Está de visita en la casa de sus abuelos maternos.

Los dos jóvenes se miraron entre sí, teniendo una conversación silenciosa. ¿Su hijo sabía que dos chicos más invadirían su hogar? ¿Que desde hoy en más va a tener "hermanos"?

-Esperamos no ser una molestia para él—el hombre quedó en silencio con las palabras de Ryan. Miró hacia un lado y parpadeó varias veces.

-Admito que no tuve mucho en consideración eso...-murmuró por lo bajo, pero ellos llegaron a escucharlo. Se miraron en forma de pánico, eso solo significaba problemas— Bueno...—el señor Banner había entrado al cuarto con un carro con comida— Él no es un chico muy sociable que digamos.

-Usted tampoco lo es, señor—contestó rápidamente mientras le servía más vino y dejaba el plato enfrente.

-Como decía—aclaró la garganta— No podría decirles si serán una molestia para él. No es un joven muy... expresivo. Se guarda mucho las cosas para sí. Por lo que, creo, que sí ustedes les cae mal, no lo hará notar y seguirá con ello. Así que no se preocupen—los demás platos fueron dejados sobre la mesa— Pero, dejemos a mi hijo de lado. ¿Qué tal si nos conocemos un poco? —sonrió.

- ¿Podría hablarnos sobre mi habilidad?

-Absolutamente no. Siguiente pregunta—sonrió mostrando sus dientes— ¡Vamos! No sean tan serios, ¿o en realidad son así? Estamos cenando algo sumamente rico y es momento de conocernos mejor y saber que les gusta. ¿Qué les parece si comienzo preguntando? —hubo silencio— ¿Sí? Fantástico.

-Vaya, esa desesperación si se puede ver—comentó Ryan por lo bajo, haciendo reír a Lae.

- ¿Cómo les iba en el colegio? —los dos chicos se miraron entre sí, dudando de quien de los dos debía hablar.

-Bastante bien... ambos—contestó Ryan— Éramos parte del centro de estudiantes.

-Vaya, bastante ejemplares—le dio un bocado a su comida— Yo era presidente de la clase.

- ¿A qué colegio iba?—preguntó extrañada la joven. La duda sobre cómo aprendían aquellas criaturas con formas humanas era muy presente en la comunidad de mundanos. No se sabia sobre la existencia de colegios especiales o algo parecido, por lo que suponían que aprendían dentro de sus casas.

-Oh, al Circulo del Norte—sonrió— Obviamente no lo conocen, nos encargamos de que los mundanos no sepan de su existencia. Sería molesto—volvió a comer.

- ¿Su hijo asiste? —el hombre asintió.

-Está en el último año. A diferencia de ustedes se gradúa dentro de dos meses. Luego de eso tal vez lo mande a estudiar a Inglaterra—contó con tranquilidad, dándole un sorbo a su vino.

- ¿Por qué no aquí?

-Los internados de Inglaterra son más rectos y seguros—tiró de forma seca, asustando a los dos jóvenes. Se miraron nuevamente entre sí, preguntándose si era posible que los demás países fueran peor que Nueva Alemania— Pero en los demás son más libres que aquí. Solo se preocupan por la ética.

-Sí, algo por lo que preocuparse mucho—comentó Lae dándole un bocado a su plato. Ryan la pateó por debajo de la mesa al notar el tono sarcástico que usó. Mientras que el Lord la miraba fijamente con una leve sonrisa. Ryan le miró, en busca de disculparse en su nombre, pero su mirada cambió rápidamente a un ceño fruncido y una expresión de confusión— ¿Te encuentras bien?

-¿Eh? Ah, si—dijo rápido— Debe ser por el cansancio—sonrió— Señor Reinhardt, cuando estábamos bajando las escaleras vimos un cuadro. La señora Banner nos contó que era de su padre. ¿Murió hace mucho? —el hombre alzó las cejas.

-Hace casi treinta años—hizo una pausa y frunció levemente el ceño— No, hace veintiocho en realidad—siguió comiendo.

- ¿Era muy joven cuando falleció? —esta vez se unió Lae, interesada.

-Tenía dieciocho—soltó con rabia— ¿Qué les parece la comida? ¿Necesitan que Banner la caliente? —preguntó con voz animada. Luego de una pausa, siguió— ¿No? Bien, sigamos conociéndonos entonces. ¿Son de dormirse tarde? Porque estoy acostumbrado a descansar a las diez.

Pero cuando alguno de los dos estaba por contestar, la puerta principal se abrió, sorprendiendo a todos. El Lord se levantó primero, poniendose en posición de defensa. Se trataba de la señora Banner, quien parecía agitada y mojada, indicando que estuvo afuera bajo la lluvia.

-Marie, ¿Qué sucede?

-El joven amo esta en la entrada—respondió con la respiración agitada.

-¿Qué hace aquí? Se supone que llegaría dentro de dos días—parecía serio y a la vez enojado. Lae y Ryan se miraron ante el pánico, no estaban preparados para combatir con la posible furia del hijo de un Lord. Además, teniendo en cuenta que tenía una habilidad pero que, a diferencia de Lae, si sabía como dominarla.

-N-no lo sé. No me ha querido responder.

Cuando el hombre de la casa se dispuso a caminar hacia la salida, una voz apareció de fondo.

-Buenas noches, estoy en casa—los dos voltearon hacia la puerta, encontrándose con el famoso hijo de Lord Reinhardt. Detrás de la sirvienta.

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