KOLENKA
Sus ojos estaban clavados en el suelo del primer piso, específicamente en un grupo reducido de gente adulta que intercambiaba palabras. La mayoría se trataba de hombre entrajados acompañados de hombres uniformados que se encargaban de velar su seguridad. Estaban absortos en su conversación con la directora del colegio. Tanto ella como ellos lucían serios y toscos, al borde de comenzar una discusión.
Los ojos cálidos de la directora fueron a parar hacia ella, las arrugas en su rostro ya no representaban hostilidad, ahora habían vuelto a ser suaves y amables, como normalmente los conocía.
Solo uno de aquellos extraños había volteado a ver de que se trataba, suponía que los demás la habían sentido y no la consideraban un peligro inminente. Decidió bajar los últimos escalones y darle una pequeña sonrisa a su superiora para indicarle que todo esta bien.
-¿No habias dicho que todos tus alumnos se encontraban en la sala de celebración?-soltó uno de ellos. Un hombre de contextura ancha con espesos bigotes blancos- ¿Qué hace esta aqui?
-Lord Jackman, ella es la señorita McDonald. Hace ya varios días me dio aviso que llegaría unos minutos tarde a la sala por un trabajo final-se interpuso rápidamente la señora Black, su querida directora y, también, profesora de Historia- Puede seguir su camino, McDonald.
-Con su permiso-hizo una leve reverencia hacia los hombres presentes quienes, con cierto orgullo, le miraron desde arriba.
Comenzó a caminar rápido hacia la sala de celebración. Sus piernas le flaqueaban más de lo normal y entendía bien que era una reacción común por lo que estaba por vivir. Hacia tan solo unas horas algunos de sus compañeros de clase se habian largado a llorar o hasta incluso vomitar. Después de todo, era un día crucial para ellos.
Se detuvo unos segundos en la puerta del colegio, fijando su mirada en ella. Podría intentar huir si lo quisiera, pero eso sería estúpido, muy estúpido de su parte. Podía escuchar la voz suave de la señora Black diciéndole que era más inteligente que eso.
Suspiró cansada y volvió a caminar por el pasillo. No entendía porqué se ponía tan nerviosa al igual que la mayoría de los estudiantes que se van a graduar junto a ella. Después de todo, tenía a sus dos padres, que la amaban y se amaban entre sí, no había posibilidad de que algo saliera mal.
¿Verdad?
Abrió ligeramente la puerta para entrar por el pequeño espacio libre. A pesar de que el salón estaba inundado de voces que hablaban desesperadamente, no queria hacer algún ruido. La reacción de los graduados era distinta: había quienes hablaban entre sus amigos buscando alguna señal de paz, otros que en realidad estaban tranquilos y ya habían ocupado las primeras filas de sillas a la espera de la conferencia, y por último, otros que estaban entrando en una crisis nerviosa llorando en alguna esquina o siendo atendidos por compañeros. Los ataques de pánico y ansiedad iban en suba por estas fechas.
-¡Lea!-escuchó por entre el bullicio- ¡Por aquí!-pudo divisar una mana saliendo entre unas cabezas. Se hizo paso entre medio de los dos bloques de sillas, interrumpiendo algunas conversaciones de personas que se encontraban sentadas de forma enfrentada. Llegó rápido al asiento originario de la voz chillona- Te ha llevado más tiempo de lo que dijiste-habló un chico delgado, cabello oscuros y piel blanca- Anda, sientate-dio unas palmadas a su asiento que tenía al lado.
Dejó caer su cuerpo en la silla de al lado y clavó su mirada en sus pies. El momento en el que vio a aquellos Lores hablar con la directora Black se repetía en su mente. Uno de ellos simplemente podía haberla...
Negó con la cabeza, aquellos pensamientos la llevarían a volcarse en el suelo a llorar al igual que los demás. Respiró hondo y le dirigió la vista a su amigo.
-¿Te encuentras bien?
-Si eso pudiera llamarse bien... supongo que sí-suspiró cansada- Lo que si, te veo bastante tranquilo.
-Bueno, considero que no tengo porqué preocuparme como tú tampoco deberías. Sabes perfectamente que los jóvenes huérfanos o con padrastros son los más propensos a ser seleccionados en estas cosas. Ambos tenemos nuestros dos padres que son completamente normales. Relaja, ¿si?
-No todos somos despreocupados como tu, Ryan-dijo impaciente haciendo reir al chico-Espero que a los demás no les hayas dado tal advertencia.
-Creo que es obvio que cuando me preguntaban como estaba les mentía diciendo que estaba por desmayarme. Lo que me recuerda...-rebuscó dentro del bolsillo de su sudadera, sacando unos caramelos- Ligue unos dulces de la enfermería por ello, de nada-ambos callaron al instante cuando el chico sentado delante de ellos se desmayó hacia un costado, cayendo sobre su compañero- El ambiente si que ayuda a la paz mental.
-Cuando estaba viniendo me cruce con ellos, ¿sabes?-Ryan dejó de desenvolver el caramelo que habia sacado, ahora la escuchaba con mucha atención.
-¿Los... viste?-esta vez si podía detectar el miedo en su voz. Era de esperarse, aquellas personas ahi paradas eran sanguinarias y temerosas. No debían meterse con ellos- ¿Te han dicho algo?-preguntó preocupado a lo que la chica negó al instante.
-Justo estaba la señora Black con ellos. Se interpuso ni bien uno me dirigió la palabra-hubo un escaso silencio- Irradian tanta... ¿mala vibra sería?
-Pues claro que irradian mala vibra, Laetitia. Su único cometido es hacernos miserables. Seguro se regocijaban por dentro al sentir tus nervios-ella asintió. No iba a negarlo, había libros y cuentos como evidencia clara de su trato especial hacia la humanidad.
Ambos terminaron su charla cuando las luces del salón habían bajado su intensidad y volvieron a brillar. Algunos largaron algunos sollozos y gritos ahogados, todos sabían lo que se avecinaba. De forma instantanea, Lae agarró la mano de su amigo buscando algo de confort, tenía que volver a ver a aquellos sujetos, con sus mentones en alto, preparados para tomarlos de sus cabellos y lanzarlos a un abismo de tortura.
Los primeros en entrar eran trabajadores del gobierno y los soldados de los Lores y Condesas. Después de todo, eran quienes controlaban la sociedad en si, no habia escapatoria alguna.
Aquellos tipos robustos y algunas mujeres de gran musculatura se pararon en las posibles salidas del salón y por último en el frente donde, en tan solo segundos, aparecería la señora Black con su porte elegante y cariñoso.
Como se esperaba, la directora se hizo paso entre los dos bloques de sillas, sin dirigir la mirada a nadie. Lae suponía que si lo hacía, iba a sentir el espantoso sentimiento de la culpa. Después de todo, ella conocía a cada uno de sus estudiantes, durante seis años era difícil no relacionarse emocionalmente con alguno.
Cuando llegó completamente al frente de todos los alumnos graduados, giró sobre sus talones y miró un punto a los lejos, comenzando a hablar:
-Antes de darle la bienvenida a las respetables autoridades del circulo de sangre, quiero agradecerles con su buen comportamiento y puntualidad. Por suerte, este año no tuvimos que presenciar el acto de captura de uno de sus compañeros- las mandíbulas de Ryan y Lae se tensaron al escuchar aquellos. Recordaban estar en clase de matemáticas cuando escucharon gritos desde el patio. Uno del último año estaba corriendo hacia el bosque y era perseguido por dos guardias quienes le dispararon hasta que un Lord se hizo presente. Ahi fue cuando vieron por completo cómo funcionaban aquellos sujetos.
Se apretaron con fuerza sus manos, los gritos de aquel chico retumbaban en sus oídos y la escena de miles de ramas atrapandolo en el suelo, perforando y, por último, ahorcandolo, se hacía cada vez más nítida en sus cerebros.
-Por último, espero que la baja de estudiantes sea reducida en comparación a otros años-dijo con voz neutra- Que el egoísmo de sus padres no los sentencie. Sin nada más que agregar, de pie para la entrada de nuestro querido Círculo-todos los chicos sentado se fueron parando de a poco. Cuando todos ya tenian sus piernas extendidas y sus espaldas erguidas, la puerta principal se abrió, dejándole el paso una serie de Lores y Condesas.
Lae decidió mirar de soslayo a las personas que estaban sentadas cerca de ella. Como esperaba, sus ojos estaban desorbitados y notaba gotas de sudor caer por el costado de sus rostros. Estaban petrificados. Como la mayoria lo estaba.
Dirigió su mirada al grupo de adultos uniformados. Las siete cabezas de los clanes más fuertes de la Nueva Alemania. Cuatro Lores y tres flamantes Condesas, las siete personas más fuertes de su país, las siete personas que controlaban todo y que, si lo deseaban, podían masacrar a todo el alumnado en ese instante.
-¿Cuándo van a exterminarse? Es agotador tener que venir cada año-murmuró uno de los Lores en voz baja para que solo su compañera pudiera escuchar.
-Si tanto molesta tu escasa lista de tareas, entonces deberías cederle el puesto a tu hijo y dejar de quejarte cual niño inútil-contestó una de las Condesas alzando más su mentón y desviando la mirada hacia el montón de jóvenes- Se ven más aterrados que años anteriores.
-Agradable, ¿verdad?-agregó el Lord con bigote prominente- Desde aquí puede olerse como sudan del miedo.
-Por una vez en el año deja de lado tu asqueroso deseo de sangre humana. Es repugnante- intervino otro de los Lores, quien parecía ser el más joven entre ellos. El hombre de gran peso solo le miró de soslayo y con el ceño fruncido.
-Señor Reinhardt, ¿quisiera hacer los honores?-habló otra de las Condesas interfiriendo en la pequeña charla. El más joven de ellos, quien parecía estar entrando en el arco de los cincuenta años, dio un paso al frente.
-¿Eh? Él no parecía estar cuando me los cruce-dijo por lo bajo Lae para que solo su amigo pudiera escucharla- ¿Será que lo estaban esperando?
-No parece tener una buena relación con los demás clanes, ¿verdad?-le respondió al instante tratando de mantener un tono de voz bajo- ¿Líder de cual clan es?
-El clan Reinhardt-la chica que se encontraba al lado de Ryan contestó por lo bajo. Era menuda y delgada, o al menos eso parecía ser por sus ropas super holgadas y su rostro fino- Se dice que es el más joven en haberse convertido en líder de su clan-ambos amigos alzaron las cejas y miraron nuevamente al hombre- Parece ser el más agradable pero... debe de ser igual o peor que ellos para ser aceptado ahí, ¿verdad?
-Pues claro que si—contestó con obviedad Ryan y algo de ansiedad. Lae suponía que el peso de la situación estaba cayendo por fin sobre los hombros de su amigo, al igual que sobre las personas que antes tenían una actitud indiferente.
-Comenzaremos por lista alfabética para hacerles el chequeo. No intenten hacerse los listos, no hay acción que sus anteriores compañeros no hayan intentado—le dirigió una leve mira hacia la directora Black— La autoridad del colegio dictará sus apellidos, cuando se escuchen, no se hagan esperar y vengan rápido al frente. Estamos dejando nuestros recaudos de lado por su existencia—sonrio ampliamente. Una sonrisa que, se podría decir, lo último que quería transmitir era tranquilidad— Black, ¿podría... ?
-Como ordene, señor Reinhardt—ahora era la directora quien le dirigió la mirada a alguien más. Una persona del personal del colegio le acercó un libro de gran volumen que, a lo lejos, podía divisarse el número del año que se encontraban en números romanos— Escuchen con atención. Como han dicho previamente, no se aceptarán movimientos lentos de su parte. Así que por favor, cooperen a la situación—algunos sollozos se escucharon vagamente— Adler Katrina.
Los ojos oscuros de Lae fueron hacia una chica que se levantó de su asiento. Se encontraba en el fondo, recordaba haber cruzado palabras con ellas en alguna clase de gimnasia o en los pasillos cuando estaba en busca de algo. Tenía el cabello oscuro y corto por encima de los hombros.
Ella llegó hasta quedar frente a la directora Black, una de las Condesas, la más antigua de ellas, se acercó con una especie de brazalete plateado con pequeñas garras. La mujer lo colocó en la muñeca de Katrina cuando ésta extendió el brazo, dejando la Palma de su mano mirando al techo. Las garras del brazalete se aferraron con fuerza y una expresión de dolor apareció en su rostro.
Aquel brazalete con garras poseía un orificio cubierto por cristal en donde, de a poco, empezó a aparecer un líquido rojo que daba vueltas en su interior. La sangre de Katrina estaba siendo testeada. Solo había dos opciones: si se mantenía carmesí, entonces eras un humano hecho y derecho, si se convertía en un tono violeta, eras un mestizo y debías ser inmediatamente aniquilado. Obviamente, no eran las únicas opciones, se sabe que, si alguien puro de sangre demoníaca lo hacía, el color se tornaría en un azul brillante. Por obvias razones, jamas se ha presenciado algo así, y Lae dudaba que los resultados para esa persona fueran buenos.
El líquido de Katrina se detuvo mostrando ningún cambio. La joven soltó un suspiro aliviada mientras que la Condesa le arrebata el brazalete de la muñeca.
-Siéntese—le ordenó la directora Black— Siguiente: Allerborn Luther—un chico de los primeros asientos se levantó y fue rápido hacia el frente, extendiendo su brazo.
-¿No te parece morboso que estemos viendo el destino de nuestros compañeros?—le susurró Lae a su amigo mientras tenía la vista clavada en el brazalete que daba vueltas.
-Me has leído la mente la verdad—susurró por lo bajo e hizo una mueca— No me agrada la idea de ver a uno de nuestro compañeros ser arrastrado afuera y ser llevado a quien sabe dónde—largó una bocanada de alivio cuando el brazalete de Luther se mostró rojo. Ni bien él fue corriendo a su antiguo asiento, fueron llamando a otro— Más te vale que no salgas violeta—le amenazó por lo bajo— No creo que pueda vivir con la imagen.
-Mas te vale a ti tampoco—ambos se miraron y sonrieron. El solo hecho de imaginarse al otro siendo llevado por uno de esos tipos les hacía revolver sus estómagos. Nadie sabía que pasaba con los chicos graduados mestizos. La única información verídica eran las torturas, sus gritos podían escucharse dentro de las casas de los Lores y Condesas. Recordaban ir de pequeños, jugando en la calle, y escucharon pedidos de ayuda de una de las salas.
No querían escuchar los gritos del otro dentro de esas paredes.
Aunque Lae seguía planteando sus ojos en las personas que se levantaban e iban al frente. Su mente había comenzado a divagar. Ahora que cada vez se acercaban más a su apellido y al de su amigo, sólo podía recordar a su familia y buenos momentos con ellos. ¿Sería una especie de defensa de su cerebro? Algo para apaciguar un posible resultado negativo.
No quería ser separada de su familia. O al menos no de esta manera. Mucho menos de Ryan, sería una enorme tortura, no podría vivir sin su mejor amigo. ¿A quien llamaría cuando se sentía mal? ¿Cómo sería no recibir más golpeteos llamando a su puerta? Trataba de no darle vueltas al asunto pero el miedo se repetía cada vez más rápido
Su mente volvió a tierra cuando escucharon gritos. Alzó las cejas de la sorpresa y sintió que Ryan le tomaba fuerte del brazo, como si intentara detenerla de hacer una idiotez. Al ver mejor, veia que a una chica la habían agarrado de ambos brazos e intentaban llevársela.
-¡Esperen! ¡No!—gritaba desesperada y llorando. Las lágrimas y los mocos recorrían su rostro, era la primera de la camada que salía identificada como mestiza— Es imposible—cuando volteó asustada, Lae pudo ver bien su rostro, se trataba de su compañera Noelle. No eran amigas pero siempre conversaban cuando podían. Al ver que la estaba tratando como un animal, arrastrando sus pies por el suelo, quería levantarse y golpearlo en la cara. Hizo el aman de separarse de su asiento, pero una fuerza superior se lo impedía. Al voltear, se encontró con Ryan hecho una estatua, mirando desorbitada mente hacia el frente.
-Sientate—le murmuró— No seas estupida—le jalo hacia abajo, haciendo que su traerlo se reventara con la silla de madera— No lo entiendo...—su voz temblaba— ¿Ella no tiene a sus dos padres?—las cejas de Lae volvieron a elevarse cuando lo escuchó.
-Entonces... ¿su madre se lo ha ocultado?—pregunto sin creerlo. ¿Cómo podía hacerle eso? Suponía que Noelle no estaba preparada para irse de esa forma, estando tan Segura que sus dos padres eran biológicos— Pero...
-Lae... ¿y si mis padres me han mentido también? ¿O mi madre?—pregunto temeroso— O hasta tus padres—respiró profundo— Se supone que quienes dan positivo saben que tienen padrastros o madrastras, o solo viven con su madre... o hasta son huérfanos. Nunca son hijos de parejas estables.
-Claro que no... es solo... ella tuvo mucha mala suerte. Simplemente eso. Las probabilidades de que vuelva a pasar rozan el cero—trato de sonreír para tranquilizarme mientras de fondo seguía escuchando los gritos desgarradores de Noelle que decían que era imposible. Desvió sus ojos hacia algunas personas del fondo, si antes sus rostros mostraban preocupación, ahora estaban sucumbimos en el pánico. Nadie se atrevía a mirar al frente, todos se interesaban más en qué zapatos se habían puesto esta mañana.
El pánico también se había operado de ella, pero prefería no demostrarlo, no iba a darle el placer a aquellos demonios asquerosos. Volvió su mirada al frente cuando otra persona fue llamada. Su sangre se congeló cuando tenía dos profundos orbes azules clavados sobre ella.
El señor Reinhardt, el Lord más joven, tenía su mirada intimidante y profunda sobre Lae. No podía identificar bien que trataba de hacer. ¿Por qué la miraba? Esperaba que no fuera algo malo.
Una fuerte descarga eléctrica fue por sus venas cuando decidió mirarle fijamente. Aunque estuviera lejos, podía decir que sus ojos eran oscuros y brillantes. Misteriosos y profundos. Como el agua. Decidió desconectar las mistadas, sentía que si seguía centrándose en sus ojos se terminaría ahogando como si estuviera en el frío océano.
La chica que estaba al frente fue a sentarse rápido cuando el examen le dio negativo. Ni bien se acercó a sus amigos se largó a llorar. Era entendible considerando que iba luego de la escena de Noelle.
-Müller Ryan—recitó la directora.
Sentía que la presión se le había bajado. Quería desmayarse. Agarró rápido a su amigo del brazo, no quería que fuera hasta allá. Tenía un mal presentimiento, uno muy malo.
-Lae, suéltame o nos meteremos en problemas—le dijo entre dientes apartando su mano de la sudadera que tenía puesta. Se incorporó y caminó rápido hacia adelante dándole una pequeña mirada a la directora. Al extender el brazo, las lágrimas se apoderaron de los ojos de Lae.
-Tranquila—sintió un brazo tocar su hombro. Cuando volteó se encontró con la chica sentada al lado de Ryan. Trataba de animarla a pesar de que sus ojos también estaban brillosos y su labio temblaba. Ella quería irse de ahí como todos los demás.
Respiró hondo y volvió la vista hacia el frente. El brazalete estaba en su muñeca y el líquido daba vueltas dentro de ella. La sangre le bombeaba con fuerza por sus oídos y su sexto sentido le gritaba que agarrara a Ryan y saliera corriendo de allí. No debían estar haciendo esto, no debían. Deberían estar en un lugar tranquilo o en sus casas junto a sus familias.
Podía sentir que el aire había abandonado por completo su cuerpo cuando vio que el color tomado por el accesorio era nada más que el espantoso violenta. Pudo distinguir algunos gritos ahogados de sus compañeros. ¿Cómo era posible? ¿Por qué Ryan? No había posibilidades de que pudiera pasar. Se habían equivocado. Sí, debía ser eso. Se tuvieron que haber equivocado en todo esto. Su cabeza daba vueltas, no podía ver con claridad. ¿Se había desmayado? No se sorprendería, su mejor amigo, casi hermano, iba a ser alejado de ella, y, tal vez, le esperaba lo peor del mundo moderno.
Pero no fue hasta que todo se aclaró y se encontró con los enormes ojos oscuros de Ryan frente a ella. Mostraban más pánico que antes, estaba pálido, ¿y por qué estaba tan cerca?
-¿Lea? ¿Qué haces? Ve a sentarte—le entendió entre dientes, mediante el pánico.
No comprendía que hacia ahí adelante, ¿en qué momento se había levantado de su asiento y caminado hasta el frente? No entró en conciencia hasta que siento que algo se incrustaba en su muñeca y la tomaban de los hombros.
-Ni se te ocurra hacer una escena—entendió que uno de los gorilas le estaba hablando cerca del oído. ¿La estaba testeando? — Si piensas que no se va a ir con nosotros, estas equivocada.
Forcejeó con fuerza y apoyó rápido su mano sobre él, tratando de separarse. El terror se apoderó de ella cuando escuchó al hombre gritar de dolor. No comprendía que sucedía. Al alejarse, vio unas terribles marcas sobre su pecho, dos marcas semejantes a manos que habían hecho desaparecer la ropa y llegado a tocar la piel del sujeto, dejandolo en carne viva.
El silencio reinaba en el salón, si no contamos los ligeros gemidos del sujeto. Las manos de Lae temblaban. Su mirada se encontró con el rostro de la señora Black, su directora, quien tenía la mirada fija sobre su muñeca al igual que los demás Lores y Duquesas que se encontraban. Bajó su mirada y no creía que su suerte podía empeorar.
¿Por qué el brazalete mostraba un fuerte y brilloso azul?
Lo último que recordaba, eran los gritos de Ryan pidiendo que alguien la asistiera y la sombra de un hombre entrajado que se acercaba a ella.
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