“La Trampa se Cierra”

Lucía estaba exhausta, pero su mente no podía descansar. Había estado trabajando duro para encontrar pistas sobre el paradero de las mujeres desaparecidas, pero parecía que la investigación estaba llegando a un callejón sin salida.

Después de una larga noche de trabajo, Lucía decidió tomar un descanso y salir a caminar por el parque. Mientras caminaba, su mente se alejó de la investigación y se concentró en el hermoso paisaje a su alrededor.

De repente, su teléfono sonó y la sacó de su trance. Era su amigo, el detective Roberto, quien había estado trabajando en el caso con ella desde el principio.

“Lucía, tenemos una pista”, dijo Roberto con urgencia. “Creo que hemos encontrado el escondite del mal”.

Lucía sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. “¿Dónde está?”

“En las afueras de la ciudad, en un almacén abandonado. La policía está en camino, pero necesitamos que te unas a nosotros para que podamos atrapar a estos delincuentes juntos”.

Lucía no lo pensó dos veces. Sabía que esta era su oportunidad de hacer algo concreto para combatir el mal. Corrió hacia su coche y se dirigió hacia el lugar de encuentro.

Cuando llegó, se unió a Roberto y a varios policías que estaban preparando un operativo para entrar en el almacén. Los nervios estaban a flor de piel, pero Lucía estaba lista para enfrentar cualquier cosa que pudiera suceder.

Finalmente, llegó el momento. Los policías entraron al almacén y comenzaron a buscar en cada rincón. Lucía estaba detrás de ellos, esperando a que encontraran algo.

Después de unos minutos de búsqueda intensa, uno de los policías gritó: “¡Aquí están!”

Lucía corrió hacia el lugar donde el policía estaba señalando y vio una puerta escondida detrás de un estante. Roberto y los demás la siguieron y, juntos, la abrieron.

Lo que encontraron allí fue lo más espantoso que Lucía había visto en su vida. Decenas de mujeres estaban encerradas en jaulas pequeñas, todas en un estado deplorable. Estaban desnutridas, asustadas y en un estado de shock.

Lucía no podía contener las lágrimas mientras los policías sacaban a las mujeres de las jaulas y las llevaban a un lugar seguro. No podía imaginar el horror que habían pasado en manos de estos delincuentes.

Pero entonces, la atención de Lucía se centró en una mujer en particular. Era joven, no más de 20 años, y parecía estar en un estado de shock aún mayor que el de las otras mujeres. Lucía se acercó a ella y trató de hablarle, pero la mujer no respondió.

Finalmente, la llevaron al hospital para recibir atención médica. Lucía la acompañó y se quedó a su lado durante horas, tratando de consolarla. Fue entonces cuando la mujer finalmente habló.

“Gracias”, dijo la mujer, con lágrimas en los ojos. “Gracias por salvarme”.

Lucía sintió un nudo en la garganta mientras escuchaba esas palabras. Sabía que no había hecho nada sola, que había trabajado en equipo con otras personas para combatir el mal. Pero la idea de que su lucha podría haber llevado a la trampa en la que estaba ahora era insoportable.

Tomó una respiración profunda y se obligó a concentrarse en la tarea en cuestión. Tenía que encontrar una manera de salir de allí. Miró alrededor de la habitación y notó un pequeño agujero en la pared. Era lo suficientemente grande como para que pudiera meter su brazo, pero no lo suficientemente grande como para que pudiera pasar por él.

De repente, se le ocurrió una idea. Buscó en su bolsillo y encontró una caja de cerillas. Sabía que era peligroso, pero tenía que intentarlo. Encendió una cerilla y la dejó caer en un pequeño charco de líquido que había en el suelo. Una pequeña llama se encendió y comenzó a arder.

Lucía se acercó al agujero en la pared y metió la mano a través de él. Sintió algo húmedo y pegajoso, pero siguió adelante. Logró sentir un borde y tiró de él. La pared se abrió y Lucía cayó al otro lado.

Estaba en un pasillo oscuro y polvoriento. Podía escuchar voces al final del pasillo, así que corrió en esa dirección. Llegó a una puerta y la abrió. Estaba en un gran almacén lleno de cajas y estantes. Vio una puerta en la parte trasera del almacén y corrió hacia ella.

Cuando salió, se encontró en un callejón oscuro y sucio. Corrió hacia la calle y vio a un policía en la esquina. Corrió hacia él y le explicó lo que había sucedido. El policía la llevó a la estación de policía más cercana y comenzaron la investigación.

Después de algunas semanas, se descubrió que la trampa había sido puesta por una organización criminal. Habían estado investigando a Lucía desde que comenzó su lucha contra la trata de personas, y habían puesto la trampa para silenciarla.

Lucía se dio cuenta de que su lucha contra el mal no había terminado. Había descubierto una nueva amenaza y sabía que tenía que trabajar más duro que nunca para combatirla. Pero también se dio cuenta de que no estaba sola en esta lucha. Tenía un equipo de personas que la apoyaban y que estaban dispuestas a luchar con ella.

Decidió que nunca más permitiría que el miedo la paralizara. Sabía que el miedo era un engaño y que tenía que enfrentarlo de frente para superarlo. Y aunque la lucha contra el mal nunca terminaría, Lucía estaba lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino.

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